Entrevista con ...

 

EDUARDO AVERBUJ

 

Diego Navarro. Luis M. Millán. Joaquín Ramos

 

Entre nosotros, y en un ambiente relajado de la costa malagueña, se encuentra Eduardo Averbuj, ingeniero químico y gran profesional en el campo didáctico. En él se une la sencillez, el saber, la creatividad y su capacidad teórica para la producción de materiales para profesores y alumnos. Creador de Talleres de Ciencias y activo en la producción y divulgación científica para niños y jóvenes. Asesor pedagógico y científico de R.T.V.E. y autor y diseñador de minilaboratorios y juguetes didácticos referidos a las Ciencias.

 

Entre sus libros 9 publicaciones en castellano y catalán, podemos encontrar: « Para medir, aparatos y métodos», «Con el cielo en el bolsillo», «Un barómetro en la sopa», y otros muchos, así como distintas propuestas didácticas para sexto, séptimo y octavo curso de E.G.B. en el área de las Ciencias, así como el desarrollo de Educación Tecnológica para los cursos de Secundaria.

 

Nuestra «charla» con Eduardo va a rondar, precisamente, sobre la Enseñanza de la Tecnología y su incorporación a la enseñanza secundaria obligatoria.

 

Kiki: ¿Por qué se habla tanto de la tecnología?

 

Aberbuj: Lo cierto es que Gardel hoy no podría vol­ver a entonar aquello de «que veinte años no es nada...». Los últimos veinte años han sido testigos de la más inmensa eclosión de conocimientos y producciones tecnológicas, que se han incorporado veloz­mente a nuestras vidas cotidia­nas.

 

El desarrollo e inde­pendencia de las naciones de­pende, en grado sumo, del control que se ejerza sobre la tecnología. Sabemos que en su propia naturaleza coexisten las posibilidades más antagó­nicas: el progreso o el suicidio de la civilización. No exagera­mos entonces al afirmar que la cultura contemporánea es pre­dominantemente tecnológica. Sin em­bargo, aparece aquí una paradoja. En esta disciplina no existe una construc­ción epistemológica tan fecunda como en el área de las ciencias básicas.

 

La tecnología limita con las ciencias físicas, pero también con las sociales; abreva en el lenguaje lógico-matemático y es impensable sin la re­flexión ética e ideológica. Tiene fron­teras con el arte y es tan instrumental como la lengua y las matemáticas. Sin embargo, no es un gris «cajón de sas­tre», ya que existen problemas diferen­ciados, específicos de la disciplina. Además posee un desarrollo metodo­lógico, que se expresa con su propia lógica interna, siendo el conocimiento del objeto técnico el núcleo funda­mental de su discurso.

 

Kiki: Y en la escuela ¿qué pa­sa? ¿qué ocurre con la transferencia de sus saberes?

 

Averbuj: En España es muy re­ciente la incorporación de la Educa­ción Tecnológica como disciplina cu­rricular en los estudios secundarios bá­sicos. Se trata de una asignatura no específica, destinada a la formación general de la mayoría de jóvenes de 12 a 16 años.

 

Hablemos de los alumnos. Su falta de vínculo anterior con la Educa­ción Tecnológica hace que comiencen esta asignatura prácticamente igno­rantes. Esto no ocurre en las otras dis­ciplinas, en las que ya han conquistado conceptos y acciones durante la ense­ñanza Primaria.

 

En el aspecto que se refiere a la transmisión educativa no hay una tra­dición de investigaciones didácticas como en otras áreas. Son escasos los encuentros y debates acerca del pensa­miento adolescente, de sus repre­sentaciones intelectuales y de los as­pectos psicológicos involucrados en la conquista de los conocimientos tecno­lógicos. Prácticamente no existen pu­blicaciones específicas. Esto influye en las carencias con que se enfrentan los profesores destinados a esta mate­ria.

 

Kiki: ¿Qué resistencias ha en­contrado esta asignatura?

 

Averbuj: Con la aparición de la Educación Tecnológica se ha manifes­tado el recelo de algunos docentes, sobre todo los de las asignaturas clási­cas. Su acción -consciente o no- inten­tó bloquear la aparición escolar de la cultura tecnológica, a la que describen como extraña a la cultura clásica. Sin embargo, desde el primer hacha de piedra, todo lo que el hombre hizo (y deshizo) tiene que ver con los objetos técnicos. Estos, no cabe duda, son pre­vios incluso al propio lenguaje. Hoy, más que nunca, la tecnología apuntala la creación científica, artística, lin­güística.

