HACIA UNA COMUNIDAD DE
INVESTIGADORES
Joaquín Ramos García
IES Castillo de Luna de la Puebla
de Cazalla (Sevilla)
La civilización actual posee potentes herramientas y
medios de comunicación e investigación científica que están transformando
radicalmente la producción del conocimiento científico, social y cultural, así
como los conceptos de saber, aprendizaje y cultura. Los continuos avances
tecnológicos y cibernéticos junto a la saturación informativa actual hacen
necesario repensar la función socializadora, compensatoria y formativa de la
educación en las sociedades postmodernas actuales (Pérez Gómez, 1992); sin
embargo las instituciones educativas siguen ancladas en un conjunto de rutinas
y prácticas muy difíciles de modificar. La educación debe ofrecer a sus
educandos razones para educarse y desarrollar una interpretación y comprensión
crítica de las creencias y valores que mediatizan y estructuran sus
percepciones y experiencias de la realidad. Es muy importante que el alumnado
adquiera las herramientas y las estrategias necesarias para interpretar y
comprender criticamente su mundo personal y social (Giroux, 1.990) pero también
es muy importante que conquiste los recursos y medios para sustituir la
subordinación, conformismo, insolidaridad, egoismo, individualismo ... por
otros valores más acordes con la condición humana.
Asumir la educación como medio para fomentar, fortalecer y enriquecer la
emergencia del sujeto (Pérez Gómez, 1998:77), implica que la actividad
educativa desarrollada en las instituciones educativas no puede, ni debe,
quedar en una simple transmisión de información, que por otra parte queda
rápidamente obsoleta, ni en un mero dominio de técnicas instrumentales básicas,
o en una simple aplicación de destrezas y un aumento de capacidades sino que
debe aspirar a ser un proceso comprensivo que orienta a las jóvenes
generaciones en el marco de una sociedad democrática, divergente y plural. Esta
aspiración sólo será posible si la escuela es capaz de construir una nueva
cultura escolar basada en la comprensión y el respeto de la diferencia, en la
implicación activa y en la participación democrática del alumnado en la vida
escolar de modo que el diálogo, la negociación y el consenso sean algo más que
una simple declaración de intenciones para convertirse en principios
reguladores de una actividad educativa que tiene como objetivo prioritario
fomentar la reflexión, la indagación y la investigación como medio de
reconstruir la cultura y recrear un conocimiento
de acción (Barnes, 1.994) con capacidad para buscar alternativas, de manera
compartida y solidaria, a los múltiples problemas que la vida plantea.
Afrontar el reto de fomentar un aprendizaje significativo, funcional,
relevante, útil, vicario, continuo, incidental, cooperativo y libre que promueve
el gusto y placer de aprender, demanda a la escuela transformarse en una comunidad de aprendices mutuos (Bruner,
1997:40) o en un espacio de
interrelaciones mediadoras (Pérez Gómez, 1.998) donde el alumnado participa
activamente en múltiples proyectos de trabajo y diferentes actividades y
experiencias relevantes que ponen en juego su capacidad de pensar, sentir y
actuar. Una comunidad
de investigadores donde el alumnado se implica en diferentes proyectos de
trabajo e investigaciones que, orientadas a la afirmación de las posibilidades
del alumnado y al desarrollo de la ciudadanía, hacen posible aprender de manera
incidental, vicaria y funcional. Un
espacio que promueve el aprender a hacer cosas, explorar, buscar, indagar,
seleccionar, colaborar, experimentar, sospechar, maravillarse, cuestionar,
debatir, equivocarse, confrontar, argumentar, construir, socializar, proponer,
participar, negociar, dudar, … sin miedo
al fracaso.
El control
ejercido por el profesorado sobre las interacciones en el aula no sólo impiden
despertar el interés, la curiosidad e iniciativa del alumnado, sino el
desarrollo de líneas de pensamiento más fructíferas que le indiquen cómo pensar
por sí mismos. Las formas de hablar del profesorado en el aula afectan al
propio aprendizaje [situado y contextual] y a la participación del alumnado en
la vida del aula que, la mayoría de las veces, queda reducida a ofrecer
respuestas cortas y objetivas [en un breve espacio de tiempo] a las preguntas
cerradas de su profesor [conocedor de las respuestas, al igual que muchos de
los alumnos de la clase]. Sustituir estas interacciones artificiales y cerradas
por otras más abiertas, flexibles y relevantes de modo que el diálogo
espontáneo, la especulación, las sugerencias, la escucha, la negociación, la
recapitulación, las conexiones entre lo hecho y lo que hacen, la planificación
de tareas de colaboración bien estructuradas... desempeñen un importante papel
en la construcción de un cuerpo de conocimientos comunes como base contextual,
compartida y continua para la actividad educativa.
