LA FORMACIÓN INICIAL DEL PROFESORADO DE SECUNDARIA: ANÁLISIS DE UNA EXPERIENCIA
Pilar Azcárate
Goded
Marisol Ibarra Sáiz
Antonio Navarrete Salvador
En este trabajo se aborda la problemática de la
formación inicial del profesorado de Educación Secundaria. Los perfiles
formativos y los aspectos organizativos de éstos, siguen sin definirse en
coherencia con la nueva demanda que plantea la Reforma Educativa. En esta
experiencia, se aborda la formación del profesorado de secundaria, desde una
nueva visión y desde nuevos parámetros; siempre dentro del marco legislativo
que aún existe. Por todo ello, aunque dentro del modelo tecnológico, esta
experiencia viene a romper con el viejo modelo de formación del CAP.
Breve
visión retrospectiva de la formación del profesorado de Secundaria
La
mejora de los procesos de enseñanza mediante la implantación de un nuevo modelo
curricular que satisfaga nuevas demandas sociales e incorpore en la práctica
los avances de las Ciencias de la Educación es un proceso que genera nuevas
necesidades formativas en la línea de capacitar al profesorado para
institucionalizar los cambios propuestos por la administración.
Los
Institutos de Ciencias de la Educación tuvieron la responsabilidad única de la
formación inicial y continua del profesorado, con una historia más o menos
común hasta 1982, desde entonces hemos asistido a una etapa de disgregación y
lenta agonía conducente al caos actual. Ya en el informe elaborado por el
Ministerio de Maravall se descalificaba la actuación
de los ICES, y muy particularmente el desarrollo de los cursos que conducían a
la obtención del CAP. Sin embargo, los cursos del criticado CAP, se fueron
prorrogando anualmente, en una situación que llega hasta hoy.
Casi
veinte años de provisionalidad han convertido la formación inicial del
profesorado de secundaria en un auténtico caos. Salvo
en muy contadas ocasiones, esta formación del profesorado se ha basado en las
conclusiones de los principales trabajos de investigación sobre formación de
profesores. Así, hemos visto florecer enfoques y planteamientos que han
convertido al CAP en un diploma formal, obtenido por medios muy variados, sin
contenidos formativos en numerosas ocasiones.
En la
LOGSE (1990), se promueve no sólo una nueva organización
del Sistema Educativo español sino también, y de forma significativa, una nueva
propuesta curricular. Ésta, imprimía un nuevo sentido, unas nuevas finalidades
y, por tanto, una nueva forma de entender la educación. Dentro de la nueva
propuesta organizativa una de las apuestas más fuertes era la prolongación de
la Educación obligatoria hasta los 16 años, integrando las edades comprendidas
entre los 12‑16 años, dentro de una única etapa: La Educación Secundaria
Obligatoria. Hoy, sigue latente una de las asignaturas pendientes más
importantes para el completo desarrollo de la reforma, la formación inicial del
profesorado de secundaria.
En el
ámbito de la comunidad andaluza esta formación sigue regulada por la Orden del
11 de Diciembre de 1985 (BOJA del 14 Enero de 1986) que configura las líneas
generales de desarrollo del Curso de Aptitud Pedagógica (C.A.P.). Sometidos a dicha estructura tomamos bajo nuestra
responsabilidad, como comisión coordinadora delegada de la Facultad de
Educación de la Universidad de Cádiz, el diseño y desarrollo del curso
durante los años académicos 1996/97;
1997/98 intentando
proporcionar un carácter formativo y romper con su imagen de puro trámite, que
hasta entonces se mantenía.
En el
fondo del problema está la propia regulación de la formación inicial del
profesorado de secundaria al concebirla como un añadido pedagógico, en el que
se pretende construir en pocos meses una identidad profesional suplementaria
“de profesor”, trabajando con unos estudiantes a los que, durante cinco años
se les ha formado una identidad profesional de “químico”, de “historiador”,
de “matemático” o de “biólogo”. Desde dicha estructura es difícil poder poner
en marcha procesos formativos que incidan realmente en la formación del futuro
profesor.
El
proceso de llegar a ser profesor de Secundaria
Las
características que delimitan el perfil del profesorado de Educación
Secundaria desde los presupuestos de la LOGSE, son las de un educador
profesional reflexivo, autónomo, capaz de tomar decisiones en el curso de su
actuación profesional, y predispuesto a su formación continua. Esta
circunstancia obliga a que cambie la formación de profesores, de manera que
puedan surgir esos profesionales reflexivos, autónomos y capaces de tomar decisiones.
Pero,
¿cómo formar profesores para ser prácticos reflexivos?
Para contestar a esta pregunta vamos a hacer un breve recorrido por algunas de
las diferentes formas en que se han concebido los procesos de formación de
profesores.
