¿DISCIPLINA O ACTIVIDAD EDUCATIVA?

LA SITUACION DE LAS MATEMÁTICAS ESCOLARES

Moisés Coriat*

El autor propone una reflexión sobre el carácter disciplinar de las matemá­ticas partiendo de que en el momento presente, aún estamos lejos de un currículum integrado. En su reflexión propone dos líneas de actuación que los educadores matemáticos pueden desarrollar (estén o no interesados en un currículum integrado), si se quiere mejorar el estado de apatía al que ha conducido el enfoque disciplinar estricto. La primera, preconiza el reen­cuentro del trabajo matemático y la lengua vernácula, a través de la cual se realiza la interacción educativa. La segunda, profundiza la búsqueda de conexiones para dar sentido externo (no matemático) a los conceptos y procedimientos que se enseñan y aprenden.

 

Introducción

 

El currículum integrado, la interdisci­plinariedad, la multidisciplinariedad, los centros de interés o el trabajo por pro­yectos llegaron a las escuelas y se marcha­ron como breves rachas de viento (1). En ocasiones, se hicieron experiencias que no fueron concluyentes, por la falta de preparación, de medios o de infraestruc­turas. Aunque haya muchas experiencias de innovación en matemáticas escolares, éstas se siguen considerando como una disciplina.

Este trabajo propone una reflexión sobre el carácter disciplinar de las mate­máticas. En el momento presente, aún estamos lejos de un currículum integrado; propongo dos líneas de actuación que los educadores matemáticos necesitamos desarrollar (estemos o no interesados en un currículum integrado), si queremos mejorar el estado de apatía a que nos ha conducido el enfoque disciplinar estricto. La primera, preconiza el reencuentro del trabajo matemático y la lengua vernácula, a través de la cual se realiza la interacción educativa. La segunda, profundiza la bús­queda de conexiones para dar sentido externo (no matemático) a los conceptos y procedimientos que se enseñan y apren­den.

No cabe ninguna duda de que estas dos líneas de actuación pueden desembo­car en implementaciones del currículum no segmentadas por áreas; sin embargo, en el trabajo se dan algunas pistas para ilustrar la idea de que, incluso desde una perspectiva estrictamente disciplinar, la educación matemática podría ganar en efi­cacia y pertinencia.

 

* Dpto. de Didáctica de la Matemática, Universidad de granada. mcoriat@agr.es

Cuestiones

 

En los últimos años la objeción de con­ciencia empieza a extenderse a las clases de matemáticas de la educación obligato­ria. Sean o no "capaces", muchos alumnos no quieren estudiar matemáticas (posible­mente, no quieran estudiar ningún área), sólo esperan a que el tiempo pase, a cum­plir los dieciséis y a ingresar en el mundo del trabajo. A la conocida dicotomía de los que "quieren" (puedan o no), debemos añadir la de los que "no quieren" (puedan o no) (2).

A lo largo de las Etapas obligatorias, el legislador espera que los alumnos resulten educados con versatilidad. Un mismo títu­lo (el de Educación Secundaria), habilita para el mundo laboral y para proseguir los estudios de Formación Profesional o de Bachillerato. En muchos Institutos de Edu­cación Secundaria se considera que la meta no es alcanzable, que es necesario tomar partido (especialmente en matemá­ticas) desde mucho antes; se debería edu­car o para lo laboral o para lo académico.

A lo largo de las Etapas obligatorias, el legislador espera que los alumnos apren­dan significativamente y que la enseñanza tenga en cuenta su diversidad. En muchos Institutos de Educación Secundaria se considera que la meta no es alcanzable, que es necesario tomar partido (especial­mente en matemáticas): o se educa de manera homogénea en una disciplina (como las matemáticas) o los alumnos estarán condenados a fracasar en el Bachi­llerato.

 


El carácter instrumental de las matemáticas escolares

En la vida cotidiana, se necesitan algu­nas herramientas matemáticas (concep­tuales y procedimentales). Reproduzco una lista de esas herramientas (Coriat, en prensa), por considerar que permite fijar ideas: "números con hasta cinco decimales, fracciones y porcentajes, gráficas bidimensio­nales, listas o tablas de doble entrada y otros cuadras de números o clases, objetos geomé­tricos planos o tridimensionales simples, esquemas".

