¿ENSEÑAR A LOS MAESTROS?
Sobre lo que no verificamos (los
positivistas apasionados), no interpretamos (los hemenéuticos apasionados) y no
hemos sido capaces de transformar (los críticos poco prácticos)
Jaume
Martínez Bonafé*
Con un
estilo muy fresco, a veces irónico, el autor describe a lo largo de este
interesante artículo el perfil de quienes dirigieron la formación del
profesorado en los albores de la democracia. Le preocupan igualmente otros
temas relacionados con la innovación y el reciclaje de los maestros, la
desacreditación del profesorado en los últimos años, el ataque a su identidad
así como la progresiva institucionalización de las prácticas innovadoras. Un
trabajo que no pasa por alto el papel que los MRPs han representado y
representan en la actual política de formación.
La
formación del profesorado es un campo de relaciones de fuerza. Tampoco podía
ser de otra manera: hablamos de una compleja práctica social regida por las
reglas y tensiones que se producen en el conjunto de la sociedad. Sin embargo,
quizá por esa virtuosa magia de lo que Eduardo Galeano llama "el
sistema" nos hemos ocupado poco de pensar esta obviedad. Entretenidos en
ver cómo la chistera vomita conejos, se nos olvida preguntarnos por las causas
ocultas en esa sorprendente indigestión.
En esta
breve colaboración pretendo proponer un par de apuntes todavía no muy
elaborados sobre algunos vectores que en mi opinión han estado y continúan
estando presentes en las políticas ocultas de la formación del profesorado en
nuestro país. Con la saludable intención de someterlos a la discusión
enriquecedora.
Con un tres y un cuatro, la cara
de tu retrato
Vamos
directamente al grano. Tras la transición a la democracia formal en los años
setenta, en nuestro país la comunidad científica instalada en la Academia que
se ocupa de los asuntos educativos, así como la clase política que ocupa los
cargos de responsabilidad en las administraciones educativas tienen un perfil
muy definido. Por decirlo en términos de los clásicos, quienes toman en sus
manos la hegemonía y la legitimación de las políticas de control sobre la formación
del profesorado muestran una definida comunión de rasgos. Varones, alrededor
de los cuarenta, procedentes de diferentes especialidades universitarias, y
vinculados a eso que genéricamente podríamos llamar el sector progresista que
se opuso al franquismo y la dictadura. Y sobre ese amplio y genérico sector
progresista aunque a estas alturas parezca mentira , el Partido
Comunista ejerció un claro liderazgo. En el caso que nos ocupa, la presencia
comunista en los Colegios de Licenciados era notoria, particularmente en
aquellos más activos en la conformación del discurso del cambio educativo como
los Colegios de Madrid, Valencia o Barcelona. Y mi hipótesis de trabajo es que
la cultura respirada en esos formatos de clandestinidad, negociación y lucha a
lo largo de largos años, largos días y más largas noches de ese breve momento
histórico del tardofranquismo y la transición, han continuado estando
presentes de un modo tácito y ejerciendo una influencia determinante en los
procesos y las decisiones científicas, administrativas y políticas sobre la
formación del profesorado.
No
dispongo de mapas conceptuales suficientemente seguros para moverme por las
tres primeras características que atribuí al perfil: la de género, la edad y
la vinculación universitaria, pero me parece que está insuficientemente
considerada la relevancia de esos datos. Son varones cuarentones a menudo
profesores de instituto o universidad, los que ejercen la hegemonía
discursiva. Dejo apuntada la cuestión para ocuparme directamente de la última,
que relacionaba con la proximidad ideológica a la militancia izquierdista
liderada por el Partido Comunista (en sus diferentes versiones y reconstrucciones)
(I ).
Puesto
que he atribuido a un sector social la hegemonización discursiva convendrá
primero recurrir a los Cuadernos de Gramsci para echar mano de un par de
conceptos: el de intelectual orgánico y el de hegemonía, con los que iniciar
la justificación de ese argumento. Gramsci utiliza el concepto de hegemonía
para hacer referencia a la dirección ideológicomoral de una clase social a
través de sus intelectuales orgánicos (por ejemplo, el partido político, pero
no exclusivamente el partido) Salvando prudentemente las distancias, la
cuestión que yo señalo es que en aquel periodo ese sector de varones citado,
unos organizados en el partido y otros no organizados, toman la dirección del
cambio educativo, y desde esa posición hegemónica toman finalmente el poder.
