TRIBUNA DE LA COMUNICACIÓN
La expansión de EFE en
Iberoamérica
CARLOS G. REIGOSA
Prestigiosas
instituciones y reco nocidos expertos en
comunicación social han llevado a cabo estudios, en los últimos treinta años, sobre
la información internacional publicada en
la prensa iberoamericana y han acreditado la progresiva implantación de
la Agencia EFE en todo el mundo que se expresa en español.
El
crecimiento de la agencia española ha sido especialmente acelerado en los
últimos quince años. En ellos, se consolidó una trayectoria ascendente, que
llevó a EFE a ocupar el primer puesto en los medios escritos de los países
iberoamericanos, tanto por el número de noticias internacionales publicadas
como por la superficie ocupada en los distintos diarios (medida en centímetros
cuadrados), según las encuestas publicadas.
El primer
estudio de referencia lo llevó a cabo, en 1962, el Centro Internacional de
Estudios Superiores de Periodismo para América Latina (CIESPAL), con sede en
Quito. Sus resultados fueron reveladores: el 94,3 por ciento de la información
internacional publicada en Iberoamérica era obra de las grandes agencias de
noticias no hispanas, sobre todo de las dos estadounidenses ‑AP y UPI‑,
que sumaban el 79,3 por ciento del total.
Cuatro años
más tarde, en 1966, el profesor venezolano Eleazar Díaz Rangel dirigió otro
estudio, que refrendó similares conclusiones. Les correspondía a las agencias
internacionales el 76,5 por ciento de la información publicada, siendo el 72,1
por ciento del total de AP y UPI, y sólo el 4,4 por ciento de las europeas
Reuter (Reino Unido), AFP (Francia) y ANSA (Italia).
Esta era la
situación en 1966, justamente el año en que la agencia española EFE, hasta
entonces de ámbito nacional, terminó de definir su nueva vocación de agencia
internacional ‑muy especialmente iberoamericana‑ y comenzó su
difícil andadura, en un mundo dominado por las agencias de habla inglesa.
EFE fue,
pues, la última gran agencia que accedió, con su servicio informativo en
español, al conjunto de la comunidad hispanohablante. A finales del siglo XIX
habían llegado las pioneras Havas y Reuter. United Press ‑después UPI‑
comenzó la difusión de noticias en nuestra lengua en 1916. En 1951 lo hizo
Associated Press (AP). Al año siguiente, en 1952, empezó la italiana ANSA. En
1959 la alemana DPA. Y, por fin, a finales de 1965, la española EFE, la única,
entre todas ellas, natural y originaria de la comunidad hispanohablante.
Comenzó así
EFE una verdadera larga marcha hacia su reconocimiento en el seno de la
Comunidad Iberoamericana, a la que pretendía servir y a la que quería
incorporar una voz propia, sin servidumbre de traducciones ni de cosmovisiones
ajenas. Su propósito era, pues, ofrecer una información internacional
concebida originariamente en español y redactada desde una visión de la vida
común a los habitantes del mundo hispánico (definido unitariamente como
Nuestro Mundo).
En 1976, el
profesor chileno Fernando Reyes Matta, del Instituto Latinoamericano de
Estudios Transnacionales (ILET), dio a conocer otro estudio bajo el título El encandilamiento informativo de América
Latina. Los resultados obtenidos (medidos en número de noticias publicadas),
acreditaban la siguiente participación: 39 por ciento a UPI, 21 por ciento a
AP, 10 por ciento a AFP, 9 por ciento a Latin‑Reuter y 8 por ciento a
EFE. La agencia española comparecía así por primera vez en una evaluación académica,
diez años después de su llegada a América.
Siete años
más tarde, en 1983, el ya citado Eleazar Díaz Rangel, profesor asociado de la
Universidad Central de Venezuela, coordinó un seminario sobre Las noticias del exterior en doce diarios
latinoamericanos. Los porcentajes obtenidos pusieron de relieve el gran
cambio producido en los diarios iberoamericanos. El 71,9 por ciento de la
información internacional publicada correspondía a siete grandes agencias,
conforme al siguiente reparto: AP, 26,85 por ciento; UPI, 15,12 por ciento;
EFE, 12,32 por ciento; AFP, 7,91 por ciento; ANSA, 5,62 por ciento; DPA, 3,47
por ciento, y REUTER, 0,61 por ciento. La expansión de la agencia española
llamó la atención de Díaz Rangel, que la calificó, en su análisis, de
"fenómeno notable en América Latina, donde todos los porcentajes bajan mientras
EFE parece seguir subiendo".
