LAS UNIDADES
DIDÁCTICAS Y EL APRENDIZAJE DEL PROFESOR
SIGNOS TEORIA Y PRACTICA DE LA EDUCACIÓN -
NÚMERO 3 ABRIL JUNIO 1991 . PAGINA 4/13 . ISSN 1131-8600
Mª MAR RODRIGUEZ
ROMERO
La actuación del profesor se orienta básicamente a comprender la
parcela de la realidad educativa en la que desempeña su labor con la finalidad
de poner orden en ésta, en función de su concepción de la enseñanza y el
aprendizaje. Las herramientas didácticas se presentan como medios muy útiles
para facilitar estas tareas, ya que permiten organizar tanto el conocimiento y
comprensión de los contextos educativos como la intervención en ellos.
Sea cual sea el nivel de
trabajo en el que nos situemos, el centro, el ciclo, el nivel, permiten tener
en cuenta los elementos más relevantes del contexto de enseñanza de un modo
relacionado y con una orientación determinada, que tiene claras repercusiones
en la práctica. Es decir, las herramientas didácticas dotan a dichos elementos
de una estructura y una lógica relacional específicas, que actúan de soporte
para explicitar y sistematizar las concepciones del enseñante sobre su
actividad profesional y contrastarlas con su práctica. Al mismo tiempo,
facilitan la creación y utilización de un código profesional que hace posible
la comunicación entre los profesores.
En el proceso de
elaboración del currículum, el profesor tiene un espacio de creación que debe
asumir. Nuestra intención es mostrar a título orientativo algunas
consideraciones que faciliten su papel de constructor del currículum mediante
la utilización de una de estas herramientas, la unidad didáctica. El propósito
es que a partir de estas orientaciones el profesor configure de un modo
personal ésta, para que desde su experiencia profesional la adapte al contexto
de trabajo en el que se desenvuelve.
Las herramientas
didácticas y el aprendizaje del profesor
Las herramientas
didácticas sustentan las decisiones prácticas elegidas en relación con las
dimensiones más significativas de la realidad educativa, dotándolas de sentido
al organizar las relaciones entre ellas. La virtualidad práctica de estas
herramientas está en función de la coherencia entre las partes, es decir del
grado en el que se refuerzan unas a otras hacia la orientación elegida y de la
manifestación de las teorías prácticas acerca de la enseñanza que se refleja en
las opciones elegidas por el enseñante.
Dada la variedad de
enfoques al entender el currículum, se presentan también modos diversos
de concebir las herramientas utilizadas para diseñarlo y desarrollarlo. No sólo
porque varía el modo de entender los elementos que se seleccionan como
significativos de la realidad educativa, sino también porque la lógica que
preside la interrelación entre ellos y, en definitiva, la orientación global de
la herramienta con respecto a la práctica de la enseñanza es distinta.
Simplificando, desde las
perspectivas más pragmáticas y cerradas prima la orientación hacia la eficacia
y el control del proceso de E/A, en consecuencia las herramientas que se
manejan desde este enfoque se presentan como acabadas y pretenden un nivel de
especificación de los resultados, esperados muy alto; asimismo la estructura
propuesta suele ser muy formal puesto que está pensada desde fuera de la práctica.
Desde las orientaciones más comprensivas y abiertas, el interés se centra en el
análisis de la práctica y en la resolución de sus problemas, las herramientas
se presentan como flexibles, sujetas a revisión desde la práctica, y su
propósito está más próximo a la orientación y mejora del proceso de E/A que a
su control; en último término están pensadas para promover la reflexión del
profesor sobre su actuación y, por ello, los procedimientos de desarrollo
curricular intentan estar al servicio de éste.
