¿SERVIR AL MATERIAL O

SERVIRSE DEL MATERIAL?

Evaluar los materiales curriculares

para mejorar su uso

Artur Parcerisa Aran*

 

Los materiales curriculares -y especialmente el libro de texto- cumplen una función mediadora entre la enseñanza y el aprendizaje. Esta función puede constituir una ayuda para desarrollar el proyecto docente del profe­sorado pero también puede suceder que el material se convierta en el pro­yecto, y el profesorado se ponga a su servicio. Para evitar lo segundo y convertir los materiales curriculares en un recurso útil y adecuado se requiere que el profesorado los evalúe para tomar decisiones más funda­mentadas respecto a su uso en el día a día del aula. En esta evaluación hay que contemplar, entre otros aspectos, las intenciones del material y los elementos facilitadores del aprendizaje que incluye.

 

Los recursos constituyen un ele­mento esencial para la tarea docente. El profesorado necesita disponer de recursos de distinto tipo y, entre ellos, de los denominados materiales curriculares. La incidencia de estos recursos en el proceso de enseñanza­aprendizaje es muy elevada, tal como se constata en la experiencia diaria del profesorado.

Fijémonos en la siguiente situación semejante a la que podríamos encon­trar en muchas aulas: en un grupo­clase, una profesora se dispone a ini­ciar la primera actividad del día. Tras una salutación inicial y unos breves comentarios sobre algunas cuestiones de tipo organizativo, la profesora pide a los alumnos y alumnas que saquen su libro de texto y que lo abran por una página que les indica. Tras comentar la fotografía que inicia un tema del libro, hace una pequeña explicación y pide al alumnado que lea las dos primeras páginas del texto y realice los dos primeros ejercicios del tema que aparecen en el mismo libro.

Cada alumno y alumna cumple -más o menos correctamente- la tarea (leyendo, observando las imágenes que acompañan el texto, haciendo los ejercicios). Pasado un rato, se realiza una corrección colectiva de los ejerci­cios. La profesora responde a las dudas y complementa el texto aña­diendo algunos datos. Después, para completar la información, les indica que verán un vídeo.

Si analizamos que funciones están cumpliendo los materiales curricula­res (libro y vídeo) en el ejemplo des­crito, nos daremos cuenta de que, de entrada, cumplen una función de mediadores en los procesos de ense­ñanza-aprendizaje, en el sentido que son un elemento que facilita el paso de una situación de enseñanza a una situación de aprendizaje. Pero esta función general se desglosa en diver­sas funciones específicas, de las cua­les, en ocasiones, el profesorado no acaba de ser plenamente consciente, con lo cual se incrementa la inciden­cia de los materiales curriculares en el  proceso educativo. Algunas de estas funciones son: la motivación; la estructuración de la realidad; la confi­guración de un determinado tipo de relación entre el alumno o alumna y los contenidos de aprendizaje e, inclu­so, con el mismo proceso de apren­der; de control de los contenidos a enseñar; comunicativa; de depósito de la profesionalidad,... y otras que ya han sido tratadas en otros artículos de esta revista.

Se ha escrito que el material es en sí mismo un mensaje: el alumnado aprende que lo que vale la pena saber es lo que está en el libro e incluso algunas familias miden el progreso de su hijo o hija con relación a las pre­guntas que se formulan en el libro de texto.

 

* Universitat de Barcelona.

 

El análisis y la reflexión respecto de las funciones que desempeñan los materiales curriculares en la práctica diaria del profesorado constituyen un requisito para posibilitar un uso de los materiales al servicio de nuestro proyecto docente en lugar de gene­rar una situación en la cual seamos los profesionales los que inconscien­temente estemos sirviendo a los materiales y , por lo tanto, a los inte­reses y las prioridades de quienes los han diseñado, elaborado y/o comercializado.

No cualquier material es adecua­do para un determinado concep­to de educación escolar

Los materiales curriculares son un recurso o un medio para ayudar en el proceso de aprendizaje. Pero según el concepto de educación escolar serán más adecuados unos materiales que otros. Los libros de texto, por ejemplo, han respondido tradicionalmente a una concepción de educación homogénea, centrada en los conocimientos y en la memori­zación, donde se esperaba que el profesorado cumpliera prioritaria­mente funciones transmisivas. Se trata de una concepción bastante ale­jada de las ideas de educación inte­gral, de aprendizaje con sentido y de funcionalidad. Estas concepciones demandan materiales distintos al libro de texto tradicional.