Hablo de un poder presente no solo en los despachos de las administraciones
educativas, también en los diferentes ámbitos de la producción cultural y en
los medios para la circulación de las ideas. Y en este caso no puede atribuirse
literalmente el concepto de partido a lo que acostumbramos a ver por tal en el
espectáculo de la política mediática: en bastantes de las administraciones
que yo conozco casi nadie de los que entraron a ocupar cargos de responsabilidad
eran del PSOE antes de 1979 y casi nadie de los que eran del PSOE antes de 1979
entraron a ocupar cargos de responsabilidad. Puestos a hablar de siglas, la
mayor parte de los "equipos de Reforma" liderados, claro, por
profesores de Instituto, tenían una vinculación directa con CC.00. Y no digamos
de los escandalosos transfuguismos, desapariciones y travestismos ocurridos
después de 1982. El malo de Foucault disfrutaría con ese enorme potencial
empírico sobre las tecnologías del yo.
En cuanto
al discurso como objeto de hegemonización, quiero referirme aquí a las formas
simbólicas y a las prácticas de ese sector, que en el proceso de mutua
constitución conciencia, actividad y significación han venido
conformando un modo de organizar, sustanciar y reproducir sus propios intereses
y deseos, tanto hacia el interior como hacia el exterior del sector o grupo
social. A pesar de sus limitaciones, el libro de Gore (2) es una buena
herramienta para la comprensión de la analítica discursiva de un grupo social.
Conviene prestar atención a la idea que la eficacia unificadora del discurso
se obtiene en su desarrollo de lo cotidiano, en lo que parece natural y obvio,
lo que ocurre todos los días, lo que se vive en la experiencia de lo real. Y es
eficaz por cuanto sitúa en los márgenes y desterritorializa la crítica a la
presencia en su interior de la fetichización, el extrañamiento, la
ahistoricidad, la escisión o el vaciamiento. De modo , entonces, que en su
estrategia unificadora se sitúa al tiempo la necesidad táctica de separación
de la conciencia, la actividad y la significación.
Pues
bien, mi hipótesis de trabajo que aquí no pasará de simple conjetura
es que en ese proceso de hegemonización discursiva no sólo se han gestado gran
parte de las posibilidades y los límites de la formación del profesorado;
además, se ha venido enmascarando a la vez un proceso creciente a lo largo de
las dos últimas décadas de desacreditación del profesorado como proyecto
político .
No es natural. La construcción
política del saber docente
En lo que
sigue, voy a tratar de apuntar algunas de esas prácticas discursivas, para
identificarlas posteriormente en la configuración de los programas y las
prácticas de formación.
I. La
política como expropiación de lo común (con una falsa teoría de la vanguardia)
Quizá en
la inspiración leninista se encontraba el germen de un proyecto político de
sustitución y suplantamiento de la voz creo recordar que esa era la
tesis de Rosa Luxemburg, por ejemplo El contexto de clandestinidad,
favorecía y reforzaba esa estrategia. El partido dejaba de ser aquella
posiblidad de la filosofía política que aglutinaba la toma de conciencia
según apuntara el joven Marx en los Manuscritos para convertirse en
una totalidad cerrada que encerraba un discurso de totalidad, cuando no
totalitario. Con constantes invitaciones a la disidencia, claro. Era el tiempo
de silencio, en la novela de Luis Martín Santos. Donde el lenguaje se
hacía clandestino y las metáforas sobre la vanguardia cobraban un frío sabor
acerado. Recordemos el avance imparable de la locomotora de la revolución sobre
la decrépita ancianidad de la burguesía ese, sin embargo, encantador
Burt Lancaster en la película de Bertolucci. O la bandera de la
Revolución avanzando por entre las barricadas, en el cuadro de Delacroix. O
esa imagen de Lenin su gran frente iluminada subido a un camión
hablando en la noche a los obreros portuarios, según nos la devuelve a la
memoria con exquisita crueldad la última novela de Almudena Grandes. Son
imágenes que comprometen al sujeto con una teoría de la vanguarda que anuncia
en la fuerza, la valentía y la lucha su posibilidad de realización.