Si
consideramos como referente el trabajo de Zeichner
(1983) podemos caracterizar cuatro diferentes modelos para analizar las
estrategias formativas: tradicional‑oficio, conductista, personalista y
orientado a la indagación, que nos permiten comprender los planteamientos
formativos desde su finalidad y desde su fundamentación teórica a la vez que
nos facilite el reconocimiento de las distintas prácticas formativas.
Este
estudio fue posteriormente matizado por el trabajo de Liston
y Zeichner (1990; 1993) que presentan una clasificación en cinco grupos: academicista,
tecnológica, práctica, personalista, crítico‑social. La línea
academicista considera al profesor como un especialista en la disciplina, y
enfatiza la formación teórica tanto en el contenido de enseñanza como en las
destrezas profesionales. La visión más tecnológica o de eficiencia social
(Marcelo, 1994) considera al profesor como un técnico eficaz, aplicador de reglas.
En el
caso de la perspectiva práctica propone que el profesor se forme a partir de
su experiencia docente, confiando en que el profesor vaya desarrollando
destrezas profesionales a partir de sus experiencias docentes. La posición
personalista se ocupa fundamentalmente de atender al desarrollo personal del
profesor, al que considera eje de su hacer docente.
Por
último, el modelo critico‑social pretende desarrollar en el profesor una
actuación crítica frente al medio en el que se mueve, de manera que supere la
visión tecnológica de la enseñanza, y adopte una intención de trascender su
acción al entorno.
En la
misma línea, Imbernon (1994) clasifica los paradigmas
o corrientes en formación de profesores en tres categorías: en la primera,
llamada Academicista, distingue dos visiones: a.1: Perennialista
y a.2: Racional ‑ Técnico. La segunda Personalista, en la misma línea
que las anteriores y la tercera, Práctica. En esta última sitúa dos opciones:
c.1: Investigador en el aula y c.2: Práctico reflexivo.
En
general, entre los señalados, podemos observar que hay unas ciertas
coincidencias entre ellos:
a) Un
modelo basado en la eficacia que enfatiza la búsqueda de actuaciones del
profesor que repercutan en el rendimiento del alumno (de eficacia social de Liston y Zeichner, conductista,
de Zeichner, racional técnico y perennialista,
de Imbernon).
b) Un
modelo personalista que enfatiza las características del sujeto que se está
formando, profesor en formación (desarrollista, Liston
y Zeichner, personalista, Zeichner,
Imbernon).
c) Un modelo profesional, que parte del contexto en
el que se va a desarrollar el trabajo del profesor y enfatiza la formación a
partir de problemas profesionales (orientado a la indagación, Zeichner, la práctica como referencia, Imbernon).
d) Modelos parciales, caracterizados por algún autor
concreto: academicista (Liston y Zeichner,
e Imbernon); reconstrucción social, (Liston y Zeichner, 1990)
Conforme
se avanza en todas las clasificaciones se apoya una mayor dosis de reflexión en
la participación del estudiante o profesor en formación.
Desde un
breve análisis de los modelos presentados podemos constatar que la actual
formación inicial de profesores de secundaria responde a una idea
academicista, en la que se prepara a los futuros profesores en el contenido de
enseñanza, en la Licenciatura correspondiente, y luego se complementa con unos
cursos de formación psicopedagógica (CAP o CCP en nuestro contexto) sin
relación con la formación anterior y complementada con periodos de prácticas
educativas. Situación que incide en el que reconocíamos como el problema
básico de las estructuras actuales de la formación inicial.
Promoviendo
el desarrollo profesional desde la formación inicial del profesorado
Desde
esta perspectiva y conociendo las limitaciones a las que cualquier propuesta en relación a la formación inicial del profesorado de
secundaria está sometida, al mantenerse cercana a los presupuestos
academicista, elaboramos una estrategia de formación que intenta ponerlas
bases para un adecuado desarrollo profesional. Para ello, hemos optado por
intentar introducir nuevos elementos tanto en el campo curricular como en el
metodológico que nos permita introducir cambios significativos en el proceso
inicial de formación y facilitar la integración teoría‑práctica.
En este
sentido, Eraut (1994) define la teoría educacional
como algo que comprende conceptos,
esquemas, ideas y principios los cuales pueden ser usados para interpretar,
explicar y juzgar intenciones, acciones y experiencias en escenarios
educacionales. Esta definición también incluye el uso de la teoría como un
medio para realizar algo práctico. Si la idea fuera sencillamente teórica
nunca sería usada en la práctica. Usar una teoría implica dar un significado a
un hecho dentro de un contexto determinado, pues teorizar es interpretar,
explicar o juzgar intenciones, acciones y experiencias, es decir implicarse en
un proceso metacognitivo personal de comprensión del
significado.
Desde
esta perspectiva se concibe la teoría como un proceso
intelectual más que un conocimiento proposicional.
Este proceso intelectual, es el fundamento para la construcción y creación de
un conocimiento profesional personal, y no la mera transmisión de conocimiento
establecido mediante proposiciones teóricas.
