La fibra óptica en las estrategias de comunicaciones
europeas
Ginseppe Richeri
Las ambiciosas
previsiones sobre el desarrollo del mercado de la fibra óptica se mantienen
para las próximas décadas. Pero las estrategias industriales y comerciales se
han modificado seriamente en Europa durante estos últimos años.
1. FIBRAS
ÓPTICAS Y CRISIS ECONÓMICAS
Las fibras ópticas
comienzan a ocupar una posición central en las políticas de las comunicaciones
de los principales países europeos a principios de los años 80.
Son los años
en los que la industria electrónica se vio como un sector estratégico para el
desarrollo económico‑industrial de Europa.
Las intervenciones
estatales, tendentes al desarrollo de potentes industrias nacionales en el
sector de la electrónica ligado a las nuevas tecnologías de la información y de
la comunicación, no se consideran simplemente como incentivos útiles a la
economía, sino como una necesidad estratégica. La mayor parte de los países
europeos se encuentra frente a una difícil crisis económica que ya es
considerada de tipo estructural, y que se manifiesta en un paro creciente, una
rápida decadencia de los tradicionales sectores de manufacturas y fuertes
déficit en la balanza de pagos.
En esta situación se
estima que las perspectivas de “salir de la crisis” generando un desarrollo
económico de larga duración están unidas a las posibilidades abiertas por los
sectores industriales de “punta” como son los de la electrónica y de las
comunicaciones.
Por consiguiente, estos
sectores han de convertirse en el instrumento capaz de crear nuevos puestos de
trabajo, relanzar las inversiones y la renovación de las estructuras
productivas y crear nuevas salidas comerciales en el extranjero.
A este objetivo de fondo
se une la situación del sector de las telecomunicaciones, donde la telefonía
tradicional ya está alcanzando el umbral de la madurez. Esto hace posible
prever que en breve plazo la industria de las telecomunicaciones deberá
afrontar una situación de saturación de la demanda.
Y, por tanto, es
necesario crear un nuevo tipo de demanda que sustituya a la telefonía y que
permita a la industria de las telecomunicaciones orientarse hacia nuevos y más
sofisticados productos.
La ocasión para esta
reconversión viene ofrecida por la necesidad de crear las infraestructuras
adecuadas al crecimiento de la “economía de la información”, donde se prevé que
a la vuelta de algunos años se empleará la mayor parte de la mano de obra (1).
En este razonamiento, las
fibras ópticas asumen una posición importante, porque representan un mercado en
rápido desarrollo y, por ahora, controlado casi totalmente por los Estados
Unidos y el Japón. Representan, por otro lado, la tecnología más avanzada y más
adaptada a las nuevas redes de telecomunicaciones y a los nuevos servicios que
estas redes han de ofrecer. Además, a su desarrollo se halla ligada una serie
de otros productos tecnológicamente avanzados, como el láser y los derivados de
la optoelectrónica.
Al principio de los años
80, los estudios de prospectiva sobre el desarrollo de la industria de las
fibras ópticas ofrecen atractivos horizontes. Los tres mercados principales de
las fibras ópticas son, por orden de importancia, las telecomunicaciones, que
representan por sí solas el 80% de la demanda, seguidas por la informática y la
industria militar.
En 1980, el mercado
mundial constituido por los sistemas de comunicaciones con fibra óptica (fibras
y componentes asociados) supera ya los 100 millones de dólares, pero se prevé
un rápida expansión del mercado, multiplicándose por dos para el siguiente
año. En 1987 se debería alcanzar 1 billón de dólares (valor de 1980) y en 1990
los 2 billones de dólares.
En esta época, los
principales consumidores de fibras ópticas son los Estados Unidos (38%), Canadá
(18%), el Reino Unido (9%), Francia (7,6%), RDA (6%) y el Japón (6%). Pero la mayor parte de la producción se realiza en los
Estados Unidos y el Japón (2).
2. ESTRATEGIAS INDUSTRIALES Y ESTRATEGIAS DE LAS
COMUNICACIONES
Este es el cuadro
europeo, en el cual nacen grandes planes de desarrollo de las redes de
comunicaciones locales de banda ancha, cuya base tecnológica está constituida
por el uso de las fibras ópticas.