Pero la
sociedad devino espectáculo en el sentido que anticipó Guy Debord
(3) y la política separada colonizó nuestra vidas a través de los poderes
mediáticos. Del tiempo de silencio llegamos a Timisora y Tianamen. El lenguaje
se hizo espectacular y, a juicio de algunos analistas Giorgio Agamben, o
I. Ramonet p.e lo verdadero no es ya más que un momento en el necesario movimiento
de lo falso. De esa forma verdad y falsedad se vuelven indiscernibles y el
capitalismo espectacular se legitima a través del espectáculo, de la política
como forma de expropiación del lenguaje en tanto bien común al hombre
cualquiera. Aquello que fue clandestinidad organizada devino organización
democrático espectacular en el interior del Estado. Desde ahora, es en el
interior de esa forma de poder, donde se reconocen identidades, se jerarquiza
el diálogo con lo otro, se disuelven vínculos sociales, se producen efectos de
sustitución de la voz, o simplemente se nadifica. Lo que ya antes escondía
a veces en los propios formatos de clandestinidad distintas
formas de violencia simbólica, se muestra ahora y amplifica esa misma violencia
como tecnoburocracia en el interior del Estado (4).
He aquí
un reciente momento de nuestra historia cruzado por las coordenadas del
espacio y el tiempo. En ese caldo de cultivo creció en gran medida nuestra
forma de conocer. Y ese fue el campo donde nos cultivamos como sujeto social.
Con todos los matices, complejidades y particularides que se quiera, ese fue
un importante contexto de formación, de creación de lenguaje, de producción
cultural. Y, como trato de defender en este artículo, entiendo que las redes
simbólicas con las que se definen ahora gran parte de los programas de
formación docente son la creación y re creación de ese contexto cultural.
A modo de
apunte de lo que requiere mayores profundidades analíticas, señalaré ahora
algunos de los efectos en los discursos de formación del profesorado.
Uno. El
olvido político por parte del marxismo monárquico versión 5° Centenario/Expo 92
(5), de algunas categorías de análisis. Por ejemplo, de los conceptos
"trabajo", "salario" y "forma mercancía de la fuerza
de trabajo"; para el análisis del puesto de trabajo docente. Despreciada
la mirada estructural, las puertas quedan abiertas a un simplificador discurso
funcionalista para la formación del profesorado en sus diferentes
versionesque, además, va y no funciona. Se atribuyen primero al
objeto profesor determinadas funciones y se considera ala realidad de la
escuela y el aula definida por la función que desarrolla. Y se trata de ajustar
ambas a través del programa de formación docente. Dada una realidad
social educativa ideal, cuya definición el sistema atribuye a un orden
jerárquico superior al del maestro, procédase a impartir a ese sujeto de
iguales en formación aquellos conocimientos y habilidades que le aporten el
mérito suficiente para acceder a la función pública de la enseñanza. Con las
críticas que sólo en la década de los setenta le llovieron al funcionalismo
sociológico de Parsons se puede empapelar tres veces la facultad en la que
trabajo. Sin embargo, muchas decisiones académicas sobre la formación docente,
y todas las políticas desarrolladas en los últimos años en las distintas
administraciones educativas no se han despegado de ese argumento liberal, que
en su manifestación más prosaica viene a decir: lo que pasa en las escuelas,
sobre todo, lo que pasa de malo en las escuelas, es porque los profesores no
saben, no han aprendido, o no han querido aprender lo suficiente para hacer
realidad aquella "realidad" social educativa idealizada. Descargando
así la responsabilidad del éxito o el fracaso en la práctica cultural del
programa de formación y/o la buena disponibilidad del servidor público. El
lector entenderá mejor a través de un ejemplo: tome el nª 223 que la revista
Cuadernos de Pedagogía dedicó monográficamente a la valoración institucional
de los "proyectos curriculares de la Reforma". Y lea el primer artículo:
“Aprendiendo de la experiencia”; que firman C. Col¡ y E. Martín, entonces
Director Geral de Renovación Pedagógica y Directora del Gabinete de la
Secretaría de Estado de Educación. Y juzgue las valoraciones que allí se hacen
de las dificultades de implementación de eso que llamaron "segundo nivel
de concreción del nuevo modelo curricular".
He
publicado un par de trabajos donde trato desde una perspectiva
post estructural y con el soporte de algunas categorías analíticas de C.