Fijémonos, por ejemplo, en lo que comporta el concepto de formación integral en lo que se refiere al uso de materiales curriculares. Aspirar a un aprendizaje integral de la persona supone prestar atención en el proce­so formativo al desarrollo de todo tipo de capacidades y a la asimilación de contenidos de distinto tipo. En este sentido, hay que tener en cuenta que el aprendizaje de contenidos fac­tuales (hechos, datos, situaciones, etc.) requiere actividades de repeti­ción verbal; que el aprendizaje de conceptos demanda actividades más complejas que ayuden a cuestionar y modificar los esquemas mentales; que aprender habilidades, técnicas o pro­cedimientos requiere de modelos y de actividades de ejercitación de estrategias de acción y que si, además, se pretende que el aprendizaje sea funcional, hay que ayudar al alumnado a que comprenda el procedimiento y sepa identificar situaciones diversas en las que aplicarlo; que aprender actitudes y maneras de comportarse requiere de actividades de reflexión y de modelos adecuados. Por lo tanto, enseñar distintos tipos de contenidos demanda distintas estrategias y el uso de materiales adecuados a lo que se pretende enseñar.

Pero el concepto de formación integral va más lejos, y lleva también a plantear la necesidad de tener en cuenta el papel de los valores trans­versales: se necesitan materiales que ayuden a desarrollar los denomina­dos temas transversales del currícu­lum pero, además, hay que tener en cuenta que cualquier material puede jugar un papel de modelo, ayudando a crear o a desarrollar determinadas actitudes en el alumnado, vehiculando un determinado currículum oculto.

 

El libro de texto, el material por excelencia

Aunque el título anterior es una evidencia, vale la pena destacar que el papel que desempeñan los libros de texto en el sistema educativo es tan relevante que en Estados Unidos (como se sabe, nuestro referente cul­tural, mal que nos pese) se estima que el 75 por ciento del tiempo que los estudiantes elementales secundarios pasan en el aula, y el 90 por ciento del tiempo que dedican a los deberes, está ocupado por materiales de texto" (GOLDSTEIN, 1978) y que, en nuestro contexto, "de todos los recur­sos de curriculum disponibles, segura­mente el que ejerce mayor influencia en los profesores a la hora de tomar decisio­nes respecto a la planificación sea el libro de texto" (C. MARCELO 1987: 62), lo cual significa que "la Administración determina áreas y contenidos generales, las editoriales concretan lo que se trans­mite, proponiendo una cierta versión y los profesores añaden su sello personal en el proceso de enseñanza-aprendizaje" (J. GIMENO, 1985: 243), y, en definitiva, que "el libro de texto (...), en su expre­sión estandarizada, es una herramienta ya pensada, para que el profesor o pro­fesora no tengo que pensar. Es una herramienta -un medio de producción cultural- separado de quienes van a utili­zarlo, elaborado en un contexto externo a la práctica de sus usuarios, los profeso­res" (J. MARTINEZ 1991: 61).

RICHAUDEAU (1981), en un intere­sante trabajo realizado por encargo de la UNESCO, afirma que en la mayor parte de paises, el denominado manual escolar sigue siendo el medio más económico y el más utilizado de manera que el 85% de los gastos mundiales en material pedagógico se hace en libros de texto y en otras impresiones (atlas, diccionarios). Podría añadir más citas pero creo que son suficientes para resaltar la impor­tancia educativa de este tipo de mate­riales.

Aunque es cierto que en los últi­mos tiempos se han producido algunos cambios, el libro de texto sigue arrastrando una historia que le ha caracterizado por responder a las siguientes características (ZABALA y PARCERISA, 1995: 9):

• presentar una guía de contenidos que se convierten en prescripti­vos, lo cual se compagina muy difícil­mente con un Proyecto curricular propio del centro.

