COLABORACIONES...
1. A LA BÚSQUEDA DEL ESPACIO -Y EL TIEMPO- PERDIDO.
Existe, actualmente, entre
muchos de los docentes, la estimable inquietud de poner en práctica un programa
de educación fundamentado en el entorno ambiental que rodea al escolar de
manera que se creen las condiciones que hagan posible una maduración humana
con capacidad crítica para reconocerse en una cultura concreta y desarrollarla.
No es nueva esta inquietud, ya que recoge principios pedagógicos, nacidos en el
pasado siglo, abanderados por movimientos como la Escuela Nueva, el
Naturalismo pedagógico, la ILE, las Escuelas Racionalistas, y en general, por
los pedagogos renovadores y progresistas.
El maestro voluntarioso con este programa, se
encuentra, no obstante, con problemas de tipo institucional o de formación
profesional que le obligan a tanteos o intentos aislados, sin apoyos ni
contraste con otras experiencias, e incluso en muchos casos, se ve involuntariamente
condicionado a la renuncia.
¿Qué hacer entonces frente a la complejidad de un
entorno que, sabiendo que impregna día a día la vida de los niños, se
encuentra, sin embargo, distante de la escuela? ¿Cómo recuperar el espacio -y
el tiempo- perdido para resituar la escuela dentro de esa unidad organizadora,
de ese ecosistema donde Naturaleza y Cultura, en su interrelación, constituyen
las invariantes de donde partir hacia un programa de acción educativa? En
efecto, nosotros queremos situar el problema en el "qué hacer", no a
la búsqueda de la "receta mágica", que no existe, sino en el terreno
de interrelacionar la teoría con la práctica, el pensamiento con la acción.
Hemos
leído y oído muchas veces, lo hemos dicho nosotros también, que educar es hacer
posible el desarrollo madurativo integral del individuo, que ese desarrollo
debe partir de la realidad cultural en que ese individuo está inmerso, que la
escuela debe estar conectada con la vida. Esto supone, a nuestro entender, que
el acto educativo se reconozca en un medio concreto, -espacio eco-social,
llamaremos nosotros-, de donde extrae la experiencia común para ser
transformada en experiencia intencionalmente cultural y educativa. (Giunti,
A.,1982).
Los
niños con los que nos encontramos día a día en las aulas viven en un
determinado ambiente cultural. Forman parte de un colectivo humano que,
históricamente enfrentado a las necesidades de supervivencia ha generado un
conjunto de respuestas culturales cuyos elementos forman un "todo
complejo" (Tylor,E.,1971), un sistema integrado de comportamientos que
fueron aprendidos y a su vez transmitidos de generación en generación. Los
niños y los maestros que vamos a la escuela, vivimos una concreta y diferencia
da cultura popular, cuyas interacciones e interdependencias alcanzan obviamente
al macrosistema natural (físico, biológico) en que se inscribe dicha cultura.
(Morín,E.,1981).
Sin embargo, la escuela que
tenemos cierra las ventanas a esta realidad y le antepone la cultura académica,
la ciencia parcelada en disciplinas inconexas, la cuantificación del saber
como forma administrativa de selección social, la manipulación de la ciencia
en tanto que discurso ideológico del poder (Anaya,G. 1979). El mismo autor, en
texto posterior (1983) señala el problema como dependiente de la dialéctica
instrucción/educación. La institucionalidad de la enseñanza por el Estado
recoge la tradición enciclopedista (Condorcet) y se decanta por el modelo
instructivo que pretende ordenar la enseñanza desde sus grados más elementales
hacia la perfección científica del saber universitario. "Este modelo, que
confunde el proceso educativo con el cultivo de la ciencia y al cual colabora
ambiguamente la doctrina de Piaget, se ve confirmado de muy diversas maneras a
todo lo largo de la política educativa, en los fines de la educación, en la
colación de títulos, en el prestigio académico y social, en la selección del
profesorado de cualquier nivel, en el régimen de poderes educativos o de
mayores influencias en el campo de la enseñanza, en los programas escolares y
en algunas otras manifestaciones. (Anaya,G., 1983;pág. 16).
2. LA NECESIDAD DE UN NUEVO
PARADIGMA.