Los datos
acreditaban por segunda vez la presencia de EFE y definían una tendencia
igualmente favorable en el mercado del habla española, aunque los datos de
Reyes Matta y Díaz Rangel no fueran estrictamente equiparables. (Díaz Rangel
hizo también una medición por el número de noticias publicadas, que situaba a
EFE en el tercer lugar, con el 15,33 por ciento, detrás de AP, 33,43 por ciento
y UPI, 18,07 por ciento). La agencia española todavía estaba lejos del primer puesto
‑y era apenas visible en las primeras páginas‑, pero no era ya una
desconocida y obtenía unos porcentajes significativos, a la cabeza de las
agencias internacionales de origen europeo.
A la luz de
estos datos, era posible recrearse en el viejo sueño (soñado a ambos lados del
Atlántico) de conseguir una agencia internacional propia del mundo hispánico,
capaz de asegurar nuestra autonomía informativa, sin débitos ni limitaciones
respecto de las anglohablantes, tradicionalmente dominantes. La apertura de
redacciones propias en Iberoamérica ‑hasta completar una por cada país- y
la cobertura en directo desde las principales capitales del mundo, sirvieron a
este propósito de la agencia española. Como también lo sirvieron ‑y lo
sirven‑ la incorporación de los más modernos sistemas telemáticos y de
distribución satelital, que han colocado a EFE en el grupo de cabeza de las
agencias internacionales de noticias.
Llegamos así
a los informes de Fernando Reyes Matta, directivo del ILET y profesor de la
Universidad Andrés Bello de Chile, sobre la publicación de noticias
internacionales en los diarios iberoamericanos entre los años 1988 y 1993. Son
años claves, que coinciden con el progresivo descubrimiento que hace de sí
misma la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Unos años en los que EFE aparece como la proveedora informativa
mundial, que, progresivamente, se revela más próxima (en cosmovisión y en
sensibilidad) y más atenta a los intereses de estos países en el exterior, sobre
todo fuera del ámbito hispánico.
Los datos de
Reyes Matta son concluyentes y muestran que, en los últimos años, EFE ha
pasado a ocupar el primer puesto entre las agencias internacionales en
Iberoamérica, tanto por el número de noticias publicadas en los diarios como
por la extensión ocupada (medida en centímetros cuadrados), y asimismo en las
primeras páginas, hasta hace pocos años casi vedadas.
Los datos de
1993 hablan por sí solos: EFE ocupó el primer lugar con el 28,76 por ciento de
las noticias publicadas y el 26,87 por ciento del espacio total. Detrás
quedaron AP (18,37 por ciento de las noticias y el 15,98 por ciento de la
extensión), AFP (13,22 por ciento y 10,69 por ciento) y REUTER (12,85 por
ciento y 11,12 por ciento).
Estos datos
hacen patente, según el profesor chileno, que "EFE ha emergido a una
posición de liderazgo dentro de la prensa iberoamericana, sin que nadie discuta
ya su ubicación entre las grandes agencias internacionales de noticias con
fuerte impacto en la región".
Ello ha sido
posible, sin duda, merced al progreso tecnológico ‑incorporado al proceso
informativo‑ y al avance profesional posibilitado por la democracia en
España, que tuvo su traducción informativa en unas altas cuotas de credibilidad.
Reyes Matta
reconoce estos dos logros, o así lo señala en sus informes, pero añade dos razones claves que sustentan, a su
juicio, la nueva situación de la Agencia EFE en el mundo hispano; dos razones
que se inscriben en la línea de los viejos anhelos del mundo hispánico y que,
en palabras del investigador chileno, son las siguientes:
1. "EFE ha
constituido la identidad de lo iberoamericano en el espacio informativo
internacional, y está marcando nuestras diferencias dentro de la sociedad
global. A un continente que habla, lee y se entiende en español, llega con la
actualidad de otros continentes y regiones vistas desde una percepción
cultural más propia y cercana".
2. "EFE
parece llenar el hueco del viejo sueño de la agencia latinoamericana de noticias.
Un proyecto formulado en diversos momentos del pasado (Telam, Latín, Alasei,
etc.) que nunca lograron desarrollar la estructura técnica y profesional
requerida para esa tarea, ni lograron la acogida necesaria para prosperar en el
intento".
Estas dos razones se sustentan en unas evidencias
que Fernando Reyes Matta extrae de los resultados de sus mediciones y que
resume en los siguientes epígrafes:
‑
EFE se ha convertido en la principal agencia de noticias de los países latinoamericanos
entre sí (de 18 de ellos es la fuente informativa más usada para dar cuenta en
los demás países de acontecimientos registrados en cada uno de ellos).
