LA DIVERSIDAD
CULTURAL EN LA
CIUDAD
EDUCADORA
Mel Leicester
Dimensiones
multiculturales.
La imagen de la ciudad educadora engloba
una serie de ideas e ideales educativos importantes, de la misma manera que la
ciudad en sí incorpora gran diversidad de culturas y de estilos de vida. En
este artículo pretendemos explorar estos ideales en el contexto de la realidad
multicultural del medio urbano.
J. Trilla (1989) contribuye en gran manera a
nuestro planteamiento en cuanto a la ciudad como agente educativo al hacer una
serie de distinciones significativas entre el sentido más amplio y el más
reducido del concepto «ciudad»; entre los aspectos «descriptivos» y los «de lo
que desearíamos que fuese» el concepto, entre escolaridad y educación
permanente, entre cuatro grupos de recursos educativos dentro de la ciudad y
entre la educación planificada y la ocasional. Sería útil examinar,
primeramente, la dimensión multicultural de cada una de estas distinciones, a
las cuales hacemos referencia y vamos entretejiendo en la discusión
subsiguiente. Trilla señala que «la ciudad» se utiliza ampliamente como
metáfora de la sociedad misma, a pesar de que puede utilizar de una manera más
reducida para hacer referencia al entorno urbano. Respecto a la «educación
multicultural» esta distinción es importante, ya que es preciso considerar las
implicaciones educativas de nuestras sociedades multiculturales y del mundo
interdependiente en el contexto de las diversas regiones étnicamente homogéneas
y étnicamente diferentes. Pongamos como ejemplo el caso de Gran Bretaña. En las
zonas suburbanas y rurales la mayoría de habitantes suelen ser de raza
blanca, mientras que en el corazón de la ciudad encontramos una diversidad de
grupos étnicos de raza negra y blanca. En un momento determinado, los educadores
en Gran Bretaña se plantearon únicamente las necesidades especiales de los
grupos étnicos minoritarios en las zonas urbanas. El gobierno, a través del
artículo 11 de la Ley de Administración Local de 1966, preveía apoyo
financiero para estas necesidades educativas: principalmente, aunque no
completamente, en cuanto a previsión en el campo de la enseñanza del inglés
como segunda lengua. Últimamente (por ejemplo en el Informe Swan, 1985),
se ha reconocido que los niños habitantes de todas la zonas de Gran Bretaña
tendrían que recibir una educación que englobase una serie de tradiciones
culturales en el plan de estudios y que sirviera para que todo el mundo
tuviese una actitud positiva frente a cada grupo étnico y a la propia
diversidad cultural.
A pesar de ello, muy pronto se descubrió que
según el contexto en el que se persiguiera estos objetivos (el urbano o el no
urbano) había una gran diferencia en muchos aspectos. En las zonas urbanas, los
profesores tienen más tendencia a ver que estos objetivos tienen gran
importancia. Hay muchas escuelas urbanas en Gran Bretaña que han desarrollado
programas de pluralidad cultural. Y en estas mismas escuelas, ¡tanto las
criaturas como sus padres constituyen un recurso de aprendizaje de valor
inestimable! Este tipo de escuelas utilizan las lenguas «minoritarias»,
establecen vínculos hogar/escuela, proporcionan comidas escolares culturalmente
apropiadas, celebran diversas fiestas religiosas, etc. Y al contrario, en las
zonas no urbanas donde hay un predominio de gente de raza blanca, el progreso
ha sido más lento y se ha llevado a cabo con más dificultades. Tanto los profesores
como los directores están menos dispuestos a ver la importancia de la
educación multicultural, y tampoco tiene tan al alcance el acceso a recursos
culturalmente plurales. Así, pues, los perjuicios raciales y los estereotipos
se encuentran más atrincherados en las zonas en que los blancos no se mezclan
diariamente con los negros (africanos del caribe y asiáticos).
Los estudios han demostrado que las personas
blancas empiezan a desarrollar los perjuicios raciales desde muy pequeños
(Milner, 1983). Es importante que todos los niños, tanto los que viven en el
medio urbano como fuera de éste, reciban una educación que contrarreste estas
actitudes negativas creadas hacia los grupos minoritarios que viven cerca de
los centros de nuestras ciudades.
