Joaquim Prats.
Director de los programas
educativos: Euroaventura http://www.euroaventura.net
y sida saber ayuda http://www.sidasaberayuda.com
Publicado en: IBER DIDÁCTICA DE
LAS CIENCIAS SOCIALES, GEOGRAFIA E HISTORIA. Número, 29. Barcelona:
2002
En el presente artículo
se preconiza la necesidad de introducir las nuevas tecnologías , y en especial
Internet, en las aulas de Educación Secundaria. Se defiende la idea de que
Internet no es un fin, sino un medio para enseñar mejor. Se señalan el estado,
muy inicial, que todavía tiene la red en España y, por último, se hacen cinco
propuestas para que se utilice correctamente Internet en la educación reglada,
concretamente, con el fin de mejorar los aprendizajes en las diversas áreas
curriculares.
Es
frecuente leer frases y escritos que otorgan a las tecnologías, sobre todo las
más recientes, un papel fundamental en el cambio social, incluso en el
histórico. Se habla de “nueva era”, “nueva sociedad” etc. Sin duda, estos
apelativos tienen que ver con el deslumbramiento que produce a la generación
que, pese al teléfono, la radio y la televisión, elaboraron sus formas de
construcción del pensamiento de la mano de Johann Gutemberg.
Tras estas
afirmaciones, en ocasiones, encontramos teorías que se basan en determinar una
relación directa entre avance tecnológico y progreso histórico. Algunos
defienden lo que, a mi juicio, es un pensamiento “naïf” que considera
que, por ejemplo, Internet es por si misma la causa de una gran
transformación histórica, transformación que minusvalora en su
disquisición el conjunto de factores que, realmente, explican el cambio social:
dinámicas económicas, sociales, políticas, culturales etc.. Estas teorías, que
en ocasiones devienen en ideologías, suponen que la tecnología cambiará
directamente la sociedad y los individuos. Así lo explica Dominique Wolton y
nos pone en guardia ante esa “ideología tecnicista”, que explica la evolución y
la transformación social. [1]
En
realidad, estas ideologías, incluso las teorías, constituyen visiones simples
de lo social, aunque muy insistentes y soberbias. Los que las defienden, suelen
desconocer que, el constatar que las tecnologías están evolucionando más
rápidamente que los modelos culturales y la organización social, no es
una explicación suficiente para definir un sentido en el progreso
social, un en el cambio cultural [2] . Sus seguidores parece que se han
estancado en la lectura y afección de la obra del siglo XVII “Nueva Atlántida”,
escrita por Francis Bacon, aunque, como es evidente, sin entenderla en su
contexto.
Más
que pensar que la tecnología es el motor del mundo, lo que realmente
interesa preguntarse es cómo se relaciona las innovaciones y generalizaciones
de las tecnologías con el cambio social y cultural. Como señala Wolton, ¿cómo
se produce esa relación y qué papel han de jugar las tecnologías en el
progreso social. Desde mi punto de vista, el uso de la tecnología será, sin
duda, un privilegiado instrumento y exponente del cambio, pero no la razón del
cambio. No obstante, la investigación social debe intentar determinar qué
relación hay entre uno y otro factor. Sobre este tema, se está avanzando mucho
y contamos ya con importantes aportaciones [3] , pero no es en este artículo en el que
vamos a tratar estas importantes cuestiones. Nos vamos a referir, en las
páginas siguientes, a la posibilidad de una mejora de la educación, trabajando
también con Internet.
La posición de la que parto
es que la difusión y la implantación del uso de las nuevas tecnologías en
diversos ámbitos sociales, como puede ser el educativo, deberá ser considerada
como una ayuda para mejorar la consecución de los objetivos propuestos en estos
ámbitos. Dicho de otra forma, el objetivo de las nuevas tecnologías será
socializarlas integrarlas y ponerlas al servicio de los diversos fines sociales
y no tecnificar al hombre y a la sociedad. Como señala Alfons Cornella, sin
espacio social no funciona el espacio digital. “Un “espacio digital” (un
conjunto de información y de instrumentos tecnológicos de intercambio) no es
nada si no va acompañado de un “espacio social” (una serie de mecanismos de
motivación, incentivación y reconocimiento que estimulen a las personas a hacer
uso del espacio digital)” [4] .