Decíamos antes que queríamos
situar el problema en el terreno de la acción. En el terreno de ofrecer una
respuesta en actos al discurso intruccionista del poder. No ignoramos, sin
embargo, que la eficacia de esa acción viene condicionada por el grado de
aproximación coherente entre el proceso práctico de enseñanza/aprendizaje, el
diseño curricular y el modelo teórico que lo informa. Por tanto, es necesario
que desde la reflexión sobre nuestra propia práctica, iniciemos el proceso de
elaboración de un nuevo paradigma, el modelo teórico que permita diseñar
programas de actuación escolar acordes con el objetivo de ayudar al individuo
a madurar con capacidad crítica a partir de su reconocimiento en el ecosistema
-físico, pero también socio-cultural-, en el que tiene echadas sus raíces.
Ciertamente que, como ya señalábamos más arriba, el enfoque no es nuevo. Sí lo
son algunas de las condiciones sociales del marco en que se desarrolla la educación actual. Ello nos
obliga a readaptar los esquemas teóricos. Antes hemos indicado unas notas sobre
la escuela que tenemos. Sin entrar en detalles ahora sobre el marco social, si
queremos cuanto menos señalar la irritación que nos produce la explicación
enmascarada del poder respecto a los aconteceres de la vida cotidiana.
Señalemos también, los actuales peligros que amenazan la existencia humana el
terror nuclear, el agotamiento de los recursos naturales, la falacia de un
desarrollo sin límites que está a punto de alcanzar el límite cero, el
esclavismo tecnológico y el deterioro de la calidad de vida de la población
trabajadora, el desarraigamiento cultural y la standarización de los modelos
de comportamiento, etc. Y sobre todo, la posición cada vez más desencantada y
escéptica de la mayor parte de la población sobre la posibilidad de tomar el
destino en sus manos. Ante semejante panorama, "nuestra toma de posición"
se inscribe en la línea esperanzada de contribuir a la construcción de un
modelo de hombre, y consecuentemente un modelo social, en que el individuo
encuentra el equilibrio en sus relaciones armónicas con la naturaleza y establezca
relaciones de solidaridad y no depredadoras entre la especie; y esto llama
lógicamente a procesos de enseñanza/aprendizaje en un marco escolar que
nosotros le hemos dado en llamar ecológico o de educación ecológica. (Martínez,
J.,1983).
En efecto, la hipótesis de que
partimos es que es posible y necesario un modelo escolar de carácter
ecosistémico, cuya interrelación de elementos presente un dinamismo estructural
armónico y cuyos factores ambientales ofrezcan el marco posibilitador de un
equilibrado desarrollo del individuo integral, del hombre educado, consciente
de sus problemas y capaz de poner en práctica, junto a los otros, modelos
alternativos.
Sin olvidar los peligros del
reduccionismo biologicista y con cierta precaución hacia las ciencias de
síntesis, creemos, sin embargo, que la Ecología, tal como está es presentada
por E. Morín (1981)/Antropo-socio-ecología/, es algo más que una ciencia
natural y nos sitúa en un camino interdisciplinar donde se encuentran
indisolubles los problemas del individuo, la naturaleza y la sociedad, para
ser interpretados a través de un pensamiento complejo a sabiendas de que sus
variables cerebral, cultural, social e histórica codeterminan y contexturalizan
el propio objeto de conocimiento. Andamos a la búsqueda del paradigma ecológico de la educación. El
plano teórico del que partimos. En
definitiva, se trataría de explicitar de forma sistematizada los
presuntos científicos de que partimos, los esquemas conceptuales que permitan
la posterior ordenación de la práctica docente y la justificación científica de
su aplicación a las realidades concretas. Es a partir de esta reflexión que
podrán empezar a construirse los puntes -modelos de tecnología
normativa- que permitan la necesaria conexión entre la práctica de la teoría y
la teoría de la práctica, obligándonos a una constante revisión que haga
posible encontrar la identidad científica del propio pensamiento sobre el
hecho educativo. (Gimeno, J.,1981).
