ENTREVISTA CON ... ÁNGEL I. PÉREZ GOMEZ
LA ESCUELA, UN LUGAR PARA RECREAR LA CULTURA
Joaquín Ramos García
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de
la Universidad de Málaga y uno de los más sólidos teóricos que tenemos en
España sobre la teoría y la práctica de la enseñanza y del aprendizaje.
Constante animador e introductor de nuevas ideas en el debate pedagógico de
nuestro país y asiduo colaborador de los MRPs. y de diversas publicaciones
pedagógicas del Estado español. Entre sus publicaciones podemos destacar:
"La enseñanza: su teoría y su práctica" (Akal, 1 980) compilación,
realizada en colaboración con Gimeno Sacristán,que tuvo gran incidencia en la
posterior evolución del pensamiento pedagógico de nuestro país, "La
comunicación didáctica" (Spicum,1985), "Análisis didácticos de las
Teorías del aprendizaje" (Spicum, 1989), "La evolución del
pensamiento pedagógico de los docentes" (Spicum,1991) en compañía de
Javier Barquín y más recientemente con la colaboración de Gimeno Sacristán
"Comprender y transformar la enseñanza" (Morata, 1991).
Kiki: La escuela tiene como función atender y
canalizar el proceso de socialización de las nuevas generaciones para
garantizar, junto a la familia, los grupos sociales y los medios de
comunicación, la reproducción social y cultural. Sin embargo, este proceso de
socialización es complejo y sutil, con profundas contradicciones como
consecuencia de los diferentes influjos y demandas que la escuela recibe del
mundo económico, social y político.
¿Qué función debe cumplir
la escuela en esta sociedad postindustrial, para superar estas contradicciones
y facilitar el desarrollo individual y social de los que asisten a ella?
Ángel I.: Me vas a permitir que me extienda ante
una pregunta sobre un aspecto tan complejo y polémico. En esta cuestión yo
percibo tres aspectos claramente relacionados pero con matices
significativamente diferentes: Los procesos de socialización, la función
social, y la función educativa de la escuela.
En primer lugar, como
planteas en tu introducción, nadie cuestiona que la escuela como institución
social en la que se encuentran grupos de individuos que viven en entornos
sociales mas amplios ejerce poderosos influjos de socialización. La cultura
social dominante en el contexto político y económico al que pertenece la
escuela impregna inevitablemente los intercambios humanos que se producen en
ella. Por tanto, las contradicciones que encontramos en las demandas
divergentes de aquella cultura social caracterizan también los intercambios humanos
dentro de la escuela. Además, los influjos contradictorios entre las
exigencias de la vida familiar, la vida económica y la vida política van
adoptando apariencias y formas distintas de presentación de manera cada vez
más acelerada, de modo que comprender los procesos de socialización en la
escuela y en su entorno exige un esfuerzo permanente de sensibilidad y
análisis. Por ejemplo, tanto los docentes como los alumnos y alumnas han asumido
valores hegemónicos y contradictorios entre sí que se refieren a estos tres
ámbitos de la vida social: exigencias de atención, cuidado, ternura y
generosidad en su vida familiar; tendencia a la competitividad, al egoísmo, al
individualismo, a considerar la primacía de la rentabilidad, apariencia y el
dinero en el ámbito del trabajo, la economía y el mundo laboral; el
convencimiento de la igualdad de todos, al menos en teoría y de derecho, ante
la ley, la participación política, el compromiso con el bien común y la tarea
colectiva en las sociedades democráticas. Ahora bien, estas contradicciones y
demandas divergentes adoptan en cada época y en la actualidad cada breve
espacio de tiempo, formas y matices bien diferentes. La familia ya no puede
considerarse el espacio homogéneo e inalterable de hace no más de treinta años,
la economía está exigiendo nuevos comportamientos, actitudes, conocimientos y
habilidades bien diferentes a las de obediencia y sumisión mecánica de la
época de las grandes industrias y el trabajo en cadena. La política, por su
parte, se ha convertido en breve espacio de tiempo, especialmente en España, en
una costosa e inalcanzable empresa de marketing, donde la participación
ciudadana se reduce, en general, al compromiso electoral cada cuatro años.