La
cuestión no es estar a favor o en contra de la introducción de las nuevas
tecnologías en la educación, ya que todos estamos a favor. Lo relevante
es determinar qué papel deben jugar en un proceso de enseñanza aprendizaje en
el que lo fundamental es la relación entre profesor y alumno, el ambiente
educativo de la comunidad escolar, la determinación acertada de los objetivos
que se pretenden conseguir, la adecuación de los contenidos educativos a cada
edad, la metodología didáctica, la organización de la clase y del centro etc.
Son todos estos elementos y algunos más los que determinan la corrección del
proceso de enseñanza aprendizaje. Además, hay que tener en cuenta que
este proceso no se produce en el vacío, sino que forma parte de una
organización social, del sistema educativo, y de la ordenación de éste,
elementos que determinan y conforman la eficacia del sistema. Y en este
conjunto de relaciones y decisiones es donde se debe incorporar los nuevos
tipos de recursos didácticos.
Si he escrito
toda esta introducción es con la intención de dejar bien claro la idea
que está en la base de toda mi reflexión: las nuevas tecnologías deben ser un
recurso al servicio de la acción educativa. Internet es una herramienta que
debe servir para aprender a aprender, ya que la Red no es un fin sino un
instrumento. Por tanto, las reflexiones y propuestas que siguen parten de la
idea que ninguna tecnología actual, ni por venir, podrá sustituir la relación
profesorado alumnado, y todo lo que esta relación supone en el campo educativo,
comunicativo, cultural e instructivo.
La toma de
decisiones didácticas por parte del profesorado, en todos los casos, deberá
servirse de todo lo que esté a su alcance y sea conveniente para conseguir unas
clases, de historia en nuestro caso, más interesantes, amenas y repletas
de información significativa. Pero, insisto, nunca la información y los
recursos sustituirán la labor y el conocimiento del profesorado, presente o a
distancia. Sea cual sea la estrategia curricular, la elección de los
recursos deberá ser hecha por el profesorado con criterios de autonomía
de planificación y con supeditación del recurso a las decisiones que, en todo
el proceso, el docente tomará sólo o en grupo. En este contexto, la Red ofrece
muchas posibilidades y, como es previsible, cada día será más potente e
imprescindible para la enseñanza.
En las aulas hemos conocido
y utilizado libros de texto, cuadernos de ejercicios, pizarras, mapas,
transparencias, diapositivas, etc. Ahora deberemos incorporar también:
ordenadores, páginas web, materiales multimedia, bases de datos electrónicas,
hipertextos etc.; y en un futuro, no muy lejano: telefonía de cuarta
generación, tablets/pc multimedia (en sustitución de los ordenadores),
televisión interactiva, etc. Podemos hablar de que se está modificando el
entorno de aprendizaje, ampliándolo con nuevos medios. Hay diversas posturas
sobre lo positivo que puede llegar a ser el uso de estos nuevos medios, incluso
si el medio modifica realmente los aprendizajes [5] . No deseo entrar en esta discusión por
considerarla poco interesante; el debate siempre caminará por detrás de la
realidad y el profesorado no puede esperar. Desde mi punto de vista, hay
que incorporar, de manera decidida, y prudente, los ordenadores en las aulas,
siempre que se tenga claro que están al servicio de una estrategia didáctica en
el sentido más potente del término.
Estos nuevos recursos
exigen, sin duda, un grado de preparación imprescindible para poderlos
utilizar. Por ello, la introducción de Internet en las aulas (y en general
todas las nuevas tecnologías) exigen ampliar el concepto de alfabetización.
Además de saber leer, escribir, calcular, dibujar y controlar el propio cuerpo,
se deberá procurar leer y escribir programas, navegar en la red, establecer
vínculos entre imágenes, sonidos, textos y videos, etc., en suma tener un
cierto grado de competencia en todos estos procesos semióticos, al igual que
hasta ahora exigíamos que los alumnos hablasen, escribiesen y calculasen bien [6] .