La
teorización y la reflexión son consideradas como alternativas válidas a la
forma tradicional de educar a los profesores y piezas fundamentales de la
estrategia formativa. Los futuros profesores deben ser estimulados a
cuestionarse desde una perspectiva problemática y no asumida como axioma
inalterable, la práctica de los profesores, la enseñanza, los estudiantes, el
aprendizaje, la escuela, el currículum, la comunidad, etc., con el propósito
de poder alcanzar una serie de cambios que mejoren su teoría y su propia perspectiva
sobre la práctica.
Justificación
y contextualización de la formación inicial del profesorado
de Educación Secundaria en la Universidad de Cádiz
Desde la
experiencia desarrollada y tras un proceso de evaluación y análisis de las
condiciones que limitaban y condicionaban el desarrollo del CAP, Azcárate y otros (1997), la comisión coordinadora propuso
la puesta en marcha de un nuevo proyecto que permitiera modificar la
configuración y condiciones de la formación inicial del profesorado de
secundaria y aproximarnos a las nuevas estructuras presentadas bajo la
denominación de Curso de Cualificación Pedagógica (C.C.P.:
BOE del 9 de noviembre de 1995) y, además, permitiera adaptar las necesidades
de formación tanto a la oferta formativa de la Universidad de Cádiz como, a la
realidad en la que han de moverse los nuevos profesionales.
En el
decreto anterior, se fijan los mínimos obligatorios que se han de respetar
desde las diferentes administraciones autonómicas responsables de su
organización y establece su necesaria vinculación con las universidades y con
los centros de enseñanza secundaria, para facilitar una adecuada formación teórico-práctica. En este sentido
consideramos que son las actuales Facultades
de Educación, cuyo objetivo fundamental es la
formación de profesores, quienes pueden ofertar con mayor rigor un marco y una
filosofía global y coherente al proyecto, siendo los diferentes Departamentos
universitarios, el marco organizativo idóneo para responsabilizarse de su
desarrollo.
En
nuestro caso, la propuesta se concretó en la organización y desarrollo de un
Título de Experto en “Especialización
en Educación Secundaria”, cuyo objeto fundamental era intentar
modificar la estructura actual de la formación inicial de los profesores de
Secundaria (antiguo C.A.P.) y adaptarla y adecuarla
a las nuevas necesidades. Dicho curso fue presentado a la junta de Andalucía y
apoyado a través del reconocimiento del primer nivel de dicho curso, como
equivalente en su titulación al CAP, de su incorporación al Plan de Formación
Andaluz y de la subvención del proceso de evaluación que aportará información
sobre la transición del CAP al CCP.
Para
entender, y situarnos adecuadamente en el proyecto que presentamos, se hace
necesario considerar ciertas premisas que nos aclaran y a la vez condicionan
la filosofía que subyace en el mismo. En primer lugar, presentamos la
organización de un curso cuya pretensión es la obtención de un Titulo
profesional de especialización dirigido a los futuros profesores de secundaria
y, por lo tanto, el mayor énfasis ha de ir dirigido a la formación práctica que
proporcione a los asistentes la capacidad de acometer las tareas propias
asignadas a la función docente desde los fines establecidos por la LOGSE. Es
decir, el principio básico para su organización, es: ¿proporcionar al futuro
profesor la formación psicopedagógica y didáctica inicial necesaria para
acometer las tareas propias de la profesión docente?. De otra parte hablamos
de dar formación a colectivos de titulados universitarios sin ninguna formación
teórica‑práctica, ni en aspectos psicopedagógicos básicos, ni en
didáctica del área, ni en organización, estructura y fines del sistema
educativo de nuestro país, en general, ni de la Educación Secundaria en
particular. En función de todas estas consideraciones y desde los limites
legales establecidos presentamos la siguiente propuesta de estructura para el
citado curso, dentro de las condiciones del Título de Experto.
Desde lo
previamente expuesto, el curso debe responder a los siguientes criterios:
● Caracterizar un perfil de
profesional capaz de enfrentarse a las diferentes situaciones educativas, analizarlas
e intervenir adecuadamente en ellas.
● Ofrecer una base amplia,
rigurosa e integrada que permita la reconstrucción de los propios conocimientos
de los alumnos desde una perspectiva didáctica.
● Posibilitar
la integración teórica-práctica. Ello implica la
necesaria coordinación entre los profesores responsables de los módulos teóricos
y los profesores responsables de las enseñanzas prácticas.