La escuela
debería promover el desarrollo de nuevas formas de utilizar el lenguaje como
medio de pensar y comunicarse, entre otras cosas porque la enseñanza es mucho
más fácil gracias al lenguaje, fomentando situaciones auténticas y relevantes
que inviten a dialogar, debatir, confrontar, cuestionar y hablar libremente en
un ambiente flexible, abierto y respetuoso. Un ambiente que promueve el
análisis, la justificación y el razonamiento; que explícita las intenciones de
la actividad; que fomenta la comunicación de vivencias, sentimientos e
incertidumbres; que facilita la socialización de hipótesis y problemas y que
favorece el uso sistemático de la argumentación, el razonamiento y la explicación
para que el alumnado encuentre sentido a lo que hace en clase y desarrolle su
competencia comunicativa. Un ambiente que respeta y fomenta las distintas
competencias del alumnado como usuario del lenguaje, permitiendo expresar sus
puntos de vista, revelar sus conocimientos e incertidumbres y buscar
informaciones y explicaciones oportunas a través de sus propias preguntas.
La implicación
del alumnado en diálogos, debates, puestas en común, recapitulaciones,
elaboración de conclusiones, presentación de informes y monografías, asambleas,
lectura de textos libres y cuentos no sólo favorece su participación en dichas
actividades sino que promueve la conquista de los significados implícitos a las
mismas. Esta participación en múltiples actividades de negociación,
confrontación, reorganización y reconstrucción conceptual contribuyen a
transformar el aula en un espacio de comprensión y conocimientos compartidos.
Fomentar el diálogo exploratorio e informativo en el aula es una alternativa
válida no sólo para que el alumnado ponga a ”prueba sus ideas, escuche cómo suenan, vea qué entienden los demás, y
ordene la información y las ideas según distintos modelos” (Barnes,
1.992:126), sino para que el docente comprenda los diferentes “contextos mentales” (Cazden, 1.991:37)
que conviven en el aula. Esta comprensión permitirá ofrecer las guías y apoyos
pertinentes para los aprendizajes en el aula y promover la construcción de un andamiaje común que facilite la
comprensión del discurso utilizado y el sentido de las actividades realizadas
en el aula (Edwards y Mercer, 1.991:77).
Dialogar
libremente en el aula, charlar con el compañero, expresar libremente las
propias opiniones, ideas previas y hipótesis sobre el mundo y exponer los
problemas que preocupan son actividades
válidas para comprobar, refinar y reelaborar las propias hipótesis del mundo.
Estos diálogos y charlas en pequeño y gran grupo ofrecen la oportunidad de
debatir, reflexionar, analizar, confrontar y cuestionar colectivamente las
ideas previas e hipótesis, los puntos de vista, las dudas, los interrogantes e
interpretaciones de la realidad contribuyendo a crear una buena dinámica de grupo (Lemke, 1997:90) y a
construir una mayor comprensión de las informaciones e ideas expuestas en el
aula (Alvermann, 1990). La explicitación y confrontación contextualizada de las
hipótesis y opiniones personales proporcionan marcos de referencias básicos
sobre los que interpretar, comprender y reconceptualizar la propia experiencia.
Un tiempo y un
espacio para investigar: La comunidad de investigación
La escuela no puede olvidar que el uso libre y sistemático
del diálogo, la exposición, el debate y la conversación en el aula exigen al
alumnado a explicar, contestar, defender, justificar y revisar sus opiniones e
hipótesis, condición indispensable para ampliar el marco conceptual de su
pensamiento y para alcanzar un mejor grado de comprensión del mundo y de sí
mismo. Es muy importante que la
escuela ofrezca al alumnado un tiempo y un espacio para expresar oral o/y
graficamente el conjunto de hipótesis e ideas previas que le sirven de soporte
para interpretar, comprender y actuar en/sobre la realidad que le rodea[1]. Un tiempo y un
espacio destinado a participar en actividades significativas y negociadas de
confrontación, verificación, modificación y reestructuración de sus hipótesis o
ideas previas sobre la realidad con objeto de promover la reconstrucción y el
enriquecimiento progresivo de su cultura cotidiana. La contextualización y la
funcionalidad de las tareas educativas son requisitos favorecedores de la
experimentación, indagación e investigación como estrategias para verificar la
validez de estas hipótesis e ideas previas sobre el mundo, para relacionar las
nuevas informaciones obtenidas con las concepciones propias y para fomentar la
reelaboración y reconstrucción de versiones más complejas y articuladas de la
realidad. Pero esta reformulación y recreación cultural requieren un contexto
abierto, crítico, flexible, cooperativo e integrador que acepte, fomente e
integre la comunicación, el debate, la confrontación, la experimentación, la
verficación de las hipóteses, teorías e ideas ingenuas del alumnado y la
socialización de los resultados obtenidos en los procesos investigativos. Una
comunidad donde el alumnado encuentra la oportunidad de poner a prueba, de una
manera consciente y deliberada, sus ideas y concepciones sobre el mundo
sometiéndolas a un continuo proceso de explicitación, confrontación,
experimentación y comprobación. Sin olvidar, por su importancia, para la validación
del propio proceso investigativo, que el alumnado comprenda, en todo momento,
el sentido de lo que está haciendo y /o está ocurriendo en el aula.
