DESARROLLO
CURRICULAR Y PROFESIONALIZACIÓN DEL PROFESORADO.
Una
experiencia crítica (I)
La mayoría de las experiencias de innovación
curricular publicadas suele centrar sus contenidos en los diseños elaborados o
en los productos. Con estas páginas los autores de este trabajo ponen el
énfasis en el proceso, intentando desvelar cómo ha incidido una experiencia
constructivista para su desarrollo profesional, uniendo y problematizando al
mismo tiempo la teoría con la práctica.
En todo momento hemos
estado condicionados por diversas circunstancias, catalogables en externas e internas. Ambas han operado
indistintamente como factores posibilitadores y obstaculizadores de nuestro
desarrollo profesional.
En cuanto a los factores
externos, debemos destacar la diversidad institucional. Hemos llevado a cabo
nuestra experiencia en tres centros muy distintos por su origen y situación
funcional (2). Pero, lejos de convertirse en un obstáculo, este hecho ha jugado
un papel muy favorable. Primero, propició la constitución del grupo de trabajo,
por la inexistencia de departamentos didácticos en unos casos o por el arraigo
de los hábitos positivistas en otro. Segundo, a lo largo del proceso, se reveló
como un instrumento de control para verificar que nuestra propuesta de trabajo
superaba suficientemente la lógica tensión entre las necesidades antagónicas de
diversificar y universalizar el currículum al mismo tiempo.
Sin embargo, este mismo
factor también operó negativamente. Las decisiones curriculares, explícitas e
implícitas, de cada centro fueron generalmente contraproducentes con nuestras
intenciones. Así, debimos renunciar a la interdisciplinariedad a causa de la
tradicional división entre Geografía e Historia que viene practicándose en
multitud de sitios. Nuestra práctica constructivista fue en todos los casos una
excepción metodológica. Esto provocó toda clase de reacciones entre el resto
del profesorado y los alumnos, muy poco favorables. También nuestra necesidad
de evaluación procesual estuvo casi siempre enturbiada por sus decisiones sobre
evaluación.
A pesar de todo, los
condicionantes internos fueron más
trascendentales. De hecho, nuestros hábitos profesionales han sido la principal
fuente de dificultades. Nuestra formación positivista incidió mediante la
inercia sistemática a no explicitar nuestras concepciones, a no cuestionar los
fundamentos de todas las decisiones prácticas, a perpetuar nuestra alienación
profesional tal como la definen Rozada, Cascante y Arrieta:
" La alienación del
profesorado puede ser pensada en un sentido
fuerte como la de un trabajador
productor de mercancías (fuerza de trabajo) que se halla, como el resto de
los trabajadores, expropiado del producto de su trabajo. Se halla asimismo enajenado (y en el sistema tecnicista
mucho más) del proceso y los medios de trabajo"
(3)
Pero más importante fue
nuestra decisión de tomar la palabra (4), de apropiarnos de nuestro trabajo,
construyendo autónomamente el currículo. La práctica constructivista nos obligó
a superar la tradicional división entre teoría y práctica. La mayoría del
profesorado aún se resiste a reflexionar sobre sus presunciones y experiencias,
contra lo que Stenhouse ha subrayado:
"El autoperfeccionamiento surge al escapar
de la idea según la cual el camino hacia el virtuosismo es la imitación de los
otros ‑el pastiche‑ hasta llegar a comprender que radica en la
fusión de la idea y la acción en el rendimiento
propio hasta el punto en que cada una puede justificarse en el sentido de
ser plenamente expresiva de la
otra" (5)
Por tanto, reflexionar,
"teorizar supone, en definitiva, (...) incrementar
el sentido profesional del profesorado
en la medida que se hace más crítico y abre su disposición a aprender desde sus
propio trabajo" (6).
Nuestras reflexiones han
estado tan condicionadas por la praxis constructivista, que la estructura de
estas páginas obedece a las fases de trabajo reales llevadas a cabo con el
alumnado. Por tanto, el primer epígrafe está dedicado al proceso de
elaboración, desarrollo en el aula y análisis del cuestionario de ideas
previas. El segundo, a la elaboración y aplicación del contraejemplo. El tercer
apartado se ocupa del trabajo con materiales y la redacción de la síntesis
final. Y, por último, las conclusiones recogen una breve evaluación global de
todo el proceso.
I.