En otras
palabras, para que el curso responda a una verdadera formación profesional y
no a un mero trámite, como ocurre actualmente, era necesario elaborar un diseño
coherente, riguroso y formativo, cuyo eje fundamental debe ser las prácticas de
enseñanza y las materias específicas. Los diferentes procesos de evaluación
desarrollados en otras universidades y en la propia UCA, nos permite constatar
que una de las actividades que más moviliza las ideas de los futuros profesores
en torno a los problemas educativos, son las prácticas de enseñanza en los
Centros de Secundaria, ligadas a su especialización y cercanas a la realidad,
junto con la información aportada y elaborada en los módulos de las didácticas
específicas, donde reflexionan sobre los problemas educativos relacionados con
la enseñanza aprendizaje de los contenidos relacionados con sus conocimientos
específicos. Si bien la reflexión realizada en estos módulos es también de
carácter psicodidáctico, al estar ligada a unos
contenidos concretos permite un tratamiento más cercano a las formas de conocer
y comprender de los futuros profesores, especialistas todos ellos en campos
específicos del conocimiento.
No es
difícil entender, que sean esos dos módulos los que más impliquen a los alumnos
por la nueva visión que les aporta de sus propios conocimientos y por ser los
más cercanos a su futura práctica, sobre ellos debe girar todo el proceso formativo.
Aunque, evidentemente, en ningún momento podemos obviar la necesaria formación
de carácter general que permite conocer y analizar el fenómeno educativo que,
como fenómeno complejo, está vinculado con muchos aspectos más que los
estrictamente curriculares. En función de todas estas consideraciones y desde
los límites propuestos en el Real Decreto señalado presentamos una propuesta
de estructura para el citado curso que refleja
diferentes opciones según la disponibilidad de la universidad y de las limitaciones
de su propia regulación en el marco de la comunidad andaluza.
Desde
esta perspectiva e intentado abordar esta situación, el curso se ha
estructurado en dos momentos diferenciados o niveles de 20 créditos cada uno
(15 teóricos y 5 prácticos en cada nivel), que se podrán realizar en dos años
consecutivos.
● El primer nivel, dirigido a
licenciados recién titulados (equivalente al CAP), cuyas finalidades deben ir
dirigidas fundamentalmente a conseguir que los alumnos adquiera una formación
más de carácter integrador, con la finalidad de dar una visión global de la
Educación Secundaria y del papel del profesor de Secundaria como docente y
tutor de los alumnos, introduciendo las peculiaridades del área
correspondiente
y que para ello:
● Realicen un periodo de
“prácticas de inmersión” en los I.E.S., que les
permita conocer la cultura de los centros en los que van a intervenir.
● Profundicen en las
características de la Educación Secundaria, sus peculiaridades, sus finalidades
y sus limitaciones y en las de la enseñanza/aprendizaje de su área, en
particular a través de diferentes módulos teóricos.
● Y, un nivel posterior, complementario del anterior, dirigido a profundizar en las temáticas tratadas en el nivel anterior. Este segundo nivel está pensado para aquellos que ya hayan realizado en años anteriores el CAP o que hayan realizado el primer nivel antes indicado y en el que se pueden también integrar profesores en activo. Va dirigido a que los alumnos
● Realicen un periodo de “prácticas de intervención” o una “investigación sobre su práctica”, según los casos, desde las que analizar cómo se produce el desarrollo didáctico de sus materias en el nivel y el contexto concreto que les va a tocar vivir.
● Obtengan una formación
básica de amplio espectro con relación a las características del nivel de 12‑18
años y a las teorías, técnicas y procedimientos necesarios para su
incorporación a la docencia en su área.
Dada la
complejidad y salto brusco que representa el programa que presentamos frente a
la estructura y contenido del CAP que pretendemos abandonar, de 180 horas a
400 horas y posteriormente hasta las 600‑750 horas propuestas en el CCP,
parece del todo conveniente llevar a cabo un proceso que nos permita adaptarnos
paulatinamente a la nueva situación; con capacidad para corregir los errores.
Para ello se propone éste, como un periodo de transición que permita mantener
un cierto equilibrio entre lo realizado hasta hoy y las nuevas propuestas,
sin dar grandes saltos en el vacío y sin provocar fuertes agravios comparativos,
económicos o temporales, a los alumnos de la UCA.
Ya que,
ante todo hemos de ser conscientes que el resultado de este curso condiciona de
alguna manera las posibilidades de desarrollo futuro de nuestra profesión
docente, en cuanto es en él en el que se pueden ir introduciendo los factores
de reconocimiento que de la misma hoy tanto la Psicología como la Pedagogía
manejan y que aun se mantienen de una forma generalizada fuera de las aulas. La
razón más sencilla que podemos aducir es que la gran mayoría de los
profesionales que hoy la ejercen han entrado en ella sin una formación
apropiada en estos términos y por lo tanto, bien por desconocimiento, bien por
falta de convencimiento raramente aplican. El final del proceso es que la
cultura que se vive en los centros difícilmente deja aflorar estos planteamientos
y mucho menos a los recién incorporados a la misma. La frase del “pez grande se
como al chico” la podríamos modificar por el “profesor
viejo convence al nuevo”, lo que en el fondo impide cualquier modificación en
profundidad.