Es importante subrayar
que se trata de planes en los cuales los objetivos de la política industrial
prevalecen en gran medida sobre los de la comunicación: el estímulo para el uso
de las fibras ópticas se debe más a cálculos económicos que a estrategias
socio‑culturales (de comunicación). Desde este
punto de vista, el año crucial es el de 1982, época en la que Francia y el
Reino Unido anuncian, casi simultáneamente, sus ambiciosos proyectos que
habrían de conducir, con ritmo acelerado, a la instalación de la fibra óptica
en la mayor parte de los centros urbanos grandes y medianos (3).
En el campo de las telecomunicaciones,
las fibras ópticas, hasta ese momento, se usaban sobre todo para la red
telefónica primaria (líneas interurbanas), o sea, las arterias de gran tráfico
que unen los mayores centros de consumo de un país; mientras que los nuevos
proyectos se basan en conexiones mediante fibra óptica que llegan directamente
al usuario y que permiten de este modo aumentar el abanico de servicios y,
sobre todo, abrir una nueva era de las telecomunicaciones, a saber, la de la
videocomunicación.
Los proyectos franceses e
ingleses, aunque ambos tienen como base la plena utilización de las fibras
ópticas, divergen sensiblemente desde el punto de vista del “motor” que debe
hacerlos despegar.
En Francia, los
promotores son las comunidades locales, que lo solicitan al Gobierno (al Ministerio
de Correos y Telecomunicaciones, y más exactamente, a la Dirección General de
Telecomunicaciones, DGT). Este último realiza la red
local y permanece como propietario, entregándola, sin embargo, para su gestión
a una sociedad de economía mixta, en la que participan también las
instituciones públicas locales.
En el Reino Unido, por el
contrario, se excluye cualquier participación pública, tanto a nivel gubernativo como de las instituciones locales, y se
intenta crear las condiciones más atractivas, a fin de que el capital privado
encuentre interés en invertir en el sector con buenas perspectivas de
beneficios.
También en otros países
europeos se preparan proyectos de este tipo, pero con
una actitud más cauta, que se dirige ante todo a poner redes experimentales en
algunos lugares concretos, en espera de tomar decisiones operativas más
generales.
En diversos países se
crean, de este modo, las primeras redes “de tamaño natural”, que para algunos deben ser el “escaparate” de lo que las redes de fibra
óptica podrán ofrecer en una fase madura, y para otros sólo son experimentos.
Este es el caso de las redes realizadas en Biarritz
(Francia), Milton Keynes (Reino Unido), Berlín y
Milán.
Tanto en los países que
se lanzan sin dudas a la construcción de las redes de fibra óptica, como en
aquellos donde se prefiere experimentar para orientarse mejor después, la
estrategia de la comunicación se encuentra mucho menos definida que sus
aspectos económico‑industriales, y comprende dos grandes sectores de
público.
El primer sector es el
representado por los “usuarios empresariales”, es decir, el sector creciente
del mundo del trabajo que hace un uso importante de los servicios de comunicación.
A este sector las nuevas redes deberán ofrecer una mejor calidad en los
servicios tradicionales (teléfono, telex,
transmisión de datos, etc.) y un abanico de nuevos servicios (videoconferencias,
correo electrónico, telecopia y transmisión de datos a alta velocidad, etc.).
El segundo sector es el
de los “usuarios domésticos”, a los cuales se pretende ofrecer sobre todo oportunidades de elección más amplias y flexibles en
el campo de la televisión. Las nuevas redes ofrecerán a este sector varias
decenas de canales televisivos con nuevas formas de pago (suscripción a
cadenas y programas) y nuevas formas de acceso (bancos de imágenes y videoteca
con acceso individual). Además de esto, las nuevas
redes ofrecerán a domicilio los servicios de correo electrónico, de telebanco, telecompra, etc. (4).
En general, el símbolo
más elocuente para representar lo que las nuevas redes ofrecerán como novedad a
todas las categorías de usuarios es el videoteléfono que, por primera vez, se
ofrece por la red de fibra óptica de Biarritz a los
1.500 usuarios que, desde 1985, están implicados en el experimento.
En realidad, ya en la
primera fase de publicación de los nuevos proyectos no faltan las críticas y
las reservas.