Convendrá señalar ahora los supuestos previos de
que partimos:
a) Que el hombre no puede entenderse aislado de la realidad con los
otros hombres y con el medio (natural y social) que le rodea y en el que
supervive.
b) Que el proceso educativo, en tanto que praxis humana, no puede
entenderse desvinculado de la anterior relación, (señalándose incluso por
algunos autores (Novak,J.,1982) la relación equivalente entre nicho ecológico y
nicho educativo).
c) Que en tanto que proceso práctico y humano, la
educación es intencional y optimizante, y como tal posibilitadora de la
supervivencia, desarrollo y mejora de las sociedades humanas.
Del primer
supuesto (a) surge nuestra elección del paradigma ecológico como modelo relacional, sistémico, pluridisciplinar y holístico. A través
de él debe intentarse explicar de qué forma individuo, escuela y entorno (o
espacio ecosocial, tal como nosotros lo denominamos) forman tres subsistemas
abiertos, ensamblados en una actividad de producción/reproducción moviéndose
dinámicamente en un constante intercambio energético, en nuestro caso,
básicamente cultural. Del siguiente (b) la posibilidad, desde el punto de vista
del pensamiento científico, de su aplicación al diseño y explicación de
modelos curriculares para la práctica educativa. Del tercer supuesto (c), la
voluntad de aportar nuestro grano de arena a la reflexión crítica sobre la
realidad escolar, cuyo conocimiento nos exige como correlato el compromiso,
traducido en actos, de transformarla en función de las necesidades de los sectores
de población social y culturalmente más deprimido.
Hasta aquí se han tratado de esbozar
las líneas maestras de un andamiaje tan complejo como necesario. Desde esta perspectiva creemos que puede entenderse ya como el problema
de la eficacia se nos convierte no tanto en un problema tecnológico, sino
teórico e ideológico, es decir dependiente del paradigma educacional que
conscientemente elijamos para guiar la práctica educativa.
3. EL MODELO CURRICULAR.
La teoría de
la educación y el modelo curricular son, desde una perspectiva científica,
sistémicamente interdependientes (Gimeno,J.,1981;Colom,A.,1982). La
programación de la práctica de enseñanza está, implícita o explícitamente, indicando
la elección de un paradigma determinado. No vamos a entrar ahora en el problema
de la teoría del diseño curricular, no obstante, al señalar, de acuerdo con
los autores anteriormente citados, el carácter sistémico del modelo, estamos
indicando la presencia de estas tres características básicas: a) totalidad, b)
interrelación y c) interdependencia, en la programación de nuestra práctica
docente.
Decíamos
antes que los niños y la escuela se encuentran dentro de una determinada
cultura. Dentro de ese "todo complejo" que constituye la realidad
experiencial donde se desarrolla la maduración humana. Consecuentemente, el
diseño curricular debería derivarse de esa cultura concreta. No estamos con
ello proponiendo un modelo simplista o reduccionalista de la transmisión del
saber dentro de
las escuelas. Simplemente decimos que la
escuela debe partir de las realidades concretas para indagar sobre ellas y entenderlas
científicamente. Con ello, la escuela se convertiría en un útil instrumento para elevar a
los individuos desde su cultura popular al nivel de cultura científica,
necesario para incidir críticamente sobre la realidad que nos rodea y
condiciona. Por tanto, el modelo curricular debe ser mucho más que simplemente
instruccionista y referida a la cualificación de la fuerza de trabajo. Debe
ser educativo, en el sentido de estar involucrado en la totalidad cultural y
dirigido al desarrollo individual y social de los miembros de esa cultura. Un
modelo que permita la utilización del entorno como una fuente de
condicionamientos sugerentes para la emergencia de "novedades", que
incidan en él en forma de perturbaciones optimizadoras.