Pero la realidad es que bastantes ciudades
de muchos países no disponemos todavía de un sistema educativo que mejore
estos objetivos antirracistas y pluralistas, donde los recursos de la ciudad
ayuden al máximo a su realización. Gran parte de la educación formal, informal
y no formal contribuye a fomentar actitudes y comportamientos etnocéntricos y
racistas. El concepto de ciudad educadora que contribuya a la igualdad racial y
cultural en el seno de la sociedad es un ideal hacia el que es preciso que
vayamos avanzando. El progreso real requiere una esmerada planificación que
incluya el reconocimiento de diversos elementos en la vida de la ciudad. Es
fácil pasar por alto la influencia en la formación de los niños de los medios
de comunicación, de los graffiti, de los comentarios y de las conversaciones de
los adultos. Así, pues, el gobierno de la ciudad ha de contrarrestar el racismo
en la ciudad. Por ejemplo, los graffitis racistas pueden ser rápidamente
borrados y un medio de fomentar la diversidad cultural positiva podría ser la
inversión en artes minoritarias.
Lo más difícil es contrarrestar la influencia
que ejercen en los hijos las actitudes paternas negativas respecto a la raza.
Es necesaria la educación de los adultos en este sentido (Leicester, 198%) y
también habría que hablar más sobre la facilidades educativas intergeneracionales,
en lugar de establecer una división totalmente rígida entre la escuela y la
educación post-inicial.
Otro ideal significativo hoy es la
«educación permanente» dentro, a través y para la ciudad. Los adultos continúan
aprendiendo a lo largo de toda la vida en el seno de la ciudad y a partir de
ésta, de sus posibilidades y de sus acontecimientos. Y esta educación
permanente tendría que tener presente el contexto multicultural.
Respecto a los niños, la educación ha de
contemplar la formación del pensamiento. Los educadores de adultos se
enfrentan con la tarea educativa más difícil: el hecho de cambiar los
prejuicios raciales ya formados y a menudo atrincherados. La formación de los
ciudadanos tendría que englobar el desarrollo de los valores democráticos de
cara a promover un cambio social igualitario.
Además, los adultos procedentes de grupos
étnicos minoritarios podrían tener intereses y necesidades educativas
específicas. Por ejemplo, la investigación en Gran Bretaña (Eggleston, 1987)
ha demostrado los «resultados no satisfactorios» de los jóvenes procedentes de
grupos minoritarios. La mayor parte de estas personas requerirán una «segunda
oportunidad» en la edad adulta. James Lynch ha apuntado que necesitamos una
«Declaración de Derechos Educativos... que garantice la oportunidad de
conseguir un aprendizaje postescolar en la lengua y la cultura de cada uno y
la obligación del estado de asegurarlo» (Lynch, 1987).
La ciudad, por tanto, es un agente
educador: un conjunto de oportunidades de aprendizaje formal, informal y no
formal para niños y adultos. Hemos visto que todo lo que proporciona tiene una
dimensión multicultural. Las autoridades del campo de la educación en la
ciudad, así como el profesorado que trabaja en ello, han de tener en cuenta la
complejidad e intentar armonizar las experiencias educativas globales de cada
uno de los individuos, proporcionar información sobre el alcance de esta
provisión en la ciudad y asesorar a los ciudadanos sobre la oportunidades que
tienen a medida que cambian y se desarrollan las necesidades educativas a lo
largo de la vida.
Una de las razones que hace que la ciudad
educadora sea un concepto tan rico es el hecho de que la ciudad juegue tantos
papeles en relación con la educación. Por sí misma constituye un recurso
educativo (arquitectura, museos, escuelas, gente, etc.). Es un contexto de
aprendizaje: un medio urbano que influye sobre el aprendizaje que tiene lugar
en él. Es un cliente, ya que necesitamos educar ciudadanos que puedan contribuir
a la vida de la ciudad. Es un proveedor. Podemos discenir entre estos diversos
papeles si analizamos la ciudad educadora a partir de tres bases:
* Educación en la ciudad.
* Educación a través de la ciudad.