Ejemplo I. Si llenamos un carrito en el supermercado, tendremos un verdadero pro­blema si nuestro dinero disponible (papel moneda o tarjeta de débito) es inferior al coste total de los artículos elegidos, pero no plantearemos una inecuación académica para resolverlo; la persona que atienda la caja irá descontando lo que le digamos hasta ajustar el total de la compra a nuestra capa­cidad de paga.

Ejemplo 2. En la vida cotidiana, llama­mos "redondo" a cualquier objeto que pode­mos hacer rodar; no nos preocupa que alguien añado un calificativo más preciso: esférica, ovoide, cilíndrico o cónico.

La mayoría piensa que todas estas herramientas se pueden adquirir a los 10-­12 años y que, por tanto, los objetores y esos Institutos de Educación Secundaria que esperan preparar a sus alumnos para el Bachillerato tienen razón. Si la premisa fuera cierta, no habría más que hablar. Pero no lo es.

Ejemplo 3. En las elecciones ganan todos las partidas. Esta paradoja tiene una explica­ción: cada partido político interpreta los resul­tados del moda más favorable a sus intere­ses. Si un ciudadano no está preparado para filtrar tal cantidad de triunfos, se sentirá bas­tante perplejo.

Ejemplo 4. Las calculadoras más sencillos trabajan con 7 u 8 cifras decimales. Sería admisible, par tanto, llevar una en el bolsillo para atender cualquier necesidad numérica. El problema surge cuando se quiere obtener un resultado: ¿cómo sé que la secuencia de teclas es la correcto?

Como los dos ejemplos anteriores pretenden ilustrar, la premisa no es cierta: el aspecto instrumental de las matemáti­cas no puede adquirirse completamente a los 10-12 años. En contra de lo que se piensa, el carácter instrumental no se reduce a operar con números y a memo­rizar fórmulas: la escuela no aporta (no debe aportar) simples adiestramientos, sino educación en sentido amplio, es decir, la posibilidad de afrontar situacio­nes, interpretarlas y resolverlas. En esas tres tareas genéricas asociadas con cada situación (afrontar, interpretar, resolver) hay casi siempre algo de matemáticas, aunque no se expresen académicamente. Se trata de tareas complejas. J. LAVE (1985) ha anotado el contraste entre situaciones de tipo escolar y las que están muy alejadas de las lecciones; en el primer caso, ''las personas tienden a producir, sin pregunta, técnicas algorítmicas estudiados para resolver problemas", mientras que, en el segundo, "las mismas personas utilizan técnicas variadas e inventan unidades para calcular... Estas personas cambian los proble­mas, los descomponen y recomponen por vías que reflejan la organización de la actividad que están realizando... y a menudo usan el entorno fisico y social como instrumento de cálculo". Trabajos etnográficos, como el anterior, ponen de manifiesto la zanja existente entre los conocimientos escola­res y los que se ponen en juego en situa­ciones de la vida cotidiana.

Las visiones numérica, geométrica, estadística y algebraica que aportan las matemáticas escolares son muy podero­sas; permitirían, efectivamente, afrontar, interpretar y resolver situaciones de la vida cotidiana (incluidas las de realizar con éxito una Formación Profesional o un Bachillerato). Aunque se trata de visiones matemáticamente reificadas, a la hora de aplicarlas apelan a nuestra creatividad y a nuestra capacidad de trabajo individual y compartido. Ahora bien, los alumnos no saben aplicarlas porque los profesores somos indiferentes ante la utilidad (3) de nuestras enseñanzas y porque, paralela­mente, no infundimos en los alumnos la convicción de que hay unos patrones de reflexión que conducen a esas visiones.

El aspecto disciplinar de las mate­máticas escolares

La matemática es una disciplina cientí­fica cuyo principal objetivo, hoy en día, es el de producir resultados derivados en alguna axiomática. Internamente, la crítica es despiadada: no es posible admitir resul­tados sin demostración, salvo como con­jetura (verdad provisional). Los contrae­jemplos sirven para limitar la supuesta generalidad de una afirmación, demostra­da o no.

La concepción disciplinar de las mate­máticas escolares surge de la creencia siguiente: es posible renunciar a las refe­rencias externas y dar sólo sentido mate­mático a los contenidos del currículum de matemáticas: números, geometría, estadís­tica, álgebra y análisis deben aprenderse, con independencia de su utilidad, porque son importantes apartados matemáticos.