Llegados a este punto, el
problema se nos plantea en cómo desarrollar un currículo que parta de la
cultura propia de cada colectividad. Lawton,D.(1983), nos propone el modelo de
"Análisis Cultural". Para este autor (págs. 29,30), cualquier nivel
de planificación educativa debe partir de un primer estadio: el análisis de las
"Invariantes Culturales", es decir, aquellas características comunes
a todas o la mayor parte de las sociedades humanas y ver cómo están o debieran
estar relacionadas con el proceso educativo. En un segundo estadio se analizarían
las variables culturales, las específicas de cada comunidad, para, de ambas,
obtener la selección de contenidos culturales y educativos. Recogiendo aquí los
principios y teorías patológicas correspondientes, pasaría por fin el diseño
del currículo organizado en estadios, secuencias, etc. Hasta aquí, muy resumida,
la propuesta de Lawton, que inicialmente suscribimos aunque, pareciéndonos
todavía insuficiente, querríamos añadirle algo más. Porque, como decíamos al
principio, el espacio eco-social es para nosotros un sistema más complejo,
donde la cultura es subsistema en interrelación con la realidad natural o
subsistema ecológico. Por tanto, la selección debe tener en cuenta que la
interacción del hombre con su entorno, desde un enfoque sistémico, no sólo debe
ser analizada desde un plano estrictamente cultural sino que exige el análisis
de las influencias mutuas o interacciones e interdependencias, de la
naturaleza respecto de la cultura y de la cultura respecto a la modificación de
los ecosistemas naturales.
Algo más deberíamos añadir: si
como hemos dicho ya, partimos de la necesidad de un ^nuevo paradigma que surja
de la reflexión práctica de los maestros, si entendemos que la práctica de la
teoría no puede ir desligada de la teoría de la práctica, parece que,
paralelamente a las aportaciones de la psicología, deberíamos aportar nuestra
reflexión teórica -teoría de la educación- respecto a la elaboración del modelo
curricular.
En consecuencia, añadiendo a la propuesta de Análisis
Cultural de Lawton nuestras propias aportaciones, la planificación curricular
ofrece el siguiente esquema:
|
El siguiente problema que se nos plantea en este intento de currículo
a partir de la selección por el
entorno ambiental, es qué criterios de discriminación utilizamos para el
análisis de un entorno concreto, o dicho de otra manera cuáles son los
subsistemas que integran cada uno de los anteriores sistemas: el cultural y el
ecológico. No ignoramos el carácter arbitrario de cualquier criterio de
clasificación ni las dificultades inherentes a la dialéctica medición versus
explicación en el desarrollo del conocimiento científico. Por otro lado,
cualesquiera que sean los epígrafes en que, para su estudio, dividamos un sistema, cada uno de ellos va a estar
dinámicamente relacionado, en mayor o menor intensidad, con cada uno de los
otros.
No
obstante, nuestro deseo es llegar a la mayor concreción posible, de manera que,
situados en una escuela concreta, frente a la pregunta: ¿qué elementos de la
realidad que nos rodea pueden servir de estímulo sugerente para alcanzar este o
aquel objetivo previamente formulado?, no respondamos más "el medio",
en términos genéricos y podamos llegar exactamente hasta aquello concreto que
necesitamos. Como puede entenderse ya, nuestra propuesta es conseguir
inventariar el espacio eco-social en que se inscribe la vida de los niños y
sobre el que se van a desarrollar los procesos de investigación escolar.
Lawton parte, para el análisis de las Invariantes
Culturales, de la Antropología Cultural. Nosotros hemos revisado algunas de
las aportaciones de esta ciencia (Montagú,1969; Nicholson,1969; Mauss, 1971;
Bock,1977; Bueno,1978) y acabamos adscribiéndonos a la clasificación de este
autor, a la que añadiríamos los subsistemas del ecosistema. Estos serían,
entonces, los 10 subsistemas de análisis:
A) Ecosistema
1.Biotopo
2.Biocenosis
3.Sistema social
4.Sistema económico
5.Sistema de comunicación
B) Invariantes 6.Sistema
de racionalidad
Culturales 7.Sistema
tecnológico
8.Sistema
moral
9.Sistema de creencias
10.Sistema estético
Nuestro trabajo experimental,
centrado en la Comarca Camp del Turia, del País Valencià, se encuentra ahora en una primera fase consistente en partir de la
clasificación anterior para inventariar los recursos didácticos que ofrece
este entorno concreto a fin de que cualquier maestro de la zona, trabajando sobre
cualquier nivel conozca todos y cada uno de los elementos disponibles en el
entorno a la hora de planificar la acción educativa. Por otro lado, en la medida
que el modelo parte de las invariantes (culturales, ecológicas) entendemos que
puede ser trasladado para el análisis de cualquier otra comarca o unidad
territorial.