Este nuevo entorno de aula
exige que el alumnado sepa moverse e intervenir en él, pero exige también que
el profesorado sepa que es lo que se puede hacer con estos recursos
tecnológicos. El profesor no será, seguramente, el que mejor navegue por la
red, ni el que tenga más habilidad para salir de los continuos problemas
técnicos que surgen con el uso del ordenador. Con las actuales generaciones de
docentes, los estudiantes siempre sabrán más. Pero el profesorado sí que debe
saber más que nadie lo que se puede aprender con, por ejemplo, Internet. Es el
que tiene la misión de conducir el proceso de aprendizaje de sus alumnos y
determinar qué recurso es el más adecuado para cada situación.
Expresado con otras
palabras: la misión del educador es formar y educar al alumnado, en este caso,
con la ayuda del uso de Internet y otras tecnologías. Deberá determinar qué
debe hacerse, buscarse y manipularse para qué y en qué contexto temático y del
proceso de aprendizaje. Deberá, así mismo, fijar la función y la dinámica que
se debe producir en relación al conjunto de los recursos que desea que
empleen sus alumnos. Como señala Eudald Doménech: “Deberá dar la motivación,
las pautas, las reglas básicas, el tiempo suficiente y la disciplina para que
el alumnado practique. La paciencia con el “prueba/error” y las ganas de
experimentar las pondrán los alumnos” [7] .
¿Hay un Internet para la
educación?
El problema no se plantea,
desde mi punto de vista, ante el dilema Internet si/ Internet no, sino en la
adecuada madurez de la red para satisfacer las exigencias que plantea un uso escolar
de este recurso. Internet es, todavía, muy generalista y no cuenta
con espacios especializados y pensados para las distintas funciones que es
susceptible de desarrollar. De hecho, para muchos usuarios es un gran laberinto
en el que es complicado encontrar aquello que se busca.
Junto a esta característica
de la red, se constata que la utilización es muy escasa por parte de los
jóvenes de edades correspondientes a la de los escolares de educación
Secundaria. En España, el número de usuarios de Internet alcanzó algo más de
los 7 millones, a finales del año 2001 [8] . Actualmente, según diversos estudios [9] , los jóvenes que usan habitualmente
Internet con edades comprendidas entre 12 y 18 años, constituyen un 19%
del conjunto de los internautas (que, como he señalado, son poco más del 20% de
la población española). En general, el perfil de los usuarios sigue siendo
masculino, mayoritariamente, aunque la distancia entre hombres y mujeres ha
disminuido en 12 puntos, lo que hace prever un equilibrio en un futuro no muy
lejano. De la encuesta citada, se infieren otros datos que nos interesan
especialmente: el grupo de usuarios jóvenes (entre 15 y 29 años) es el que más
ha crecido con un 25%, pero en la actualidad no es el mayoritario. Como puede
verse, un escasa implantación. Lo más significativo es, sin duda, que cuando el
grupo de edad, al que hago referencia (12 a 18 años) utiliza la red no es
en actividades educativas sino para acceder a lugares que poco o nada tienen
que ver con esta, como son los chat, (en general muy banales), las
páginas sobre juegos, sobre sexo, y otras aficiones .
Sin embargo, el uso de
nuevas tecnologías por los jóvenes de estas edades es, sobre todo, a través de
juegos multimedia para ordenadores personales o para consolas como Play
Station, X-Game, Dreamecast, etc.. En este tipo de uso no dispongo de datos
precisos, pero todo lo que he consultado apunta a que la gran mayoría de los
adolescentes muestra un grado de habilidad destacable en la manipulación de
estos programas. En resumen, hay, por un lado, una gran penetración de las
nuevas tecnologías entre los jóvenes adolescentes a través de productos
empaquetados y, por otro, una baja utilización de la Red. En ningún caso el uso
de materiales de temas educativos es significativo.