* Educación para la ciudad.
En primer lugar, la educación en la ciudad
comporta la formación en un medio urbano multirracial y el interés principal se
ha de centrar en las relaciones interétnicas. La educación a través de la
ciudad comporta la utilización de los recursos de la ciudad para fines
educativos. Aquí el interés principal radica en asegurar que estos recursos
sean de manera efectiva culturalmente plurales y que no olvidemos utilizar un
amplio abanico de los mismos. Finalmente, la educación para la ciudad comporta
educar a la ciudadanía: es decir, los ciudadanos de una comunidad multiétnica.
En este punto del trabajo exploraremos con más detalle estas tres categorías
como elementos claves a la hora de plantearnos la diversidad y la ciudad
educadora.
Educación en la ciudad: relaciones entre razas.
Hay muchos países que tienen una población
multirracial y a la vez problemas respecto a la relación entre los grupos. Muy
a menudo estos problemas surgen a partir de la opresión de los grupos étnicos
minoritarios por parte del grupo dominante y más poderoso. Los miembros de
estos grupos oprimidos viven en una situación sujeta a prejuicios y a
discriminación hasta un punto que afecta gravemente su calidad de vida
(vivienda, trabajo, educación, etc.). La investigación del profesor T.A. Van
Dijk (1987) demostró que las ideas y las manifestaciones sobre los diferentes
grupos minoritarios en determinados países europeos presentan los mismos estereotipos
y prejuicios desfavorables.
No podemos decir que éste sea un mensaje popular,
ya que a la mayoría no nos gusta examinar o reconocer los prejuicios raciales
que tenemos arraigados; pero sin duda es un tema que la educación y la ciudad
educadora no puede pasar por alto. Ciertamente, Gran Bretaña es una sociedad
de este tipo, lo cual queda subrayado y reflejado en una educación plena de carencias,
tanto a nivel formal como informal o no formal. La imagen del blanco como
persona civilizada, que vive de acuerdo con la ley y es generalmente superior
al negro, es un legado colonial poderoso y destructivo por cuya razón los
blancos siempre han considerado a las personas de raza negra como un problema.
Un elemento fundamental para la ciudad educadora, pues, será el de mejorar
las relaciones entre las razas, proporcionando, por medio de ésta, los valores
democráticos más relevantes.
En Gran Bretaña se utiliza mucho el término
«educación antirracista» para hablar de una educación que contrarreste la
discriminación racial y los prejuicios. Se trata de un tema con muchas facetas,
ya que la discriminación se produce en todos los niveles del sistema
educativo: la estrategia y la práctica municipal, las relaciones
profesor/alumno, un programa educativo etnocéntrico, los recursos educativos
con carencias, etc. (Leicester, 1987). Naturalmente, esto tiene implicaciones
de cara a la formación profesional del profesorado y de otros cargos y de los
gestores en el campo de la ciudad educadora (Leicester, 1989b).
Educación a través de la ciudad: recursos multiculturales.
La ciudad es por sí misma un recurso
educativo: en su arquitectura, galerías de arte, bibliotecas, museos,
acontecimientos culturales y de ocio, así como a través de sus instituciones
educativas formales. Las autoridades de la ciudad tienen la responsabilidad de
asegurar que estos recursos sean enriquecedores al máximo en el campo educativo
y que reflejen la mezcla cultural de la población de la ciudad. De hecho, los
recursos de la ciudad no han de ser sólo culturalmente diversos, sino que los
educadores de la ciudad han de saber hacer buen uso de esta diversidad.
La cultura universitaria y popular de una
variedad de tradiciones culturales ha de quedar reflejada en los
acontecimientos culturales de la ciudad: hay que reflejar una gran variedad de
creencias en las fiestas ciudadanas, en los edificios y en los actos públicos;
hay que dar la bienvenida a una gran variedad de cocinas y maneras de vestir,
hay que disfrutar de todo ello; las bibliotecas tendrían que reflejar este
pluralismo; las lenguas minoritarias deberían promocionarse y utilizarse en la
comunicación de todo tipo en la ciudad. La perspectiva multicultural sólo
penetrará en la educación cuando todo tipo de acontecimiento sigan esta
práctica; hay que alabar a las ciudades que dan apoyo a este pluralismo. Por
ejemplo, la educación en Bristol (Inglaterra) destaca por cl WOMAD (World of
Music, art and dance), que organiza un festival anual de artes
multiculturales.