Así pues, el proceso de
socialización que las nuevas generaciones soportan tanto en su entorno social
como en la escuela cambia y se especializa a la medida y ritmo de las sutiles
y aceleradas transformaciones sociales. Lo que pone además de manifiesto el
análisis del pensamiento contemporáneo, es que la ideología postmoderna que
corresponde a la estructura económica del liberalismo radical del mercado está
transformando de forma acelerada valores y actitudes aparentemente bien asentados
en las sociedades llamadas modernas y occidentales. El absoluto relativismo
cultural e histórico, la ética pragmática del todo vale, la tolerancia
superficial entendida como ausencia de compromiso y orientación, la
competencia salvaje, el individualismo egocéntrico junto al conformismo
social, el reinado de las apariencias, de las modas, del tener sobre el ser,
la exaltación de lo efímero y cambiante, solamente por el hecho de
experimentar el cambio, la obsesión por el consumo, son las excrecencias
inevitables de una forma de concebir las relaciones económicas, que
condicionan la vida de los seres humanos, reguladas exclusivamente por las
leyes del mercado. La primacía de la rentabilidad sobre la productividad se
impone sutilmente sobre todos los ámbitos de las relaciones humanas. Es
evidente que todos estos aspectos de la cultura contemporánea, postmoderna,
están presentes en los intercambios cotidianos de la vida escolar, provocando,
sin duda el aprendizaje de conductas, valores, actitudes e ideas determinadas.
En segundo lugar, la
función social de la escuela como servicio público obligatorio y gratuito para
todos los ciudadanos hasta los dieciseis años pretende, en principio, compensar
las deficiencias de los procesos de socialización, tanto en lo que se refiere
a las carencias generalizadas de los mismos respecto a diferentes ámbitos del
saber, como a las profundas desigualdades que provocan en virtud del origen
social y cultural de los diferentes grupos humanos. De esta manera, y con esta
pretensión, en las sociedades democráticas occidentales, la escuela ofrece un
servicio público y gratuito que se extiende a los rincones mas remotos de la
población para acercar la cultura pública e intentar paliar con ella, los
efectos que las inevitables desigualdades de la economía de mercado ha
producido en los diferentes grupos sociales. Este proceso de compensación de
las desigualdades de origen supone un instrumento indispensable en la pretensión
de legitimar la legalidad económica y política de las sociedades actuales. La
función compensatoria de la escuela aparece como el último refugio del
principio de igualdad de oportunidades, imprescindible para legitimar la
estructura y funcionamiento de la economía de libre mercado en las sociedades
formalmente democráticas.
Por otra parte, la
función social de la escuela, difundiendo los rudimentos de la cultura pública
a todas las capas de la sociedad supone también un requisito indispensable
para garantizar la formación del capital humano que requiere el funcionamiento
fluido del mercado laboral. A mayor nivel cultural corresponden mayores
posibilidades de adaptación flexible a las exigencias cambiantes del mundo de
la economía actual. Por tanto, en este sentido, podemos afirmar que la escuela
cumple una función social caracterizada por el perfeccionamiento de los
procesos espontáneos de socialización, con sus virtudes y contradicciones. De
todas formas, no cabe olvidar que la escuela es una conquista social de la era
moderna y que tanto en su estructura como en su funcionamiento se encuentra
adaptada a las exigencias sociales, políticas y económicas de aquella época. En
virtud de dichas exigencias, la escuela se conforma como un espacio desgajado
para la transmisión de la cultura y del saber que de otra forma no puede llegar
a todos los rincones de la sociedad. Nadie nos puede garantizar ya que con el
desarrollo actual de la tecnología comunicación de masas, en la era
postmoderna de la aldea global, perfectamente extendida y omnipresente en los
lugares más recónditos, la escuela no deje de ser ya imprescindible para
cumplir la función social de preparar el capital humano que requiere la
movilidad del mercado laboral. Incluso me interrogo si la función de legitimar
la legalidad presente, mediante la aparente garantía del principio de igualdad
de oportunidades a través de la escuela pública y el curriculum común, no
puede ser sustituida por otras fórmulas de gestión privada y tecnología
actual.