El movimiento educativo denominado "matemática moderna" impulsó, desde los años 1960 hasta finales de los 80, no sin críticas, el manejo escolar de objetos muy abstractos (tales como conjunto, relación, aplicación o estructura) que no podían recibir sentidos claros. Paralelamente, se tomaron decisiones escolares matemáti­camente justificables (como la ruptura entre número y magnitud, el énfasis de todo lo lineal en geometría o la preemi­nencia del Análisis elemental en Bachille­rato), que generaron ilusión en el profe­sorado y un aumento del fracaso escolar.

La reforma y la LOGSE han modifica­do sustancialmente (sobre el papel) el enfoque de la matemática moderna y han otorgado al Centro la capacidad de "cerrar" el currículum, pero no han renun­ciado a la segmentación por Áreas ni han acertado en el reparto horario atribuido a cada una de ellas. A este respecto, los profesores no están, en general, ilusiona­dos, como no está claro que disminuya a sus ojos el fracaso escolar; más bien da la impresión de que la extensión de la esco­laridad obligatoria hasta los 16 años gene­ra frustración y desánimo.

En este contexto, la pregunta básica es ¿qué podemos hacer?

Una primera vía de actuación consiste en quedarnos como estamos, elaborando un currículum disciplinar de "mínimos" y exigiendo que todos los alumnos alcancen los objetivos asociados. Se trata de una solución respetable, que no comparto, aunque no voy a dar aquí muchas razones. Una de ellas tiene que ver con la rentabili­dad del esfuerzo del profesor; parece que, con esta vía, se optimiza; sin embargo, no mejora sustancialmente el rendimiento del alumnado.

En segundo lugar se ha intentado una adaptación a los alumnos, generando lo que suele llamarse una bajada de niveles.

Estas dos posibilidades, legítimas, no son las únicas.

 

Triángulos famosos

 

Un enfoque disciplinar de las matemá­ticas se basa en el famoso triángulo (figura I (4)):

 

 

Finura I: Profesor. Alumno. Matemáticas

 

En esta figura, "Profesor" y "Alumno" remiten a arquetipos, no a individuos con­cretos. Sabemos que hay arquetipos dife­rentes, tanto en los estilos de enseñanza como en los de aprendizaje; en ellos incluyo cuestiones de valor o actitudes (muchos profesores "odian" la Estadística, muchos otros se "deleitan" con el Análi­sis), que repercutirán en la variedad de contenidos sobre los que los alumnos habrán de examinarse. No cabe duda de que, hoy en día, los profesores, niños y jóvenes que acuden a las escuelas son lo suficientemente diversos como para justi­ficar un retoque de la figura anterior (Figura 2):

 

 

Figura 2: Profesores, Alumnos, Conocimientos Matemáticos

 

 

 

El lector que haga una lectura favora­ble de estas dos figuras quizá comparta conmigo una idea tan sencilla como la siguiente: una diferencia pedagógica esen­cial entre la Ley General de Educación y la LOGSE se articula en la toma en conside­ración, por ésta, de la pluralidad. La dife­rencia no está en lo disciplinar ni en el aspecto instrumental de las matemáticas (que se mantienen, aunque se modifique el enunciado literal de los contenidos en el currículum de matemáticas).

Sin embargo, la diferencia, por mínima que parezca, implica consecuencias. Voy a tratar una de ellas.

Se modifica la idea de participación

En otro lugar (CORIAT (1997-2000» he desarrollado algunas ideas sobre los tres procesos básicos que se dan en edu­cación y en educación matemática: trans­misión, aprendizaje y participación. El ter­cero, con la LOGSE, deja de ser una con­secuencia inevitable de los dos primeros; en cierto modo se independiza de ellos, cobrando "carta de naturaleza", al modo pretendido por Dewey (5).

La participación es el proceso por el cual los niños y jóvenes comparten símbo­los y herramientas propias de una o varias culturas. La objeción de conciencia, en matemáticas, es un caso extremo que hace visible cómo esta participación ha de ser negociada, no supuesta; una eficaz par­ticipación no parece compatible con una (hipotética) bajada o subida de niveles, sino que exige un sentido para que las matemáticas sean aceptadas.