En torno al cuestionario inicial
La elaboración del
cuestionario inicial supuso una breve reflexión y algunas consultas sobre la
función del conocimiento geográfico, el proceso de enseñanza-aprendizaje y las
constelaciones de contenidos y capacidades susceptibles de indagación. Su
objetivo no fue sólo conocer algunas concepciones del alumnado. Sobre todo
constituyó el punto de partida, porque su análisis permitió organizar la
siguiente fase de trabajo, el contraejemplo (7).
Con respecto a la función
del conocimiento geográfico, para qué enseñamos, se produjo una discusión que,
sin embargo, no fraguó en decisiones concretas. Afloraron concepciones más o
menos críticas sobre el currículum (8) y sobre la propia geografía (9), no
formalizadas inicialmente en objetivos.
En cuanto al modelo de
enseñanza, nuestra primera decisión fue adoptar la metodología constructivista.
Con ello no analizamos rigurosamente nuestra experiencia para determinar al
menos qué no se desea repetir: "para investigar e innovar hay que cambiar con la rutina de las prácticas de enseñanza. Hay que romper con la monotonía de estudiar cosas ‘ya hechas',
muchas veces convertidos en estereotipos poco rigurosos." (10) Sólo se
produjo un intercambio irregular de experiencias y una simple clarificación
técnica sobre las fases del proceso. La única decisión concreta fue adoptar la
estrategia general de los contraejemplos.
La selección de los
contenidos nos hizo reflexionar someramente sobre los conceptos y los
procedimientos generales propios del saber geográfico. Pese a que nuestros
mismos vínculos se encontraban en el terreno de las actitudes y los valores, no
realizamos una explicitación de estos contenidos, a causa seguramente de
nuestra formación positivista. Nuestra primera relación de conceptos y
procedimientos, elaborada sin apoyo documental, fue contrastada posteriormente.
Al final, siguiendo la propuesta de Pilar Maestro para el conocimiento
histórico (tomada de Topolsky) (I I) decidimos indagar al mismo tiempo las
concepciones de nuestros alumnos sobre tres factores: el espacio geográfico
vivido, el conocimiento geográfico y su utilidad, y la producción y
reproducción del mismo.
El trabajo de los alumnos
fue diverso en cuanto al número de sesiones (entre 9 y 13) y los pasos dados en
la socialización de las respuestas individuales. La estrategia de puesta en
común y el vaciado de las respuestas individuales y las síntesis colectivas nos
permitieron caracterizar el pensamiento de nuestros alumnos, sin diferencias
especialmente sensibles entre los tres centros. Apreciamos un predominio
absoluto de las concepciones positivistas sobre el espacio y el conocimiento
geográficos y su enseñanza y aprendizaje.
2.
Acerca del primer contraejemplo
El análisis previo hizo
que el objetivo genérico del contraejemplo fuese actuar globalmente sobre los
tres grupos de concepciones indagados anteriormente. Esta fase fue la de mayor
duración. Aunque podemos distinguir formalmente dos momentos, diseño y
aplicación, su naturaleza fue esencialmente dialéctica y cíclica (I 2).
La elaboración supuso una
serie desigual de discusiones (unas previas y otras simultáneas) cuya temática
y nivel de concreción dependió siempre de la propia dinámica de trabajo. Como
en el caso anterior, algunos de los temas requirió cierto grado de
documentación. Fue el caso de las condiciones que debe reunir un problema para
ser relevante. Concluimos que cualquier problema debía reunir dos tipos de
significación. Debía ser socialmente relevante y debía contar con significación
disciplinar.
La segunda discusión
previa trató lógicamente‑ sobre los contenidos de este primer
contraejemplo. Nuestras decisiones constituyeron el inicio de nuestro proyecto
de trabajo, con tres objetivos específicos: demostrar que la geografía se ocupa
de todos los fenómenos propios de las relaciones entre las sociedades humanas y
su espacio, que el conocimiento geográfico es útil para resolver problemas más
concretos o más generales, y que es posible un aprendizaje significativo del
conocimiento geográfico, mediante un método suficientemente explicitado.
Estos objetivos
implicaron actuar sobre un conjunto de conceptos estructurantes y
procedimientos, con relativa independencia de los sustantivos y factuales que
seleccionásemos, aunque éstos estuvieron dirigidos a modificar las concepciones
del alumnado sobre el objeto de la geografía.
