Hay algo que está claro para todos los que llevamos intentando hacer
de otra forma la escuela y es que nosotros no somos uno más, somos
la pieza clave, la llave maestra sin la cual no funciona ría el engranaje. Podría
esto llevarnos a pensar que somos imprescindibles en todo este montaje.
Nosotros podemos llegar a decir en todo caso que somos tan imprescindibles
como los propios niños, sujetos activos del aprendizaje en nuestras aulas.
Nuestro papel debe ser muy diferente, no obstante, al que ha entendido
siempre la escuela tradicional. Lejos de pensar que el maestro es el único ser
que sabe las cosas y que el niño no sabe nada y cuando llega debe sentarse
pasivamente en su silla y escuchar lo que le decimos, pensamos que nuestro
papel debe ser asimismo activo, observando sus juegos y sus consultas en la
escuela, anotando nuestras conclusiones y sistematizando a partir de ahí
nuestro trabajo.
El espacio del aula deberá ser preparado para que la comunicación se produzca
mediante un proceso diferente. A partir de ahora es la peculiar forma de dis
tribuir el espacio lo que ayuda a que las interacciones alumno-alumno y alum
no-profesor se produzcan de otra manera bien distinta. Olvidemos un poco el programa
y partamos de sus intereses.
Son varias las actitudes que consideramos básicas para encarar un
trabajo de semejante naturaleza. Algunas de éstas serían:
- Total actitud de escucha y observación. Saber esperar
el desarrollo de los procesos individuales de cada niño. - Total disponibilidad
y capacidad de dejarse sorprender ante lo que ocurra o pueda ocurrir en cada
momento.
- Sentirse animador y dinamizador de la clase, disfrutando
con las ideas propias y las aportadas por los niños. Preparemos, pues, el
espacio de nuestras aulas al comienzo del curso, cuando aún los niños no han
llegado. Buscaremos materiales y les motivaremos para que ellos también los
aporten. Les daremos la posibilidad de descubrir nuevos espacios que pueden
utilizar dentro de la escuela (otras aulas, el vestíbulo, los pasillos, otras
dependencias...).
Pero además les recordaremos las normas mínimas de funcionamiento,
que habre mos elaborado entre todos. Proporcionare mos si es necesario nuevos
patrones de conducta con los niños más agresivos, plantearemos contradicciones
e interrogantes ante la gran cantidad de situacio nes que se dan al cabo de
una jornada; ayudaremos igualmente en pequeños proyec tos si se nos reclama la
ayuda. Potenciaremos la iniciativa personal y del grupo, dando confianza a los
más tímidos, a los más indecisos y no nos dará ningún reparo sabernos aceptar
como objeto de juego cuando de repente nos veamos inmersos en una
representación simbólica que ha surgido espontáneamente.
Somos, en definitiva, guía de su aprendizaje.
Luis
Miguel Millán Polo G.T. Sevilla M.C.E.P.