Ese sentido sólo se alcanza por nego­ciación y, hasta donde soy capaz de enten­der el encadenamiento genérico de las ideas, la reivindicación se apoya en el siguiente guión:

I. No nos gustan las matemáticas porque son abstractas y sin sentido.

2. No queremos aprender matemáticas porque sólo sirven para aprobar.

3. No nos gusta hacer ejercicios porque son una mera repetición de lo que ha dicho el Profesor, con otros datos.

4. No queremos hacer ejercicios porque nos aburrimos.

Sabemos que, en la negociación de esta hipotética reivindicación, hay que fil­trar el rechazo de un nivel de exigencia (absolutamente imprescindible en la escuela); pero una vez filtrado, queda "algo" veraz en el argumento. A su mane­ra, los alumnos están rechazando nuestra indiferencia ante la utilidad, nuestro mar­cado énfasis de lo disciplinar.

 

 


 

 

 

6. Matemáticas y Lengua

Hay al menos dos ideas que favorecen el encuentro de estas dos disciplinas:

( Iª) Las matemáticas se aprenden usando la lengua vernácula.

(2ª) Para aprender matemáticas es necesario controlar algunas sutilezas de esta lengua.

Así, resulta necesario inducir, entre profesores y alumnos, un más extenso uso de la lengua, tanto para diversificar las explicaciones mutuas como para matizar detalles matemáticos de una situación. Esto se consigue mediante decisiones tomadas en el Centro, si varios profeso­res deciden converger, mediante clases coordinadas o mediante un trabajo, en paralelo, de determinadas ideas previa­mente acordadas por éstos.

Ejemplo 5

Este extenso uso no se refiere sola­mente a la estructura de las frases, sino al propio léxico.

Durante el curso 99/00, he impartido la asignatura "Matemáticas para Alumnos con Necesidades Educativas Especiales", de 3º de Magisterio, titulación Educación Especial, en la Universidad de Granada. Cuando estudiábamos una parte titulada ''la hora", hicimos una lista de términos relacionados con el tiempo, de los que seleccionamos los siguientes: ahora, antes, después, mientras, durante, tarde, pronto, temprano, instante y momento. Al terminar la clase en la que elaboramos esa lista, puse la siguiente tarea para casa: buscar sinónimos en un diccionario y obtener un grafo de relaciones del siguiente modo: si en la entrada ahora, aparece ya, poner una flecha con punta en ya; si en la entrada ya, aparece ahora poner también una punta en el origen de la flecha anterior. Esta simple explicación de la tarea exigió algunas indicaciones complementarias. El mejor de los traba­jos presentados consta de 4 hojas manuscritas en DINA4 con todos los reenvíos del diccionario usado y una hoja en DINA3 que reproduzco, reducida, en la Figura 3.

Una de las propiedades más relevan­tes de la figura 3 es el deslizamiento semántico que permite pasar de después a antes (6) y de ahora a antes. Si seguimos el grafo asociado a este diccionario, podemos tomar varias decisiones cultu­rales sobre la enseñanza y el aprendizaje de las tres nociones: pronto, ¿es el térmi­no clave?; ¿se "deducirían" de él la noción de antes (vía temprano) y, sucesivamente, las de ahora y después?

Por otra parte, el grafo anterior per­mite dar sentido a frases como "¿quién ganará la carrera?". Por una parte necesi­tamos proyectar la idea de antes en el futuro: ganar la carrera significa "llegar antes" o "llegar la primera", pero se trata de un acontecimiento que ocurrirá, ten­drá lugar después.

Hay una gran diferencia entre la riqueza de matices del cuadro anterior y la secuencia temporal expresada mate­máticamente (figura 4):

 

 

En la figura 4, si to es el instante arbi­trariamente declarado como ahora (en la figura 3, por cierto, no hay relación entre instante y ahora), el intervalo ]--, to[ inclu­ye todo lo que ocurre antes, mientras que el intervalo ] to, +[ incluye todo lo que ocurre después.

En algunas gráficas con cambios nota­bles, tiene sentido usar metafóricamente antes, ahora, después aunque ninguna de las variables sea temporal. Así, la figura 5 permite enunciar frases como "la función es creciente antes de alcanzar su valor máxi­mo"; se trata de un antes de carácter metafórico, ya que desconocemos si la variable independiente es temporal.