Parece evidente que esta
última orientación es la que presenta más potencialidades formativas y, en este
sentido , constituye la perspectiva desde la que se plantean las sugerencias
recogidas en el presente documento, ya que el propósito es implicar al enseñante
en un proceso de aprendizaje profesional. Desde esta concepción, apoyada en la
metáfora del profesor investigador (STENHOUSE, 1984 – 1985) y en las
estrategias de investigación /acción (ELLIOT, 1986, 1990 –
CARR y KEMMIS, 1988 – KEMMIS y MACTAGGART,1988 –
HOPKINS, 1989 ), las unidades didácticas no dan solución sino que exploran
problemas y se orientan hacia la transformación de las situaciones de
enseñanza. Las opciones tomadas se plantean más bien como hipótesis a
contrastar con la práctica, utilizando ciclos de planificación, acción
observación y reflexión. En definitiva , se trataría de racionalizar el
problema, llevar a la práctica lo planificado observando con detenimiento qué
es lo que sucede y, por último, extraer consecuencias para la redefinición del
problema y la actuación inmediata, a la luz de lo observado y de las
teorías, prácticas de los profesores puestas en evidencia. Los ciclos se
suceden de modo ininterrumpido en un proceso en espiral, es decir, que la
indagación de los problemas en la práctica es un proceso continuo que conduce
al tratamiento de nuevos problemas o a la reconsideración de los ya
conocidos. Esta estrategia adquiere pleno sentido cuando es aplicada por
grupos de enseñantes, de manera que se configuran comunidades reflexivas,
ocupadas en la modificación de sus circunstancias.
Cualquier herramienta
didáctica, en este caso las Unidades Didácticas, constituyen un procedimiento
para indagar en la realidad de las aulas y, al mismo tiempo, en los propósitos
e intenciones que guían la actuación en ellas. En consecuencia, estos
instrumentos ayudan a mejorar la comprensión de lo que sucede y a influir
positivamente en los acontecimientos educativos. En definitiva, actúan como
herramientas de indagación y están involucradas en la construcción de
conocimiento a partir de la experiencia profesional del enseñante.
Las unidades
didácticas
Las unidades didácticas
constituyen las herramientas más cercanas a las decisiones más enraizadas en la
práctica del aula, no sólo porque su alcance temporal es el más limitado, sino
también porque el contexto al que se refieren es el último. En él repercuten
las decisiones tomadas en los contextos en que se incluye el aula y en él están
implicados los actores principales del proceso de E/A, los alumnos y el
profesor. Podríamos decir que lo que define a una UD es el curso de acción que
muestra, la secuencia de tareas en la que se encarnan los contenidos y da
sentido a los objetivos. Por eso mismo, es una vía muy apropiada para aprender
de la práctica.
La UD puede concebirse
como un núcleo de contenido y acción con sentido en sí mismo, que indica una
secuencia de aprendizaje susceptible de ser tratada como un todo completo en
relación a los procesos de aprendizaje que se ponen en marcha y se desarrollan.
Por lo tanto, su duración, límites y estructura no pueden prefijarse de
antemano, sino que se adaptan a las peculiaridades del contenido y del curso de
acción a los que se refiere y i las condiciones del contexto educativo para el
cual está pensada.
No obstante, no puede
considerarse como aislada del resto del proceso de desarrollo del currículum.
Las decisiones que se concretan en una UD tienen que estar en estrecha
concordancia con las tomadas en los niveles de decisión previos (proyecto
curricular de ciclo y proyecto educativo) y entre las mismas UD tiene que
apreciarse una lógica relacional de continuidad, que las muestre como parte de
un mismo proyecto curricular.
Vamos a considerar una
serie de elementos esenciales con la intención de presentar claves de
interpretación de los mismos y de sus relaciones como conjunto. Sin pretender
configurar una estructura formal pueden dar idea de como construir una UD,
teniendo en cuenta que el orden en que se tratan no es preescriptivo.
1- El contexto
Las decisiones prácticas
tienen sentido en relación con el contexto a que se refieren. El análisis
minucioso de este elemento es por tanto imprescindible para sustentar el diseño
de la acción. Aunque el contexto inmediato de aplicación de la UD es el aula,
hay que incluir aquellos datos sobre los contextos que engloban éste que más le
condicionan. Datos sobre el contexto extraescolar, que muestran las
características del entorno y su incorporación explícita o no en el proceso de
aprendizaje, las características de las familias y los modos culturales de
comunicarse y actuar. Con respecto al contexto escolar, interesa analizar las
características organizativas más relevantes en relación con las personas
implicadas (alumnos, profesores y padres) y los recursos materiales e infraestructura.
Asimismo cabría
considerar datos relacionados con los alumnos (número, nivel, etc.), con las
características cognitivas, afectivo/sociales y psicomotoras, con el ambiente
general de relación de la clase, su disposición hacia el área o tema, los
conocimientos previos que poseen y la experiencia. Así como información sobre
alumnos diferentes por motivos variados: motivación, comportamiento y
necesidades especiales en general.