Marx y de Marcuse y de Habermas, ... sobre un modo de uso de la teoría
del valor para el análisis del carácter mercancía de la fuerza de trabajo del
maestro, así como sobre el análisis de la complejidad en la estructura del
puesto de trabajo docente en la enseñanza primaria (6). La cuestión aquí es
problematizar un hecho la hegemonía de una política de formación
que no se puede explicar sólo desde un combate entre paradigmas en el sentido
de Khun lo que situaría el debate en un contexto puramente
académico . Volviendo a la hipótesis inicial. Más allá de las
"revoluciones científicas"; lo que se muestra es una forma de
aprendizaje de la política que fue a por la revolución social y se quedó en
mera actitud contemplativa hacia el curso de la historia. Y lo que es peor, tal
actitud deviene finalmente una forma de pedagogía y una forma de profesión. Uno
de sus principales rasgos es desconocer que todo pensamiento unitario que
quiera estar presente en el curso de la historia no se distingue en nada de la
actitud práctica a adoptar, a no ser que se quiera edificar en la separación
una forma de poder separado. Al menos desde Leontiev podemos argumentar sobre
la idea de la actividad "con sentido", es decir, nuestra conciencia
deviene en gran medida de encontrar sentido e interés a lo que hacemos. ¿Cómo
no argumentar que es desde la comprensión del sentido de lo que hacemos que
podemos tomar conciencia y edificar reconstruir nuestro saber
profesional docente? ¿Cómo no argumentar respecto de las formas de
"alienación" y de la pérdida de sentido al transformar en
fuerza de trabajo/mercancia el saber profesional docente? ¿Y cómo no argumentar
que es en el combate de la alienación en la voluntad de reecontrar el
sentido donde reside la posibilidad de revitalización de ese saber
profesional docente?
¿Qué
sentido tiene, entonces, hacer descansar sobre el "expertismo" y las
"asesorías" cuando no en la "inspección” gran parte de
los programas de innovación, reforma y reciclaje profesional? Como vengo
señalando, la teoría política que sustenta la escisión entre conciencia y
actividad, justifica la presencia de la vanguardia dirigente y atribuye a la
inmadurez de las masas su fracaso, en tanto que proyecto político concreto en
el caso del profesorado tiene un efecto también muy concreto: la desacreditación,
la ilegimidad, la no atribución de identidad, la negación de la voz. Declarada
la asamblea "enfermedad infantil" (7), otros significantes acudirán,
algunos en forma de decreto el último la Ley Pertierra , a
re significar la vida de la escuela: el director profesional frente a la
autogestión pedagógica es sólo un ejemplo.
Dos. Un
enfoque "democráticoestructural" de las minorías y las mayorías,
con la guinda de la negación de la disidencia, lo heterodoxo o lo diferente.
Con efectos especiales como la sustitución en el lenguaje, el vaciamiento
conceptual o los olvidos intencionados.
Partamos
de un ejemplo al que no serán ajenos muchos lectores de esta revista. A lo
largo de mi experiencia docente he conocido a muchos maestros que han
pretendido trabajar el curriculum desde lo local, lo inmediato, lo concreto,
lo particular, ... y la investigación del medio ha sido y es un principio
estratégico de la renovación pedagógica. Pocos de esos maestros hicieron ese
esfuerzo para quedarse en localismos folclóricos de cortas miras. Pocos de
esos maestros tomaron en sus manos esa voluntad de alternativa curricular para
quedarse en una miope y analfabeta pedagogía de lo local. Y no creo que
existan muchos enseñantes que además de enseñar "el río de mi pueblo"
con perdón de los isleños sin río desprecien las infinitas
posibilidades informativas que ofrece cualquier rincón alejado del planeta.
Sin embargo, he tropezado con muchos textos académicos que en un increíble
alarde de simplificación han situado bajo la descalificadora etiqueta de
"localista" toda esa complejidad de intenciones y prácticas docentes.
Lo cual no tendría más importancia si no fuera por el efecto de sustitución en
el lenguaje académico como una forma de lenguaje de poder; si ello no
respondiera a una forma de división intelectual del trabajo como relación de
poder; si de ello no se hiciera "programa de formación". Veamos otro
ejemplo: he visto a un equipo de asesores de un CEP transformar la
"investigación/acción" en un seminario con un clásico formato
academicista ya se sabe, reparto de fotocopias y más fotocopias del único
ejemplar del libro de Elliott presente en la biblioteca mientras
ignoraban el esfuerzo diario de investigación de un grupo de maestras de
distintas escuelas infantiles por poner al día, intercambiar y cuestionar sus
experiencias renovadoras. Y he leído una convocatoria de la Xunta de Galicia
para que los directores de escuela acudieran a un concurso para aprender a
definir los problemas sobre los que sus maestros deberían realizar luego
"investigación acción". Nada de esto tendría excesiva
importancia si no fuera porque esas formas de lenguaje además de legitimar y
regular diferentes emplazamientos institucionales, de ser constitutivos del
discurso del poder y de la política, de actuar como vehículo de interpretación
de una forma de pedagogía, además de todo ello, son utilizados como parte de un
sistemático esfuerzo por silenciar, excluir y dominar al profesorado como grupo
subordinado. No iría esto más allá de la anécdota si no fuera porque tales
prácticas sociales apuntan directamente sobre la línea de flotación de la
identidad del maestro.