 

Por otra parte, hubo quienes cri­ticaron su inclusión curricular, sugi­riendo que con ello la escuela apunta a la formación de un individuo exclu­sivamente pragmático, en detrimento de sus valores trascendentes. El debate mundial en torno a los componentes humanísticos de la Tecnología ha de­mostrado lo contrario.

 

Kiki: ¿La Educación Tecnoló­gica consiste -sobre todo- en traba­jos manuales?

 

Averbuj: En el planteo de la Educación Tecnológica se presentan varios peligros. Es preciso tomar con­ciencia de ellos para así poder señalar el camino de su resolución.

 

El primero, consiste en conside­rar la Educación Tecnológica como un área de trabajos manuales, más o me­nos sofisticados. En este caso, la acti­vidad culmina con la construcción de un dispositivo, incluso puede que in­genioso; éste gira, levanta un peso. El aparato se mueve intensamente, pero el pensamiento, apenas. La satisfac­ción es efímera; dura mientras aquel funciona. Así, la inteligencia queda insatisfecha.

 

Todavía en la actualidad, y en este país, la cultura tecnológica está subordinada a la cultura literaria. Las matemáticas se valoran en la medida que son puramente intelectuales y for­man el espíritu y el pensamiento abs­tractos. Las ciencias empíricas y la tecnología están -aún- por debajo en la escala de valores académicos, ya que el siempre acientífico «sentido co­mún» supone que la Educación Tecno­lógica consiste fundamentalmente en una actividad manual, sin demasiado peso en lo intelectual. Se hace preciso y con urgencia romper este cerco.

 

La manipulación de materiales y herramientas es una parte de la mate­ria, pero no su razón de ser. Un enfo­que como éste hará que la Educación Tecnológica devenga en un área em­pobrecida, desde su origen, ya que en ella prevalecerá el hacer sobre el pen­sar.

 

Kiki: Entonces, ¿se parece más a la física?

 

Averbuj: No. El cuerpo concep­tual de la física aborda modelos idea­les que se construyen para comprender el universo. En la Educación Tecnoló­gica se pretende que los alumnos ge­neralicen leyes y que construyan mo­delos abstractos, pero en un ámbito propio, partiendo de la realidad de los objetos tal como son, admitiendo que su «irregularidad» física es parte de su realidad técnica: los motores se calien­tan no porque alteran una teoría previa, sino porque son motores reales.

 

Una visión puramente física de la tecnología puede generar una imagen platónica de ésta, al contemplar los objetos como incumplidores de las leyes ideales.

 

Kiki: ¿Propones una enseñan­za de la tecnología partiendo del uso de materiales pobres?

 

Averbuj: Como es obvio decir­lo, esta asignatura se mueve en torno a objetos, procesos y modos de produc­ción. No se puede, no se quiere (y no se debe) convertirla en un mero en­cuentro retórico. Y por ello se hace fundamental destinar recursos abun­dantes, para que el «aula taller» no esté desvalida.

 

Si bien es válida la apropiación de los materiales de derecho, no es posible escamotear la manipulación de recursos de carácter específico, acorde con el propio avance de la cultura téc­nica y, por lo tanto, de cierto grado de sofisticación. No se debe esperar que los profesores suplan, con su ingenio y pericia pedagógica, la carencia de material.

 

Por otra parte, el recurso más abundante para esta materia es la inte­ligencia... el material más económico, ¿verdad?.

 

Kiki: ¿Qué nos puede decir acerca de la formación del profeso­rado?

 

Averbuj: Un peligro, y no de los menos importantes, consiste en la falta de profesores de apropiada y pertinen­te formación. ¿Cuál debe ser ésta? Los docentes, desde sus singulares y diver­sos origenes, tienden a imprimir a la asignatura su propia marca, ya que no existe un ámbito de formación inicial para esta materia. Al mismo tiempo, diversas voces nos hablan de este pro­fesor con la pretensión de que sea un ser casi superdotado que conozca los diversos dominios tecnológicos, así como la historia de la ciencia y la técnica; que conozca psicología evo­lutiva; que sea capaz de programar y evaluar adecuadamente; que sea sim­pático y abierto... ¡Casi nada!.

 

No es deseable paliar estas ca­rencias mediante un mero reciclaje, a base de frívolos cursillos o, por ensayo y error, en la pura práctica. Un camino así conduciría a una asignatura «light», sin rigor.

 

Kiki : ¿Cuál debe ser entonces la estructura disciplinar de la Edu­cación Tecnológica?