Si exceptuamos el campo estricto de la disciplina matemática (las matemáticas de los matemáticos), la riqueza de matices de estos grafos de relaciones ayuda a establecer significados y a relativizarlos (por su variedad, al cambiar de dicciona­rio), así como a integrar los valores en el trabajo escolar. Los contenidos matemáti­cos siguen siendo las nociones elementa­les temporales, previas al aprendizaje de


 

 

la hora; lo que hace la lengua (en este caso, un diccionario) es aportar al Grupo­Clase una visión más global y dinámica de las relaciones entre los diferentes térmi­nos y de las relaciones más importantes; los alumnos, ayudados por la Maestra, sólo pueden "ganar" con tareas basadas en estas ideas.

Confianza, medida y cálculos

El cálculo con números ocupa la parte esencial del tiempo lectivo en las escuelas; si el alumno no opera bien, se deduce que va mal en matemáticas. Más abajo me referiré a la importancia de este cálculo.

El Principio de Confianza

Introduzco aquí este principio, que suelo utilizar en mis clases de Magisterio para desdramatizar los errores de cálculo (sin por ello ocultar la importancia de éste).

Adaptando una idea de Vergnaud, conviene distinguir la realización de una operación con números (por ejemplo, dividir 1 entre 6) de la realización de una actividad que implica una operación (ope­ración-en-acto).

Cuando, el día del cumpleaños, una mamá va a repartir la tarta entre seis niños, está realizando una división-en­acto. Supongamos que la tarta sólo para los niños, y que uno de ellos se queje de que su trozo es "más pequeño". Desde el punto de vista estrictamente matemático, es imposible que la mamá haya obtenido seis trozos excactamente iguales (en forma, tamaño y peso); por tanto, cual­quiera puede quejarse del reparto, ya que nadie conseguiría la perfecta ecuanimidad. Sin embargo, la argumentación no será esa; todo lo contrario, el trozo del niño que reclama se comparará "a ojo" con otro cualquiera y se añadirá la valoración relativa a la ausencia de intencionalidad por parte de la persona que cortó los tro­zos. En una situación apenas menos seria, si compramos 2 metros de cable, el ven­dedor mide los dos metros con su vara y, seguidamente, añade algunos centímetros "a ojo''.

El principio de confianza permite que dos personas se pongan de acuerdo sobre cualquier cantidad de magnitud. No se exige la misma precisión al partir una tarta que al poner un satélite en órbita; por eso hay diferentes procedimientos para esta­blecer ese acuerdo. Hay tres grandes ideas que permiten llegar a él: la potencia

de diez, la estimación y la aproximación. (Ver Anexo.)

En la vida cotidiana, las magnitudes juegan un papel central. El sentido exter­no de los cálculos se genera a través de ellas. Por lo general, se trata de cálculos con una estructura relativamente simple, donde la exactitud del resultado se subor­dina a las necesidades de la aproximación o la estimación, así como a determinadas valoraciones.

Ejemplo 6: Cuando el pelotón persigue a un ciclista escapado que lleva 5 minutos de adelanto, tiene que conseguir una velocidad media superior a éste. A pesar de los medios tecnológicos (que van dando, segundo a segundo, la evolución de las magnitudes bási­cos), los periodistas hacen una pregunto cuya respuesta exige una estimación: quedan 30 kilométros para la llegado (al ciclista escapa­do) y en los 40 km. anteriores el pelotón ha recuperado 2 minutos y medio, ¿conseguirá alcanzar el pelotón al corredor solitario para que haya una llegada "en sprint"? (Esta pre­gunta admite diferentes predicciones, según se valoren el interés del pelotón y el cansan­cio del atrevido.)

Calculos en clase de matemáticas

Muchos dirán que los problemas como el anterior se podrían trabajar en otras áreas, pero no en matemáticas. Aquí lo que interesa, por lo visto, es sólo que el alumno sepa operar, simplificar, racio­nalizar, etc. No digo que se trate de un falso interés, lo que quiero poner de manifiesto es que hemos descompensado el currículum de matemáticas con opera­ciones desprovistas de significado externo y que esta ausencia de sentido, de utilidad, es la principal responsable de la alta des­motivación y del alto fracaso que observa­mos en nuestros alumnos. Estoy conven­cido de que los alumnos aprenderán mejor a "ver" la equivalencia entre 2/3 y 4/6 enfrentándose a problemas de unidad común de medida que memorizando dibu­jos del libro, teoremas de clase y ejerci­cios-tipo para los exámenes.