Todavía
un tercer ejemplo: he oído hablar de los Movimientos de Renovación Pedagógica
(MRPs) del mismo modo en que en determinados momentos y contextos Felipe González
o Jaquín Almunia hablan de "los comunistas"; es decir, de un modo táctico,
para producir ideología. El proyecto ya formulado por Napoleón, de
"dirigir monárquicamente la energía de los recuerdos" (8), ha
encontrado una forma de concreción totalitaria en un modo de manipulación de
las significaciones y los hechos del pasado. En vez de atribuir la eclosión de
las Escuelas de Verano y los MRPs a un proyecto político pedagógico vivo
para la radicalización democrática de la escuela, lo que le daría un permanente
sentido de futuro, no creo que hayamos alcanzado ya todas las Ítacas
pedagógicas, y menos todavía con las naves sin rumbo de la Reforma , se le
atribuye un ahistórico sentido oportunista: "yo también estuve en
aquellas Escuelas de Verano de los 70". Por cierto, aunque no conozco a
los fantasmas comunistas que atormentan a estos ilustres líderes del PSOE, a
esta pareja de profesores de pedagogía social, tal vez sea bueno recordarles
esta breve cita de Marx: "Para nosotros el comunismo no es un estado que
haya que crear ni un idea por la que deba regirse la realidad. Llamamos
comunismo al movimiento real que suprime las condiciones existentes" (9).
Tres. En
ese contexto discursivo constitutivo de gran parte de nuestra biografía y
nuestro aprendizaje fuimos sumergidos en una teoría política que atribuye
carácter científico a una ideología de formación basada en una actitud
contemplativa hacia el curso de la historia. La demanda profesional de
profesores que educaran a la clase obrera tenía siempre un limitado carácter
reformista, un carácter esencialmente reformista. Como la propia historia ha
venido demostrando, aquellos profesionales organizados en el partido no
convertían a los obreros en teóricos, y claro, esto continuaba justificando la
dirección exterior del proletarido. Tomo esta cita de la crítica que la liga
espartakista Rosa Luxemburg, K. Liebneckht,.. dirigió a las
políticas de la social democracia alemana tras la primera guerra mundial:
"La dirección exterior del proletariado, actuando por medio de un partido
clandestino disciplinado, sometido a los intelectuales convertidos en
"revolucionarios profesionales"; constituye aquí una profesion... Se
convierte pues, en la profesión de la dirección absoluta de la sociedad"
(10).
Pues
bien, creo que ese tipo de ideología que justifica la división social del
trabajo intelectual no es ajena a bastantes de nuestras actuales prácticas de
formación del profesorado. Y creo, como aquel núcleo de radicales socialistas
alemanes, que si los profesores tomaran en sus manos la definición de los
problemas y las necesidades, los procesos y las estrategias de formación
como el bueno de Stenhouse quería se estaría poniendo en crisis la
esencia de una forma de poder separado en la formación docente que toma en la
separación su mayor fuerza para legitimarse entre el propio profesorado.
¿En qué
tipo de efectos más concretos podemos identificar prácticas de formación de
profesores vinculadas a esta ideología política? He rebasado el espacio
que amablemente me otorgaron los amigos de Kiki. Le inicio al lector un listado
que a buen seguro el o ella podrán continuar ....:
A) el
desvío de las cuestiones centrales y los textos básicos para acudir a
interpretaciones, manuales y catecismos que, además de dificultar la propia
reconstrucción de conocimientos y experiencias, a su vez justifican este par de
cosas: la necesidad del intérprete, y el mantenimiento de su papel experto por
cuanto en el propio proceso de interpretación se producen perversiones y
traiciones al texto original. Y claro, garantiza una cosa muy divertida, si no
nos costara dinero: la pelea entre ellos. Parte del trabajo de los asesores de
Reforma se edificó sobre esta necesidad burocrática.
B) El
mantenimiento de una situación pre democrática en las formas de creación,
acceso y uso al conocimiento por parte de los maestros, y en las formas de
relación del sujeto maestro con el conocimiento. Es una relación
estamental y corporativa: los de primaria son una cosa, los de secundaria otra,
y otra bien distinta los de universidad. ¿Qué fue del cuerpo único? Y
desterritorializada: cada cual busca el conocimiento en otro lugar, y desde
otras experiencias.