‑
EFE es la principal fuente de noticias sobre Europa Occidental y de Europa del
Este que se publican en la prensa iberoamericana.
‑
EFE ha pasado a tener una posición privilegiada en periódicos de alta
influencia nacional e internacional (El
Mercurio de Santiago de Chile, El Tiempo de Bogotá, Excelsior de México, El
Comercio de Lima, etc.).
‑
EFE se ha ubicado como la segunda agencia en importancia en las informaciones
procedentes de Estados Unidos que se publican en América Latina.
Si se tiene
en cuenta que más del 85 por ciento de la información internacional publicada
en la prensa iberoamericana tiene su origen en Iberoamérica, Europa y Estados
Unidos, puede evaluarse fácilmente la importancia de las anteriores
aseveraciones.
A la luz de
los estudios citados y de las evoluciones que señalan para cada agencia, no
constituye un exceso afirmar que, en un mundo informativamente dominado por
las grandes agencias de habla inglesa, la española EFE ha conseguido
introducir una novedad estratégica de extraordinaria relevancia. Algo que hay
que medir y aprehender en los muy delicados ‑y quizá delicuescentes y
resbaladizos‑ términos que definen la autonomía informativa de la
Comunidad Iberoamericana, la vertebración del intercambio noticioso entre sus
países miembros y la defensa de la unidad del idioma común.
Literatura
electrónica: ¿nueva lectura o nueva literatura?
NURIA AMAT
Encabezo mi texto con el
interrogante: literatura electrónica: ¿nueva lectura o nueva literatura? Y
mucho me temo que cuanto escribiré seguidamente no sea más que la suma de
otros interrogantes e hipótesis sobre el desafío que los multimedia más
evolucionados plantean a la literatura y especialmente a la tarea del escritor
literario.
Pero me temo
también que dada mi profesión de escritora (de escritora, todo hay que decirlo,
con una cierta debilidad, ya demostrada, por el mundo tecnológico) hablaré
más de creación literaria que de ordenadores propiamente dichos. Es también
momento de confesar que mis conocimientos sobre generación automática de
textos y multimedias aplicados a textos literarios son solamente teóricos.
Carezco de la experiencia práctica de un Jean Pierre Balpe, un Tibor Papp, un
Robert Coover, y otros escritores que, paralelamente al trabajo de creación
literaria, también han tenido la oportunidad de ser autores de programas de
generación de textos. Y es precisamente de esta realidad de donde surge mi
primera pregunta. ¿Cuál es la razón para que esta nueva literatura informática
se encuentre tan alejada de los escritores? ¿Por qué motivos lo que tiene toda
la apariencia de ser el instrumento revolucionario de la literatura permanece
inaccesible a la mayoría de aquellos que debieran ser los primeros interesados
en practicarlo?
La imprenta,
que como es sabido fue la responsable de la masificación de un género literario
llamado novela, estuvo, ya desde sus orígenes, al servicio inmediato de los
escritores. No parece que esto sea lo que esté ocurriendo con el ordenador y su
función en tanto que primer competidor del trabajo de creación literaria del
autor. Pese a las tentativas realizadas hasta el momento la realidad parece
demostrar que hasta ahora estos nuevos medios buscan a sus nuevos y
particulares creadores y eso ocurre con indiferencia absoluta hacia el abanico
de escritores que en principio deberían ser los más capacitados para trabajar
con estos programas literarios. ¿O no es eso cierto y al investigar con estas
máquinas literarias nos limitamos tan sólo a parodiar las tareas sacras de los
genios creadores? De no ser así, de ser un texto de producción literaria algo
más que una parodia, deberían darse todo tipo de facilidades a novelistas y
poetas de la talla de un García Márquez y un Derek Walkott para que realizaran
sus propios programas de generación automática de textos. Sospecho, sin
embargo, que este no es el interés de los practicantes de la literatura
electrónica ni tampoco el de los escritores citados. De acuerdo a la
bibliografía sobre literatura electrónica, por el momento parece ser que ésta
crea y forma a sus propios escritores y se despreocupa abiertamente tanto de la
literatura en general como de su evolución transformadora.
Sea por
rechazo, indiferencia o desconocimiento, la literatura electrónica posee sus
propios programadores‑escritores, los cuales trabajan al margen (según parece)
del movimiento literario mundial. También estoy convencida de que no existe una
voluntad implícita que conduzca al asentamiento de una división rigurosa de
escritores normales por un lado y por otro, escritores electrónicos. La causa
esencial de esta disociación será debida, seguramente, a un descreimiento de
la literatura por parte de estos últimos. A una duda siempre presente de si
esta literatura automática sigue siendo o no literatura. Y es esta indefinición
constante, "es o no es literatura", la que se observa en todos los
textos y pantallas producidas por los escritores informáticos.
