Dormirse en la Biblioteca y despertar algunos años
después.
Graciela Caplan
La cantidad de años después podrá ser un largo período de tiempo, como en un cuento infantil, o unas pocas décadas, de todos modos el efecto sería tan alucinante en un caso como en el otro. Incluso sin considerar un lapso tan prolongado, qué hubiese sentido un individuo que se hubiera quedado dormido en las 1ras. Jornadas, hace casi dos años y despertase ahora en una Biblioteca de un país altamente tecnificado. Hubiese notado grandes diferencias.
El gran cambio en la modalidad de la prestación de servicios al usuario requiere de ciertos cambios esenciales, que están sucediendo a velocidades asombrosas.
El avance de la tecnología y su relación con el tratamiento y transmisión de la información permite un mayor acceso a las fuentes del conocimiento.
Todas las expectativas puestas en la informática y el uso eficiente de la computadora llevan a enfrentar nuevos desafíos referidos a las nuevas herramientas de acceso a la información y al usuario de las mismas. En las últimas décadas los cambios fueron fundamentales y en algunos casos no fue suficiente la actualización de la metodología sino que hubo cambios radicales en todo el entorno.
Una biblioteca ya no es una simple colección de libros alineados en los estantes en un cierto orden.
Una biblioteca es el testimonio vivo de la cultura de la humanidad. Si nos pusiésemos a pensar o a calcular cuántos libros o ediciones se pierden a lo largo de los años sin posibilidad de recuperación tomaríamos consciencia de un problema muy serio.
Existen motivos de temor ante el futuro del actual libro en papel: la probabilidad de su desaparición por factores ecológicos. Muchas bibliotecas se construyen en ambientes enfermos y las ediciones sufren un deterioro gradual. En otros casos hay factores climatológicos que amenazan con destruir tesoros acumulados durante siglos. Por ejemplo, los huracanes que afectaron seriamente bibliotecas en la zona del Caribe, hace poco alrededor de dos años.
Pero más acuciante es el problema ecológico de la futura falta de papel. El libro se ve atacado por dos frentes, la naturaleza que muere lentamente y el no-lector, que es ese ser humano proclive al facilismo de una sociedad que le muestra cuentas de colores y si bien se imprime más que antes no significa que se lea más que antes.
La tala indiscriminada de árboles y la no reposición de ejemplares jóvenes, lleva a buscar sustitutos de manera urgente. Quizá la obligación de encontrar un sucedáneo al libro en papel impulse aún más las tecnologías que intercambian el papel por el bit.
Esa falta futura de papel indudablemente presionará hacia nuevas alternativas. Dejando aclarado que por un período convivirán lectores de libros con lectores de pantallas. El lector tradicional no desaparecerá pero hay que satisfacer la nueva realidad.
Las nuevas formas de lectura llevan a pensar en la hipertextualidad como un hecho concreto y al rediseño de los formatos visuales. Estamos acostumbrados a un formato y la pantalla nos muestra una nueva disposición apaisada en la cual ya no sólo tenemos texto también hay posibilidad de tener imagen animada y sonido.
La vista acostumbrada a renglones de hasta 80 espacios, debe reacomodarse para la nueva forma de lectura, recibe también la influencia nociva del parpadeo de la pantalla, la proximidad con la fuente de luz.
Pero volviendo a las bibliotecas y su acercamiento a la informática podemos ver que en los últimos años hubo una gran movilización de tecnologías en cuanto al proceso de almacenamiento y conservación de datos.
Si bien hace pocas décadas los libros eran utilizados en su estado natural, vemos los cambios producidos con la fotocopiadora y la posibilidad de brindarle al lector copias simples de ejemplares raros, la microfilmación, el disquete de 5 pulgadas, cintas para almacenamiento, el disquete de 3 pulgadas, el CD-ROM y próximamente el DVD.
Estos métodos son sólo alternativas para preservar el material original y al mismo tiempo exponerlo al usuario. Pensemos en el libro en papel. Para leerlo sólo es necesario un soporte elemental: el propio ser humano, con conocimiento de lectura y del idioma en que está escrito el libro. Para entenderlo no se necesita nada más. El uso de esa información es otro tema que varía de acuerdo a la preparación previa de ese humano y sus conocimientos.
Sin embargo, para leerlo en otro soporte hace falta tecnología diferente y nada nos garantiza (lo estamos viviendo) que los soportes tecnológicos permanezcan inalterados.
¿Qué pasará en un futuro no muy lejano con lo que es moneda corriente hoy?. Ya casi nadie utiliza el disquete de 5 pulgadas (especie prácticamente extinguida). Con las nuevas tecnologías de almacenamiento en cantidades muy grandes, se pueden pensar en nuevas alternativas para los viejos libros. El almacenamiento puede hacerse de diversas maneras, pero todas ellas requieren de algo básico: la digitalización, el cambio de formato. Una técnica puede ser tan simple como el escaneo y archivo de secuencias casi fotográficas de páginas , otra manera es el reconocimiento óptico de textos. La diferencia está en que de la segunda manera podemos recuperar ediciones originales pero perdemos la belleza del diseño, ganando en lugar y el espacio también es muy importante.