La propia evolución o maduración de las personas es la que dicta al profesor cuándo está en condiciones de anlizar la validez de un razonamiento o la coheren­cia interna de un cálculo. La importancia de cálculos reside en su aplicación a la vida cotidiana y en la versatilidad que aportan para afrontar nuevas situaciones (matemáticas o no); lo que estoy tratando de defender es el acercamiento a los cál­culos a través de significados externos (no matemáticos) que les dotan de sentido y permiten, además explicar diferencias y errores. Estos significados externos son los que mueven a los individuos (no mate­máticos) a hacerse preguntas sobre signifi­cados internos, es decir, relaciones entre números, propiedades, teoremas.

Si la acción y el pensamiento (en el orden que se prefiera) son las bases de la consigna "aprender a aprender", necesita­mos (I) volver a definir, en nuestras cla­ses de matemáticas, las dosis respectivas para la una y el otro, y (2) que los profe­sores, teniendo en cuenta que sus alum­nos nunca aprenderán todo lo que ellos querrían, confíen en que sus alumnos, finalmente, puedan aprender por su cuen­ta, es decir, afrontar, interpretar y resol­ver las situaciones que les depare la vida, en parte, con la experiencia y los conoci­mientos adquiridos en la escuela.

Situaciones y currículum escolar

Admitamos, por pura especulación, que la afirmación anterior se comparte o, al menos, que se considera en principio más adecuada que la solución de "míni­mos" arriba mencionada. La pregunta es si estamos los profesores preparados para ponerla en práctica. Creo que no, y lo afirmo basándome en experiencias previas hechas por algunos profesores que han fracasado (por diversas razones) o que no han permitido concluir.

En nuestras escuelas las tradiciones son difusas y por eso resulta mas difícil establecer acuerdos de innovación entre los profesores (muchos de los cuales no tienen garantizada una permanencia equi­valente a la duración de sus planes de tra­bajo). El "librito" de cada profesor sigue cerrado para los demás, no se comparten las experiencias y soluciones, sólo los resultados (en el mejor de los casos). La administración educativa genera anual­mente programas de innovación donde los profesores pueden concursar y pre­sentar planes. La universidad parece estar dispuesta ya a atender las pretensiones de los profesores en lugar de limitarse a satisfacer sus propias necesidades de información para la investigación, etc.

Con todo esto, cabe pensar en nue­vas soluciones educativas que permitirán (en el marco de la LOGSE, que todo lo prevé) establecer nuevas perspectivas. De momento, se trata de "sueños", de posibi­lidades abiertas.

No creo factible que se empiece a dar sentido a estas pocibilidades mientras el colectivo de profesores no modifique algunas actitudes cimentadas a lo largo de su propia formación y generalmente com­partidas por la inmensa mayoría.

 

Valores y afecto

El respeto mutuo exige el respeto de los valores que dos personas atribuyen a una misma situación. Desde la suma más sencilla (I + I) hasta el más complejo pro­blema, hay lugar para la discrepancia. I+I, desde luego, son 2 (en abstracto), pero si se reúnen gotas, montones o capitales, el resultado puede ser I. Con este juego de palabras no pretende pasarme de listo, sino establecer, mediante un ejemplo, la importancia de que el profesor "pregunte" la razón de una repuesta antes de valorar­la (o para abstenerse de hacerlo).

La práctica respetuosa de la argumen­tación contribuye a la formación matemá­tica. Los profesores hemos tardado mucho tiempo en aprender una idea, aun­que no siempre sepamos ponerla en prác­tica: toda explicación ajena se apoya en una manera de pensar y actuar sobre el mundo diferente de la nuestra; cuando los alumnos argumentan de un modo que consideramos "débil" o "incorrecto", es muy difícil ponerse en su lugar para deter­minar cuáles son los apectos de una situa­ción que han decidido considerar como prioritarios. Tenemos demasiado miedo escénico para salirnos del guión prescrito por la disciplina matemática, que nos aporta seguridad y confianza; preferimos infundir ese miedo escénico en nuestros alumnos antes que acercarnos a su mane­ra de ver las cosas; por supuesto, se trata de una manera inadecuada (desde una perspectiva disciplinar), pero ¿tenemos derecho, al corregirla, a mutilar también el esfuerzo y la dedicación invertidos en la realización de la tarea?