Si el uso de Internet para
la educación es escaso se debe, sin duda, a que estamos todavía en una etapa
muy inicial de desarrollo de la red en cuanto a contenidos, a lo que se suma la
lentitud del despliegue de infraestructuras telemáticas como cableado de banda
ancha u otros medios de circulación rápida de la información. Además, no ha
habido un apoyo decidido por parte de las administraciones para la
informatización de los hogares españoles. En el interior de los institutos y
colegios la informatización está avanzando más rápidamente, pero la
entrada de Internet está todavía en sus comienzos. Y ello, no sólo por
problemas de equipos suficientes, conectados en banda ancha, sino por la falta
de contenidos adecuados y que respondan a las demandas que el
profesorado tiene respecto a las áreas curriculares en las que trabaja. No
existe un Internet especializado para la educación y, menos aún, para ser usado
en los centros docentes.
Para que
Internet entre, de manera normal y eficaz, deberá pasar un tiempo. Pero la
educación no puede quedarse a la espera de que llegue, desde fuera, la manera
de hacer y de abordar los contenidos. Es cierto que la infraestructura
informática es determinante para un buen funcionamiento, pero esta
infraestructura mejorará y se ampliará en la medida que la utilización sea
mayor. Y esta mayor utilización tendrá como consecuencia la reivindicación de
dotación de recurso y unas mayores exigencias de los centros docentes ante las
autoridades administrativas.
Respecto a
los contenidos el problema es más complejo, pero en, cualquier caso, harán
falta importantes inversiones de recursos financieros que deberán sufragar las
administraciones, las editoriales y otras entidades con intereses en educación.
No obstante, la generación de contenidos específicos deberá acompasarse a la
demanda del profesorado y a la experimentación que este haga de ellos en las
aulas. La creación de portales, juegos didácticos, páginas web para enseñar
materias de las diversas áreas curriculares etc. no debe separarse de procesos
de innovación didáctica. Y ello con independencia de la institución que elabore
los contenidos.
Con
esta aclaración propondré, a continuación, cinco líneas de actuación que tienen
como finalidad la introducción de Internet en las aulas de la Educación
Secundaria. Cada una de ellas no se explica ni es suficiente por sí sola, sino
que forma parte de un conjunto que supone especializar una parte de la red para
la función de enseñar en horas de clase, con profesores normales, y ciñéndose a
los contenidos habituales de los programas escolares [10] .
En
primer lugar, debe crearse un espacio telemático escolar con canales
específicos para la tarea de aprender en el marco académico. Instituir, como
señala Echeverría, una “telescuela obligatoria, a lo que yo añadiría: “y
gratuita” que incluya actividades, información, juegos, herramientas de
intercomunicación, lugares para visitar etc.. Espacios que permitan una
normalizada adecuación de Internet a las demanda educativa. Este espacio no
debe ser el resultado de una acción única y centralizada, sino el lugar de
encuentro de todas aquellas propuestas que tengan una misma finalidad: hacer
un Internet educativo al servicio del profesorado y del alumnado. En muchos
casos, se deberán crear intranets que protejan del exterior los espacios
educativos. Una parte importante del trabajo de intercomunicación debe estar
totalmente restringido a usuarios escolares, debidamente identificados y
localizados
En
segundo lugar, elaborar materiales específicos para la enseñanza de cada una de
las materias, u otros interdisciplinares o pluridisciplinares. Estos
materiales, que han de constituir el grueso de lo que he denominado el “espacio
telemático escolar”, deben estar perfectamente graduados y adaptados a los
niveles de los diferentes ciclos educativos. Materiales que deberán presentarse
y orientarse como lo que pretenden ser: una oferta específica para la actividad
didáctica, que se dirige a estudiantes de edades determinadas a través de un
nuevo medio que es Internet. Para elaborarlos correctamente, se exige el
concurso de profesionales de diversas especialidades. Si los materiales
clásicos eran el fruto del trabajo de escritores (generalmente profesores del
área y nivel en cuestión) y editores, en el caso de los recursos electrónicos
deberán sumarse a los profesores de las disciplinas expertos en diseño gráfico,
editores de documentos electrónicos, informáticos, didactas [11] etc.
