Formación docente en NNTT: una asignatura aún pendiente
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Nuevas Tecnologías de la información y la comunicación que se desarrolla en la Unidad Académica Río Gallegos, bajo la dirección del Lic. Luis Alberto Quevedo, y en el programa Comunicación, Educación y Nuevas Tecnologías de reciente formulación, que se desarrolla en la Unidad Académica Río Gallegos de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (Argentina).
En este trabajo se presenta la necesidad que tienen las entidades de formación docente en general, de incorporar el tema de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación en el aula. La temática rara vez es abordada en el aula, y la exposición de los chicos a los nuevos medios muchas veces supera la cantidad de horas que pasan en la escuela.
El trabajo recoge un amplio recorrido bibliográfico y un trabajo de campo en escuelas de Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz, entrevistando a alumnos y docentes.
Algunos antecedentes
La fuerte exposición a los medios a la que los chicos están afectados ha cambiado su manera de percibir el mundo. La escuela ya no puede desconocer esta realidad. Sin embargo en los institutos de formación docente es prácticamente inexistente el estudio de esta temática, ni como contenido específico, ni como eje transversal.
A pesar de esto la escuela asume el poder de penetración de los medios de comunicación, aunque muchas veces no sabe cómo trabajar sus contenidos. No puede dejarlos de lado, especialmente a la televisión. Debe aceptarlos, y reconocer que ésta ejerce una fuerte influencia en los alumnos. De hecho la televisión enseña casi tanto o más que lo que enseña la escuela.
Se parte de la idea de que la televisión en particular, y los medios en general, deben estar –también- al servicio de la educación, y asumir que realmente forman parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, más que en contenidos, en el desarrollo de actitudes sociales.
Poco a poco la escuela va asumiendo la importancia de incorporar las llamadas tecnologías de la información. Esto implica aceptar la necesidad de trabajar en sus aulas con los medios, no sólo como receptores sino también como productores.
José Manuel Pérez Tornero en su libro El desafío educativo de la televisión pone como ejemplo el caso de una persona que sea capaz de leer pero no de escribir. “Estaría ajena a la expresión, presa de una situación que la condenaría a ser, exclusivamente, consumidora. Con la televisión sucede lo mismo: ¿cómo será posible ser críticos ante los mensajes televisivos, si sólo usamos la televisión en tanto que consumidores? [1]
El problema de la incorporación de los medios en el aula, no es sólo un problema de tipo didáctico, sino que también es un problema de organización y cultural. Respecto de este último punto es importante destacar que existe una divergencia entre la experiencia del alumno con los medios fuera del ámbito escolar y la relación que tiene dentro de la escuela, como así también podemos hablar de un enfrentamiento o disociación entre los conceptos que enseña la escuela y la realidad que vive el niño tras dejar la escuela, luego de un día de trabajo.
No se debe permitir que los medios invadan a la escuela, sino que ésta aproveche el lugar que abren los medios, a efectos de enseñarles a los alumnos a mirar y comprender los mensajes que los medios emiten.
Los maestros no se sienten aún muy cómodos con el ingreso de los medios en el aula, pues creen que pierden el control sobre los mensajes. Además no se han formado para tener posturas críticas frente a ellos y -entonces- prefieren evitarlos. También existe el fenómeno de incorporación de tecnología en la escuela, sin que se sepa concretamente qué hacer con ella, cómo utilizarla y sacarle provecho. Así entonces se observan escuelas que compraron equipos que están subaprovechados, o encerrados bajo siete llaves.
Dice también Perez Tornero que “la televisión es vista como la antípoda del libro”[2]. Este puede ser uno de los motivos por los cuales la escuela rechaza a la televisión por su proximidad al libro. Sin embargo no se asume la necesidad de saber leer televisión, lo que implica realizar un esfuerzo fruto de un aprendizaje.
Francisco Contreras[3] dice que el principal problema que se le presenta al sistema educativo con respecto a los diferentes medios que detentan el poder de comunicación -especialmente los audiovisuales como la TV- radica en que estos se han planteado y concebido fundamentalmente como mercado, y no siempre las leyes que rigen el mercado coinciden o son compatibles con los criterios estrictamente educativos e incluso culturales. Agrega también que el esfuerzo de la escuela es ingente y se impone como tarea educadora primordial el desarrollar la conciencia crítica en los alumnos, y contribuir a crear escalas de valores que guíen tanto la conducta como la percepción ponderada y estricta de las diversas propuestas del entorno.