 

Averbuj: Para constituir un marco peda­gógico estructural, con todas sus con­secuencias emergentes (investigación educativa, diseño curricular, progra­mación de objetivos y actividades, in­tervención en aula, dotación de recur­sos materiales, formación inicial y permanente del profesorado, evaluación), se hace necesario establecer un trata­miento de la disciplina desde dos ejes definitorios: el Diseño Tecnológico y el Enfoque Sistémico.

 

Se trata de ejes estructurantes, porque a partir de las actividades que implican es posible organizar el traba­jo sobre los demás componentes con­ceptuales (los vinculados al quehacer tecnológico: fabricación, organiza­ción de la producción, investigación y desarrollo, tecnologías cotidianas, tec­nología y sociedad; los que incluyen los conocimientos disciplinares: física aplicada, estructuras, medición y con­trol, informática; o aquellos que pre­sentan contenidos instrumentales: re­gistro, representación y comunica­ción).

 

Kiki: Háblanos del Diseño Tecnológico...

 

Averbuj: Esta consideración pertenece al espacio probablemente más fecundo de la asignatura: la reali­zación de proyectos. Desarrollar un proyecto tecnológico significa resol­ver un problema tecnológico; es decir, aquel cuya solución requiera la crea­ción de un objeto artificial.

 

En todos los casos, el problema tecnológico surge de una necesidad. En consecuencia, para comenzar se deberá detectar la necesidad y, a partir de allí, organizarla, sistematizarla, hasta convertirla en un problema. Des­cubrir el problema es el primer paso en el camino de su resolución; hacerlo eficazmente será parte de un laborioso proceso de interacciones entre profe­sores y alumnos.

 

Como es obvio, los problemas tecnológicos pueden provenir desde innumerables orígenes, y ser plan­teados en muy diversos niveles. Las fuentes de los mismos se encontrarán en la realidad próxima (las otras asig­naturas, la escuela, el barrio) o lejana (la industria, los recursos energéticos), en la historia (¿qué hicieron los inge­nieros de Alejandría?), en el arte, en la ciencia, e -incluso- en la propia fanta­sía (que es, desde luego, parte de la realidad). Por ejemplo, hacer una en­salada puede convertirse en un proble­ma tecnológico.

 

Kiki: ¿Hacer una ensalada?

 

Averbuj: Si planteásemos como problema la producción de una ensala­da de cebolla, tomate y lechuga, seguramente no pocos profesores (y alum­nos) afirmarían que se trata de una propuesta banal, cuya resolución -ex­clusivamente pragmática- es de sobra conocida. Sin embargo, es posible re­significar tecnológicamente dicha propuesta, pasando su resolución des­de aquel estadio ejecutivo a una siste­mática compleja, que alcance -inclu­so- a generar un modelo teórico. A esto le llamamos proyecto.

 

La significación tecnológica del problema es parte de la tarea del do­cente, ya que no parece posible -en un comienzo, al menos- que sean los pro­pios alumnos quienes se la otorguen, ni que el diseño curricular la explicite. Se trata de una exigencia nada trivial, ya que dicha significación podrá hacer que un proyecto avance a través de un camino apropiadamente tecnológico o que se deslice por la mera empiria técnica.

 

Es preciso señalar que la diferen­cia entre lo «técnico» y lo <tecnológico» no es tan sólo semántica. Desde la perspectiva del desarrollo intelectual, el uso de lo técnico-pragmático es muy precoz; se pueden emplear instrumen­tos operativos de este tipo aun sin tener plena conciencia del entramado con­ceptual que los envuelve. Por el con­trario, la comprensión tecnológica im­plica un nivel de complejidad que sólo es posible adquirir a través de la pro­gresiva conquista de herramientas in­telectuales, reflejadas en una toma de conciencia recurrente.

 

Kiki: ¿Qué debe pasar después de descubrir ese problema?

 

Averbuj: Un problema tecnoló­gico se resuelve mediante un proyecto, del que surge la creación de un objeto artificial. Pero más que el resultado final, interesará reflexionar sobre las características de los procedimientos resolutorios, es decir la metodología proyectual.

 

Es por ello que proponemos la inclusión del Diseño Tecnológico co­mo eje conceptual. La realización de proyectos de complejidad creciente permitirá el desarrollo de habilidades para manejar variables, repre­sentaciones y modelos.

 

El Diseño Tecnológico es el pro­ceso que combina tecnologías, técni­cas y conocimientos científicos para crear objetos artificiales que satisfa­gan cierta necesidad.