En tercer lugar la
función educativa de la escuela. A medida que se profundiza en el aspecto
singular de la tarea educativa, aquello que la diferencia de la mera actividad
de sociafzación o reproducción de las costumbres y valores hegemónicos, propia
de otras instancias de socialización, aparece con más claridad, el carácter de
doble mediación de la escuela, o mediación reflexiva. Si la escuela pretende
ejercer una función educativa no será simplemente por el cumplimiento más
perfecto y complejo de los procesos de socialización (primera mediación), sino
por su intención sustantiva de ofrecer a las futuras generaciones la
posibilidad de cuestionar la validez antropológica de aquellos influjos
sociales, reconocer y elaborar alternativas y tomar decisiones relativamente
autónomas. Con esta intención educativa, la escuela ha de ofrecer no solo el
contraste entre diferentes procesos de socialización sufridos por los propios
alumnos de un mismo centro o grupo de aula, sino de experiencias distantes y
culturas lejanas en el espacio y en el tiempo, así como el bagaje del
conocimiento público que constituyen las artes, las ciencias, los saberes
populares... (segunda mediación). Solamente podremos decir que la actividad de
la escuela es educativa, cuando todo este conjunto de materiales, experiencias
y elaboraciones simbólicas sirva para que cada individuo reconstruya
conscientemente su pensamiento y actuación, a través de un largo proceso de
descentración y reflexión crítica sobre la propia experiencia y la
comunicación ajena. El esquema tradicional de transmisión y aprendizaje de
contenidos de la cultura puede que no provoque en absoluto la reconstrucción
de los modos de pensar y sentir de los estudiantes, sino solo el adorno
académico externo, que solo se utiliza para resolver con relativo éxito las
demandas y exigencias de la tarea escolar. A este proceso yo no me atreverla a
llamarlo educativo, con otros matices y otras características es parte del
mismo proceso socializador.
La función educativa de
la escuela requiere autonomía e independencia intelectual, y se caracteriza
precisamente por el análisis crítico de los mismos procesos e influjos
socializadores incluso legitimados democráticamente. Es por tanto una tarea
siempre inacabada y emergente, por cuanto que la evolución social de las pautas
de interacción económica y cultural produce la aparición de nuevos mecanismos
y procedimientos de socialización que, a su vez, requieren nuevos procesos de
análisis crítico, descentración y reflexión.
Resumiendo, pienso que la
escuela en las sociedades postindustriales, cumple este complejo y contradictorio
conjunto de funciones. Ahora bien solamente desarrollará una tarea educativa
cuando sea capaz de promover y facilitar la emergencia del pensamiento
autónomo, cuando provoque la reconstrucción de las formas de pensar, sentir y
actuar que cada individuo ha desarrollado a través de sus intercambios
espontáneos con su entorno cultural.
Kiki: Las sociedades de libre mercado provocan
grandes desigualdadades económicas y sociales que se manifiesta en las
diferentes capacidades iniciales, motivaciones, ritmos e intereses con las que
las niñas y niños acuden a la escuela.Desigualdades que la escuela como
institución social no puede compensar, sino que más bien tiende a perpetuar
debido a los criterios tan homogeneizadores que impone en sus prácticas
didácticas.
¿Qué tipo de intervención
didáctica debe ofrecer la escuela para paliar en parte las desigualdades que
provoca esta sociedad?