Las consecuencias del desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que afectan especialmente la labor educativa son, a criterio de Natalia Bernabeu Morón[4], las siguientes:
El cambio también se produce en los alumnos. El impacto de los nuevos medios en la sociedad da origen a la aparición de un nuevo tipo de alumno: más creativo, acostumbrado y necesitado de grandes dosis de motivación para aprender, que capta con dificultad los largos razonamientos lógicos, que tiende a la acción y poco a la reflexión, a quien aburre la explicación teórica tradicional. Un alumno socializado en un mundo de imágenes, que domina los nuevos medios tecnológicos a su alcance; influenciado desde muy temprana edad por el consumo e "impregnado" de ciertos "contravalores" transmitidos por los medios.
También se observa el desarrollo de un nuevo tipo de sociedad, en la cual los rápidos cambios vuelven obsoletos los conocimientos; y en la que los descubrimientos científicos plantean serios dilemas éticos. Por último se puede mencionar la necesidad de un nuevo modelo de escuela: todos estos cambios están siendo asumidos por el sistema educativo que ha tomado conciencia de la situación problemática que plantea el mal uso de los medios. La nueva concepción de la educación exige una escuela anticipatoria, capaz de prever los nuevos cambios y adaptarse a ellos.
Será necesario así dotar a los alumnos de hábitos de lectura entendida en un sentido amplio, la necesidad de una nueva alfabetización que fomente los hábitos de lectura y enseñe a leer todo tipo de textos y códigos, lo que en los 90’ se dio en llamar alfabetización audiovisual, y ahora se denomina alfabetización digital. Además la escuela deberá aportar a los alumnos una adecuada formación en valores, y ofrecer a los ciudadanos estrategias de acceso a la información y de trabajo investigativo que les facilite la autoformación permanente.
Angel Riviere[5] señala que existen cuatro cuestiones fundamentales en la relación entre la educación y los medios. La primera es hasta qué punto las propias funciones de la escuela se modifican en las sociedades mediatizadas. El impacto de la televisión ha sido demasiado rápido como para permitir a la escuela que modifique sus valores, funciones y metas. No se puede competir con la televisión en los términos de la televisión. La única posibilidad es aliarse con los mass media en esa oferta de mundos alternativos y posibles, y sobre todo, la de reforzar algo que éstos no pueden ofrecer con la misma calidad y profundidad que la escuela. La alternativa no ha de tratarse de escuela o televisión, sino de escuela CON televisión, que no quiere decir lo mismo que escuela televisiva.
La segunda de ellas es la relación educación - televisión, sobre todo referida a los rendimientos escolares. El aspecto concreto que más preocupa a los profesores -y con alguna razón- es la posible interferencia de la televisión en la imaginación y en la creatividad. El problema está en cómo se usa la televisión y en cómo se usan otras cosas, porque el mundo educativo es un mundo que está excesivamente volcado en la "producción de productores", y eso es importante, pero cada vez es más importante la de consumidores, y esa tarea está bastante olvidada en el mundo educativo actual. (ejemplo Tatiana Merlo Flores[6])
La tercera es hasta qué punto en las sociedades mediáticas se está modificando la propia estructura mental del hombre. Nuestros abuelos eran más capaces en unas cosas y menos capaces en otras, y ese cambio es realmente muy rápido. Los individuos actuales suelen ser más capaces en habilidades viso - espaciales, que tienen que ver con un modo analógico de transmisión, que es el que se da en televisión y sin embargo, probablemente no lo son tanto en habilidades de comprensión lingüística.
Por último se pregunta cuál puede ser el potencial educativo que pueda tener la televisión en particular (o los medios de comunicación de masas, en general). Es más sensato contar con los medios audiovisuales que prescindir de ellos dentro del mundo educativo. La escuela no debe competir con la televisión; el terreno de la televisión es la oferta de mundos presentes alternativos, en un nivel de realidad perceptible a la que va a contar siempre mejor que la escuela, mejor que lo cuenta el profesor.
La escuela debe profundizar en su misión de formar el pensamiento científico, de realizar sus funciones epistemológicas. La escuela no sólo tiene que formar productores, sino que debe también formar consumidores racionales y solidarios. Debe enseñar a controlar el consumo de televisión.
Coincidencias y diferencias entre la televisión y la escuela
Existen algunas coincidencias y diferencias entre la escuela y la televisión. Perez Tornero[7] señala que ambas trabajan con la información como materia prima. La procesan, ordenan, almacenan y jerarquizan esa información. Luego la divulgan, transmiten, e intentan inculcar esa información. Controlan su impacto y constituyen un pilar básico del sistema social de las sociedades modernas.