• presentar. una serie de activida­des cerradas, homogéneas y, en oca­siones, autosuficientes, lo cual se compagina mal con un planteamiento de adaptación al propio contexto y a la diversidad.

• ofrecer unidades cerradas, lo cual no responde a la complejidad que es inherente al proceso de enseñanza.

 

A lo anterior aún hay que añadir que los libros de texto y otros materiales editados son una mercan­cía regulada por la ley de la oferta y la demanda, con todo lo que ello implica.

A pesar de todo lo anterior, se da la evidencia de que los libros de texto son el material didáctico por excelen­cia y un recurso fundamental para la mayor parte de profesorado. En este sentido, ZABALZA  ( 1985:43) señala muy acertadamente que "los profeso­res que denostaban el texto en sus inter­venciones públicas, siguen usándolo en su trabajo" Los libros y otros materia­les están ahí, y para rematarlo resulta que además son útiles. Ante ello la pregunta que deberíamos formular­nos es: ¿cómo usarlos de manera más adecuada? ¿Cómo conseguir que los materiales curriculares se conviertan en un buen recurso para ayudar a desarrollar un proceso educativo de calidad y en sintonía con una visión de la educación basada en valores de autonomía personal, de inserción social crítica y de convivencia?

 

Evaluar los materiales curricula­res, un requisito imprescindible... aunque de entrada cueste

 

Si entendemos la evaluación como un proceso que consiste en recoger información, en analizarla y en tomar decisiones consecuentes, la evalua­ción de los materiales curriculares por parte del profesorado se convier­te en imprescindible para un uso ade­cuado de esos materiales.

Hay que recoger información sobre las características de los mate­riales y analizarla para poder tomar decisiones sobre cuales de ellos son más adecuados pero también para tomar decisiones sobre de que mane­ra se usarán en el aula. En ocasiones, hay profesores o profesoras que comentan que sus posibilidades de mejorar en el uso de materiales están muy limitadas porque no han podido tomar parte en el proceso de selec­ción de los mismos. Cuando me plan­tean este inconveniente (real, por otra parte) les respondo que evaluar materiales puede servir para el proce­so de su selección, pero también para elaborarlos y, sobre todo, para usar­los más adecuadamente en el aula. La evaluación de los materiales para posibilitar un uso más coherente al servicio de un modelo y de un pro­yecto docente, se inscribe en una perspectiva de uso reflexivo del mate­rial por parte del profesorado.

Evaluar materiales, como cual­quier otra tarea docente, requiere una concienciación sobre la importan­cia de esta tarea pero también un aprendizaje sobre como realizarla. Analizar y evaluar materiales es, en definitiva, un procedimiento y, como tal, sólo se aprende a hacerlo, hacién­dolo en diversas ocasiones hasta que se termina dominando.

En todo caso, esta evaluación es imprescindible para conocer si el material en cuestión es coherente con el proyecto curricular de la insti­tución, si se adapta al contexto, si tiene rigor científico, que valores -explícitos e implícitos- vehicula—. Usar los materiales curriculares de manera que se encuentren al servicio de nuestro proyecto docente implica. necesariamente evaluar aquellos materiales para poder tomar las deci­siones más adecuadas en el momento de seleccionarlos pero también en el de elaborarlos o usarlos. Aunque rea­lizar esta evaluación puede parecer algo complejo, esta complejidad es la propia del hecho educativo y afrontar la complejidad requiere necesaria­mente de procesos de análisis y de reflexión.

 

Ámbitos para el análisis y la evaluación de materiales curri­culares

 

Recogiendo una propuesta de tra­bajos anteriores que se ha aplicado en diversos centros, (PARCERISA, 1996), creo que un modelo de evaluación de materiales curriculares debería partir de los siguientes criterios:

• considerar el proceso de apren­dizaje como un proceso de construc­ción personal

• tener en cuenta la influencia de los modelos y del currículum oculto que el material vehicula

• considerar que los responsables de evaluar deben serlas profesoras y los profesores que después utilizarán estos materiales en las aulas

• plantear que los objetivos de la evaluación son ayudar a seleccionar o elaborar los materiales más adecua­dos y ayudar a establecer criterios de uso en el aula de aquellos materiales.