Y de ahí
surge una nueva pregunta. ¿Es cierto que para obtener la calidad de miembro de
estos grupos de literatura e informática resulta imprescindible tener
aficiones informáticas? Al parecer la respuesta es afirmativa. El escritor en
cuestión necesita estar familiarizado con estas tecnologías. No basta con la
curiosidad o el interés simple y llano hacia ellas. Es necesaria también la
predisposición, la formación y la accesibilidad al medio.
VALOR Y AUTORÍA
Desde que
siendo todavía estudiante adquirí mi primera noción de un ordenador siempre
asocié este instrumento con la escritura. Creí y sigo creyendo en esta
tecnología como "en un arma cargada de futuro literario", como un
potencial importante para la creatividad del autor. He escrito libros sobre
estas máquinas electrónicas y por encima de todo he admirado a mis maestros que
no por casualidad algunos de ellos sentían esta debilidad compartida por la informática.
Me refiero a Queneau, Calvino, Perec, Benabou... Escritores excepcionales,
miembros todos ellos del grupo OULIPO
(Ouvroir de
littérature
Potentielle) y que han tenido y ofrecido experiencias literarias
interesantes en el ámbito de la informática. En tanto que lectora y heredera
literaria de estos escritores, siempre me han interesado más sus libros‑límite
sobre temas relacionados con el mundo explosivo de las tecnologías
electrónicas y el final previsible del mundo impreso (libros que en mi opinión
marcan época literaria) que sus textos experimentales de literatura potencial.
Dado este
hecho, ¿no será el ordenador (siempre desde el punto de vista literario) un
nuevo monstruo o enemigo contra el cual el autor debe luchar y competir si
desea sacar lo mejor de su talento literario? ¿Los sistemas multimedia no
serán equiparables a las antiguas novelas de caballería que enloquecieron al
Quijote al punto de transformarlo en caballero andante y lograr así la secular
novela? Y sin apartarnos del Quijote, ¿no será el ordenador un molino de
viento más, que el lector fanático confunde con un gigante? Y por último, ¿no
será la literatura electrónica la mejor excusa que los aficionados a los libros
nos damos una y otra vez para hablar de literatura en una época de marcado
epílogo literario?
Algunos
miembros del OULIPO han fundado el grupo ALAMO, del cual disponemos ya de
textos concretos y programas interactivos como los logicales ROMAN, RENGA,
etc... elaborados por el escritor Balpe. Las pantallas de estos programas que
me ha sido dado leer resultan sorprendentes siempre que el lector sea
consciente de que estos textos y poemas fueron producidos por un dispositivo
mecánico debidamente preparado para producir obras. Siempre que el lector
asuma plenamente el engaño del procedimiento escritural y ante un texto
correcto o bello de un programa de generación de textos nunca se pregunte
sobre su menor o mayor dosis de calidad literaria. Pues parece que la calidad
literaria de una obra corre unida a la existencia de un autor que la
justifique y en estos casos ya se sabe que el autor del texto es un dispositivo
mecánico. ¿Querrá esto decir que el valor literario de una obra va ligado a la
autoría de la misma? Pero si esto fuera cierto no tendría sentido ni valor
histórico el tesoro entendido como el origen y fuente de la literatura
occidental. Me refiero a las epopeyas griegas llamadas Ilíada y Odisea, que a pesar de ser atribuidas a Homero
pertenecen, según advierten los últimos estudios, a las voces de autores
distintos, múltiples y anónimos. ¿Qué diferencia hay entonces entre una voz
anónima y una máquina productora de textos? A mi modo de ver, los separa un
matiz importante. Al carecer de origen y destino, los textos de generación
automática carecen también de originalidad representativa. Aunque bien es
verdad que estos textos son los mejores ejemplos nunca vistos de reiteración en
literatura. ¿Y dónde, literariamente hablando, termina la reiteración y
empieza la originalidad? La respuesta merece que nos detengamos un momento en
los textos homéricos.
Como se
sabe, el origen de la literatura occidental son las escrituras homéricas de
los griegos. Epopeyas de textura oral en un inicio, de cuya elaboración no
tenemos noticia alguna y que no tomaron forma de escritura hasta el siglo V
antes de Cristo.
Las epopeyas
homéricas eran recuerdos de poetas en una época en la que no existía la
escritura, pero es interesante averiguar de qué manera estas obras tan largas
y complejas fueron adquiriendo forma a través de la tradición oral y cómo se
perpetuaron.
D.J.