 

Hay que destacar que los «obje­tos» a crear mediante un proceso de diseño no son únicamente objetos tan­gibles. Un programa de computadora o la secuencia de fabricación de un producto, son también resultados de un diseño tecnológico.

 

El diseño es un proceso que parte de la descripción del producto deseado en términos de la función que deberá cumplir y de las especificaciones ne­cesarias para delimitar los alcances de dicha función. Se desarrolla a través de una serie de etapas que caracterizan su metodología, y finaliza cuando se al­canza la creación de un objeto artifi­cial que satisface la necesidad que le dio origen. En esto consiste, insisti­mos, resolver un problema tecnológi­co.

 

El diseño se ocupa de cómo de­berían ser las cosas para que cumplan con cierto objetivo; sin embargo existen muchas maneras de conformar el sistema diseñado, es decir que no hay una solución única. Por otra parte, la concreción del diseño significa la asig­nación de ciertos recursos. Esto exige la selección de criterios de diseño asig­nados a no desperdiciar dichos recur­sos.

 

Estas características son claves para comprender la metodología del diseño y de ellas surgen tres elementos fundamentales de lo que podríamos denominar Teoría del Diseño:

 

a) La búsqueda de alternativas.

b) La evaluación del diseño.

c) La optimización.

 

Kiki: ¿Qué papel cumplen los alumnos en la realización de un pro­yecto?

 

Averbuj: Como ya expresé, el diseño tiene que ver con la concepción del objeto. Según nuestro planteo pe­dagógico (que apunta a una formación en la que predomine la actividad inte­ligente sobre la meramente manual), la intención al programar un proceso de diseño no consiste en el objeto en sí mismo, sino en organizar la informa­ción necesaria y suficiente que antece­de a su construcción, así como evaluar la adecuación de dicha anticipación a la función que se le asigna.

 

Para acceder a esta progresiva conquista de la capacidad abstracti­zante es preciso potenciar la organiza­ción de la actividad inteligente, enfati­zando y explorando las invariantes que permitirán a los alumnos construir esos modelos.

 

Como se ve, en este tema se hace explícita la necesidad de un cuerpo teórico surgido de la propia elabora­ción de los jóvenes. Aunque aparezcan presunciones erróneas, fallidas, dicha tarea es la protagonista principal de nuestra propuesta. De esta manera ellos mismos, con sus aciertos o equí­vocos, se irán haciendo con el espíritu tecnológico.

 

Kiki: Háblanos ahora del otro eje: el enfoque sistémico

 

Averbuj: El segundo de los ejes estructurantes es el enfoque sistémico, mediante el cual se hará posible reco­nocer los sistemas técnicos (ya se trate de máquinas, ensayos o procesos de producción), comprendiendo sus rela­ciones internas y sus vínculos con el exterior.

 

El enfoque sistémico se propone investigar las funciones propias de ca­da objeto o trabajo, y los medios que permiten la concreción de esas funcio­nes. Este enfoque ayudará a los alum­nos a desarrollar la capacidad de des­centrarse del objeto y sus formas para describirlo en términos de partes, fun­ciones, estructura y funcionamiento.

 

Con este abordaje se alcanzará un dominio conceptual de dichos sis­temas, abstrayéndolos progresiva­mente de sus mecanismos reales para visualizarlos desde sus esquemas lógi­cos.

 

Desde este enfoque es posible abordar el núcleo mismo de la discipli­na: la apropiación de los objetos técni­cos. ¿Cuántas cosas nos dice una bati­dora de huevos, por ejemplo?

 

Kiki: ¿Una batidora de hue­vos? ¿qué quieres decir?

 

Averbuj: Te explico. Los obje­tos que nos rodean aparecen en su ma­yor parte como celdas opacas, y mu­chos de sus efectos suelen ser conside­rados poco menos que mágicos. Desde la Educación Tecnológica se hace pre­ciso desentrañarlos, para así poder construir un modelo general que los interprete.

 

Para ello contamos con una po­derosa herramienta didáctica y meto­dológica, surgida del enfoque sistémi­co y conocida como análisis de los objetos técnicos.

 

Los objetos constituyen una ina­preciable fuente de información, de gran significación para la tecnología. Una gran parte de la información téc­nica que puede extraerse de los objetos no está codificada en forma alguna. Esto significa que la única vía para acceder a ella es precisamente dicho análisis.