Ángel I.: Sí, la desigualdad en los procesos de
socialización sigue siendo un problema clave en las sociedades formalmente democráticas,
regidas por la ley del libre mercado. Es ingenuo pretender que la escuela
produzca la superación de tales desigualdades económicas y culturales, pero si
puede y debe ofrecer la posibilidad de compensar en parte los efectos de tan
escandalosa discriminación en el desarrollo individual de los grupos más
marginados. En el espacio de un curriculum común y de una escuela obligatoria y
gratuita debe afrontarse el reto didáctico de diversificar las orientaciones,
los métodos y los ritmos, de modo que los alumnos que en sus procesos de
socialización han desarrollado actitudes, expectativas, conceptos y códigos
más pobres y alejados de la cultura pública puedan incorporarse a ese proceso
de recrear, vivir, reproducir y transformar dicha cultura. Cuanta mayor sea la
obsesión por imponer un estilo academicista a los aprendizajes infantiles mayor
será la distancia y la deserción de aquellos que no encuentran en su contexto
familiar y cercano ningún apoyo ni estímulo para el mismo. Por el contrario, en
mi opinión, acercar la escuela a la realidad vivida por cada uno supone
facilitar el difícil tránsito a la cultura intelectual de quienes en su medio
cotidiano se mueven en el mundo de relaciones locales, concretas, simples y
empíricas. No podemos olvidar que los grupos sociales más desfavorecidos solamente
en la escuela pueden encontrar el espacio para vivir y disfrutar la riqueza de
la cultura intelectual.
Kiki: Los niños y niñas acuden a nuestras
escuelas con una visión fragmentaria, y llena de contradicciones, de la
realidad producto de las diversas fuentes de información que encuentran en su
entorno y de la carencia de una estructura cognitiva que les permita
compenderla.
La escuela,en vez de
dotar a los niños y niñas que a ella acuden de la capacidad para ordenar y
comprender las múltiples informaciones que les ofrece el entorno, atiborra la
mente infantil con nuevas informaciones que, al no tener ninguna relación con
sus intereses y motivaciones personales ni con su realidad vivencial, carecen
de significación.
¿Qué papel deben desempeñar
las informaciones, los contenidos, que se manejan en la escuela?
Ángel I.: Claro, la función educativa de la escuela
no puede confundirse en ningún momento con la obsesión academicista de
acumular información. Como tu bien planteas atiborrar la mente infantil con
nuevas informaciones que no conecten con cinc nranriinacínnes. con sus adquisiciones
intelectuales previas no provoca enriquecimiento sino mera yuxtaposición,
incremento del desorden, frecuentemente cansancio y desmotivación, y en el
mejor de los casos puros adornos retóricos. Los contenidos de la cultura
intelectual pública deben ofrecerse en la escuela como instrumentos,
herramientas simbólicas de contraste, materiales para cuestionar la pobreza y
simplicidad de las construcciones previas, alternativas que ayudan a
descentrar la mentalidad infantil, y no como objetos dados y estáticos que
deban ser aprendidos por su valor intemporal. Si los conocimientos científicos
o culturales no sirven para provocar la reconstrucción del conocimiento y de
la experiencia de los alumnos y alumnas pierden su virtualidad educativa. Por
ello reitero una vez más que la obsesión academicista exportada hace tiempo
desde la universidad a los centros de secundaria en primer lugar y a la escuela
primaria en menor medida es uno de los principales obstáculos para que la
escuela cumpla su función educativa. En la escuela como academia los estudiantes
no viven la cultura ni se enriquecen con un conocimiento útil y relevante que
provoque el análisis de los influjos que reciben en sus intercambios sociales.
Aprenden para aprobar y olvidan a corto plazo unos contenidos vitalmente
indiferentes.
Kiki: Para que la escuela pueda provocar la
organización de la información recibida y la reconstrucción de las
preconcepciones de sus alumnas y alumnos es necesario dotarla de otra forma de
organizar el espacio, el tiempo, las actividades y las relaciones sociales que
se dan en ella y en el aula.
¿Qué escuela tendríamos
que construir para que esto pueda ser posible ? ¿ Qué condiciones considera
mínimas para avanzar hacia la construcción de una escuela comprensiva?