Boorstin, que ha estudiado este misterio de creación literaria, explica que los
investigadores del siglo XX han aprendido más sobre la creación de los poemas
orales que los investigadores del anterior milenio, y las conclusiones a las
que han llegado son, en resumen, las siguientes. Al parecer, los bardos (poetas
que recitaban homéricas) no recitaban los versos que habían memorizado sino
que los componían de nuevo ante cada audiencia, construyendo su relato con
adornos poéticos conforme estos iban avanzando. A partir de la base de un
repertorio de temas tradicionales los bardos componían sus cantos de nuevo
para cada ocasión. M. Parry, investigador norteamericano que tuvo la inspiración
de trasladarse a las montañas de la ex Yugoslavia donde unos poetas analfabetos
todavía cantaban epopeyas heroicas ante audiencias analfabetas, "llegó a
la conclusión (dice Boorstin) de que los bardos no eran sino hábiles improvisaciones
de un género limitado y familiar. Sobre la base de un repertorio de temas
tradicionales ‑la promesa de Zeus, la cólera de Aquiles, el rescate del
cuerpo de Héctor, la belleza de Helena y su rapto por Paris‑ componían
sus cantos de nuevo para cada ocasión. La unidad de los episodios se conseguía
mediante expresiones familiares, que utilizaban una y otra vez, reconocidas por
la audiencia como el lenguaje propio del cántico... Parry encontró algunas
claves respecto a la composición de las epopeyas orales. Este tipo de expresiones,
preparadas para encajar en la métrica de un verso homérico, daban al bardo el
tiempo necesario para elegir los siguientes episodios. Para describir a Aquiles
en la Illada, hay al menos 36
epítetos de este tipo. La elección de uno de ellos depende del espacio que haya
en el verso y de las necesidades de la métrica. En los 25 primeros versos de la
Ilíada aparecen 25 de esas fórmulas o
fragmentos de ellas. Tanto en la Ilíada como
en la Odisea, una tercera parte de la
obra está formada por versos que se repiten en alguna parte del poema."
CONTRAPROPUESTAS
LITERARIAS
Una vez se
dio forma escrita a los poemas homéricos, estos continuaron evolucionando y
la unidad de las epopeyas que hoy conocemos sólo se formó a lo largo de varios
siglos y se estabilizó del todo con la invención de los tipos móviles, que
fijaron para siempre una única versión del texto múltiple. Por todo ello se me
ha ocurrido asociar los bardos o poetas inventores de homeros con los programas
de generación automática de textos o incluso con los sistemas de hipertexto.
Estos programas, que, dicho sea de paso, en alguno de mis libros de ficción
denominé casualmente Homeros, reproducen con exactitud pasmosa el trabajo o el
talento de los bardos que, lejos de recitar los versos que han memorizado, se
dedican a componerlos de nuevo ante cada público. Si, según los expertos, la
formación de la saga homérica es una parábola del misterio de la creación y con
más razón de la literatura de occidente, me digo que tal vez la producción de textos
informatizados a la manera de homeros no sea el comienzo de una nueva forma
literaria aún desconocida, o incluso de una nueva cultura. Aunque también es
cierto que los mismos criterios se podrían utilizar para ver en esta
manifestación electrónico‑literaria reproductora del misterio de la
creatividad un regreso al origen, un fin de ciclo y una puerta definitivamente
cerrada al mismo.
En estos
aspectos es donde reside, hoy por hoy, el valor de la literatura electrónica.
En sus intentos frustrados o logrados de contrapropuesta literaria. En su
manifestación arriesgada de conclusión de era literaria. La máquina regresa al
hombre, que a su vez produce la máquina y esta prosigue su viaje en un ciclo
interminable. La máquina actúa en calidad de espejo denotativo de todo aquello
que un escritor ya no puede hacer en literatura. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué
escribir?, sería, es, la pregunta adecuada de los escritores de esta época. Y
mientras ignoramos la respuesta correcta persistimos en seguir proyectando
nuestros límites y desconciertos en las máquinas, en tanto nos seguimos
preguntando sobre el sinsentido de escribir un poema, un relato, una novela
cuando existen programas informáticos capaces de generar poemas, relatos o
novelas.
¿Le supone
un desafío al escritor el hecho de competir sus niveles de creación literaria
con los niveles de creación literaria de una máquina? ¿Tiene ya algún sentido
la escritura?