C)
Continuar por donde se quiera,....
Hasta
aquí unas primeras notas, todavía inmaduras, obviamente incompletas, y poco
estructuradas, con las que he pretendido dibujar un apunte para una reflexión
que sí creo importante: desplazar del exclusivo territorio de la academia al
más amplio de la vida social en su conjunto y de la conformación de nuestras
biografías particulares, la búsqueda de comprensión de un modo de pensar y
actuar en la formación del profesorado. Y volviendo a aquel perfil que señalé
al principio: ¿Qué nos ha hecho la formación del profesorado para dejarla sólo
en manos de varones, cuarentones, universitarios y progres?
Referencias bibliográficas
AGAMBEN,
G. (1993): "La sociedad del espectáculo y la política del hombre cualquiera",
en Archipiélago, n° 16 pp. 23 33
CANCIO,
M. (1993): "El arma cultural del poder: la cultura xacobea y otras movidas
del despilfarro, simulacro , apariencia, ostentación y conmemoración", en
Archipiélago n° 16, Pp. 3851
DEBORD,
G. (1976): La sociedad del espectáculo. Madrid: Castellote Editor.
GORE,
J.M. (1995): Controversias entre las pedagogías. Madrid: Morata.
GRAMO, A.
(1975): Cartas desde la cárcel. Madrid: Cuadernos para el Diálogo.
KORSCH,
K. (1976): "La ideología marxista en Rusia", en KORSCH, MATTICK y
PANNEKOEK
(1976): La contra revolución burocrática. Anagrama, Barcelona.
LENIN,
VI. (1975): La enfermedad "infantil" del izquierdismo en el
comunismo. Madrid: AKAL.
MARTINEz
BONAFÉ, J. (1998): Trabajar en la escuela. Profesorado y reformas en el umbral
del s. XXI. Madrid: Miño y Dávila.
Notas
(I) A
estas alturas del texto ya es hora de que el autor resuelva la ambigüedad de su
propia posición de reconocimiento en el interior de ese perfil. En efecto,
nunca fui miembro del Partido Comunista pero he desarrollado un activo
compromiso militante en distintas organizaciones de la izquierda radical,
ecologista y libertaria. Y desde luego, en los Movimientos de Renovación
Pedagógica. Aunque ejerzo de profesor universitario tras una década de maestro
de escuela, toda mi época de estudiante fue nocturna, puesto que debía
compaginar el estudio con el contrato laboral en actividades muy diversas. Y
eso me situaba antes en el movimiento obrero que en el movimiento estudiantil.
Con el DNI en la mano, mi carácter de varón cuarentón es indiscutible.
(2) Ver
GORE, J.M. (1995): Controversias entre las pedagogías. Madrid: Morata.
(3)
DEBORD, GUY (1976): La sociedad del espectáculo. Madrid: Castellote editor.
(4) Ver
al respecto el contundente artículo de Miguel Cancio: "El arma cultural
del poder: la cultura xacobea y otras movidas del despilfarro, simulacro, apariencia,
ostentación y conmemoración", en Archipiélago n° 16, 1993. Pp. 3851
(5) Como
nos enseñó Marx, que a su vez lo aprendería de textos más antiguos, a las
personas se nos conoce por lo que hacemos, más allá de lo que declaramos.
Utilizo la expresión "marxismo monarquico versión 5° Centanario/Expo
92" para hacer referencia a una práctica política muy concreta que, a
pesar de los deseperados intentos de Felipe González por devenir
descaradamente neo liberal, tiene todavía mucho más que ver con los sucesivos
procesos degenerativos del marxismo, es decir, con su carácter esencialmente
degenerativo.
(6) Ver
MARTINEz BONAFÉ (1998): Trabajar en la escuela. Profesorado y reformas en el
umbral del s. XXI. Madrid: Miño y Dávila. Capítulos 1, 2, 3 y 4.
(7)
Recuérdese el libro de V. I. LENIN (1975): La enfermedad "infantil"
del izquierdismo en el comunismo. Madrid: AKAL.
(8)
Citado por Debord, op. Cit. P. 74
(9)
Citado por K. KORSCH: "La ideología marxista en Rusia", en KORSCH,
MATTICK y PANNEKOEK (1976): La contra revolución burocrática. Anagrama,
Barcelona.
(10)
Debord, G. Op. Cit. P. 66.