Ángel I.: Si, es evidente que vivir la cultura en la
escuela exige un tiempo y un espacio bien diferentes a los que requiere un
simple aprendizaje académico. Ya sea en el conocimiento del mundo natural,
social o individual, ya sea en el disfrute, comprensión y creación de arte y
cultura, participar activa y significativamente requiere un tiempo sin las
premuras ni limitaciones que impone la costumbre del desarrollo del curriculum
fragmentado actual. Si la escuela se convierte en una simple academia de
cuatro o cinco horas diarias dedicada a garantizar el aprendizaje de los
productos del conocimiento ajeno, empaquetado en unidades didácticas en el
menor tiempo posible, no provocará la aventura de las vivencias intelectuales.
Es muy probable que las clases sociales acomodadas procuren ambientes y
situaciones en la propia familia o en otras instituciones privadas para ofrecer
la oportunidad a sus hijos de acercarse a la cultura socialmente más valorada.
Pero precisamente los estudiantes que pertenecen a los grupos sociales más
desfavorecidos no tendrán otra posibilidad de vivir y recrear la cultura
intelectual. Para estos sectores de la población, al menos, la escuela a tiempo
completo significa la única posibilidad de vivir y recrear educativamente la
cultura pública.
Ahora bien, para todos en
general, independientemente del nivel económico y social, la función educativa
de la escuela, tal y como acabo de expresarla al principio de este diálogo,
requiere una comunidad de vida, de participación democrática, de búsqueda
intelectual, de diálogo y aprendizaje compartido, de discusión abierta sobre la
bondad y sentido antropológico de los influjos inevitables del proceso de
socialización. Seguro que a quien sufre las condiciones actuales de los
centros educativos estos planteamientos le suenan a campanillas fantásticas,
quimeras irrealizables. A mí me gustaría definirlas mejor como orientaciones
utópicas que pueden guiar nuestras decisiones cotidianas. Estoy proponiendo
recuperar una antigua y recurrente aspiración pedagógica, caminar hacia la
comunidad educativa que rompe las absurdas barreras artificiales entre la
escuela y la sociedad. Un centro educativo flexible y abierto donde colaboran
los miembros más activos de la comunidad para recrear la cultura, donde se
aprende porque se vive, porque vivir democráticamente significa participar,
construir cooperativamente alternativas a los problemas sociales e
individuales, fomentar la iniciativa, integrar diferentes propuestas y tolerar
la discrepancia.
Es evidente que este tipo
de escuela se parece poco a la que por lo general vive el alumnado actual. No
obstante, todos conocemos experiencias de innovación más o menos prolongadas
que entusiasman a alumnos, padres y profesores y que han supuesto pasos reales
en este mismo sentido. Y si son necesarias condiciones materiales y económicas
para su desarrollo más imprescindible me parece a mí el cambio de mentalidad
entre el profesorado. En las condiciones actuales y aprovechando resquicios y
posibilidades que aún dentro de sus contradicciones y ambigüedades ha abierto
la concepción de la escuela que aparece en la LOGSE, depende en gran medida de
los profesores de un centro el priorizar, por ejemplo, el aprendizaje de la
gramática o la estimulación y disfrute de la lectura.
Kiki: La vida en el aula, como espacio ecológico,
es una compleja red de intercambio, creación y transformación de significados,
sentimientos y actuaciones.
¿Qué importancia
didáctica tiene comprender este complejo sistema de comunicación que se
establece en el aula?