Hoy es
fundamental hacer comprender a cualquier aspirante a profesor que la
profesión requiere ante todo, al menos en secundaria, a “educadores”,
entendiendo el concepto con una visión de la profesión, para poder así lograr
intervenir sobre su desarrollo, de reconocerse en una organización con reglas y
cultura propia y destinada a un fin socializador e integrador de individuos,
y por último a poner los medios y la cultura de las disciplinas científicas de
las que son especialistas al servicio de un mejoramiento de las condiciones de
partida hasta aproximarlos a una situación de autoaprendizaje que le permita
seguir desarrollándose.
Desde
nuestro punto de vista, todo ello va a requerir que la organización del curso
como éste se plantee al menos los siguientes condicionantes:
‑ Un límite de participación
anual acorde con las posibilidades de acceso que se prevean pueda existir.
‑ Un tiempo de duración que permita
realizar adecuadamente la labor que se pretende y una permisividad
organizativa que palie los problemas de dedicación o acceso al desarrollo de
modalidades concretas en lugares concretos.
‑ El desarrollo de un sistema de
prácticas y un sistema de evaluación que realmente seleccione a los más
motivados vocacionalmente.
‑ Un sistema de evaluación del
profesorado participante en el curso (tanto en los módulos teóricos como en
los prácticos) que garantice la existencia de “equipos adecuados” que permita
la renovación de ideas, propuestas, acciones,...
‑ Un nivel de implicación y
motivación en los Centros docentes y en los tutores que van a participar, que
garantice el logro de los fines previstos anteriormente.
La
propuesta que llevamos a cabo
Desde los
criterios y las condiciones hasta ahora expuestas, presentamos a continuación
el diseño global del Curso de Experto: Especialización en Educación
Secundaria.
1. Coordinación
El
diseño y coordinación del curso ha sido desarrollado
por un equipo de profesores/as de la Universidad de Cádiz y de Educación
Secundaria. El objetivo de contar con profesores/ras de ambos ámbitos
formativos ha sido el de vincular, en la medida de lo posible, los diferentes
conocimientos tratados con la realidad de esta etapa educativa. Ha habido tres
niveles de coordinación:
1.
Integrado por la Dtra. del
curso y cuatro profesores/as más, todos ellos del Dpto. de Didáctica de la UCA,
y una becaria de evaluación. Esta comisión es la encargada de la coordinación
general, tanto de los aspectos teórico‑prácticos, como de la evaluación y
de la gestión del curso de experto.
2. Formado por los miembros de la comisión anterior y los profesores/ras
coordinadores de cada módulo (11 en total: 6 de módulos generales y 5 de
módulos específicos), en su mayoría profesores/as de Educación Secundaria.
Tiene a su cargo el diseño y desarrollo de cada módulo y la coordinación de
estos entre sí y con el módulo de prácticas.
3. Este
tercer nivel se ha articulado en dos subniveles: 3.1
constituido por cada coordinador de módulo teórico con los profesores/as respectivos
de sus equipos; organizan el diseño concreto de cada módulo y los materiales
impresos correspondientes que han de entregarse a los alumnos, además del
desarrollo docente del módulo teórico; 3.2 formado por cada coordinador de
prácticas de cada centro con su correspondiente “equipo docente”, igualmente
organizan el tipo de actividades, la temporalización
y el resto de tareas a realizar durante las prácticas. Todo ello desde las
condiciones aprobadas en el nivel anterior.
En la
tabla 1 se expresa el número de profesores/as por módulo, incluido el
coordinador.
2. Organización
La carga
lectiva total del curso es de 40 créditos, 20 para cada nivel, agrupando los
contenidos a tratar en dos grandes bloques:
• Un bloque de enseñanzas teórico-prácticas
(30 créditos, 15 en cada nivel), subdividido, a su vez, en tres partes. La
primera dirigida a la formación de carácter más general ‑módulos
generales‑, una segunda que recoge una formación de carácter más
específico, en función de las diferentes especialidades ‑módulos
específicos‑, y la tercera, que aporta información complementaria a
las dos anteriores, y ofrece un abanico de opciones ‑módulos optativos‑.
• Un bloque de enseñanzas de práctica
profesional docente (10 créditos, 5 por nivel), vinculadas a un Centro de
Enseñanza Secundaria y también a la especialidad, con peculiaridades
específicas para cada uno de los períodos.
En las
tablas 2, 3 y 4 exponemos la propuesta global de los contenidos del curso,
indicando los descriptores de cada uno de los módulos propuestos.
Nos
centraremos a partir de aquí en el I nivel del curso de especialización que,
hasta hoy, se mantiene como equivalente al CAP.
3. Diseño
Durante
el curso académico 1998/1999 se realizó el primer nivel con cinco
especialidades distintas: Ciencias Sociales, Ciencias de la Naturaleza,
Filología Inglesa, Filología Hispánica y Administración.