Tal vez la
literatura electrónica sea la demostración absoluta del fin inmediato de la
literatura o de algunos de sus géneros seculares. Tal vez la literatura vaya
ahora por otros derroteros y la electrónica, como la imprenta en su día, sea
el origen de un nuevo arte literario desconocido o la suma de distintas artes
ya conocidas y en su nueva expresión nacidas de nuevo. Este aspecto, el de la
tecnología multimedia (programas de hipertexto o similares que combinan sonido
e imagen) es seguramente el que ofrece posibilidades futuras más evidentes en
relación con la literatura.
Tal y como
anuncian malos presagios no es el arte el que está muriendo con el siglo, sólo
son algunos de los vehículos de expresión artística los que amenazan con
agotarse. ¿Se encuentra entre ellos el libro impreso? En caso afirmativo preveo
mayor futuro literario (pues el científico ya está demostrado largamente) en
el libro electrónico en sí mismo que en la parodia informatizada del texto
literario, en los sistemas de producción electrónica de textos que ahora nos seducen.
Las peculiaridades propias de los soportes multimedias pueden ser las causantes
de una nueva producción artística que combine la palabra escrita, la imagen
visual y animada y el sonido. La obra así realizada ya no será propiamente
literaria, ni exclusivamente cinematográfica; será otra cosa, ni mejor ni
peor, sólo que distinta a las expresiones artísticas ya superadas. Y el
escritor, el artista futuro del nuevo ámbito tecnológico, domeñará ese nuevo
medio a su modo como antaño lo hizo la pluma a la palabra, el pincel a la mano,
el piano a la sonata.
Señalé al
principio mi inquietud a propósito de la voluntad consciente o inconsciente
de los protagonistas de esta literatura informática por incubar a sus propios
ejecutores. A esto le sigue el presentimiento de que la escritura generada por
los programadores de sistemas literarios o lo que se entiende por el proceso
electrónico de creación de los textos difiere bastante del proceso de creación
habitual en los escritores. Un mundo aparte, en definitiva, con sus reglas, su
códigos y sus secretos. ¿O se trata tal vez de una pseudoliteratura en fase a
transformarse en una literatura marginal? Una literatura que llamaríamos
"de las máquinas" como existe también la literatura negra, la
literatura escrita por mujeres o la literatura judía. ¿Es esta una cultura a
añadir a la lista de literaturas marginales?
De otra
parte también es evidente el desinterés que los llamados escritores de la
cultura literaria manifiestan hacia los experimentos de la literatura informatizada.
Por incorporar alguna dosis de experiencia personal sobre el asunto debo decir
mi afición conocida por todo lo bueno y lo malo que la electrónica puede
aportar al escritor. Pero pongamos por caso que se me ofreciera escribir o
elaborar un programa particular de producción de novelas o poemas. Seguramente
aceptaría el desafío pero en este caso movida más por la curiosidad del
artilugio que por el hecho serio y fundamental de la creación literaria. Y la
razón de ello es sencilla y coherente con mi forma de interpretar la escritura.
No veo motivo (aparte del puro juego) por el que yo deba escribir ficción en un
programa de literatura informatizada si mi interés como escritora es precisamente
la subversión de la ficción. Qué utilidad tiene la creación de un programa que
escribe poemas, relatos o falsas biografías si mi escritura huye precisamente
(o rompe ostensiblemente) con esta división rigurosa de géneros. Qué sentido
tendría que yo trabajara seriamente en un lenguaje literario mecanizado si de
forma racional y voluntaria me aparto de representaciones simbólicas
traducidas al lenguaje de lo imposible para escribir (o, al menos, intentarlo)
mi propia invención de género.
¿A qué fin
crear programas que escriben novelas y poemas cuando mi propósito de
escritora es el de escribir libros que ni siquiera desean ser novelas? ¿Por
qué la máquina ha de simular o hacer suyo el arte de la novela cuando el
auténtico desafío literario radica, pienso yo, en el arte de no escribir
novelas?
Este nuevo monstruo
me impone un reto. El gran desafío de no escribir texto alguno que la máquina
sea capaz de producir o reproducir sagazmente. El gran reto de escribir lo que
el ordenador no escribe ni sueña con escribir nunca. El reto de la creación
literaria, en suma. El nuevo reto de escribir libros que obedezcan al arte de
no escribir novelas.
La
información internacional en la prensa, la radio y la televisión chilena
GISELLE MUNIZAGA
V¡vimos hoy en día en un
mundo complejamente interdependiente. Las protestas de los campesinos
franceses, los actos vandálicos de los neonazis, o las guerras que impulsan
las migraciones, afectan las vidas cotidianas de todos los habitantes del
planeta, aun la de aquellos, como los chilenos, que residimos en lugares geográficos
remotos y permanecemos al margen de los centros mundiales de
decisión.
La
información internacional crecientemente se ha convertido en una necesidad y
en un desafío.