Ángel I : De nuevo he de volver a hacer referencia al
concepto de escuela y de su función educativa. Todo depende de lo que se
pretenda. Si el objetivo del docente es simplemente transmitir conocimientos y
conseguir la reproducción de los mismos en el breve período de tiempo en que
tienen lugar los exámenes, es posible que tenga poca importancia conocer los
procesos reales de comunicación que tienen lugar en el aula. Si lo que nos
preocupa por el contrario son los efectos reales, previstos o no, de la vida
en la escuela sobre las nuevas generaciones será imprescindible llegar a conocer
el flujo de los significados dentro del grupo social que componen los docentes
y estudiantes. Por muy academicista, lineal y autoritario que sea el estilo
docente que se impone en un aula o en un centro, los alumnos y profesores
componen un grupo vivo, social, en el que inevitablemente se producen deseos,
expectativas, sentimientos, intereses y conflictos. Sean o no previstos o
explícitos, como consecuencia de ese vivo intercambio de significados,
sentimientos y actuaciones se producen importantes efectos a corto, medio y
largo plazo sobre los modos de pensar, actuar y sentir de los alumnos cuya
virtualidad educativa será necesario analizar. Me atrevo a afirmar que los
efectos más relevantes de la escolarización no son de ninguna manera los relacionados
con el aprendizaje de los contenidos académicos. En este caso, los llamados
efectos colaterales o secundarios del sistema académico son los realmente
importantes para definir las transformaciones de los modos de sentir, pensar y
actuar de las alumnas y alumnos, por cuanto son mucho mas duraderos y
relacionados con la construcción de la personalidad.
Kiki: Hasta ahora el docente ha venido jugando un
papel eminentemente transmisivo y evaluador de los procesos de
enseñanza/aprendizaje que ocurrían en el aula.
¿Qué papel debe cumplir
el docente para construir en el aula un espacio compartido de conocimiento y
acción?
Ángel I.: Como ya he sugerido en alguna contestación
previa, el desarrollo de la función educativa de la escuela al final del siglo XX
requiere una transformación radical del concepto de escuela, y por consiguiente
de la función docente. Provocar la reconstrucción del conocimiento de las
nuevas generaciones mediante la vivencia y recreación de la cultura requiere la
intervención de un intelectual, o mejor de un grupo de intelectuales enamorados
con la vida cultural, tan sensibles a las manifestaciones actuales de los
intereses y preocupaciones de la compleja sociedad postmoderna como a las
alternativas que a lo largo de la historia han ido produciendo los diferentes
grupos humanos. Transmitir y evaluar el conocimiento empaquetado pueden
considerarse tareas mecánicas que requieren poca elaboración intelectual, la
tarea repetitiva de un simple técnico reproductor. Provocar la reconstrucción
del conocimiento experiencia¡ que traen los estudiantes a sus intercambios en
la escuela mediante la participación ilusionada de los mismos en el complejo,
rico e incierto proceso de recreación cultural requiere la intervención de
profesionales creativos que sepan diagnosticar la realidad de partida,
proponer, diseñar y experimentar alternativas adecuadas a las peculiaridades
singulares de cada grupo de aula, evaluar permanentemente el desarrollo de los
procesos de comunicación estimulados, y reformular en consecuencia el propio
proyecto de intervención. Y como de lo que se trata en estos procesos de
comunicación es de vivir y recrear la cultura, aceptando y experimentando las
alternativas más diversas, recogiendo las experiencias y producciones de los
diferentes grupos culturales cercanos o lejanos, el docente tiene que construirse
como un profesional enamorado de la vida cultural en sus diferentes
manifestaciones artísticas, intelectuales, técnicas, científicas y artesanales.
La tarea de preparar ciudadanos capaces de entender e interpretar la compleja
vida actual así como de intervenir en ella de forma reflexiva y creadora
requiere la participación en la escuela de equipos docentes aptos para abarcar
la diversidad cambiante del espacio multicultural contemporáneo.
Kiki: Cumplir esas funciones necesita de un
profesor o profesora capaz de interpretar y diagnosticar cada situación
singular para elaborar, experimentar y evaluar estrategias de intervención. Sin
embargo, las prácticas docentes, en la mayoría de los casos, están ancladas en
la rutina y en la falta de motivación.
¿Qué estrategias
formativas se deberán utilizar para dotar al profesorado de los conocimientos
oportunos, y de la ilusión necesaria, que le permitan cambiar sus hábitos
docentes?