Al ser
un curso de “experto” se hizo una primera convocatoria para cubrir 180 plazas,
36 alumnos por especialidad, que posteriormente hubo que ampliar en 75 plazas
para dar cabida a dos nuevos grupos de las especialidades de Ciencias Sociales
y Ciencias de la Naturaleza; los que más lo demandaron.
Los
alumnos fueron seleccionados de entre los preinscritos según los criterios
siguientes:
• Adecuación al perfil de alguna de las
especialidades (Licenciaturas afines).
• Expediente Académico.
• Prioritariamente titulados/as
de la UCA(Universidad de Cádiz).
En la
tabla 6 presentamos la distribución por especialidades y grupos de los 255
alumnos matriculados en el Primer Nivel del curso.
Los
contenidos, teóricos y prácticos, a desarrollar en el primer nivel del curso
los podemos analizar a continuación en la tabla 7.
La secuencia
para la impartición de estos módulos se estableció en
función de la lógica de los propios contenidos formativos, así, todos los
grupos realizaron en primer lugar el módulo “Organización de la Enseñanza
Secundaria” y después alternativamente, según los grupos, “Tutoría y
orientación” seguido de “Procesos psicológicos del aprendizaje” o “Sociología”
seguido de “Diseño y desarrollo del currículum” para continuar con los módulos
específicos y terminar con “La profesionalidad docente”. Los módulos optativos
se realizaron al final.
Las
sesiones presenciales para el desarrollo de los
módulos teóricos (generales, específicos y optativos) tuvieron lugar en un
Instituto de Enseñanza Secundaria en horario de tarde, concretamente de 4.30 h. a 8.00 h. en sesiones de 1
hora y media, los lunes, miércoles y jueves de cada semana.
Las
sesiones prácticas se realizaron en horario de
mañana, de forma simultánea con las teóricas, aunque su distribución temporal
se hizo dependiendo de la disponibilidad organizativa y horaria de cada centro,
es decir, en los días y horas que los centros consideraron más oportunas para
que los alumnos desarrollaran sus prácticas adecuadamente y fueran atendidos
de la mejor forma posible.
La
elección de los centros de secundaria se realizó a partir de algunos que ya
habían colaborado
con el C.A.P.
en años anteriores y ampliando la oferta de centros. Para ello se cursó una
visita a los respectivos equipos directivos en la que se le expusieron los
presupuestos teóricos y organizativos del nuevo curso. En total se ha contado
con 16 I.E.S. de la Provincia de Cádiz. En cada
centro se responsabilizó un profesor como coordinador del Equipo Docente,
formado por 10 profesores/as por término medio.
Entre la
información que se contrastó con los diferentes
equipos directivos de los centros está nuestro posicionamiento teórico, en lo
que se refiere a considerar que el objetivo fundamental de las prácticas es
conocer el contexto social y organizativo del centro, la propia cultura
profesional que en él se desarrolla y su vinculación con la realidad cotidiana
del aula. Desde esta perspectiva, las prácticas pretenden dar sentido y
reconstruir los aspectos teóricos estudiados a lo largo del curso, por lo que
las finalidades de las mismas deberán ir dirigidas hacia:
• Confrontar
la teoría con la realidad.
• Observar las limitaciones para la puesta en práctica de los
aspectos teóricos estudiados y extraer conclusiones.
• Comprender la importancia del Centro Educativo como organización
y como colectivo.
•
Conocer todas las tareas y funciones que realiza un profesor/a de Enseñanza
Secundaria.
•
Analizar las estrategias y destrezas que los profesores/as desarrollan para la
resolución de los fenómenos educativos cotidianos.
En este
primer nivel, las actividades prácticas deben orientarse preferentemente a
conocer la vida docente de un centro escolar, lo que representa moverse en
planos administrativos y organizativos. De forma que bien a través de
documentación, la participación o la investigación de campo, el alumno sea
capaz al finalizar este período de conocer y comprender el funcionamiento de
un centro docente. Las prácticas en este caso se desarrollan fundamentalmente
desde la asunción de papeles de colaborador de educadores, más que asumiendo
el papel de “profesor especialista”. Los tutores ideales de los que los alumnos
deberán disponer en este primer momento serán aquellos que ejerzan esa función
educadora, además de su docencia en las disciplinas científicas. El contenido
de las mismas está dirigido al reconocimiento de la realidad de los centros y
de las personas que en ellos trabajan y a la colaboración con los tutores en
acciones puntuales y reales de la vida del centro y de las aulas. Lo relevante
es procurar que los alumnos asuman que lo más importante es la vida común y que
lo que se desarrolla en las aulas, en el ámbito de las disciplinas
curriculares, no es sino una aportación personal a la acción programada común:
la vida del centro.
La
composición del equipo docente encargado de tutorizar
las prácticas en los centros y su carga lectiva correspondiente se reflejan en
la tabla 8.