Pensemos en un ejemplo. Sin ir hasta la Biblioteca del Congreso de los EE.UU.que alberga una cantidad inimaginable de ejemplares, tomemos la Biblioteca Municipal de Lyon (Francia) que tiene 1.500.000 libros más 200.000 documentos (es la segunda de ese país).
Considerando un soporte muy común en este momento, el CD-ROM, en uno de ellos se pueden copiar 1.000 libros (digitalizados, con razonables ilustraciones y comprimidos) no para su lectura directa, sino para archivo.
En 200 CD-ROMs (el tamaño de un rollo de papel de cocina) se pueden colocar 200.000 libros. Toda la biblioteca en el tamaño de 7,5 rollos de papel de cocina. Pensemos en lo que esto significa con la posibilidad de tener todo el material resguardado en otro sitio. Una copia al alcance del bibliotecario para darle al público lector una versión descomprimida de lo que solicite para leer en pantallas, con la posibilidad de copiar, pegar, imprimir y armar su propio apunte sin escribir. Luego con sólo borrar la copia descomprimida, despeja la pantalla para el nuevo usuario, mientras que el archivo original permanecerá inalterado.
Obviamente esto cambiará con la popularización del DVD y su monstruosa capacidad de almacenamiento.
Dentro de este tema siempre estarían rondando los derechos de autor y la viabilidad (o no) de dejar libros íntegros en formato informático para los lectores.
Un proceso de este tipo elimina los estantes con libros y el placer de recorrer con la vista definiendo qué leer, pero o elimina el trabajo central del bibliotecario que continúa siendo el mismo, con el agregado de una nueva disciplina: la informática.
Pensando en términos reales y en cuanto tiempo se digitaliza una biblioteca de esas proporciones, pensando en el material impreso, ya que todo el material nuevo podría ir perfectamente acompañado de una copia digital a la biblioteca (los editores la tienen). Por ejemplo digitalizar esa Biblioteca Municipal de Lyon en un año representaría trabajar con 5.000 libros diferentes por día. Escaneo, verificación, reconocimiento óptico de texto y control y lectura.
Un imposible. Pero para que eso sea casi factible entra en juego Internet. No sólo porque es posible el almacenamiento en el ciberespacio. También es posible compartir, intercambiar y el aprovechamiento óptimo de recursos, el mismo libro de una misma edición puede estar diseminado por el mundo. En cierta medida una biblioteca podría tener su ejemplar en papel por la vía común (compra, canje, edición, donación) y un ejemplar digital de "una bolsa común" que es Internet.
Habría que tomar ciertas precauciones como para que realmente exista un interés académico y no comercial, pero es una posibilidad concreta que nos lleva a dos temas más: accesibilidad y Proyecto Gutenberg.
En cuanto al tema de accesibilidad, el libro digital permite que se amplíe el público lector llegando a más usuarios ya se incorpora tecnología informática que permite el manejo de la topografía y el paso del texto escrito al sonido. Así un discapacitado visual o con algún tipo de discapacidad motora, se pueden complementar con una PC que acerca el texto al usuario. El invidente sólo dispone del texto en Braille o el casete con libros parlantes ¿pero cuánto de la producción editorial anual pasa a ese formato? Sólo una cantidad mínima de lo que se edita por año.
El otro tema importante en la nueva forma de lectura es el Proyecto Gutenberg. Este Proyecto pensado por Michael Hart en 1971 como una manera de poner al alcance de cualquier persona interesada, la mayor cantidad de libros bajo dominio público. La idea original era la de tener unos 2.000 libros en formato ASCII (o texto puro) para el primer día del año 2000 y 10.000 al finalizar el año 2001 (al cumplirse los 30 años del proyecto).
La propuesta de Hart es la de poner en uso común todo que esté en dominio público. Este proyecto se amplió con colaboraciones y voluntarios de diversos de diversos países. Es interesante ver cómo Hart elimina el problema del tipo de soporte al usar ahora Internet como una gran biblioteca virtual. Los libros del Proyecto Gutenberg siempre se transcribieron en el formato de texto solo y un libro almacenado en Internet de esta manera, se puede leer bajo cualquier sistema operativo.
Y por supuesto el Proyecto Gutenberg no podía dejar de ser atractivo. Desde hace dos años estamos tratando de organizar un proyecto similar de conservación del patrimonio cultural argentino, pensando en un "Proyecto Gutenberg del libro argentino" que pondría al alcance no sólo de estudiosos del país, sino también del exterior, las obras de nuestros más ilustres escritores. Para el logro de este trabajo, estamos requiriendo ayuda y consultando con especialistas en materias afines (por ejemplo: estatus legal, derechos de autor) para poder concretar un trabajo de grandes proporciones.
23-6-99 2das. Jornadas