El error en matemáticas

Los estudios cognitivos han puesto de manifiesto que todo error tiene una expli­cación y que la persona que mejor puede darla es la que lo "comete". Decir que "1+1=1" está mal es lo más sencillo; pre­guntar, al alumno que lo escribió, qué es lo que le ha movido a decirlo abre una discusión que, generalmente, acabará en un auto-corrección.

En educación matemática se han cen­sado muchos errores típicos, principal­mente numéricos y algebraicos, pero lo que parece seguro es que toda enseñanza induce errores; a veces, generan conflic­tos en algunos alumnos. He aquí una breve lista bien conocida. Maestros y Pro­fesores decimos, a veces, cosas como las siguientes:

- "La multiplicacón aumenta", lo que sólo es cierto cuando los dos factores son mayores que uno o negativos.

- "La base de la pirámide es la cara en que apoyo", lo que sólo es una costumbre.

- "No se puede sumar 2 con x", para dar a entender que la suma "2+x" debe deja­rase indicada.

Por supuesto, una siempre pequeña colección de afirmaciones discutbles no puede compararse con la enorme colec­ción de verdades matemáticas que los profesores dictamos. Parafraseando a Brouwer hay que reconocer que no podemos tener la seguridad de expresar­nos sin malentendidos y sin errores (ni siquiera en el marco de una axiomática). Como las matemáticas escolares se aprenden a través de las lenguas vernácu­las, esa ausencia de seguridad se transfor­ma en certeza de lo contario: todos los participantes generamos malentendidos y cometemos errores. Por eso, el problema de las matemáticas escolares no consiste en "eliminar" los errores, sino en determi­nar cuáles son los malentendidos que los han generado. Los malentendidos ajenos se obtienen filtrando el discurso del alum­no, hasta hacer evidente para él la contra­dicción o la discrepancia con otras inter­pretaciones de la misma situación.

Las nuevas tecnologías: evitar el retraso secu­lar (en lo posible)

La fábula de los galgos y los podencos (7) es la que mejor describe, en el momento actual, la cuestión de la infor­matización en la mayoría de los centros escolares. El problema ya no consiste en saber si las calculadoras, los ordenadores e Internet son buenos o malos para la educación Infantil, Primaria y Secundaria. Se trata de herramientas que han entrado en nuestra cultura y, salvo cataclismo, no saldrán de ella. El problema consiste en usarlas críticamente (8) en las clases.

Siendo precavidos, en matemáticas escolares hoy, aportan variadas posibili­dades para la acción tutorial y para las interacciones entre alumnos; bases de datos (informaciones, enunciados de problemas, unidades didácticas) práctica­mente inagotable para el Grupo-Clase (Profesor y Alumnos); un aumento pro­digioso de la capacidad de cálculo; una multiplicidad de representaciones de las mismas ideas, conceptos y procedimien­tos; una modelización de variados fenó­menos (naturales o matemáticos).

En el momento presente la máqui­nas, por inteligentes que parezcan, no pueden suplantar al profesor que atiende a sus alumnos en el respeto a sus valo­res, con afecto y teniendo en cuenta los errores no como algo que se persigue, sino como algo de lo que se aprende. Las máquinas no pueden entrar de cualquier manera en cada aula; sólo el Maestro o el Profesor está en condiciones de deci­dir el cómo y el cuando de esa entrada. Pero cada vez que se pospone una deci­sión se retrasa también la ayuda de un intermediario de la enseñanza y el apren­dizaje que, debidamente utilizado amplifi­ca las posibilidades. Todas las herramien­tas (desde la tiza y el encerado hasta internet) tienen sus ventajas e inconve­nientes, que el Grupo-Clase debe tener en cuenta para extraer el máximo parti­do de ellas.

Ninguna actitud se cambia brutal­mente y, de hacerse así, genera casi siempre frustración y desánimo. Las matemáticas escolares no podrán evolu­cionar positivamente (y lentamente) si no van acompañadas de una reflexión y cambio (progresivo y lento, pero inapla­zable) en la concepción estrictamente disciplinar que predomina en la actuali­dad.

Anexo

Trabajar con potencias de diez signi­fica la mayor renuncia a la exactitud numérica. Se adquiere una idea "grosera" de cualquier cantidad de magnitud. Hay un paralelismo con el cálculo numérico: la escritura posicional de números en base de diez se apoya precisamente en esas potencias. Ejemplo: la altura de una persona es del orden de I m, porque 10° (= I ) es la potencia de 10 más cercana a las medidas habituales (que oscilan entre los 0,50 m de los bebés y los 2,10 m de los jugadores de baloncesto).