Por una parte, se
sostiene que las inversiones exigidas por las redes de fibra óptica destinadas
a servir a los usuarios finales son todavía demasiado elevadas y no permiten
prever plazos de amortización adecuados para las finanzas públicas y, menos
aún, para los inversores privados. Por otra parte hay quien subraya el hecho
de que la mayor parte de los nuevos servicios ofrecidos por las nuevas redes
no requieren en realidad tecnologías tan sofisticadas y todavía inseguras
como las ligadas a la fibra óptica. Si se excluye la videocomunicación interactiva,
también las tecnologías utilizadas en las redes tradicionales, ya muy
experimentadas y menos costosas, son capaces de ofrecer un elevado número de
canales televisivos (además de servicios del tipo telebanco,
telecompra, etc.) a los usuarios domésticos y la gama de los nuevos servicios
telemáticos para los usuarios empresariales (transmisión rápida de los datos,
facsímil, correo electrónico, etc.).
3. UNA NUEVA
FASE PARA LAS FIBRAS ÓPTICAS: LA
ESTRATEGIA DE LOS SERVICIOS
Las redes piloto de Biarritz, Milton Keynes, Berlín y
Milán, que deben representar los modelos nacionales a los que tender, son hoy
prácticamente islas en el desierto.
En los dos primeros
países que han apostado con fuerza por el desarrollo acelerado de las redes de
fibra óptica, los proyectos no han mantenido el ritmo de desarrollo previsto y
después han quedado parados.
En Francia se han dado
cuenta que la videocomunicación interactiva, tanto para el gran público como
para los usuarios profesionales, era todavía prematura. La tecnología no estaba
aún puesta perfectamente a punto, pero sobre todo los costes industriales era mucho más elevados que los esperados y los presupuestos
han resultado, en un segundo momento, claramente insuficientes. Se ha visto
que el Estado no era capaz de financiar la multiplicación de las redes de fibra
óptica, y además que la mayor parte de los servicios para los cuales había
surgido la demanda real podían ser satisfechos con nuevas redes que utilizaban
las viejas tecnologías. Ese es el caso de la multiplicación de los canales de
televisión, para los que ya la mayor parte de las ciudades francesas han
elegido el “viejo” cable coaxial.
La tecnología de las
fibras ópticas, tan enfatizada en el Plan Cable francés de 1982, se ha
concretado en un número limitadísimo de redes (Biarritz,
Montpellier, Rennes y pocas
más), mientras que a partir de 1986, con el nuevo gobierno de Chirac, los
acuerdos entre la DGT y las comunidades locales prevén el uso del cable
coaxial, en espera de momentos mejores.
En Inglaterra, el capital
privado se ha dado cuenta desde el comienzo de que las inversiones en las
redes de fibra óptica eran por el momento muy arriesgadas y que los servicios
de los que podían obtener beneficios eran la teledistribución
y, en el momento en el que se liberalizaran, los
servicios tradicionales de telecomunicaciones.
Hoy, en la mayor parte de
los países europeos, los planes de desarrollo de las redes de
telecomunicaciones no han abandonado completamente las fibras ópticas, pero el
ritmo y los métodos adoptados muestran una mayor cautela. Ha cambiado el punto
de vista de partida: antes el centro de la atención estaba puesto en una
estrategia industrial voluntarista, de la que se
derivarían nuevos servicios; ahora, por el contrario, la atención se centra
ante todo en los nuevos servicios que se procuran activar y de los cuales podrá
derivarse una nueva demanda para las industrias.
En el curso
de los últimos años, el discurso a favor de las redes de comunicación local de
fibra óptica ha dejado el puesto, poco a poco, en los objetivos estratégicos
nacionales, al discurso en favor de las Redes Digitales de Servicios Integrados
(RDSI).
Se trata de redes que,
convenientemente renovadas e integradas, sobre todo en lo que respecta a las
centrales de conmutación, permiten pasar de la transmisión de señales
analógicas a la de señales digitales. Esto significa que una misma red es capaz
de transportar cualquier tipo de señales, o sea, de servicio, con una calidad
y una velocidad superiores a las ofrecidas por los sistemas tradicionales.