La tarea de decidir
objetivos, contenidos y estrategias suscitó también algunas discusiones de
desigual relevancia y duración, que se prolongaron hasta la fase de aplicación
del contraejemplo. Fue necesario clarificar el método constructivista y el
papel del cuaderno (de alumnos/as) en su evaluación, lo que supuso una revisión
informal de la trayectoria seguida. También abordamos la previsión de bloques
de contenidos susceptibles de tratamiento en la fase de problematización. Fue
necesario consensuar los significados de conceptos como estado, país, nación y
pueblo. Discutimos las estrategias más adecuadas para abordar el problema de la
lectura comprensiva y para socializar el proceso entre los tres centros
implicados. El trabajo con el contraejemplo fue necesariamente abierto y
flexible. Los caracteres de cada docente y las circunstancias de cada centro y
grupo influyeron. En consecuencia, se produjo cierta diversificación,
especialmente en las estrategias. Sin embargo, el contraejemplo configuró un
marco conceptual y procedimental coherente, homogeneizando relativamente el
proceso.
Este paso tampoco estuvo
exento de discusiones. Así, debatimos la lentitud con que se desarrolló, por
encima de la que reclama justamente el aprendizaje significativo. Aunque las
razones fueron diversas, su estructura fue la principal, siendo
contraproducente con el objetivo de construir en los jóvenes una conciencia
activa sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje.
También los primeros
intentos de problematización fueron infructuosos, porque el alumnado no conocía
esta estrategia de aprendizaje y porque no planificamos estrategias con ese
objetivo, aunque finalmente planteamos diversas soluciones complementarias.
Pese a las dificultades,
muchos alumnos avanzaron con relativa rapidez en la elaboración y definición de
problemas, en su distinción de las simples preguntas y en la formulación de
hipótesis alternativas. Esto nos obligó a predeterminar los metaproblemas (o cuestiones
subyacentes) en que inscribir los formulados por los alumnos. Con ello,
organizamos bloques de contenidos e iniciamos la elaboración de estrategias
conducentes a su reconstrucción en el aula.
3.
Sobre la conceptualización final
Formalmente, el trabajo
con materiales y la síntesis final constituyen dos fases diferentes del
proceso. Su reunión en la elaboración y redacción de una síntesis final estuvo
condicionada por el calendario escolar, pero también por nuestras propias
carencias procedimentales en el tratamiento científico de las fuentes de
información.
La solución de
compromiso, un guión con que afrontar la redacción de un informe final por los
alumnos y alumnas, partiendo de la confrontación de las hipótesis con los
materiales y casos estudiados, permitió avanzar en el proceso de
conceptualización.
De este modo, la mayor
parte de las consultas sobre cómo realizar dicho informe estuvieron encaminadas
a conceptualizar y aprender procedimientos. Una vez más, lo que debió estar
previamente planificado tuvo que ser organizado y reflexionado en y por la
práctica.
Conclusiones:
Aprendiendo a construir el currículum
El rasgo fundamental de
este proceso fue la relación antagónica entre nuestra formación positivista y
la práctica constructivista que pretendimos llevar a cabo. La primera
obstaculizó sistemáticamente la articulación de nuestro conocimiento curricular
como algo hipotético, dispuesto a ser verificado.
Así, en primer lugar,
quisimos considerar este trabajo como un proceso de investigación. Sin embargo,
las condiciones exógenas, nuestras
propias limitaciones ‑algunas puestas de relieve en este análisis‑,
y las dificultades inherentes a la investigación curricular nos impidieron
formalizar suficientemente su carácter investigativo.
En consecuencia, nuestra
explicitación de ideas previas (definición de problemas escolares específicos y
formulación de hipótesis de trabajo sustentadas en un marco teórico, el diseño
mismo) se caracterizó por el desorden. Apenas realizamos una sistematización
previa, yendo a remolque de las demandas prácticas. No obstante, nuestra etapa
de contraejemplo (todo el curso escolar) fue rica en aprendizajes, unos más
específicos (técnicos) y otros más genéricos (teórico‑metodológicos).
Y, por último, no
prestamos la debida atención a las estrategias y recursos favorecedores de la
confrontación de nuestras presunciones, lo que ha influido negativamente en
esta evaluación. Nuestra síntesis final, estas líneas, es por ello deudora de
todo el proceso, presentando los mismos aspectos negativos y positivos.