Es interesante aportar
información sobre la experiencia profesional en general y en ese área, nivel,
en particular, expectativas y disposición del propio profesor, ya que, como
parte del contexto, ayuda a completar la pintura y facilita la comprensión y la
autoexplicación de las opciones prácticas seleccionadas. En resumen, habría que
consignar la información que más ha influido en las decisiones tomadas en las
restantes dimensiones.
2-Objetivos
Los objetivos ofrecen
fundamentalmente una guía del proceso de enseñanza/aprendizaje, por lo que
constituyen quizá la dimensión donde más deberían advertirse las intenciones
del profesor. Desde una perspectiva abierta, por contraposición a su concepción
tradicional como resultados de aprendizajes previstos y observables, se
consideran explicitaciones de procesos de aprendizaje en los que se desea
implicar al alumno, sujetos a lo imprevisto o no anticipado y lo difícilmente
observable, es decir a los procesos más ricos que tienen que ver con las
operaciones cognoscitivas superiores y la afectividad (GIMENO, 1981). Actúan
como orientaciones de la dinámica de aprendizaje y se refieren tanto a procesos
finalizados como no finalizados (es decir a procesos complejos de aprendizaje
que no se consiguen en el plazo temporal limitado de una UD o un proyecto)
(ZABALZA, 1987).
La reinterpretación de
este elemento desde esta perspectiva ha llevado a diversos autores a proponer
nuevas denominaciones que, por supuesto, conllevan interpretaciones novedosas
de los objetivos, como los objetivos expresivos de Eisner y los principios de
procedimiento de Stenhouse (1984). Mientras que el primero plantea una
redefinición completa de los objetivos, centrándose fundamentalmente en los
procesos no finalizados; el segundo presenta una alternativa que los anula. De
modo que, los principios de procedimiento se conciben como criterios de
actuación durante el proceso de aprendizaje, eliminándose la referencia a los
fines. No obstante, en ambos casos se comparte la idea de que estos elementos
orientadores del proceso funcionan más como diagnóstico que como pronóstico. Es
decir, actúan como recursos heurísticos que anticipan ciertas condiciones y
consecuencias del proceso de aprendizaje y que se transformaran durante el
mismo(EISNER, 1983).
Puede decirse que el
tratamiento y formulación de los objetivos dependen íntimamente de los
contenidos y de las actividades, ya que en cierto modo los sintetizan, puesto
que están formados por un verbo de acción que se refiere a una capacidad o
habilidad a desarrollar o una actitud a interiorizar, que se ejerce sobre algo,
en el caso de los objetivos del ámbito cognoscitivo la mayoría de las veces
sobre contenidos. Con otras palabras, la tradición de la pedagogía por
objetivos que homologaba una secuencia lógica de diseño de la acción a partir
de los objetivos, no coincide con la secuencia práctica que, se ha observado,
utilizan los profesores. que suele arrancar de contenidos y actividades (CLARK
y PETERSON, 1989).
Como orientación general
habría que considerar aquellas capacidades y actitudes generales más relevantes
para el desarrollo del estudiante a lo largo de un período educativo
determinado, por ejemplo en la etapa, y otras capacidades y actitudes que se
desarrollan específicamente en módulos concretos.
3-Contenidos
Los contenidos se
presentan como la expresión académica del bagaje cultural de la sociedad. Con
respecto al modo de concebirlos, se ha producido una evolución. La tendencia
más tradicional, anterior al protagonismo de los objetivos, los consideraba el
eje del proceso de enseñanza/aprendizaje, la pauta estaba marcada por su
reproducción por parte del estudiante y eran concebidos como no problemáticos.
Con la implantación de la pedagogía por objetivos se les concibió como medios
para alcanzar éstos. En la actualidad y desde los enfoques curriculares más
flexibles han adquirido un nuevo sentido al conceptualizarse como
problemáticos, es decir, se cuestiona su presentación como verdades
inamovibles, como interpretaciones unívocas y no sesgadas, y al orientar el
proceso de aprendizaje como un proceso de construcción del conocimiento por
parte de los alumnos (PEREZ GOMEZ, 1983). Al mismo tiempo se han flexibilizado
sus límites, de forma que junto con los procedentes de las disciplinas científicas
se ha introducido el tratamiento de contenidos de carácter vivencial derivados
del medio en el que se desenvuelven los alumnos.