Cortamos
aquí el desarrollo del tema, no sin antes señalar un conjunto de consideraciones
que se desprenden de la exposición anterior:
1.
Nuestra propuesta entiende la EGB como un ciclo cerrado que posibilite al escolar una
formación básica, la capacidad crítica y la autonomía personal necesaria para
poder elegir responsablemente cual va a ser su papel en una sociedad
democrática. Por tanto, somos contrarios a la actual estructura del sistema educativo
español que convierte la EGB en una especie de mini-bachillerato centrado en
un currículo básicamente intruccionista.
2. Desde nuestra concepción del saber, donde el
aprender es una parte pero no la única de la educación, en la EGB no va a interesarnos tanto
cuántas cosas sabe el niño sino cómo las sabe. Cómo "aprende a
aprender". Si lo que nos interesa es posibilitar en el escolar las capacidades intelectuales que le
enseñen a pensar, la ciencia nos será útil, no en tanto que cantidad de
contenidos que ofrece, sino como proceso o herramienta para la indagación y
explicación de la realidad, que por ser total o globalizan te, no puede ser
fragmentada en disciplinas inconexas
o desvinculadas de las experiencias vitales (Anaya, G.,1979).
3. El modelo curricular que de aquí se desprende
está centrado en el niño y su entorno, por tanto deberá tener un desarrollo en
espiral (partir de lo concreto y aumentando el nivel de complejidad en función
del desarrollo madurativo) frente a la organización verticalista de los
actuales Programas Renovados, con dudosa secuencialización en la mayor parte de
los casos.
4. Muchos de los problemas relevantes que el niño
se encuentra en su intercambio con el entorno desbordan las disciplinas
individuales, por lo que deberemos tender a un enfoque multi e interdisciplinar que considere
la realidad como una totalidad sistémica. Consecuentemente, deberemos
desarrollar metodologías con perspectiva interdisciplinaria y globalizadora del
tipo de método de proyectos, centros de interés, etc.
5. Los
acontecimientos de la vida cotidiana no pasan, como un desfile, por delante de
los ojos de los niños. Estos los viven, los recrean. Si lo que queremos es
convertir esa experiencia vital en experiencia educativa, el aprendizaje
escolar debe estar encaminado al descubrimiento, a la indagación. Ello implica
significatividad del contenido, vinculación a experiencias e intereses concretos,
actividad y organización cooperativa.
Hemos intentado exponer cual es, para nosotros, el
desarrollo de un tradicional slogan de los Movimientos de Renovación: "la
escuela debe estar arraigada en su entorno". Afortunadamente -o puede que
peligrosamente-, la administración ha pretendido recuperar el slogan y lo ha
introducido en la Reforma. Celebramos la fortuna si el slogan va acompañado de
las condiciones políticas para su desarrollo, que en pocas palabras pueden
ser: Orientaciones generales y seguimiento experimental por parte de la Administración y teóricos/técnicos de la
educación pero planificación curricular por el profesorado en función del
entorno concreto. Descentralización administrativa, comarcalización de los
servicios y reciclaje en base al intercambio de experiencias en el seno de la
Comarca. Potenciación de las Aulas de Extensión. Rentabilización de los
esfuerzos de los grupos de Renovación Pedagógica, utilizándo los como
dinamizadores comarcales para el reciclaje y la innovación educativa.
Flexibilización respecto de los actuales criterios de organización escolar y jerarquización
administrativa, reforzando el principio constitucional de libertad de enseñanza
y autonomía. A nadie se le escapa que estos son problemas que se resuelven con
voluntad política y dinero. De no haber ninguna de las dos cosas, la
recuperación del slogan, por par te de la Administración, deberíamos interpretarla
como un ejemplo más de la habilidad con que el poder suele cambiar de hábitos
para mantener la esencia del discursó de siempre. Y una vez más, a los
Movimientos de Renovación Pedagógica les correspondería la contestación organizada
Jaume Martínez Bonafé
(Estola
d'Estiu del País Valencià).