ESTRATEGIAS DE
COMUNICACIÓN Y REPRESENTACIONES SOCIALES
JOSÉ LUIS PIÑUEL
El estudio de las representaciones sociales y de las estrategias de
comunicación que las conforman en buena parte abre nuevas puertas a la Teoria
de la Comunicación y responde a las demandas de la sociedad contemporánea.
En las Representaciones mentales que el individuo se hace de su vida,
de la vida de los demás y del acontecer social y material, juegan un papel
preponderante los datos obtenidos a través de las comunicaciones en que
habitualmente él participa; pero siempre será necesario suponer la existencia
de datos obtenidos por experiencias no comunicativas, personales e
intransferibles, si bien la elaboración de estos datos será tanto más rica
cuantas más destrezas comunicativas se dominen, pues el individuo podrá mejor
controlarlos si además es capaz de expresarlos.
Los grupos humanos, las culturas, las sociedades históricas disponen
también de representaciones sociales cuya existencia se sostiene en las
elaboraciones mentales de los individuos, pero cuyos productos materiales (las
técnicas, las artes, las bibliotecas, los procesos de producción social y las
comunicaciones de masas, etc.) constituyen las huellas tangibles de aquellas
representaciones. Pero a diferencia de las representaciones individuales, cuyos
productos no siempre son transferibles y objetivables, las representaciones
sociales son imposibles sin comunicación; tanto en su génesis, como en su vida
y evolución, las representaciones sociales se constituyen en su integridad por
datos exclusivamente construidos por la vía de la mediación comunicativa; es
decir, producidos y reproducidos a través de sistemas más o menos complejos de
circulación de mensajes, o sea, de interacciones comunicativas entre los
individuos.
EL CONCEPTO DE
"REPRESENTACIÓN"
Se entiende por Representación aquel producto de la actividad
cognitiva dé los sujetos en virtud del cual éstos controlan consciente o
inconscientemente sus reacciones conductuales distanciándose de los estímulos
del entorno. Como producto de una actividad mental, las representaciones pueden
considerarse modelos categoriales (o sistemas de categorías) que discriminan
estímulos del entorno y respuestas del sujeto, estableciendo correspondencias
por las cuales el acontecer del entorno tiende a ser sometido a la actividad de
los sujetos.
La elaboración de representaciones se presupone en la conducta de
todos aquellos seres vivos dotados de capacidad de aprendizaje y no se
presupone en aquellas conductas que los seres vivos ponen en juego por efecto
de patrones de respuesta adquiridos genéticamente o heredados. En la especie
humana, el aprendizaje de los lenguajes facilita el que las representaciones
sean expresables por los sujetos, y es la expresión de las representaciones la que
produce trayectos más largos y más complejos para las correspondencias entre
categorías del entorno, cada vez más ricas, y categorías de acción de los
sujetos, cada vez más complicadas.
Tanto filogenéticamente, si se considera a la sociedad humana, como ontogenéticamente,
si se considera la vida del individuo, la reproducción de representaciones a la
que contribuye la comunicación es la que provoca cambios de identidad en los
sujetos y en los objetos de conocimiento, estableciendo una dialéctica en virtud
de la cual evoluciona el ecosistema humano, evolución que se entiende como
Historia. En consecuencia, la comprensión intelectual de la conducta
inteligente y la explicación racional de la Historia resultan esclarecidos en
la ciencia de nuestros días cuando se estudian psicológicamente, y cuando se
analizan sociológicamente, los sistemas de representaciones de las conductas
individuales y de los comportamientos sociales; sistemas a cuyo marco se
remiten los procesos confirmados y los procesos posibles por los cuales los
individuos y las sociedades elaboran representaciones del mundo.
a) Distinción entre actividad cognitiva, reglas y modelos de representación
Toda acción humana es un proceso en el que los actos dirigidos por el
sistema nervioso voluntario responden a un control cognitivo que comienza a
desenvolverse en las primeras etapas de la vida, que progresa a medida que el
sujeto toma distancias sobre los estímulos del entorno (v.g., incorporándolos a
registros de memoria y proyectándolos sobre anticipaciones), y que nunca puede
partir de cero cuando se ejerce a lo largo de la vida. La actividad cognitiva
del sujeto es indeclinable y nisiquiera desaparece durante el sueño, es
personal e intransferible y, como tal actividad individual de procesamiento, se
da en cualquiera sea la situación en que el individuo participe, ya se trate de
acciones autónomas (que no implican a ningún otro ser), o de acciones
heterónomas (que implican a un Alter) sean del tipo que sean (ejecutivas ‑o
de acoplamiento ligado al empleo físico de energías‑ o comunicativas ‑es
decir, de acoplamiento asociado al uso informativo de las energías utilizadas‑).