Desde el campo de la
psicología del aprendizaje se han realizado propuestas de clasificación y
organización de los contenidos: La teoría de la elaboración propone considerar
hechos, conceptos, principios y procedimientos, partiendo de esta clasificación
se han añadido elementos del ámbito afectivo-social como valores, normas y
actitudes (COLL, 1987). Dado su nivel de formalización se plantea la difícil
aplicación práctica de esta propuesta, ya que siguiendo el procedimiento de
organización de los contenidos que sostiene se deberían elaborar mapas de gran
complejidad que incluirían submapas para cada componente (GIMENO, 1988).
Para su tratamiento en el
aula los conocimientos necesitan sufrir una serie de operaciones que aseguren
su incidencia en el aprendizaje. Básicamente, pasan por dos procesos, selección
y organización. El primero de ellos tiene que ver con el establecimiento de
criterios de relevancia de los conocimientos en relación con las
características del alumno, las exigencias sociales y la naturaleza y
orientación del área de conocimientos a que se refieren. Criterios adecuados
pueden ser la validez, la representatividad y la potencialidad formativa
(GIMENO, 1981).
La organización tiene por
objeto poner en comunicación la estructura lógica de la materia con la
estructura psicológica, es decir, con la forma en que el alumno aprende.
Fundamentalmente en dos sentidos, dentro de la materia podemos hablar de la
organización relacional de los contenidos. En este apartado se ha indagado en
las jerarquías conceptuales siguiendo las orientaciones del aprendizaje
significativo de AUSUBEL con los denominados mapas conceptuales (NOVAK y GOWIN,
1988) y en las secuencias de relación siguiendo la teoría de la elaboración (PEREZ
GOMEZ, 1983). Entre las materias se propone la integración de los contenidos en
dos vías, la globalización en la que prima la adaptación a la estructura
psicológica y la interdisciplinaridad, que se basa en la búsqueda de los
elementos comunes a la estructura formal de varias disciplinas y en la
integración de éstos en mayor o menor grado según se yuxtapongan a
interaccionen materias de campos de conocimiento próximos o lejanos.
Siguiendo a Gimeno (1988)
una opción valiosa para organizar los contenidos es la opción modular. Se
trataría de configurar ``unidades globales", con integración coherente de
conocimientos de diferentes campos de especialización o de procedencia, para
ofrecer un todo coherente y con sentido cultural para los alumnos. Mas allá del
procedimiento concreto elegido centros de interés, núcleos interdisciplinares,
módulos curriculares, la orientación común es la integración de los contenidos
en unidades globales. La elección del contenido vendría dada por la capacidad
de estimular al alumno, y en este sentido cabría considerar todo el campo de
los conocimientos previos de los alumnos en la línea del aprendizaje
significativo y de sus intereses, y por su pertinencia para integrar
contenidos. Partiendo de la estructura propuesta por el MEC se trataría de
buscar aquellos que promovieran relaciones más consistentes con el mayor número
posible de bloques de contenido. Pensar en la secuencia de módulos obliga a
``establecer unas relaciones de dependencia y de independencia de las partes
integrantes, dispuestas de tal forma que indiquen cuándo el orden de la
secuencia puede ser optativo o aleatorio y cuándo ha de hacerse cuidadosamente
para lograr la transferencia óptima para alcanzar destrezas u objetivos
complejos" (Gimeno, 1988 p. 361).
Respecto a la estructura
interna del módulo ya hemos mencionado la utilidad de los mapas conceptuales,
puesto que ponen en evidencia las relaciones internas entre los elementos de
cara a su aprendizaje por parte de los alumnos. La finalidad es organizar los
componentes parciales del módulo para que adquieran significatividad para los
alumnos, es decir, que se muestren como un todo coherente por medio del
establecimiento de las relaciones de dependencia que se dan entre ellos. El
procedimiento se basa en la jerarquización de elementos de los más generales o
inclusores a los más concretos, a diferentes niveles de complejidad. Este
procedimiento permite al profesor configurar una posible secuencia para la
unidad, facilitando el descubrimiento de los conocimientos previos, los
requisitos para acceder a nuevos contenidos y la separación entre la
información relevante y la trivial (NOVAK, 1985).