El sujeto
moderno requiere estar informado acerca de lo que ocurre en otros países para
insertarse eficazmente en las internacionalizadas esferas del quehacer
económico o político.
Pero, más
allá de esta mirada instrumental, la información internacional es importante
para la emergencia del "ciudadano ilustrado de los nuevos tiempos",
capaz de entender la diversidad, ejercer la tolerancia, resguardar los derechos
de los otros, respetar la identidad y defender la autonomía.
Un
conocimiento ampliado del mundo es el mejor antídoto en el combate de las
actitudes de marginación, exclusión y rechazo que producen las imágenes
estereotipadas que prevalecen en los imaginarios colectivos.
Sin embargo,
una gran mayoría de las personas no sabe y ni se interesa por conocer los
acontecimientos que tienen, por sus alcances, una repercusión mundial.
La cuestión
pública se ha hecho cada vez más remota y ajena para la gente común. Cada vez
más se ha debilitado la figura del ciudadano, eje del sistema democrático. Cada
vez son menos, y partes de elites crecientemente restringidas, los que
respondiendo a las exigencias informativas de las cosmopolitas sociedades
actuales, tienen capacidad de razón no
sólo en el dominio de lo nacional sino también de lo internacional.
Esta suerte
de vacío comunicativo en lo público
es el resultado de muchas causas; sin embargo, una muy principal está en los
medios masivos: proviene del rol privilegiado que la comunicación masmediada
tiene en la definición de realidad, de
sus lógicas mercantilizadas de
operación, de sus formas de concebir lo noticiable.
Las
reflexiones anteriores explican el creciente interés en los círculos académicos
y políticos por la agenda noticiosa internacional de los medios. En estos
sectores, se han hecho vigentes las preguntas acerca de cómo en los medios
masivos están presentes los acontecimientos; de cuánto, cómo y qué se informa
acerca de los diferentes países y, en términos más generales, de cuál es la
imagen de mundo que se está entregando a los ciudadanos.
Como una
contribución al debate que se desarrolla en torno a esta problemática,
entregamos a continuación los resultados de un estudio exploratorio acerca de
la información internacional en los medios chilenos.
UNA INFORMACION MÁS AMPLIA EN LA PRENSA
En primer
lugar, tenemos algunos datos de la información internacional aparecida el día
20 de septiembre en tres medios de alto alcance público: la Radio Cooperativa,
el diario El Mercurio y Teletrece, el
noticiario del canal de la Universidad Católica de Chile.
Las
diferencias cuantitativas son explicables por la estructura muy diferente de
estos medios. La prensa es un medio primordialmente informativo y tiene la
capacidad de dar cabida simultánea a un mayor número de notas, en el otro
extremo, el mayor tiempo informativo televisivo normal es de una hora y en él
caben aproximadamente un promedio de 40 notas, considerando las de titular y
cierre.
A pesar de
lo anterior, este dato no deja de tener relevancia, pues nos indica que los
lectores de diarios tienen acceso a una información internacional
cuantitativamente más amplia que aquellos que sólo escuchan radio o ven televisión.
Y sabemos que en nuestro país una gran mayoría de las personas dicen informarse
preferentemente por la televisión.
Pero los
medios parecen diferir no sólo en la cantidad de información que entregan,
también se observan diferencias significativas respecto al tipo de información:
vemos que la prensa da mayor cobertura a las noticias relacionadas con el
acontecer político.
En términos
del origen de las noticias, dentro de la presencia de un conjunto amplio de
países de diversos continentes, se destaca EEUU, de donde proviene una gran
parte de la información referida prácticamente a todas las áreas temáticas.
Cabe subrayar que este país lidera la información relacionada con los avances
científicos. Este rasgo se mantendrá en los diversos tipos de mediciones
realizados.
El estudio
de la información aparecida en las tres radios AM de mayor audiencia
(Minería, Chilena y Cooperativa) junto con mostrar diferencias en las políticas
informativas internacionales (la Chilena le otorga comparativamente una
cobertura bastante menor a este ámbito informativo), indica una mayor atención
por parte de este medio a la información proveniente de países latinoamericanos,
sobre todo en Minería.
Con respecto
a la estructura temática, observamos una cierta diversidad dentro de un
predominio de la información política, seguida por las notas deportivas.
El estudio
de la agenda internacional aparecida en tres noticiarios de televisión (24 Horas, Teletrece y Meganoticiás) durante
la semana del 20 al 27 de septiembre, nos señala la presencia de rasgos muy
parecidos a los ya comentados.