Una comunidad de
investigación que ofrece a sus miembros los medios, las ayudas y los apoyos
necesarios, en cada caso, para “comprender,
interpretar y decidir sobre los problemas que plantea la vida escolar y social”
(Pérez Gómez, 1.992:106). Una comunidad que se caracteriza por ser un “escenario sociocultural o comunidad de
práctica donde se proporciona a los alumnos un espacio de simulación y
reflexión que permita reconstruir el conocimiento cotidiano, el profesional y
el científico” (Rodrigo, 1.997:28). En este escenario culturalmente intenso
y rico en estímulos y recursos educativos se consideran y se respetan los
diversos intereses, las concepciones e hipótesis de la realidad, los múltiples
“errores” conceptuales de su teoría
del mundo y los ritmos y estilos de aprendizaje del alumnado, y se fomenta la
implicación de sus miembros en el desarrollo de diversas investigaciones y/o
proyectos, concebidos como actividades compartidas, negociadas y consensuadas
en un marco de fuertes e intensas relaciones interpersonales. Un ambiente
abierto a los problemas que plantea la estrecha interacción con el entorno ya que
no hay motivos “ para mantener el mundo
real alejado de las aulas mientras los niños se dedican a lo básico”
(Smith, 1994:72). Un
ambiente flexible que elimina los límites espacio-temporales impuestos por la
actual configuración organizativa de las instituciones educativas y que ofrece autonomía para determinar
los problemas sobre los que trabajar sin la presión o coerción de los exámenes
y las notas. Un ambiente estimulante organizado en torno a distintos talleres
temáticos donde el alumnado encuentra un espacio óptimo, un tiempo idóneo y
unos recursos materiales imprescindibles para poner a prueba sus hipótesis y
concepciones sobre el mundo. Un ambiente cooperativo donde siempre es posible
trabajar en equipo y recibir/ofrecer ayudas y apoyos de otros miembros de la
comunidad, indistintamente compañeros y docente. Un ambiente rico que promueve
el continuo intercambio de opiniones y puntos de vista con objeto de
cuestionar, contrastar, comparar y confrontar las propias teorías y
concepciones con las de los demás. Un ambiente crítico donde la confrontación,
el debate, la reflexión, el análisis y la búsqueda de posibles alternativas son
prácticas habituales.
La intervención
docente
Los continuos cambios en la producción del conocimiento en
las sociedades actuales exigen al profesorado iniciar procesos reflexivos para
que su propia actividad profesional no quede reducida a un simple proceso de
instrucción y transmisión de información con el fin de lograr unos objetivos
previamente establecidos, sino que, más bien, se dirija a ofrecer las ayudas,
guías, orientaciones y apoyos pertinentes para facilitar un aprendizaje
autónomo y crítico entre sus alumnos.
Transformar el aula en una comunidad de investigadores que
cuestionan, confrontan, reconstruyen y transforman sus concepciones del mundo
demanda al profesorado desarrollar un conjunto de tareas más acordes con su
papel de mediador y animador cultural. Ayudar, guiar, facilitar, escuchar,
cuestionar, dinamizar, coordinar, orientar, apoyar, dialogar, consensuar, informar
… son algunas de las tareas que materializan en la práctica esta mediación y
animación cultural. Igualmente coordina
los intercambios, pone de manifiesto las contradicciones expresadas por el
alumnado, formula preguntas que plantean nuevos retos, llama la atención sobre
aspectos que puedan poner en duda algunas interpretaciones o/y que puedan
contribuir a superar los conflictos planteados, sugiere y abre vías que ayuden
a encontrar respuestas, a reorganizar las diferentes concepciones y a elaborar
o socializar colectivamente conclusiones. Pero sobre todo tiene encomendada la
tarea de construir o crear en el aula un contexto culturalmente rico, abierto,
integrador, cooperativo, participativo y flexible que ofrezca y genere
múltiples y diferentes experiencias y actividades de reflexión compartida,
experimentación e indagación como prácticas habituales en la resolución de los
diferentes problemas y conflictos surgidos como consecuencia de la intensa y
funcional interacción con el entorno. Sin olvidar [cuando sean desconocidas y
sugerentes para el proceso investigativo] ofrecer las informaciones
pertinentes.
Considerar las ideas previas y las experiencias adquiridas por
el alumnado sobre el mundo fuera del ámbito escolar, ofrecer un andamiaje
cultural rico y estimulante en situaciones y experiencias vitales, generar la
experimentación y la indagación autónoma y compartida, fomentar la
participación y negociación en los propios procesos educativos y facilitar el
uso funcional de estrategias de aprendizaje son algunas de las premisas
reguladoras de la intervención docente interesada en implicar activamente al
alumnado en las actividades educativas
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[1] La escuela es una parte de
esta realidad, por lo que este bagaje va a determinar también su actuación en
el aula y la interpretación que le dé a lo que en ella sucede.