LAS CONDICIONES DE LA CREACION

Jean Astier*

 

  Coger un pincel, mojarlo en un tarro de pintura, hacer un trazo sobre una hoja en blanco, está al alcance de todo el mundo. Esto no es en sí un acto creador. Sin embar­go, cuando un niño pinta, casi siem­pre comienza así. Luego, para unos, los trazos siguientes no son más pen­sados, mientras que, para otros, los "golpes" de pincel se organizan alre­dedor del primero. Así, unos parecen hacer un acto de creación, mientras que los otros se contentan con relle­nar su hoja.

 

¿Cómo cambiar una actitud por otra?

Pero, sobre todo, ;cómo ayudar a los niños a ser unos creadores?

 

UNA CUESTION DE EXIGENCIA

 

Entendámonos bien: nosotros no estamos para juzgar las cualida­des artísticas de las producciones in­fantiles. En cambio es la implicación del niño en su trabajo lo que nos interesa. El niño que pinta como si echara mermelada en una rebanada de pan plantea un problema real.

 

Sin embargo nada está perdido: si pinta, i ya es bastante ! Y, si no va directamente a lo esencial, tiene la ventaja de que en cualquier momen­to puede hacerlo. Para él, este mecanismo puede tener lugar. En un primer tiempo, saborea de ma­nera indirecta de los placeres de la pintura. Puede ser que aprecie el hecho de transformar el "govache" (la pintura al agua) en pasta. A menos que no se sienta orgulloso de utilizar grandes brochas como cuando su padre pinta el salón. Puede re­gocijarse del rodillo que sigue su curso sobre la pagina inmacu­lada.

 

Podemos tener la certeza de que, sean cuales sean sus motivaciones, el acto del niño nunca es gratuito. Tampoco debe­mos apresurarnos; incluso si nota­mos que el niño no se divierte como debiera, no le debemos me­ter prisa, para no quitarle las ga­nas para siempre de disfrutar de los colores.

 

Si pinta de esa manera es que tiene necesidad de experimen­tar. Lo importante es que no se encie­rre definitivamente en una práctica demasiado reductora. Es ahí donde interviene la exigencia del maestro: conducir a los alumnos hacia la rique­za de la expresión personal profunda. Es por su exigencia por la que el maestro va a hacer avanzar a cada uno en su superación... haciéndole disfrutar de nuevos placeres.

UNA CUESTION DE METODO

El contrato

 

Es primordial que los niños conozcan el marco en el que pueden maniobrar. El maestro debe definir los tiempos, lugares y medios de ex­presión; sus consignas pueden cam­biar: hacer un fondo; rellenar toda la hoja; trabajar con barro, con cual­quier herramienta (rodillo, brocha, dedos, pies, brazos, etc ...) Por otra parte, proponiendo nuevas técnicas que de un nuevo impulso al taller de pintura cuando éste parezca adorme­cido.

El lugar preferente

El interés de los niños por una actividad es, a menudo, proporcio­nal al lugar que el maestro le otorgue. Así el taller de pintura tiene muchas posibilidades de éxito, cuando ocupa un espacio central en la vida de la clase. Esto se refiere a la disposición del taller, a la diversidad de materia­les, a la exposición de las obras, al tiempo dedicado a la actividad y a la actitud del maestro.

 

El intercambio

Los progresos del niño y del grupo pasan por el cultivo que se haga de la práctica común. En las clases pequeñas el cultivo artístico no se centra en la consulta (copia) de obras de un fichero. La prioridad de­be otorgarse a la creación individual o colectiva y a los intercambios de esas creaciones. La exposición y valoración de las obras tiene­ una gran importancia. Se pueden dedicar unos momentos exclusivamente al inter­cambio de las realizaciones. Tenga­mos siempre presente en nuestro es­píritu que los niños aprenden más de sus "alter-ego" que de su maestro o de los maestros. Juntos pueden con­frontar sus opiniones, sus dificultades y sus gustos.

En conclusión, recordemos que el objetivo será alcanzado cuando el niño disfrute al fijar él mis­mo su cuadro y los contenidos de éste.

Traducción: José María Ballesteros