 

Hay quien mira un objeto y dice: me gusta o bien no me gusta, y todo se acaba ahí. Otros le buscan parecidos, y a lo mejor, ante un violín, dicen, parece un jamón. No es así como hay que analizar los objetos. Si se pretende que los alumnos lleguen a entender la razón de por qué los objetos son lo que son, deberán examinarlos no sólo bajo la óptica de valores personales, sino bajo la de los valores objetivos, como la funcionalidad, la manejabilidad, la forma, o el material con que están construidos.

 

El análisis es una estrategia idó­nea para poder acceder a los diversos planos de conceptualización de los ob­jetos y la «danza de los siete velos» constituye su eficaz metáfora; por ejemplo, una simple batidora de hue­vos puede ser la bailarina, cuyos mis­terios se irán desvelando hasta cono­cerla en su más íntima desnudez.

 

En una batidora, como en cada objeto técnico, hay encerrados múlti­ples elementos del conocimiento hu­mano: procedimientos de fabricación, conocimientos empíricos sobre los materiales y sus usos, leyes y vínculos físico-químicos y un determinado equilibrio de factores técnicos, econó­micos, sociales y estéticos, además de un reflejo de la trayectoria que este objeto ha seguido a lo largo de la his­toria y los problemas que su utiliza­ción resuelve. Su análisis permite al alumno identificar tales elementos, al mismo tiempo que les dota de herra­mientas transferibles a otros campos de aplicación. En una batidora, como se ve, existe todo un universo de aprendizajes.

 

Kiki: En este enfoque, ¿existe algo más?

 

Averbuj: Sí, otra construcción teórica surgida del enfoque sistémico es aquella que hace al concepto de operador, al que se puede definir co­mo todo aquel dispositivo elemental que modifica su entorno inmediato de una manera unívoca. Cuando se com­binan de manera adecuada, contribu­yen a la realización de la función glo­bal característica de un objeto cual­quiera, y cada uno de ellos cumple una función específica en el conjunto. En consecuencia, un sistema formado por operadores simples puede considerar­se también como operador, si hacemos abstracción de su complejidad y sólo prestamos atención a la función global que realiza.

 

Veamos su valor pedagógico. Estableciendo una analogía con el len­guaje, en la cultura tecnológica tam­bién existe un alfabeto básico que no se puede dejar de adquirir, si se preten­de conquistar aquélla. Los operadores constituyen dicho alfabeto tecnológi­co. Así como no puede crear un poema quien no conoce las palabras y las le­yes del lenguaje, sólo quien conozca el funcionamiento de un relé, un transis­tor o una válvula neumática podrá ha­cer uso de ellos, vehiculizando y ampliando así su capacidad de invención. Sólo quien sabe puede inventar.

 

Kiki: Inventar... ¡vaya palabreja!

 

Averbuj: No nos asustemos. Mediante la conquista progresiva de los operadores y sus posibles vínculos e interacciones se hará posible que la invención sea fruto de una actividad intelectual sistemática, y no de una ambigua intuición.

 

Este abordaje permite que los jó­venes se apropien de la lógica interna de los objetos, mecanismos y máqui­nas. Con el conocimiento (tanto con­ceptual como procedimental) de los operadores y de los efectos de las dife­rentes combinaciones que entre ellos se puede establecer, los alumnos serán incapaces, por ejemplo, de concebir una máquina desde el pensamiento ló­gico. Imaginándola, y aun sin cons­truirla, podrán anticipar sus efectos y sus respuestas ante diversas perturba­ciones.

 

Kiki: En síntesis, ¿cuál es el espíritu de tu propuesta?

 

Averbuj: A través de lo que he­mos analizado, se aprecia que esta asignatura nos propone una tensión particular y permanente entre lo con­creto y lo abstracto, una relación dia­léctica entre los objetos reales y su concepción en lo imaginario. Puesto que lo concreto sólo puede ser analiza­do correctamente por lo abstracto, ¿por qué no considerar la abstracción como el derrotero normal y fecundo de la comprensión tecnológica?.

 

El pensamiento abstracto no es contradictorio con el carácter de la cultura tecnológica, como la acu­sación trivial parece implicar. Por el contrario, es su mayor expresión la que diferenciará definitivamente el saber tecnológico de la empírea téc­nica. Como afirma Bachelard, «la abstracción despeja el espíritu, lo aligera y lo dinamiza».

 

Para que se alcancen los obje­tivos culturales y disciplinares pre­vistos es menester que, paso a paso, su apropiación se vaya separando de lo tangible para avanzar en la cons­trucción de teorías. Sólo cuando los alumnos se hagan con este entrama­do teórico podrán avanzar. Este es el núcleo central de nuestra pro­puesta.