Cada
equipo recibe a un grupo aproximado de 10 alumnos. Las especialidades de los
alumnos se corresponden con las ofertadas por el centro, en función del número
de tutores de departamentos específicos con que cuente. La relación tutores de
departamentos específicos alumnos es de 1 ó 2 alumnos como máximo por tutor.
Un mismo equipo puede recibir a más de un grupo de alumnos en diferentes
momentos.
Al objeto
de explicitar cual es el cometido de cada uno de los componentes del equipo de
prácticas, exponemos a continuación la propuesta de actividades que a modo orientativo se les facilitó a los respectivos equipos
docentes de los I.E.S.
Con los
coordinadores de prácticas de cada centro, junto con el resto de coordinadores
de los módulos teóricos, se mantuvo una reunión antes de iniciar el cursó con el objeto de coordinar la relación entre ambas
fases y establecer unas directrices comunes. Posteriormente a la terminación
se mantuvo otra reunión para hacer una valoración de lo realizado y propuestas
de mejoras para este curso. Propuestas que en su mayoría han sido recogidas en
la organización del primer nivel realizado este año, 99/00.
La metodología consensuada para el desarrollo de esta fase teórica ha sido en líneas generales una metodología participativa e interactiva, articulada en torno a problemas relacionados con la futura labor profesional de los implicados. Se ha intentado partir de las concepciones de los alumnos, procurando el debate y la reflexión sobre las cuestiones que se han formulado y las diferentes hipótesis surgidas en la búsqueda de las posibles soluciones. Todo ello eje estructurador del discurso de aula que ha permitido la conexión de las ideas de los alumnos con la nueva información puesta en juego, y con ello su evolución.
4. Evaluación
Dos
aspectos son los que contemplamos en la evaluación. La evaluación del nivel
de logro de los alumnos y la evaluación global del primer nivel del Curso de
Experto.
Con
respecto a la evaluación de los
alumnos, la asistencia ha sido la condición imprescindible para ser
evaluado (se fijó un número máximo de faltas equivalente al 20% en cada módulo,
tanto para la fase teórica como para la fase práctica o de 3 créditos en la
totalidad de los módulos).
Los
criterios generales establecidos para la evaluación se refieren
a: la valoración de los trabajos individuales o de
grupo realizados y a la implicación, participación e interés demostrados en las
actividades de aula. En el caso de las prácticas se ha contado además con la
memoria que cada alumno ha tenido que realizar sobre las mismas. Cada
coordinador de módulo ha sido el encargado de la evaluación.
En relación a la evaluación del curso, ésta ha estado guiada por tres
objetivos fundamentales:
• Valorar la formación teórica y práctica que se le ofrece al alumno de forma que le capacite para el desempeño de sus tareas docentes.
• Valorar
la satisfacción de todos los implicados en el curso.
• Conocer
las necesidades surgidas durante el proceso con el objetivo de facilitar la
toma de decisiones y el desarrollo de acciones de mejora.
Los
aspectos que se han evaluado son los referidos a: organización y diseño del
curso, actividad docente, prácticas, recursos y materiales, participación y
satisfacción de los implicados (equipo coordinador, profesores, equipo de
tutores, alumnos).
La
información se ha recogido mediante cuestionarios de opinión en diversos
momentos del curso, análisis de documentación escrita y diversas entrevistas a
los participantes. Esta información recogida ha sido tanto de carácter
cuantitativo como cualitativo, por lo tanto los análisis realizados han sido
descriptivos e interpretativos.
Los
resultados de dicha evaluación se han recogido en Velázquez y otros (1999) una
publicación que se ha remitido a todas las instituciones y personas interesadas
e implicadas en el curso. Los principales resultados obtenidos y las
propuestas de mejora derivadas de ellos se comentan,
brevemente, en el apartado siguiente de este artículo.
Valoración
y propuestas de mejora
Centrándonos
en la coordinación del curso se
destaca una valoración positiva, tanto de los coordinadores de los módulos como
del profesorado, de la dirección del curso respecto a la organización y a las
relaciones y clima establecido entre todos los miembros de las comisiones
coordinadoras.
Los coordinadores de los módulos, se han
configurado como una figura mediadora entre la Comisión Coordinadora y el
resto del profesorado. Su labor ha permitido un diseño consensuado y
democrático del Curso permitiendo que la opinión del profesorado se reflejara
en la estructura del curso, materiales elaborados, metodología y en los criterios
de evaluación. Su participación conjunta en todo el proceso con la Comisión
Coordinadora ha garantizado una coherencia interna entre todos los módulos
generales y específicos de una parte y de otra han permitido una secuenciación
lógica de los contenidos del curso.
El
perfil de tarea de los coordinadores de módulo han
destacado por su diversidad: organizador, coordinador‑dinamizador,
evaluador e intermediario ente los distintos niveles de planificación del
curso.