Ahora bien, la actividad cognitiva se caracteriza por no ser
aleatoria, o dicho con mayor precisión: se caracteriza por ser justamente un
proceso "reductor de aleatoriedad", o lo que es lo mismo, se produce
y reproduce por la aplicación de reglas, por el sometimiento a un orden.
La abundante literatura científica actual de la Psicología cognitiva
está volcada precisamente hacia la identificación de las reglas, o del orden,
al que se ajustan los diferentes procesos cognitivos de los individuos y a su
formulación formal en sistemas de expresión lógica.
Por ejemplo, en la psicología genética fundada por Piaget, el objetivo
formal apuntaba a una aplicación de la teoría de la probabilidad en el análisis
de la evolución de la inteligencia o de la actividad cognitiva, El papel de lo
aleatorio en la hipótesis piagetiana de la equilibración de las estructuras
cognitivas se presentaba, en efecto, como un factor de desenvolvimiento
probabilista secuencial; así, Piaget afirmaba que "la equilibración tiene
un valor explicativo porque se basa en un proceso de probabilidades sucesivas
creciente" (cfr. Piaget, 1970). En general, el equilibrio de lo que él
llamaba estructuras cognitivas debe entenderse como un juego de compensaciones
de las perturbaciones exteriores, compensaciones debidas a las acciones del
sujeto como respuestas a dichas perturbaciones; entendido así el equilibrio,
como englobando compensaciones y actividad, puede decirse que una estructura
cognitiva está equilibrada en la medida en que un sujeto es capaz de oponer una
compensación (mediante acciones u operaciones) a toda perturbación exterior;
conforme el equilibrio se hace más estable (y no más estático, lo que supondría
mayor aleatoriedad), las perturbaciones pueden ser anticipadas cada vez en
mayor grado, de tal forma que no sólo se hace referencia a aquellas
perturbaciones reales a las que en cada momento se enfrenta el sujeto, sino
también a las virtuales, que pueden llegar a ser representadas.
Por la actividad de los sujetos, y a través de las reglas que éstos
comparten en las interacciones, los sujetos van construyendo a lo largo de la
vida una representación del mundo, personal en cada uno y también
intransferible, pues nunca la experiencia de un individuo es totalmente igual a
la de otro, ni lo son su memoria ni su capacidad de integración de datos, etc.
Ahora bien, las representaciones del mundo, que como producto de la
actividad cognitiva empiezan a desarrollarse a muy temprana edad y no cesan de
modificarse a lo largo de la vida, responden a modelos socialmente construidos,
bastante estables, y en virtud de los cuales se constituye el sistema de
objetos humanos, materiales e inmateriales, que integran el ecosistema cultural
de los grupos, los pueblos y las sociedades históricas.
b) Lenguajes y representaciones
Es notorio que los lenguajes hacen posible la codificación de
referencias al entorno, por la consolidación de significaciones (significantes
+ significados), y que por el aprendizaje de los lenguajes, el sujeto
individual alcanza incluso la capacidad mental de formular hipótesis sobre el
entorno prescindiendo hasta del entorno (y con el dominio de los lenguajes
formales, formular proposiciones prescindiendo hasta de la referencia).
Pues bien, también es notoria la dinámica según la cual se edifica
socialmente el admirable entramado arquitectónico del conocimiento colectivo,
del sistema de respuesta en el que a cada término, a cada proposición sobre el
entorno, le corresponden múltiples anticipaciones de conductas, entrelazadas
todas ellas sin apenas fisuras por una red de trayectos tan compleja y
presumiblemente autoconsistente, que ningún ser individual llega a abarcar; esta
dinámica, como se sabe, consiste en la reproducción, primero, de combinaciones
de referencias, antes posibilitadas por los lenguajes, que por la experiencia
(aunque inicialmente sea ésta la que motive aquella reproducción primera);
segundo, en la reproducción de operaciones materiales sobre el entorno,
procurando respetar la reproducción de referencias con el lenguaje; tercero, en
la confirmación de adecuaciones o inadecuaciones entre operaciones formales y
materiales; y cuarto, en la consolidación de proyectos que en adelante
aplicarán al orden del acontecer, al orden de la anticipación racional,
reproduciendo éste en aquél.
Las interacciones comunicativas se suceden antes, durante y después de
cada una de estas reproducciones, de lo contrario difícilmente podrían ocurrir,
o conseguirse, y con ello se facilita el cambio, también reproductivo, de los
sujetos ‑y no sólo de los objetos‑; pues el requisito que impone
toda comunicación a los sujetos que en calidad de actores participan en ella es
la adecuación del "pensar" (o de la actividad cognitiva) a las
condiciones formales que imponen los lenguajes utilizados y que por sus
referencias, cuando los lenguajes son naturales, se convertirán en
"códigos no‑éticos" para el sujeto (cfr. Piñuel, J. L.:
"Significado, Sentido y Referencia en la Comunicación humana".