Como diferencias el autor expresa que la TV sólo quiere la asistencia al espectáculo del espectador, mientras que a la educación le interesa el porvenir del alumno. La TV entiende el presente, mientras que la educación estructura los saberes históricamente. El público de la TV es escurridizo, mientras que el de la escuela es cautivo. El lenguaje también presenta algunas diferencias. En la televisión es fragmentado, rápido, y poco secuencial, dando prioridad además de las palabras a los sonidos, la música y las imágenes. Por el contrario, en educación es lineal, más organizado, lento y pausado, privilegiando exclusivamente a la palabra.
Joan Ferrés[8] dice que a la televisión se la ama y se la odia, se la desea y se la desprecia. Todo ello queda de manifiesto en la multiplicidad de expresiones con las que se la conoce: la escuela paralela, el aula sin muros, el aula electrónica, la caja sabia, la caja tonta, la caja mágica, la niñera electrónica, el tercer padre.
En los países industrializados ver televisión se ha convertido en la tercera actividad a la que más tiempo dedican los ciudadanos adultos, después del trabajo y del sueño, y en la segunda a la que más tiempo dedican los estudiantes después del sueño. Teniendo en cuenta los fines de semana y las vacaciones los estudiantes pasan más horas viendo la televisión que en clase. Según un estudio del Consejo de Europa los jóvenes europeos pasan una media de 25 horas semanales ante la televisión. Si se mantiene esta dedicación, cuando los niños de hoy cumplan 70 años habrán estado un total de 8 años ante la pantalla. Actualmente le dedican un mes y medio cada año.
Estos datos se pueden corroborar con la encuesta realizada en la investigación que da origen a esta propuesta. Según los datos obtenidos sólo 1 de cada cuatro chicos dice ver menos de tres horas de televisión diarias. Si tenemos en cuenta que la cantidad de horas de permanencia de los niños en la escuela es de 4 diarias, podemos afirmar que tres de cada cuatro chicos pasan más horas frente a la televisión que en la escuela. ¿Cuáles son los resultados de esta exposición?
En este contexto si una escuela no enseña a ver televisión, ¿para qué mundo educa? La escuela tiene la obligación de ayudar a las nuevas generaciones de alumnos a interpretar los símbolos de su cultura. ¿Qué símbolos ayuda a interpretar hoy la escuela? ¿Los de qué cultura? Si educar exige preparar a los ciudadanos para integrarse de una manera reflexiva y crítica en la sociedad, ¿cómo se integrarán unos ciudadanos que no están preparados para realizar de manera crítica aquella actividad a la que más horas dedican?
Cada vez son más numerosos los espectadores que convierten a la televisión en fuente casi única de conocimiento de la realidad. La información televisiva se convierte así en instrumento de poder. Por otra parte nuestra imagen de la realidad es básicamente la que nos ofrecen los medios, y sobre todo la televisión.
Theodore Roszak[9] señala que “vivimos en un mundo donde las imágenes y las simulaciones electrónicas ya excluyen las realidades mayores y más insolubles de la vida de la conciencia de la gente. En nuestra búsqueda de orden en un mundo desordenado, recurrimos a proyecciones de hojas de cálculo, juegos bélicos, previsiones económicas, modelado a escala mundial, encuestas electorales, es decir, las numerosas abstracciones informáticas que se supone que han de ayudarnos a controlar una realidad caótica”.
Y Joan Ferrés[10] agrega que “la omnipresencia de las cámaras ha transformado el mundo entero en un inmenso plató. La simple presencia de una cámara y de unos focos comporta que cualquier persona pueda acabar sintiéndose un actor, un intérprete. Todo tiende a convertirse en actuación, en interpretación”.
En otro párrafo Ferrés añade que “se ha pasado pues, de culturas con espectáculo a una cultura del espectáculo. El espectáculo se convierte en la gran metáfora que permite analizar en profundidad la trama comunicativa de muchas dimensiones de la cultura contemporánea”. En esa cultura, la que él llama cultura del espectáculo, crecen nuestros chicos y jóvenes.
Este autor cita a Umberto Eco[11] cuando expresa que “la cultura del espectáculo no comporta tanto que tengamos oportunidad de ver las cosas que existen o que suceden cuanto que las cosas existan o sucedan para que se puedan ver: la imagen como garantía, no ya del valor de una realidad, sino de su simple existencia: “si apareces en la televisión, existes”.
Enseñar a lograr una visión crítica del medio.
Una aproximación crítica a la televisión debería hacerse desde la interacción. La experiencia televisiva es el resultado del encuentro de un espectador -con su ideología, su sensibilidad, sus emociones y valores- y un emisor -con su ideología, sus valores, intereses-. Y tanto el espectador como el emisor están condicionados por un contexto social y cultural.