4- Estrategias
didácticas y tareas: los cursos de acción
Son los elementos que
sustentan la acción de enseñar y le confieren un sentido unitario, permitiendo
desarrollar esquemas de actuación. La tarea es un fragmento de actividad que
actúa como unidad de análisis de las situaciones de enseñanza por su capacidad
de regular la práctica. Es decir, las tareas configuran la vida del aula de
modo dinámico, ya que desarrollan procesos de interacción específicos que
promueven determinadas acciones en los alumnos y en el profesor sobre la base
de ciertos contenidos y objetivos utilizando recursos específicos (GIMENO,
1988). Por ello, las tareas se diferencian unas de otras por el orden interno
que permite organizar de modo coherente los elementos que intervienen en ellas.
Hay que considerar que una tarea, por su entidad, incluye actividades más
sencillas en las que se concreta y que responden a una secuencia de acciones.
Asimismo, las tareas imponen al alumno un patrón de trabajo y relación que
implica el desarrollo de ciertos procesos de aprendizaje y socialización y el
descuido de otros (DOYLE, 1985).
Por lo dicho, en las
tareas confluyen a un tiempo la acción de los alumnos y la acción del profesor,
los procesos cognitivos y la interacción social (MEDINA, 1988). Sin pretender
ser exhaustivo, el siguiente listado de elementos a considerar en una tarea,
puede servir de pauta para configurarla de cara a su diseño:
Una estrategia se
configura a partir de un conjunto organizado de tareas que responden a un
modelo de acción. Son esquemas amplios de acción que imprimen una secuencia
específica a las tareas y que las dotan de cierta impronta por e1 modo en que
ordenan los elementos que las constituyen. Hay una gran variedad en función de
los procesos de aprendizaje y de relación que ponen en juego. Desde la lección
magistral aprendizaje por descubrimiento hay toda una gama de opciones y
variantes dentro de cada tendencia (JOYCE y WEIL, 1985) (MORINE y MORINE,
1978). De entre las dimensiones que hay que tener en cuenta para
seleccionarlas, el contenido sobre el que se trabaja es de especial relevancia.
Las diferentes áreas de conocimiento presentan una estructura interna peculiar,
con procedimientos de creación y aplicación del conocimiento también
especiales, de modo que su traslado al campo de la enseñanza requiere
considerar las estrategias más acordes con la dimensión procedimental de las
diferentes disciplinas(GIMENO, 1988).
5- Medios
Cuando hablamos de medios
nos estamos refiriendo al material de todo tipo que vehicula los mensajes
didácticos. Su valor pedagógico depende más de la dinámica metodológica en que
se sitúan que de sus posibilidades intrínsecas, de ahí que un mismo medio pueda
cumplir funciones distintas en diversas situaciones de enseñanza (GIMENO,
1981). No obstante, hay que tener en cuenta que dentro del amplio abanico de
medios, desde el material impreso hasta el entorno, cada uno de el los tiende a
inhibir o facilitar el desarrollo de procesos específicos de aprendizaje.
Hay que considerar la
dependencia de los medios con respecto a los contenidos. Las áreas de
conocimiento suelen requerir no sólo el trabajo con unos medios determinados,
sino también influyen en el modo peculiar de tratarlos en las situ acciones de
aprendizaje.
De modo general, cabría
considerar cómo los medios utilizados en el desarrollo de una secuencia de
acción concreta están imbricados en la misma. Es decir, cómo orientan o
sustentan las tareas de aprendizaje y las operaciones que están involucradas en
ellas.
6- Evaluación
La evaluación ha
experimentado una extensión en el modo de concebirse, que fundamentalmente ha
venido dada por el protagonismo adquirido como guía del proceso de desarrollo
curricular, lo que lleva a su integración en dicho proceso (STENHOUSE,1984).
Esto quiere decir, que tanto el campo de aplicación, como la función y los
procedimientos han variado desde una postura restringida de control, centrada
en el rendimiento de los alumnos, a una opción holística y comprensiva, que
intenta enfocar el proceso de enseñanza/aprendizaje como una totalidad.
Asimismo, los criterios han evolucionado, desde la comprobación del éxito o
fracaso de un programa educativo a la descripción comprensiva de los procesos
que se viven en las aulas. Los métodos que sirven a este criterio son aquellos
que ofrecen datos descriptivos de carácter cualitativo, por lo que se comienza
a aplicar una variada gama que permite extraer datos acerca de los múltiples y
ricos procesos que tienen lugar en el aula. Y que van desde la observación de
las actividades y modos de relación hasta el análisis de documentos (WALKER,
1989).