En
tercer lugar, deberán generarse procesos de formación de profesorado y de
innovación didáctica en las aulas, experimentando estrategias para obtener el
mejor resultado con la utilización de estos recursos. En coherencia con la idea
que, desde hace muchos años, vengo defendiendo, no puede separarse el binomio
innovación-formación, y mucho menos en un tema como el que estamos tratando. No
creo que sea de mucha utilidad un clásico cursillo para introducir al
profesorado en las nuevas tecnologías, entre otras razones porque no creo que
exista ya formalizada una solvente metodología didáctica que esté
suficientemente contrastada.
El
avance del uso de las tecnologías en los institutos y colegios sólo es posible
conseguirlo en la medida que el profesorado experimente el uso de las
tecnologías para la enseñanza, y que lo haga en la práctica cotidiana y, para
que este avance sea realmente formativo, es preciso que se formalice y se
analice en seminarios y encuentros de docentes que estén debidamente
tutorizados. Para encontrar un adecuado uso de Internet en las
aulas es preciso, sobre todo, comenzar a usarlo en la labor diaria. Solamente se
aprenderá a caminar, caminando; y en la medida que esto sea así, podremos ir
formalizando, desde la didáctica de cada materia, protocolos, métodos y
propuestas de actuación debidamente contrastadas. Todas estas acciones de
innovación/formación deben ser impulsadas, financiadas y planificadas por las
administraciones, las asociaciones profesionales o instituciones educativas [12] .
En
cuarto lugar, hay que crear comunidades virtuales de estudiantes y profesores.
Comunidades que se planteen aprender juntos, discutir los diferentes temas de
estudio, intercambiar trabajos y otras actividades académicas. La
actividad educativa y formativa debe saltar los muros de la escuela para salir
al entorno social. Actualmente, ese entorno es también virtual, que pone
en contacto a personas alejadas físicamente, pero que pueden estar muy próximas
y relacionadas en función de unos intereses comunes. Nada mejor que la
red para conseguir la creación de una amplia comunidad (léase comunidades) de
aprendizaje. Por ello es necesario, como señalaba en la primera propuesta,
crear un espacio escolar, en el que se preserve a los estudiantes del
maremágnum que, hoy en día, constituyen los lugares de visita y encuentro para
jóvenes. La creación de comunidades de aprendizaje se hará, preferentemente, en
espacios restringidos, con unos fines previamente acordados, con la
consiguiente tutorización de los profesores (que serán parte integrante de esta
comunidad) y con objetivos y actividades perfectamente determinadas y
planificadas conjuntamente.
Parte
integrante de las actividades de una comunidad de aprendizaje (discutir temas
de clase mediante chats, forum, envío de documentos, concursos on line etc)
será la creación de telepatios o lugares de recreo. Ambientes telemáticos
pensados para la socialización de jóvenes que habitan en lugares distintos, que
en muchos casos tendrán lenguas diferentes o que pertenecerán, incluso, a
culturas muy alejadas. La socialización que el alumnado tiene en sus recreos,
salidas escolares etc debe ser ampliada a una socialización, conseguida a
través de la Red y en el seno de las comunidades virtuales, que acordarán sus
respectivos centros docentes.
Por
último, el profesorado deberá hacer un esfuerzo por incorporar Internet, y en
general las nuevas tecnologías, a la acción diaria y en el contexto de los
aprendizajes habituales. El objetivo no es que se vaya un día, casi como
actividad fuera de lo normal, a la sala de informática a buscar información en
Internet, sino el utilizar el recurso, de forma habitual, en la clase de
historia, de geografía o de ciencias sociales. Lo ideal sería que, mientras
llegan nuevos aparatos que sustituyan al hardware que ahora conocemos, se
instalen en cada una de las aulas varios ordenadores conectados a la red. El
uso de estos ordenadores debe ser tan habitual como consultar un atlas,
trabajar en un cuaderno de ejercicios o utilizar el libro de texto. Lo que digo
parece lejano en el tiempo y caro en recursos financieros, pero ¿quién nos iba
a decir hace solamente siete años, cuando no existía e Internet en nuestro
país, que podríamos hacer un artículo con estas propuestas?. La
decisión en incorporar la red a nuestras clases creará el ambiente de exigencia
para que se dote a los centros con las infraestructuras informáticas
suficientes.