Partiendo de estos criterios, pro­pongo que en el análisis y evaluación (una vez descritas las características básicas del material, tales como área, nivel, etc.) se tengan en cuenta cuatro grandes ámbitos: las intenciones edu­cativas, los elementos favorecedores del proceso de aprendizaje, la aten­ción a la diversidad y los aspectos for­males. Estos cuatro ámbitos cubren las grandes cuestiones a analizar: qué pretende enseñar el material, que ele­mentos favorecedores del proceso de construcción del aprendizaje incluyen, como contempla un aspecto tan rele­vante como la atención a la diversi­dad, y cuales son sus características formales.

Veamos brevemente algunos aspectos clave a considerar en cada ámbito:

Ámbito de análisis en función de las intenciones educativas

La intencionalidad es un rasgo característico de la educación escolar. Las decisiones curriculares (en este caso, las que se reflejan en el mate­rial) tienen que poder justificarse en función de las intenciones educativas definidas, las cuales tienen que estar debidamente fundamentadas. Hay que analizar la coherencia de los materia­les con relación a los acuerdos reco­gidos en el Proyecto del Centro. Este análisis nos tiene que proporcionar información sobre la adecuación de los contenidos que se desarrollan en el material de manera que podamos decidir si se requiere efectuar cam­bios, añadiendo y/o suprimiendo y/o adaptando contenidos, etc.

Es importante analizar también si en el material se pretende desarrollar objetivos correspondientes a temas transversales. Asimismo hay que anali­zar cuales son los valores y las actitu­des que fomenta implícitamente el material; estos contenidos aparecen en las ilustraciones, en el texto expo­sitivo, en los ejercicios, etc. Este análi­sis es particularmente interesante ya que uno de los mecanismos básicos de aprendizaje de actitudes y valores es el aprendizaje vicario o de imita­ción de modelos, y el material curri­cular vehicula determinados modelos. Ser necesario analizar, por ejemplo, la amplitud que se da al concepto de familia; el papel que se otorga a per­sonas de distinto sexo, raza o edad; la presencia y el tratamiento que se da a ámbitos geográficos diferentes, etc.

 

Ámbito de análisis en función de los ele­mentos favorecedores del aprendizaje

En este ámbito podemos analizar la coherencia de las propuestas del material con relación a los elementos que favorecen un proceso de aprendi­zaje de construcción personal y fun­cional. Para hacer más sencillo el aná­lisis se pueden contemplar aspectos específicos, según si se analiza un material o una parte de un material de tipo informativo, un material o una parte con propuestas de actividades o un material o una parte específicamente pensado para el aprendizaje de la comprensión lectora. A título orientativo, a continuación propongo algunos elementos que se pueden analizar en los dos primeros tipos de materiales señalados.

 

• Materiales informativos o de consul­ta:

a) Adecuación del nivel lingüístico

b) Densidad informativa

c) Carácter dogmático o abierto (según sí se ofrecen o no distintos puntos de vista, por ejemplo)

d) Secuencias de lectura de la infor­mación:

• existencia de introducciones y de organizadores previos que facilitan la conexión de los nuevos contenidos con los aprendizajes previos de cada alumno o alumna

• elementos facilitadores de la motivación (referencias directas a personas del contexto del alumnado, ejemplos de la vida cotidiana, pregun­tas, bromas, etc.)

• posibilidad de diferentes grados de lectura, diferenciando entre infor­maciones esenciales, complementarias y anecdóticas, entre contenido cen­tral y ejemplificaciones, etc.

• existencia de síntesis y resúme­nes que faciliten la comprensión del texto

• Materiales con propuestas de activi­dades

El análisis de las actividades que propone el material nos servirá para conocer que aspectos están bien resueltos y que tipo de actividades se tendrían que añadir o complementar -o suprimir de entre las propuestas­para ayudar a que se den elementos que favorezcan el aprendizaje del alumnado.