Estimar significa dar un valor expli­cando el procedimiento seguido, pero sin preocuparse de la exactitud (9).

Ejemplo: el área de un rectángulo cuyos lados miden 1,08 m y 1,23 m, se puede estimar en 1,2 m2 (se redondean ambos lados a 1,1 y, personalmente, he memorizado el cuadrado de I, I).

Aproximar significa dar un valor mediante un procedimiento que permite indicar el "grado de alejamiento" (error) del valor exacto.

Ejemplo: si sabemos el valor exacto de una cantidad está comprendido entre dos números naturales consecutivos, n y n+I, el valor n+0,5, aporta una aproxi­mación con error menor que 0,5. (Esto sirve en ocasiones, como cuando sólo se recuerda que la 3 está comprendida entre I y 2: el valor 1,5 es una aproxima­ción con error menor que 0,5)

Quizá sorprenda que no me refiera a los valores exactos, como una cuarta gran idea. La descarto porque confunde. Con magnitudes discretas (granos de arena, botes de pintura, etc.) es posible llegar a ser exactos, pero con magnitudes continuas, no es siempre posible. (Otra cosa es, por supuesto, que en matemáti­cas se disponga de símbolos -para refe­rirse a ellas exactamente, como 3 o  de procedimientos geométricos -para representarlas exactamente, como en el caso de la 3-.) En general, la exactitud constituye un valor en mateméticas, pero se exhibe raras veces fuera de las mate­máticas. Así: desgraciadamente, casi nadie presta atención a la ficha técnica de un sondeo de opinión final a las 5 pesetas más próximas (con objeto de no manejar monedas de peseta -¿harán lo mismo con los céntimos de euro?-)

 

Bibliografía

CORIAT, M., SANCHO, J., MARIN, A. y GONZALVO, P. (1989): Nudos y nexos. Redes en la escuela. Madrid; Síntesis.

CORIAT, M. (2000): El aprendizaje y la matemática escolar. Uno. 24, pp. 9-21.

CORIAT, M. (en prensa): Fundamentos del Currículo de Matemáticas. En L. Rico (ed.) Madrid: Síntesis.

HYTTEN, K. (2000): The resurgence of Dewey: are his educational ideas still relevant? Journal of Currículo Studies, 32 (3), 453-46 6.

SKOVSMOSE, (1999): Hacia una filoso­fía de la educación matemática crítica. Bogotá: una empresa docente.

Notas

(I) Me refiero a la institución escolar. Todavía hay profesores arrojados que siguen intentando y proponiendo innova­ciones concretas basadas en ideas como las indicadas; por lo general, cuentan con la ayuda de sus respectivos centros. Pero la institución escolar parece esclusiva­mente diseñada rara que el profesor transmita contenidos a sus alumnos.

(2) Acaso la situación no sea tan nueva: ¿No nos hemos quejado siempre, en B.U.P., de los "repetidores"?

(3) Para un desarrollo de esta idea, véase Coriat (2000)

(4) Reconozco que las figuras tienen algo de metafórico y que constituyen una simplificación. En contrapartida, facilitan el discurso y permiten otras comparacio­nes.

(5) No creo que Dewey usara el térmi­no participación con el mismo sentido que le doy aquí. Sin embargo, uno de sus más importantes leit-motifs es el siguien­te: "La importancia de la educación en la construcción y moldeado (shaping) de la sociedad". (HYTTEN (2000).) Resulta difícil concebir esta meta general sin hacer de la participación algo más que una conse­cuencia de la transmisión y el aprendizaje.

(6) Ayuda: Situándonos en después, rasamos sucesivamente a luego, pronto, temprano, antes. Conviene recordar aquí que estos grafos de realciones dependen de los diccionarios. (Ver CORIAT, SAN-CHO, MARIN y GONZALVO (1989).)

(7) Crudamente contada, la fábula narra como dos conejillos fueron cazados por una jauría de perros porque, en lugar de ponerse a salvo, se dedicaron a discu­tir si sus perseguidores eran galgos o podencos.

(8) En el sentido de la educación mate. mática crítica. (Ver O. SKOVMOSEM (1999).)

(9) Se supone que el anhelo de exacti­tud constituye un valor.