La
incorporación de las nuevas tecnologías en la educación, pese a lo que se diga,
no ha hecho más que comenzar. En los próximos años, veremos aparecer grandes
novedades en este nuevo ámbito educativo. Pero los problemas son muchos
(lingüísticos, financieros, educativos, mentales, culturales, etc.) y no los
debemos despreciar. Hay que intentar buscarles solución, ya que el proceso es
imparable y el sistema educativo no puede quedarse al margen. Debemos ser
positivos y hacer el esfuerzo de incorporar a la acción didáctica toda la
potencialidad que nos permiten estos nuevos recursos.
NOTAS
[1] .-
Dominique Wolton. Internet
¿y después?. Barcelona: Gedisa, 2000
[2] .-
Dominique Wolton. Ibíd. Pág.
19
[3] .-
En castellano hay ya importantes obras publicadas de las que destaco
tres: Manuel Castells. La
era de la Información. 2ª Edición . Madrid: Alianza 2000 (3 volúmenes)
y La Galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet empresas y sociedad.
Barcelona: Plaza y Janés , 2001. Desde otro punto de vista vid.: Nicholas Negroponte. El Mundo
Digital. Barcelona: Ediciones B, 2000
[4] .-
Alfons CORNELLA. “Sense espai social no funciona l’espai digital”
en: Ke! Knowledege Energy. http://www.infonomia.com . (Consulta 20 de
Octubre de 2001)
[5] .-
Una buena síntesis de estas discusiones puede verse en: Begoña Gros. El ordenador invisible.
Hacia la apropiación del ordenador en la enseñanza. Barcelona: Gedisa,
2000. (Biblioteca de educación)
[6] .-
Javier Echeverría. Los
Señores del Aire: Telépolis y el Tercer Entorno. Barcelona: Destino,
1999. Vid. Pág. 275 y ss.
[7] Algunas
de estas reflexiones proceden de la conferencia pronunciada por Eudald DomÈnech titulada: “Internet y los
educadores. Ideas para el presente y para el futuro”, pronunciada a los
profesores de Educación secundaria que formaban el grupo piloto de
experimentación de la web educativa Euroventura.net. Barcelona,
Abril de 2001
[8] .-
Estudio realizado por las empresas Taylor Nelson Sofres y NetValue sobre el uso
de Internet en España.
[9] .-
He utilizado varios. Las cifras que se citan aquí proceden de EGM. Datos
Generales de usuarios de Internet en España. Vid. http://www.aui.es/ . (Consulta 3 de noviembre de
2001 )
[10] .-
En esta propuesta hay ideas de diversos autores, pero coincido en gran parte
con lo expresado por Javier ECHEVERRÍA en el libro citado en la nota nº
4. Es una concepción de Internet que, desde hace muchos años, defiende este
autor como puede verse en trabajos como: Telépolis, Barcelona:
Destino, 1994 o Cosmopolitas Domésticos. Barcelona:
Anagrama, 1995.
[11] .-
Esta es la experiencia que desde hace dos años estamos realizando con la web
educativa Euroaventura.net. En su diseño y primera elaboración
han participados guionistas, informáticos, especialistas en sintetización
multimedia, diseñadores gráficos, dibujantes etc, junto a especialistas
en didáctica de las Ciencias sociales y profesores de historia y geografía,
filosofía, matemáticas, lengua y literatura, etc.
[12] .-
esta estrategia es la que se ha iniciado en el programa Euroaventura.net,
referido en la nota anterior. Durante el curso 2000-2001, cuarenta centros
escolares experimentaron con la página y realizaron una reflexión conjunta en
un Seminario realizado en Barcelona durante el mes de abril del año 2001.