Las actividades propuestas en el material se organizan en secuencias o series. A partir de la selección de algunas de estas secuencias se puede analizar si en ellas aparecen activida­des de los siguientes tipos:

a) Actividades que tienen como fin el conocimiento de los aprendizajes pre­vios realizados por el alumnado

b) Actividades para ayudar a la moti­vación y de relación con la realidad

c) Actividades fomentadoras de la interrogación y el cuestionamiento

d) Actividades de elaboración y de construcción de significados

e) Actividades de descontextualiza­ción y de aplicación

f) Actividades de ejercitación

g) Actividades de síntesis

h) Actividades de evaluación (inicial, formativa y formadora, sumativa)

i) Actividades de trabajo en grupo

 

Ámbito de análisis en función de la aten­ción a la diversidad

La atención a la diversidad del alumnado constituye una cuestión clave. Aunque los materiales estanda­rizados tienen dificultades para cons­tituir medios especialmente facilitado­res de aquella atención, hay que anali­zar si le permiten y si sugieren posibi­lidades en este sentido: propuesta de distintos niveles de objetivos y conte­nidos; de actividades complementa­rias, de ampliación y de refuerzo; de distintas posibilidades de actividades para el aprendizaje de un mismo con­tenido; de diferentes posibilidades de evaluación; ...

Tanto en este ámbito como en los anteriores hay que buscar las justifica­ciones en la guía didáctica pero teniendo en cuenta que, en ocasiones, los materiales incluyen propuestas que sólo formalmente responden a algunas de las cuestiones señaladas pero que, en realidad, no aportan nada nuevo a un enfoque bastante homogéneo que suele caracterizar a la mayoría de libros de texto.

Ámbito de análisis en función de los aspectos formales

Este último ámbito se refiere a aquellos aspectos formales que no se hayan contemplado con anterioridad al analizar los ámbitos anteriores: diseño, maquetación, precio,...

 

¿Y después de la evaluación que hacemos?

La evaluación incluye recogida y análisis de información pero también toma de decisiones. En el caso que nos ocupa, estas decisiones no debe­rían pensarse tanto en el sentido de la adecuación o inadecuación del mate­rial analizado como en el sentido de plantearse para qué es adecuado el material, para qué no lo es, y para qué lo puede ser siempre que se use de determinada manera.

Que un material curricular sea un recurso al servicio de nuestro pro­yecto docente o que se convierta él mismo en el propio proyecto (al ser­vicio del cuál nos ponemos nosotros) no es una cuestión de blanco o negro, sino de grados, ya que como sucede en la mayor parte de cuestiones edu­cativas se trata de algo complejo: desde la total dependencia a la total autonomía de los materiales editados se da un continuum en el cual el pro­fesor o la profesora (o el equipo, a ser posible) tiene que ubicarse en cada momento.

Aunque proceder al análisis de materiales curriculares para tomar decisiones cada vez mejor fundamen­tadas puede resultar de entrada una tarea algo laboriosa, planteársela sig­nifica que decidimos profundizar en la reflexión sobre el sentido de nuestra acción educativa y sobre como enten­demos nuestra profesionalidad. Y el análisis y la reflexión sobre nuestra práctica son el mejor camino para mejorarla, día a día.

 

Referencias bibliográficas

GIMENO, J. (1985) En: GIMENO, J.; PÉREZ, A. La enseñanza: su teoría y su práctica. Madrid: Akal.

GOLDSTEIN, P. (1978): Changing the Ame­rican Schoolbook. Lexington, Mass., D.C:. Heath.

MARCELO, M. (1987): El pensamiento del profesor. Barcelona: CEAC.

MARTINEZ, J. (1991): "El cambio profe­sional mediante los materiales". En: Cua­dernos de Pedagogía, 189, pp. 61-64.

PARCERISA, A. (1996): Materiales curricula­res. Cómo elaborarlos, seleccionarlos y usarlos. Barcelona: Graó.

RICHAUDEAU, F. (1981): Concepción y pro­ducción de manuales escolares. Guía práctica. Bogot -París: Secab; Cerlal; Unesco.

ZABALA, A.; PARCERISA (1994): Pautas para la elaboración de materiales curricula­res. Madrid: MEC.

ZABALZA, M. A. (1985): Problemática didáctica del libro de texto. (Ponencia pre­sentada en las jornadas sobre el libro de texto, organizadas por el Gabinete de Medios Didácticos del MEC). (Documento policopiado).