Ángel I.: Si la escuela debe cambiar para poder
cumplir la función educativa, mayor y más profunda transformación requieren
los centros universitarios de formación de docentes. Y en este sentido mi propuesta
supone la continuidad lógica con la definición de aquella función educativa que
deben fomentar. La formación de docentes debe orientarse a provocar la
reconstrucción del conocimiento pedagógico que los futuros profesores han
adquirido en su vida social y escolar precedente, de modo que las teorías y
experiencias pedagógicas se utilicen como herramientas para contrastar, enriquecer
y en su caso transformar el pensamiento vulgar y la conducta pedagógica
empírica adquiridas de modo poco reflexivo. Para que el conocimiento que se
trabaja en los centros de formación sea realmente relevante y no mero y efímero
adorno retórico la actividad teórico‑práctica de los programas de
formación ha de concebirse también como un proceso de recreación de la cultura.
Si no se consigue formar una comunidad de aprendizaje donde se estimule y
fomente la vivencia y disfrute de la creación cultural difícilmente se podrán
formar intelectuales enamorados de la ciencia, el arte y la cultura que
estimulen a su vez a las nuevas generaciones en la aventura del conocimiento.
Un proyecto de esta magnitud exige tanto la integración de la teoría y la
práctica, como un clima de cooperación y búsqueda compartida de nuevas y más
fecundas alternativas de creación cultural y relación social. Es verdad que
nos encontramos sinceramente muy lejos de estos propósitos. La formación de
los docentes de primaria y especialmente de secundaria es a mi entender el
talón de Aquiles de la política educativa de los gobiernos democráticos
españoles hasta el presente y en particular del gobierno socialista. Ni se ha
previsto en la LOGSE el nivel de licenciatura para los profesores de primaria e
infantil, ni se ha desarrollado aun proyecto alguno para la formación de los
profesores de secundaria. Este, que a mi entender es el eje primario y el factor
principal en la calidad de la enseñanza futura se ha relegado irresponsablemente
al último lugar de una reforma que sin su concurso se convierte en mero
entretenimiento formal. Cambiarán las apariencias pero la realidad de la
comunicación educativa en las aulas y centros permanecerá sin renovar.
Kiki: En algunos sectores educativos vuestro
último libro "Comprender y transformar la enseñanza" ha sido
criticado por la carencia de alternativas y pautas de intervención práctica que
permitan trasladar a la escuela las interesantes aportaciones teóricas que en
él se hacen.
¿Qué tienes que decir a
este respecto?
Ángel I.: Debo reconocer en primer lugar que las
aportaciones que aparecen en este trabajo son obviamente limitadas y
provisionales, corresponden a un proceso de reflexión teórica sobre las
experiencias, debates y preocupaciones propias y compartidas con profesores de
todos los niveles educativos con los que hemos trabajado en los últimos años.
Su pretensión, por tanto, es presentar de forma comprometida y polémica
nuestro pensamiento actual sobre los aspectos más sustantivos de la teoría y la
práctica educativas. Hemos intentado someter a revisión crítica aspectos
básicos de las concepciones y prácticas pedagógicas que frecuentemente se dan
por supuestos, y que precisamente ahora, ante los fracasos y deficiencias de
los sistemas de escolarización y sobre todo ante la conciencia del reto de la
calidad deben someterse a
debate público. Por otra parte, ni pretendemos ni podemos ofrecer modelos
concretos de intervención, ni menos aún recetas prácticas. Conforme a nuestras
propuestas teóricas sólo los docentes, y teniendo en cuenta las características
de cada contexto escolar, pueden elaborar proyectos provisionales de actuación
adecuada, es más, ésta es su verdadera responsabilidad como intelectuales
comprometidos con su tarea profesional. No obstante también consideramos que
la crítica y elaboración teórica es la mejor y mas útil herramienta práctica si
es lo suficientemente versátil, incisiva, fundamentada y honesta para provocar
la interrogación y contraste del pensamiento cotidiano de los docentes sobre el
sentido y valor de la tarea educativa. Es posible que este discurso teórico se
pudiera haber enriquecido con ejemplificaciones y experiencias de renovación
pedagógica analizadas y contrastadas con sus agentes pero ello hubiera
implicado un incremento desmesurado del ya voluminoso trabajo. Tal vez en el
próximo.