Respecto
al alumnado, hemos de destacar el
alto nivel de satisfacción manifestado por los alumnos como uno de los aspectos
más positivos del desarrollo de todo el proceso. Sin embargo y aunque las
expectativas manifestadas inicialmente por el alumnado han girado en torno a
criterios formativos y de acceso, durante el desarrollo del curso hemos
encontrado resistencias al nivel de exigencia planteados. Así ha pesado la
inercia acumulada durante años del CAP, visto más como un trámite burocrático
que se debe cumplir que un proceso de formación inicial serio, riguroso y con
una demanda de compromiso y de trabajo por parte del alumnado. No hemos podido
evitar las comparaciones con años anteriores y con otras Universidades, en
este sentido las expectativas del alumnado no se han identificado con los
presupuestos que han servido de marco a este curso.
Como una
propuesta de mejora, en próximos cursos se deberían:
•
Difundir los objetivos y diseño de este plan de formación en las distintas
facultades de la Universidad intentando evitar, al menos, falsas
preconcepciones de partida.
Respecto
a la estructura, las propuestas
realizadas por el alumnado se centran principalmente en una mayor
flexibilización en la asistencia, modalidad no presencial y reducción horaria.
Tomando como referencia criterios formativos y los resultados obtenidos en la
valoración de este curso se mantienen los principios y criterios que han guiado
este desarrollo, no obstante, para dar respuesta a la masificación del curso
y atendiendo a la dispersión del alumnado de la Universidad de Cádiz, se opta,
para la próxima convocatoria por una estructura de carácter semipresencial.
El
diseño del material elaborado se
planteó en torno a unas premisas previas: una estrecha relación entre la teoría
y las prácticas reales de los centros, una concepción de los procesos de enseñanza‑aprendizaje
donde el alumno se considera el máximo protagonista del mismo y al profesor se
le caracteriza como un profesional activo, reflexivo dinamizador e
investigador de su propia práctica.
Aunque
el material presenta un alto nivel de coherencia interna se hace imprescindible
establecer las siguientes propuestas de mejora:
• Mayor
secuenciación entre las actividades prácticas de los distintos módulos y la
realización de la fase práctica en los centros.
• Una
mejor coordinación para evitar reiteraciones en los contenidos entre distintos
módulos.
• En
cuanto a su presentación para la próxima edición del curso se propone un cambio
de formato importante, se presentará en CDROM, Azcárate
y otros (1999) la información de todos los módulos, lo cual nos permitirá
incluir un mayor número de ejemplificaciones, legislación abundante, etc.
Respecto al Módulo de prácticas,ha
generado un alto nivel de satisfacción entre el alumnado, pero a través de su
análisis y evaluación se plantean las siguientes líneas de actuación:
•
Potenciar el contacto con los equipos de profesores tutores de prácticas para
facilitar un enfoque realmente práctico y evitar la teoría, que en muchos
casos se han impartido en los módulos.
•
Ampliar el número de centros colaboradores, garantizando al alumnado la
realización de sus prácticas en los lugares de residencia.
• Establecer procesos de formación voluntarios con los Equipos
de Prácticas de los centros.
• Adjudicar a cada centro, la figura del Supervisor, función
que recaerá entre el profesorado de los módulos.
En relación a la evaluación, concebimos ésta como un proceso formativo y continuo,
considerándolo como una herramienta útil para provocar cambios y mejoras en
los centros. En este sentido se seguirá recogiendo y analizando información en
distintos momentos del curso y de los distintos participantes, de forma que se
facilite una toma de decisiones continua que ayuden a mejorar el curso.
Sobre la
evaluación del alumno y a la vista, tanto de los principios formativos como de
los resultados obtenidos y de las modificaciones introducidas, se seguirá
considerando la asistencia como un requisito necesario para ser evaluado y se
seguirá propiciando la implicación y participación del alumnado en su propio
proceso formativo. Las propuestas de mejora se centran, principalmente en:
•
Actividades formativas complementarias que se realizaran entre las sesiones presenciales y que facilitaran el seguimiento de los
alumnos.
•
Facilitar al alumnado un guión para la confección de la memoria del módulo
práctico que permita una mejor realización de la misma.
Por último destacar que dada la fecha de comunicación de estos
resultados y al haberse desarrollado otra edición de este primer nivel del
Curso de Especialización en Educación Secundaria el análisis del proceso y de
los primeros resultados nos permiten avanzar que la puesta en práctica de las
anteriores propuestas de mejora han colaborado en una
mejora sustancial del curso que hemos descrito y comentado.
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Comunidad Autónoma de Andalucía. Orden del 11 de diciembre de 1985. (BOJA de 14‑01‑1986)
MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA (1995): Se regula el título
profesional de especialización didáctica. REAL Decreto 1692/1995, de 20 de octubre. (BOE del 9‑11-1995).