Dado que la evaluación
permite recoger evidencias de lo que sucede en el aula, a partir de las que
tomar decisiones respecto a las opciones curriculares elegidas (PEREZ GOMEZ,
1983), constituye un recurso valiosísimo para el aprendizaje del profesor sobre
su propia práctica. En esta línea cobran especial importancia aquellos
procedimientos de recogida de información que permiten la exposición de los
modos de pensar y hacer del docente durante su actividad profesional. Es el
caso del diario, que hace posible el autoseguimiento de la puesta en práctica
de lo planificado. Además desde esta perspectiva, denominada comunmente
cualitativa, los criterios de evaluación se presentan en evolución, es decir,
frente a la evaluación ``preordenada" está abierta a consecuencias no
anticipadas.
Puesto que la evaluación
está enfocada, en último término, a la mejora del proceso de
enseñanza/aprendizaje a través de su orientación e indagación continuas, es
imprescindible el hacer accesible a los alumnos la información recogida durante
la evaluación. Y, es también, necesario explicitar los criterios y procedimientos
a utilizar puesto que, ya sean aplicados formal o informalmente por el
profesor, se convierten en patrones de calidad para el alumno (GIMENO. 1988).
En cierto modo podría hablarse de iniciar tímidamente procesos de negociación,
en el sentido en que se plantean en la evaluación democrática de programas
educativos (MacDONALD, 1983).
Un concepto fundamental
en esta perspectiva es el de contrastar la información, combinando datos y
puntos de vista procedentes de diversas fuentes de datos y diversos participantes
y utilizando procedimientos múltiples. Este es el sentido de la triangulación
que, en último término, conduce a la observación participante (STENHOUSE,
1984), es decir a la observación sistemática de la actuación de un profesor por
parte de otro colega.
Con respecto a la
evaluación de la opción curricular tomada en la herramienta didáctica, cabría
decir que se presenta en interrelación con la evaluación de los alumnos. Por lo
mencionado anteriormente, la comprensión de lo que acontece globalmente podría
darnos información acerca de la valía de nuestra decisiones. De forma que, los
criterios de evaluación de la UD que se proponen a continuación sólo pueden ser
aplicados al considerar con detenimiento los procesos que desarrollan los
estudiantes en el ambiente que pretende organizar el profesor. Tomados de los
sugeridos por STENHOUSE (1984) para la evaluación del currículum, proponemos
los siguientes criterios:
Desarrollo de unidades
didácticas
El diseño de la UD puede
concebirse como el primer paso para poner orden en la realidad educativa en la
que intervenimos, en función de nuestro modo peculiar de entender y orientar el
proceso de aprendizaje de nuestros alumnos. En este sentido, sirve para
desvelar y organizar racionalmente todos aquellos elementos y dimensiones que
se juzgan como más relevantes para comprender e incidir en la enseñanza.
El desarrollo de la UD,
es decir, su puesta en práctica va a encargarse de mostrarnos la concordancia
entre lo que queríamos o queremos hacer, anticipado en el diseño, y lo que
hacemos; de paso que enriquece el conocimiento que poseemos del contexto de
trabajo y de nuestras relaciones con compañeros y alumnos. Por este motivo, la
puesta en práctica de la UD no puede verse separada del diseño sino que es su
complemento. Diseño y desarrollo están estrechamente interrelacionados y los
ajustes y modificaciones que se realicen en alguno de ellos inevitablemente,
repercuten en el otro. Más aún, la puesta en práctica es la clave que da
sentido a lo previsto.
En definitiva, las
Unidades Didácticas podrían ayudarnos a aprender de la experiencia práctica.
Este aprendizaje depende en gran medida del seguimiento atento y reflexivo de
lo que va sucediendo. Con la intención de facilitar esta tarea pretendemos
presentar algunas claves esenciales que pueden guiar de modo flexible el
proceso de reflexión.
