ESTACIÓN DE ENLACE
Càrol
Díaz*
Jordi
Collel*
Dos
alumnos de la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de Barcelona
reflexionan sobre las diferentes vicisitudes encontradas a lo largo del curso
en las clases de Didáctica General.
Dicen que
no se debe hablar de lo que no se sabe, y es por esto por lo que nuestra
experiencia colaborativa no estriba ir más allá de lo que nuestra vida nos ha
ofrecido, ser aprendices. Señalado nuestro punto de vista, debemos
contextualizar la experiencia, o lo que es lo mismo situar al lector en el
espacio y el tiempo del cual partimos, ya que si no difícilmente podría ser
éste capaz de comprender los cambios y procesos que dicha experiencia nos ha
suscitado, lo cual no nos permitiría conseguir el objetivo fundamental del
artículo.
Cabe
antes aclarar un primer punto. Dicha experiencia es considerada como tal
porque es fruto de la reflexión de lo que sucedió (o creemos que sucedió) en
las clases de Didáctica General de Magisterio con la profesora Virginia Ferrer,
hasta la actualidad. Tal colaboración ha tomado diferentes formas y diferentes
significados, la interpretación de los cuales será el objeto de nuestro
trabajo.
Un primer
significado destacable, asociado a una forma concreta, se encuentra en el aula
y en las clases. Dicho significado queda situado en el periodo de tiempo en el
que mantuvimos una relación docente discente. Por las características de
la relación, esta no fue normal ya que rompió los esquemas de nuestro concepto
de educación, interiorizados a lo largo de todo nuestro proceso de escolarización.
Las
clases fueron negociadas mediante un “Contrato Pedagógico'; en el cual quedaban
explicitadas las intenciones de la materia, así como los aspectos fundamentales
de la evaluación. Dicha situación legitimaba lo que posteriormente sucedería
o, dicho de otra forma, establecía las reglas del juego en el que participaríamos.
La dinámica de las clases se organizaba entorno al debate crítico en el aula, y
así, partiendo de unas lecturas seleccionadas y sometidas a reflexión mediante
nuestra experiencia era ésta la que realmente se sometía a debate. Esto
englobaba dos ámbitos fundamentales de aprendizaje, uno en cuanto a las
técnicas de debate (discusión y análisis crítico) y el otro, quizá más oculto
en nosotros mismos, en la mediación que se llevaba a cabo de nuestra
experiencia.
Todos
estos cambios generaban un conflicto, pero ¿eran los cambios en la estructura
los que lo producían, o quizás eran los cambios en relación con nuestra propia
experiencia? Sea como sea, el conflicto estaba presente en el juego, y éste
generaba nuevas reglas. Se producían dos procesos paralelos, uno mediante el
cual desaprendíamos unas reglas interiorizadas y otro en el que aprendíamos
nuevas reglas a partir de lo que leíamos y vivíamos en el aula. Y aquí cabe
destacar la posición que tomó la docente, bajando de la tarima, colocando las
sillas en círculo y participando como una más. La profesora era la que resistía
nuestras dudas y, al mismo tiempo se constituía como guía intelectual del
grupo.
El
conflicto final y clave en el proceso apareció individualmente cuando nos
enfrentamos a la realización del trabajo pactado en el contrato didáctico. Se
trataba de un informe de autoevaluación de nuestro proceso de aprendizaje, el
cual implicaba la evaluación de nuestra experiencia, es decir la reflexión
sobre nuestra vivencia, lo que, sin ánimos de ser demasiado optimistas,
consideramos como educación en la vida.
Cabe
establecer, ante este primer y destacado significado, lo que podríamos
considerar como unas de las primeras conclusiones. La organización del grupo
colaborativo, el aula, las jornadas , merece la pena y tiene sentido
cuando esta surge de la propia autogestión del grupo y no de la imposición
exterior. Por otra parte no pretendemos educar a la gente por medio de un
sistema establecido legalmente, donde demasiadas veces los conflictos se
resuelven en el ámbito del interés propio y personal, sino a través de la
vida.
Más
suculenta fue la siguiente vivencia, cuando ella nos propuso organizar,
conjuntamente con otros profesores y alumnos de pedagogía y trabajo social,
unas jornadas de reflexión y crítica al decadente panorama universitario
actual, falto de vida y de compromiso. Dicha propuesta era muy apetitosa debido
a las excesivas motivaciones adicionales que comportaba, que, aunque algo
atrevidos, podríamos definirlos desde la psicología conductual. iY si resulta
que a la persona, que se rige por un patrón conductual propio
enseñado y está sujeta a unos estímulos aportados desde el exterior
(interacción), se la quiere educar? ¿Cuál es el mejor método?
Todo
esto, entre muchas otras cosas, fue tratado en las jornadas bajo el nombre de
FART@S (Formación Alternativa de Renovación Total), en las cuales nos emborrachamos
de un exquisito licor, quizás por la fermentación del mismo o quizás por el
placer que suponía ese espléndido manjar (la digestión aún fue más profunda).
Dejando
de ser negativos y colocándonos en un ámbito más emotivo, intentaremos expresar
otras vivencias, que aunque no hayan sido tratadas anteriormente quedan
incluidas, ya que lo que realizamos es un análisis multidimensional.
El
reencuentro fue establecido en una “Jornada de Colaboración” que tuvo lugar en
el departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad. Revivir
los sentimientos que tuvimos en esos instantes quedaron retratados por unos
fotográficos observadores, (y con esto aludimos a todo el personal investigador),
cosa que no implica que sean negativos. Por el hecho de concebir la jornada
como un espacio de formación, la reflexión estaba incluida en todo lo que
sucedía a nuestro alrededor, ya que evidentemente sería lo que nos
proporcionaría el aprendizaje. Lo cual queda reflejado de forma explícita en
el presente artículo, adjunto al análisis que de nuestra experiencia se
realiza, para que puedan comprobar la permanencia de la colaboración iniciada
desde las sesiones del grupo clase hasta la actualidad.
Dicha
vivencia ha tomado nuevas formas, y nos referimos con ello a diferentes
encuentros entre nosotros y la profesora, en los cuales iniciamos un proceso de
reflexión desde la experiencia ya vivida con el fin de encontrar una respuesta
estructurada de lo que habíamos vivido, es decir, necesitábamos su colaboración
para poder narrar un proceso conjunto. Esto realza nuestra tesis anterior, en
la que los suculentos banquetes de conocimiento que uno realiza producen
reflexión sobre uno mismo, y aquí reside el “quid” de la cuestión, en la
interacción los procesos de reflexión producen aprendizaje, tanto en el ámbito
de lo social como de lo personal.
Finalmente
y centrándonos en el ámbito de formación del profesorado, queremos explorar una
de las conclusiones que a nuestro criterio parece más interesante. La colaboración
en la realización del artículo ha supuesto un nuevo reto ante nuestro proceso
de aprendizaje, por lo cual consideramos óptimo dicho sistema ya que nos ha
hecho trabajar duramente, en deterioro de las demás áreas curriculares, cosa
que demuestra que nuestro interés está en las cosas que queremos y no en las
que nos imponen.
Cabe
destacar ante todo lo anteriormente expuesto lo importante que es para
nosotros el presente informe ya que éste supone la memoria de lo vivido
alterado por el tiempo , lo que significa una estación de recuerdo
en el tren de nuestra vida. Estación de máxima importancia, ya que enlaza el
territorio de los alumnos con el de los profesores.