En una sociedad en la que la comunicación audiovisual se ha convertido en hegemónica, no habrá competencia comunicativa si no se dominan los códigos de la expresión audiovisual. Lo ideal es que los alumnos sean capaces no sólo de comprenderlos a fondo, sino también de expresarse mediante ellos. De lo contrario, se los condena a ser simples receptores pasivos y acríticos.
El concepto de "Comunicación Activa" es clave para una aproximación educativa a la televisión. La experiencia televisiva es enriquecedora para la persona desde muchos puntos de vista. Su limitación fundamental radica en su unidireccionalidad. Si se consume en un contexto de comunicación activa, es decir, un contexto bidireccional, se aprovecharán todas sus potencialidades, y se soslayarán sus limitaciones. Contemplada en este contexto cualquier información podrá ser contextualizada. Podrá superarse el riesgo de la trivialización de la realidad, porque se hará un análisis en profundidad.
La comunicación activa permitirá evitar la manipulación, que es una influencia inadvertida. No hay manipulación cuando se es consciente de los objetivos y de los métodos que utiliza el manipulador. Mediante la comunicación activa se activarán mecanismos de defensa frente a estímulos agresivos desde el punto de vista ideológico, ético o estético. Las imágenes se convertirán en un medio de sensibilización y de implicación.
Educar en la escuela.
La escuela y el hogar deben darse la mano para que se produzca una adecuada integración de la televisión en la vida de los alumnos. La familia ha de facilitar un contexto adecuado de visionado. A la escuela le corresponde la tarea formativa, que debe realizar no sólo con los alumnos sino también con los padres.
Una adecuada integración de la televisión en el aula supone atender dos dimensiones formativas: educar en la televisión y educar con la televisión. Educar en la TV significa convertir el medio en materia u objeto de estudio, educar en el lenguaje audiovisual, enseñar los mecanismos técnicos y económicos de funcionamiento del medio, ofrecer pautas y recursos para el análisis crítico de los programas. Educar con la TV es incorporarla en el aula, en todas las áreas y niveles de la enseñanza, no para incrementar su consumo sino para optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Estas dos dimensiones formativas se implican mutuamente. Es importante trabajar con los programas que ven los chicos, y no sólo con los que suponemos que deberían ver.
Por otra parte es importante destacar la importancia del aprovechamiento didáctico. Si la televisión activa hábitos perceptivos y procesos mentales distintos que la lectura, si amplía potencialidades sensitivas y mentales, su incorporación al aula permitirá optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje, porque promoverá un nuevo estilo de hacer y de ser.
El aprovechamiento didáctico del material televisivo comporta otra ventaja: la de hacer significativa la enseñanza. Si ver la televisión es la actividad a la que más tiempo dedican los alumnos, si la televisión es un elemento decisivo en la formación del imaginario colectivo de las nuevas generaciones de alumnos, no cabe duda de que aprender desde la televisión potenciará el aprendizaje, porque ayudará a los alumnos a conectar los nuevos contenidos con contenidos fuertemente arraigados en su psique y en su mente.
Hay una ventaja suplementaria: la de prolongar el proceso de enseñanza-aprendizaje fuera de los muros del aula. Si los alumnos se habitúan en el aula a situar las imágenes de la televisión en un contexto de comunicación activa, es decir, de análisis crítico, la reflexión crítica surgirá de manera espontánea en ellos cuando contemplen imágenes similares fuera del aula. Así la televisión contribuye a hacer más motivadora la enseñanza. Y la escuela contribuye a que los alumnos interioricen pautas de reflexión y de análisis crítico para cuando sean espectadores de televisión fuera del aula.
Un apartado especial para los padres. En este proceso que se realizará desde la escuela la participación activa de los padres es fundamental. De nada serviría un discurso desde la escuela, sin que ese discurso se comparta y acompañe desde el hogar.
Por tanto los padres deberían seguir algunos criterios en las interacciones dialécticas entre televisión y realidad:
-dosificar el consumo de televisión, con el objetivo de que un exceso no impida acceder a las experiencias derivadas del contacto directo con la realidad;
-aprovechar el enriquecimiento que supone el acceso, mediante las imágenes televisivas, a todas aquellas experiencias y conocimientos a los que el sujeto nunca podría tener acceso de manera directa: países lejanos, ambientes exóticos, experiencias de riesgo, informaciones especializadas, etc.
-aprovechar la capacidad de motivación de la imagen para interesar a los sujetos por realidades a las que pueden tener acceso directo.
-cuestionar la realidad desde la televisión.
-cuestionar la televisión desde la realidad.