En el debate actual se
distinguen dos tipos de RDSI: el de banda estrecha y el de banda ancha. El uso
de las fibras ópticas para la conexión de los usuarios finales es el elemento
que caracteriza a estas últimas (5).
Las RDSI de banda
estrecha, que están ya en fase de realización en casi todos los países
europeos, son hoy el centro de discusión y de acuerdos en la CEE para
establecer una compatibilidad y una integrabilidad a
escala continental. Estas redes están destinadas, sobre todo, a mejorar los
servicios tradicionales y a potenciar los servicios de tipo telemático (servicios
con valor añadido, como correo electrónico, videotexto, cajeros automáticos,
etc.).
Se trata, en este caso,
de servicios que no alcanzarán nunca una importancia comercial e industrial
como la del teléfono y, por consiguiente, no justifican inversiones de igual
magnitud.
Desde el punto de vista
de las infraestructuras, las RDSI de banda estrecha se basan en la
optimización de la estructura de las redes existentes.
Desde el punto de vista
industrial, el desarrollo de los servicios telemáticos incide sobre todo en la
producción de terminales, y éstos interesan principalmente a los usuarios
empresariales.
Por el contrario, los
servicios suministrados por las RDSI de banda ancha interesan también y sobre
todo en la utilización doméstica, que se prevé experimentará en plazo medio un
sensible aumento de tráfico.
Las diferencias entre las
RDSI de banda estrecha y las de banda ancha pueden sintetizarse del siguiente
modo:
‑ los servicios
de las redes de banda estrecha están dirigidos, sobre todo, a los usuarios
profesionales, mientras que los de las redes de banda ancha interesan también
para el uso doméstico;
las RDSI de
banda estrecha se basan en la optimización de las redes ya existentes, mientras
que las de banda ancha requieren nuevos medios y nuevas infraestructuras;
las RDSI de banda estrecha favorecen a la industria de
los terminales y a los suministradores de servicios empresariales, las de
banda ancha favorecen a las industrias que producen los terminales, a las
instalaciones de redes, a las sociedades que las instalan y a los
suministradores de servicios, comprendidos los televisivos;
‑ las
RDSI de banda ancha requieren grandes inversiones y su rentabilidad es a medio
y largo plazo.
La nueva estrategia que
se proyecta en los diversos países europeos es ahora la de dirigirse a la
realización generalizada de las RNIS de banda estrecha para llevar a su madurez
conjuntamente a los servicios telemáticos y suministrar así la gama de
servicios para los cuales ya existe una gran demanda por parte del mundo del
trabajo. Sobre esta base, se prevé el desarrollo paulatino de las RDSI de
banda ancha en las zonas urbanas donde la gran densidad de población, el grado
de instalación de actividades con gran consumo de información y de un sector
terciario avanzado y la tipología socioeconómica de las familias hacen prever
que se dan las condiciones óptimas de rentabilidad de las redes y de los
servicios. A partir de estas áreas “ricas”, las RDSI de banda ancha se extenderán, en un plazo de tiempo medio‑largo,
hacia el resto de los territorios nacionales con un límite, pues, por razones
económicas, por ahora no se prevé que se extiendan más allá de las zonas
urbanas.
NOTAS
(1) Para este asunto
véase G. Richeri, “El Universo Telemático”, Editorial
Mitre, Barcelona, 1984.
(2) Para un mayor
conocimiento de los aspectos industriales de las fibras ópticas y de la optoelectrónica, véase: Ministére
de Industrie et de la Recherche. “Les engeux industriels de la photonhique”. La Documentation Française, 1983;
(3) Véase Lord
Hunt of Tanworth, “Report of the inquiry into cable expansion and broadcasting
policy”“. HMSO,
Londres, 1982; Claude
Sorbets, “Politique des Média electroniques;
le cas français”“, CERVL, Instituto de Estudios Políticos, Burdeos, 1983.
(4) Para tener una idea
de la gama de servicios previstos en Francia a través de las redes de fibra
óptica, véase P. Flichy, G. Pineau,
“Images pour le cáble”, La Documentation Frangaise, París, 1984.
(5) Véase F. Casali, “From N‑ISON a
IBCN, Service, network and economic changes”,
en el Boletín del IDATE, Montpellier, noviembre de
1986.