Aprendiendo de la
práctica
El registro del proceso
de puesta en práctica fundamentalmente se organizaría en torno a estas
preguntas: ¿qué quería y quiero hacer? y ¿por qué?, ¿qué está sucediendo? y
¿por qué?. Su respuesta tendría una proyección hacia el futuro, de modo que
orientarían nuestra actuación subsiguiente, tanto de cara a las decisiones
inmediatas como a aquellas de más largo alcance. Con otras palabras se podría
descubrir si existe una adecuada concordancia entre nuestros propósitos y
la realidad y si nuestras intenciones responden a intenciones valiosas.
En definitiva, habría que
poner en relación lo previsto (diseño), y lo hecho (ajuste a la realidad de lo
previsto ) y sus consecuencias, con la intención de una reconsideración de cara
a la intervención inmediata y futura para asegurar el contraste entre las
teoría expuestas y las aplicadas en la práctica y considerar los puntos de
concordancia y/o contradicción . Es decir, establecer un proceso reflexivo
(DEWEY, 1989).
Más que mostrar una
estructura formal a la que acoplar el informe del desarrollo de la UD,
presentamos algunas dimensiones estrechamente entrelazadas que pueden facilitar
la organización de la información de cara a una consideración reflexiva de la
misma.
A.Dimensión Descriptiva.
a)
Registro de lo que sucede en cada aula pormenorizadamente, considerando los
factores y acontecimientos más significativos en relación con los elementos del
curriculum mencionados en el diseño de la U.D. (contenidos, estrategias,
evaluación , etc. )
b)
Consignar los ajustes a la práctica y las variaciones y dificultades
encontradas con respecto al diseño de la U.D, explicitando las razones.
B. Dimensión Reflexiva
a)
Relacionar las actuaciones o decisiones tomadas en la práctica con las
consecuencias que desencadenan explicando el por qué.
b)
Poner en evidencia los puntos de consonancia o contradicción entre las teorías
expuestas (diseño) y las aplicadas en la práctica.
C. Dimensión de Contraste.
Dado
que la UD está aplicándose en aulas diferentes , por profesores distintos
e incluso en centros también diferentes , es interesante contrastar el proceso
seguido en el desarrollo de la UD en los diversos contextos de trabajo. Se
podrían así establecer las variaciones y concomitancias que se producen entre ellos
partiendo de un núcleo de trabajo común.
Esta
información podría ser valiosa para otros profesores que trabajaran sobre el
mismo tema, puesto que les ofrecería un abanico de posibilidades. Para ello,
sería necesario describir minuciosamente las características esenciales de las
aulas y centros implicados.
D. Dimensión Prospectiva
Conclusiones
para orientar la práctica futura en el aula tanto a nivel de concepciones como
de actuaciones, a medio y a largo plazo, en relación con opciones tomadas en
cada elemento del Currículum (objetivos, contenidos, evaluación, etc.) y/o con
orientaciones claves del proceso de enseñanza/aprendizaje y teniendo en cuenta
las peculiaridades del contexto de trabajo.
Aprendiendo con los
profesores
Todo el trabajo
relacionado con la UD adquiere un nuevo sentido cuando se produce en el seno de
un grupo de profesores y obliga a poner en juego estrategias de comunicación y
colaboración. Por ello, nos parece tan importante como aprender de la práctica
del aula, aprender de los procesos de trabajo cooperativo que tienen lugar en
dicho grupo.
Se podría aplicar al
proceso de trabajo en grupo un esquema de reflexión semejante al sugerido para
el desarrollo de la UD. De modo que se describan la evolución sufrida por el
grupo, las decisiones y acuerdos tomados, las formas y procedimientos de
trabajo utilizados (por ejemplo, el diario), la distribución de papeles y las
relaciones establecidas. Asimismo, sería interesante que se consideraran,
de manera razonada, los beneficios y las dificultades encontradas, los
problemas claves surgidos y las soluciones implementadas. Por último, cabría
plantearse reconsideraciones de cara al futuro, para orientar mejor el trabajo
colaborativo entre profesores. La inclusión de este apartado sería de especial
utilidad para aquellos enseñantes que iniciaran procesos de cooperación
semejantes a los vividos por estos profesores.
La potencialidad de la
unidad didáctica para el aprendizaje, tanto del profesor como del alumno, está
en estrecha relación con su configuración en torno a cuestiones problemáticas;
vinculadas a la mejora de la actuación en el aula para el enseñante y ligadas a
la construcción del conocimiento para el estudiante.
* Mª Mar Rodríguez
Romero es
profesora titular del Departamento de la Facultad de Educación de la
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