Conclusión
La formación permanente del profesorado en el campo de los medios audiovisuales es la mejor garantía para introducir esta materia de manera correcta en los centros educativos. Los docentes en general de manera natural y con la experiencia de su profesión han demostrado que son capaces de integrar los contenidos con los nuevos avances técnicos.
Con los cursos de formación audiovisual se podrá brindar a los docentes los contenidos teóricos que serán asimilados mediante la realización de ejercicios prácticos. Así se pretenderá lograr todo el tiempo la adquisición de nuevos aprendizajes teórico-prácticos y propuestas didácticas que no signifiquen una carga más a la ya importante tarea que tienen.
La heterogeneidad del profesorado que asiste a los cursos les obliga a ofrecer una amplio abanico de posibilidades sobre los medios audiovisuales en diferentes niveles y materias.
Es imprescindible que los maestros conozcan los elementos que componen el lenguaje audiovisual y su sintaxis para ser capaces de, en primer lugar, entender cómo están escritos y elaborados los documentos que les lleguen, y posteriormente que sean capaces de enseñar a los alumnos a estructurarlos y redactarlos correctamente.
Conociendo los elementos más importantes que componen la imagen (la planificación, duración de cada plano, su significado, etc) podrán crear la sensación que se pretende transmitir y posteriormente confeccionar guiones correctamente.
También es importante que cada escuela tenga su videoteca y que los maestros puedan acceder a ella sin restricciones.
Nadie duda de la eficacia de los medios audiovisuales como un recurso al alcance de todos los docentes que pueden complementar sus clases. Estos recursos no han de pretender substituir la tarea docente, ya que los responsables de la educación de los alumnos serán siempre los docentes. Por lo tanto habrá que adecuar los medios a esa tarea.
Cito nuevamente a Ferrés[12], cuando indica que “desde el punto de vista mental, al hombre de cultura se le plantea un conflicto que es característico de toda encrucijada cultural. Procedemos de una cultura de lo lineal, pero vivimos en una cultura de lo global, de lo simultáneo...Las nuevas generaciones sufren de alguna manera esta escisión. Han crecido en una cultura popular que se caracteriza por la globalidad y la simultaneidad, por lo visual, lo asociativo, lo intuitivo, lo sintético. En otros términos han mamado una cultura mosaico. Pero tienen que enfrentarse en el aula a una cultura oficial que se caracteriza por la linealidad y la secuencialidad, por lo verbal, lo abstracto, lo analítico, lo racional. A unas personas que han sido entrenadas para lo sensible, para lo visual y lo intuitivo, se les suele exigir la activación del pensamiento lógico, conceptual, deductivo, objetivo, analítico”.
Así se plantea un nuevo papel con los medios audiovisuales. Ya no es solamente enseñar a leer y escribir palabras, sino también enseñar a leer y escribir imágenes, porque el lenguaje audiovisual forma parte de la cultura de los niños y jóvenes, de la misma manera que el lenguaje verbal.
Solamente el conocimiento del lenguaje audiovisual, de sus recursos y de los mecanismos que lo hacen posible permitirán que los niños se transformen en espectadores críticos.
alfredfc@hotmail.com
Contenidos mínimos propuestos para la asignatura
Principios de la comunicación educativa. La pedagogía de la comunicación: características. Los medios de comunicación y su aplicación en el aula. Nuevas tecnologías y educación.
[1] Perez Tornero, José Manuel. El desafío educativo de la televisión. Paidós. 1994.
[2] Idem anterior.
[3] Contreras, Francisco. "Educación y Comunicación". Publicado en AAVV. “Comunicación y Educación”. Vol 1. 1996
[4] Bernabeu Morón, Natalia. "La educación en materia de comunicación en la reforma educativa". Publicado en AAVV. Comunicación y Educación. Vol. 1. 1996.
[5] Riviere, Angel. "Relación entre Educación y Medios de Comunicación". Publicado en AAVV. "Comunicación y Educación". Vol. 1. 1996.
[6] Tatiana Merlo Flores (investigadora UBA-UCA) refiere a un caso de una escuela de escasos recursos de un barrio de la Capital Federal, donde los alumnos que más horas de visionado tenían, rendían mejor en la escuela, ya que la TV era el único agente socializador que ellos tenían.
[7] Perez Tornero, José M. "Educación Permanente. TV Educativa". UNED. 1993.
[8]Ferres, Joan. Televisión y Educación. Paidós. 1994.
[9] Roszak, Theodore. “El culto a la información”. Crítica. Barcelona. 1988.
[10] Ferres, Joan. Educar en una cultura del espectáculo. Paidós. Barcelona. 2000
[11] Idem anterior.
[12] Idem anterior.