Sistema, N.° 1987.
Como consecuencia, depende de cuál sea la lógica de los lenguajes
utilizados para la combinación de referencias y la estructura de referencias
que resultan de esta dinámica, para que el orden racional al que en adelante (y
no se conoce un punto cero de este proceso) se haya de someter el orden del
acontecer discurra de una u otra manera.
En sus relaciones funcionales con el entorno, el sujeto puede, con
ayuda de los lenguajes, formular trayectos conceptuales de diverso tipo, todos
ellos caracterizados por una doble articulación de unidades de significantes y
de unidades de significado (Hjmslev); pero cuya diferencia específica reside en
cuál es la articulación que prevalece sobre la otra: la articulación de los
significantes o la articulación de los significados.
En términos ontogenéticos se ha demostrado que tanto para el sujeto
individual como para el sujeto histórico colectivo, la prevalencia de la
articulación de los significados antecede a la prevalencia de la articulación
de los significantes. O, dicho de otra manera, los niños y los pueblos
étnicamente primitivos asocian de tal manera los significantes al significado,
que operan como si los objetos de su experiencia poseyesen el nombre
(significante) como poseen cualquier otra cualidad física perceptible, de
manera que son las pautas perceptivas y operativas materiales las que dominan
en sus trayectos conceptuales (Piaget). El rasgo de los trayectos conceptuales
expresables mediante significantes, en este caso, es el de las narraciones y
todas las cosmogonías primitivas, tanto infantiles como sociales, se expresan
mediante relatos.
Por el contrario, la manifestación más extrema del predominio de la
articulación de significantes sobre la articulación de significados aparece
cuando a los significantes se les desposee de significado, aunque no de la idea
de significado en general, como ocurre con la operatoria de los lenguajes
formales, de los cálculos. En los lenguajes formales, las trayectorias
conceptuales se expresan no mediante contenidos, sino mediante la combinatoria
de "lugares de contenido" (categoremas) y su consistencia se
presupone para cualesquiera que sean los contenidos con que se interpreten los
categoremas.
Entre uno y otro extremo oscilan las pautas de la actividad cognitiva
de los sujetos, y si tomamos en consideración que las pautas de la actividad
cognitiva las consolida la práctica social, advertiremos que tanto en la vida
del sujeto individual, como en la vida social, persisten las diferentes pautas
en toda su heterogeneidad, y depende de cuáles sean las situaciones de
intercambio personal y social, para que los sujetos apliquen unas u otras en
consonancia con los diferentes acuerdos metacomunicativos que se encuentran
implícitos, y que son los que se generan por la consolidación de
"estrategias comunicativas".
LAS ESTRATEGIAS COMUNICATIVAS
En este número monográfico no se pretende abordar ni exhaustiva ni
sistemáticamente la complejidad de este fenómeno, pero se ofrece una relevante
selección de trabajos cuyos planteamientos y cuyo hilo conductor encuentran el
origen en una misma perspectiva científica y que es la que da título a este
Cuaderno Central:
"ESTRATEGIAS DE COMUNICACIÓN Y REPRESENTACIONES SOCIALES".
Esta perspectiva marca, por otra parte, un rumbo prometedor ante
algunos síntomas de desfallecimiento creador en la oferta que se propone hoy
día, frente a la creciente demanda social de "saberes" sobre la
Comunicación. El "hacer" y especialmente el "hacer saber
hacer" le ha tomado la delantera al "saber" y muy certeramente
sobre todo al "saber hacer saber". El desarrollo de la Teoría de la
Comunicación, fuertemente presionado por los avances tecnológicos, se ha pegado
frecuentemente al paso marcado por la técnica, sin tomarse la distancia
suficiente para racionalizarla; y una vía fecunda para tomar esa distancia es
la de considerar las representaciones sociales a que contribuyen las
estrategias comunicativas. Y es una vía fecunda al menos a juzgar por la demanda
social creciente de profesionales capaces de ligar unas y otras, de acoplar el
uso de representaciones sociales y la adopción de estrategias de comunicación.
Así, ya sea en el terreno de la producción social de comunicación
(tanto en ciencia ‑Moles‑ como en periodismo ‑Arias,
Cáceres), ya sea en el campo del rendimiento industrial ‑Gracia y Moragas‑
en el de las relaciones Terrorismo‑Sociedad ‑Piñuel‑ o en el
de la explotación del espacio humano ‑Muñoz‑, la sociedad pide ya
disponer de "estrategas de la comunicación" cuyo perfil profesional
se está gestando, pero cuyos requerimientos son los de "saber prever el
cambio social y la evolución a la que contribuyen las comunicaciones". La
línea editorial de esta revista que nos acoge, TELOS, es una muestra evidente
de la adopción de aquellos requerimientos.