En las escuelas y universidades, es preciso
que los profesores tengan muy en cuenta la necesidad de desarrollar programas
multiculturales. Por ejemplo, en estudios de literatura, tendrían que
incluirse buenos escritores de procedencias culturales variadas; a través de
clases de Arte Dramático, los niños pueden explorar sus experiencias y dilemas
culturales relacionados con su raza; en los diversos talleres se pueden hacer
prácticas sobre platos tradicionales, y se puede también desarrollar el enfoque
religioso de diversas creencias. Incluso los profesores de temas que no tengan
una dimensión tan multicultural (como las matemáticas y las ciencias) pueden
explicar las contribuciones de las personas de raza negra y de otras razas en
estos campos (Leicester, 1989).
También es importante que el profesorado considere el currículum oculto. Tenemos que estar atentos y tener una visión crítica sobre los supuestos que no se han examinado, sobre lo que es «normal» o «aceptable» por lo que se refiere a la manera de vestir, a la manera de hablar, etc; y mostrar material, ejemplos, ilustraciones, ideas y nombres de gran variedad de culturas. En este sentido, hay un multiculturalismo genuino y espontáneo que empieza a arraigar en todas las experiencias de aprendizaje de cada alumno.
Educación
para la ciudad: pluralismo democrático.
Los habitantes de una ciudad son todos
ciudadanos, se merecen el mismo respeto y tienen la misma voz en la gestión de
los asuntos de ésta. Hay que tomar decisiones que afecten a todo el mundo; si
se excluye a algún grupo en el proceso de toma de decisiones, pueden tomarse
decisiones injustas. Por otra parte, si se presenta un conflicto de valores y
no nos contentamos con verlo resuelto simplemente por medio de la dominación de
un grupo sobre el otro, necesitaremos unos medios democráticos para
resolverlos. Así, pues, todos los grupos tienen que estar de acuerdo en una
decisión y en los valores que ésta presupone. Todas estas puntualizaciones
comportan, eso sí, que la ciudad educadora tendría que construirse (lógica y
moralmente) sobre valores democráticos de igualdad y justicia.
El Informe Swan admite la importancia, para
la educación multicultural, de promocionar un marco de valores común dentro
del cual pueda fructiferar la diversidad cultural, pero desgraciadamente no da
sugerencias para la consecución de este marco. La ciudad educadora tiene que
construirse y funcionar en un sistema de políticas, procedimientos y
prácticas concordantes, que se basen en los valores democráticos y solidarios.
¿De qué otra manera podría la ciudad ser un lugar justo y al mismo tiempo ser
capaz de convertirse en un agente de la educación moral de todos sus habitantes?.
Los filósofos de la educación John White
y Graham Haydon (1987) nos han proporcionado algunas claves sobre la manera de
construir un marco de valores común. White sugiere que tendríamos que resolver
lo que son los valores comunes, y considera que, como actividad colectiva
permanente de la sociedad tomada globalmente , ésta debe comprometerse en «un
autoentendimiento colectivo sobre nuestros valores». Realmente, cada ciudad,
como microcosmos de una sociedad amplia, sería un foro apropiado para una
actividad colectiva continúa, para resolver estrategias y las previsiones a
nivel global de la ciudad. Las estructuras a través de las cuales las autoridades
de la ciudad toman y llevan a cabo las decisiones efectivas y que incluso, en
cierta manera, constituyen la ciudad, tienen que representar los puntos de
vista y los valores de todos los grupos étnicos. Haydon considera que el
proceso educativo por sí mismo proporciona un foro para la negociación del
marco de valores de la sociedad a nivel global. Una vez más, podríamos
transportar esta sugerencia a escala de ciudad. Esta puede proporcionar un
proceso educativo que constituya en sí mismo un foro para la negociación de
los valores que conformen la vida de la ciudad a nivel global.