Frente a esto la
naturaleza del método constructivista nos ha obligado a abordar el desarrollo
curricular con el orden necesario y en clave de proceso, frente al modelo
predominante de enseñanza: ¿qué hago
mañana? Pero también ha propiciado un esfuerzo de reconstrucción de nuestro
conocimiento curricular, epistemológico y social. Contra la fragmentación
positivista, la construcción del currículum nos condujo a la globalidad:
nuestras discusiones y elaboraciones fueron desde lo puramente técnico hasta lo
más estrictamente teórico.
Por ello, ha sido posible
enseñar y aprender geografía mediante la resolución de problemas. Hemos
sustituido el currículum preestablecido por otro que se construye con la
participación de alumnos y profesores, siendo mucho más relevante para todos,
aproximándonos, aún sin planificación previa, a la diversificación curricular.
Pero también hemos abierto un camino de más largo recorrido: el de nuestra
profesionalización.
Notas
(I) Estas páginas son un
producto de nuestra experiencia profesional del curso 1996-1997, que supuso
afrontar tres tareas distintas: articular un grupo de trabajo, elaborar un
currículum y afrontar un cambio metodológico mediante el desarrollo de
proyectos en las aulas.
(2) Uno de ellos, La
Nueva Isleta, es un instituto de reciente apertura, aunque su origen como
extensión de un centro tradicional de BUP ha condicionado las teorías,
prácticas y actitudes de su profesorado, poco propicias para un intento
autónomo de desarrollo curricular y profesional. Los otros (IES Guillermina Brito en Telde e IES Islas Canarias en Las Palmas de Gran Canaria) se encontraban en
una situación diferente. Eran antiguos colegios de EGB en pleno proceso de
conversión a Secundaria. La inexistencia de departamentos didácticos y el
relativo ‑y lógico‑ desorden que implica la transformación de un
centro (en cuanto a las posibilidades de coordinación entre primer y segundo
ciclos) contribuyeron a la constitución de este grupo alternativo de trabajo.
(3) ROZADA MARTINEZ, J.
M. y OTROS (1989): Desarrollo curricular y formación del profesorado. Asturias,
pág. 75.
(4) Sobre la función del
diálogo y la palabra en la emancipación de los seres humanos ‑y del
profesorado‑ son de gran valor los trabajos del recientemente fallecido
Paulo Freire y de Jürgen Habermas.
(5) STENHOUSE, L. (1987):
La investigación como base de lo enseñanza. Madrid, pág. 138.
(6) HERNÁNDEZ, F. y
VENTURA, M. (1992): La organización del currículum por proyectos de trabajo.
Barcelona, pág. 15.
(7) Sobre el papel de las
concepciones del alumnado en el proceso de enseñanza y aprendizaje, tiene
especial interés la consulta del capítulo tercero de PORLAN, R. (1993):
Constructivismo y Escuela, Sevilla, pp. 103‑117.
(8) Estas tesis pueden
consultarse en SOUTO GONZÁLEZ, X. y RAMIREZ MARTINEZ, S. (1996): "Enseñar
Geografía o educar geográficamente a las personas", en Métodos y Técnicas
de la didáctica de lo Geografía Íber, n° 9, pp. 15‑26, Barcelona.
(9) Un buen ejercicio de
geografía radical es LACOSTE, Y. (1990): La geografía: un arma para lo guerra.
Barcelona.
(1O) SOUTO GONZÁLEZ, X. y
RAMIREZ MARTINEZ, S.: op. Cit. pág. 19.
(11) Ver MAESTRO
GONZÁLEZ, P. ( 1991 ): "Una nueva concepción del aprendizaje de la
Historia. El marco teórico y las investigaciones empíricas", en Studia
Pedagógica, n° 23 (enero-diciembre), pp. 54‑81, Salamanca. Ver también la
primera parte de TOPOLSKY, J. (1992): Metodología de la historia, Madrid.
(12) Stephen Kemmis
subraya que "la teoría crítica del currículum implica una forma de
razonamiento distinta de la técnica y de la práctica: el razonamiento
dialéctico. Y se rige por un tipo diferente de intereses: lo que Habermas (...)
describe como un interés emancipador". KEMMIS, S. (1988): El curriculum: más allá de la teoría
de la reproducción. Madrid, pág. 80.