Sin embargo,
se añaden algunas características interesantes. Nos referimos a: la dispersión
temática de las informaciones que provienen de los países europeos; la alta
concentración en deportes de la información española; la presencia en el
ámbito de las noticias políticas de los países de la Europa del Este, que no
sólo se explica por la importancia coyuntural que adquiere Rusia debido a la
crisis política; y, por último, lo que se da en todos los medios, el posicionamiento
de Japón en el área noticiosa económica.
Por último,
tenemos un ejercicio comparativo más puntual, realizado en relación con la
cobertura otorgada en la televisión a emergentes destacados de la semana del 2
al 8 de junio. Este muestra:
‑
El alto interés noticioso que suscita la elección presidencial española y el
desperfilamiento relativo del comicio boliviano ocurrido en el mismo periodo.
‑
La atención otorgada a las manifestaciones de racismo en Alemania, mayor que
aquella que recibe la crisis política de Guatemala.
DEPENDENCIA DE FUENTES
AJENAS
A partir de
esta visión provisoria e incompleta podemos concluir que la agenda
internacional de los medios chilenos posee los siguientes rasgos:
‑
Informa indistintamente sobre un conjunto muy diverso de temáticas que van
desde el acontecimiento político o económico de interés mundial o regional,
pasando por los temas punteros, como la ecología, los derechos humanos o la
delincuencia, continuando con los acontecimientos impactantes, como las catástrofes
o accidentes, dando lugar a los avances científicos y a las novedades
artísticas, deportivas y del mundo del espectáculo, e incluyendo además, una
no despreciable proporción de hechos
curiosos
‑
Incluye noticias provenientes de una amplia gama de países, entre los cuales
ocupa un lugar privilegiado EEUU.
‑
La presencia destacada de algún otro país sólo se explica por la ocurrencia en
él de un hecho de gran impacto noticioso, debido a su espectacularidad o a
criterios de relevancia informativa mundiales, sin que la atención provenga
necesariamente del interés directo para Chile del suceso en cuestión.
‑
Entrega una información de hechos dispersos, poniendo el acento en el
acontecimiento inmediato, sin contextualizar, proporcionar antecedentes, ni
adelantar posibles cursos futuros.
‑
La información acerca de los países que integran la Unión Europea es miscelánea,
aunque los hechos políticos y económicos más significativos reciben en
general una importante cobertura. El tema de los tratados económicos, aunque
de una manera puntual y en cierta medida anecdótica, tiende a estar presente.
‑
El fútbol español constituye una información de alto interés noticioso,
particularmente para la televisión.
Como
conclusión general se puede afirmar la carencia, en la mayoría de los medios,
de una política informativa internacional.
Se hace
evidente el hecho de la dependencia de fuentes informativas ajenas y
foráneas, que operan con sus propios criterios de lo noticiable, a lo que se
agrega una selección interna en gran medida basada en criterios coyunturales
relacionados con el carácter dramático o espectacular de los hechos noticiados.
La hegemonía
de EEUU es también un hecho incuestionable, pero no es despreciable la
importancia informativa que adquieren muchos acontecimientos europeos, aun los
de carácter local. Sobre todo si es comparada con el peso de las noticias
provenientes de países latinoamericanos.
Es evidente
que desde un punto de vista comunicativo, los chilenos seguimos habitando en
los márgenes. En la era de la información continuamos fuera de los centros de
producción, carecemos de poder y por lo tanto de capacidad de influencia.
En lo que
concierne al sistema de medios, somos esencialmente consumidores de
estructuras organizativas, lenguajes, formatos y contenidos foráneos.
Específicamente,
en lo que respecta a la información internacional, los altos costos que implica
su producción, las importantes y complejas inversiones en recursos
tecnológicos, la oportunidad e instantaneidad que demanda el producto, hacen
tremendamente difícil participar en la creciente competencia. Por lo tanto,
nuestra imagen del mundo, en la medida en que aceptamos que significativamente
se constituye a través de la comunicación masmediatizada, está fuertemente
determinada por nuestra capacidad de acceso y compra en el mercado de la
industria de medios.
Pero también
es cierto que ella depende de la capacidad de oferta y de penetración en los
mercados de los países en desarrollo de las industrias de medios de países más
avanzados.
Hasta ahora
la delantera parece llevarla EEUU, pero la penetración del cable y de las
transmisiones por satélite, están abriendo camino a la información de otras
latitudes.
Este
fenómeno tiene un doble beneficio, por un lado, para los chilenos, en cuanto
posibilita el acceso a una información más diversa y completa; por otro, para
los países vendedores, en la medida en que aumenta el conocimiento acerca de
sus realidades y los posiciona en el imaginario nacional.