Consideramos que una educación genuinamente
antirracista y multicultural facilitaría este proceso colectivo. Si los niños
y los adultos desarrollan la comprensión de una variedad de tradiciones
culturales, a la hora de compararlas y de sintetizar a partir de ellas, surgirá
el acuerdo sustancial en sus juicios. A fin de que pueda ser posible el
entendimiento solidario, la respuesta humana se ha de manifestar ampliamente.
Una educación pluralista en las escuelas normales, por tanto, tiene que dar
como resultado unos ciudadanos que gocen de una libertad considerable y una
gran variedad de oportunidades en cuanto a estilo de vida, lenguas, actividades
culturales, religiosas, etc., y que ejerzan esta libertad en el seno de un
marco compartido de creencias y valores comunes, lo cual se da en la mayoría
de los niños educados en este sentido. Un valor y principio rector, que mejora
este proceso, es que esta libertad del individuo y del grupo queda limitada
por la necesidad de no recortar la libertad de otros individuos y grupos.
Este ideal pluralista de educación en, a
través y para la ciudad democrática, donde hay una igualdad de estatus entre
diferentes grupos culturales y étnicos, ya contiene un buen número de esos
valores fundamentales y principios rectores de los que hablábamos. Tiene sus
fundamentos de libertad y justicia, la glorificación de la diversidad, la tolerancia
de los puntos de vista y estilos de vida «ajenos». Los individuos tienen que
ser libres para debatir, criticar y discrepar.
Una ciudad con unos ciudadanos libres para
debatir, criticar y discrepar, y que al mismo tiempo gozan de una educación que
les facilita un acuerdo sustancial sobre los valores democráticos básicos, de
hecho sería, así lo creemos, una ciudad educadora.
Pluralismo
democrático: recomendaciones a la ciudad.
Al principio teníamos en cuenta una realidad
y un ideal. En otras palabras, la ciudad es un agente de educación, pero
quizá no facilita (o tal vez no tan plenamente como podría) el tipo (o el
grado) de educación que podría proporcionar potencialmente. El ideal de lo que
podría ser se basa por supuesto en juicios de valor. La concepción de
educación que construimos en la ciudad educadora comporta unos juicios de valor
sobre qué tipo de ciudad y qué tipo de ciudadanos tendríamos que buscar. Por
eso mismo, es preciso que afloren las cuestiones fundamentales sobre los
objetivos de la educación. Ya que la realidad limita nuestro ideal, hay que
enfocar también la cuestión de cambiar la ciudad. Qué tipo de cambios exige el
ideal y cómo pueden y tiene que conseguirse.
En este capítulo, las concepciones
educativas adoptadas han sido las de la educación antirracista y multicultural
para niños y adultos; concepción que apunta hacia un medio ciudadano
multicultural, si bien su justificación no se basa tanto en esta realidad empírica
como en los valores del pluralismo democrático.
Si la ciudad, como agente educativo, tiene
que promover el ideal antirracista y multicultural, ¿qué recomendaciones se
desprenden de los tres elementos claves que hemos expuesto al concebir la
diversidad y la ciudad educadora?
Recomendaciones
para la ciudad.
1. Hacer lo que se predica: no es suficiente
con estar de acuerdo con el principio de igualdad racial. En el seno de la
educación formal y fuera de ésta tenemos unas responsabilidades individuales y
colectivas a la hora de eliminar la discriminación racial deliberada o
involuntaria en la estrategia y en la gestión de la ciudad (Leicester, 1988).
Habrá que controlar los resultados en cuanto al empleo, los resultados
educativos, etc. para asegurar que lo que ofrece la ciudad sea, de hecho,
realmente justo a nivel racial.
2. Promocionar recursos multiculturales: la diversidad cultural no ha de contemplarse como un
problema sino como un recurso cultural amplio, de manera que el pluralismo
impregne la vida de la ciudad.
3. Avanzar hacia el pluralismo democrático:
democratizar la gestión de la toma de decisiones, a fin de que todas las
comunidades étnicas de la ciudad tengan voz en sus asuntos.
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Prejudice in Thought and Talk, Londres, Sage Publications.
WHITE, L(1987): En Education for a pluralist Society.
Londres, Institute of Education.
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