Santiago Sánchez Torrado.
Consejería de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid
Pretendo en este artículo aportar una cierta caracterización del neoliberalismo, tanto en sus aspectos más generales como en su perfil más Intelectual, y su influencia en la sociedad que tenemos, así como la responsabilidad de la tarea educativa en este terreno. Me ha resultado de gran utilidad la lectura del libro " El neoliberalismo en cuestión", publicado por Sal Terrae en 1.993, que recoge un ciclo de conferencias y un seminario organizados por Cristianisme ¡ Justicia, el prestigioso colectivo de Barcelona que se dedica a la reflexión y el análisis de cuestiones fronterizas entre la sociología y la teología.
En el citado libro,
Eduardo Rojo habla de una creciente interdependencia a escala mundial de los
sistemas políticos, económicos y culturales como una característica de la
época que vivimos. Asimismo, señala la crisis del
concepto de "pleno empleo directamente productivo" y la aparición de
nuevas necesidades a cubrir mediante el establecimiento de nuevos empleos u
ocupaciones. Por ello se producen cambios vertiginosos en los países europeos
del antiguo bloque comunista. Precisamente la caída del modelo comunista es
otro de los factores determinantes de la sociedad actual: ese modelo basado en
la colectivización y planificación total y en la imposición de un modelo de
vida no asumido democráticamente.
Es de destacar también la
ambigüedad y el fracaso de las políticas neoliberales, así como los desajustes
producidos en el orden económico internacional. El modelo actual de crecimiento
genera exclusiones y
reduce derechos sociales. La competitividad,
consustancial al liberalismo, es un valor que debe servir para el enriquecimiento
colectivo y no sólo para agravar las desigualdades. El neoliberalismo plantea
problemas reales y existentes, al mismo tiempo que trata de ofrecer sus
alternativas.
Desde un punto de vista
más intelectual ‑como afirma Luis de Sebastián en su trabajo "El
neoliberalismo: argumentos a favor y en contra", en el mismo libro‑,
el neoliberalismo no es un cuerpo doctrinal homogéneo sino que implica una
tendencia intelectual y política a primar las actuaciones económicas de los
agentes individuales, bien sean personas o empresas privadas. Tal sistema
propugna que la acción del gobierno sobre la economía sea lo menos intenso
posible. La crítica al Estado de bienestar es otro de los temas recurrentes de
los neoliberales: "el Estado no es la solución, el Estado es el
problema" es un slogan que resume su manera de pensar.
La crítica del
neoliberalismo tiene que partir de un supuesto filosófico y otro económico. El
supuesto filosófico es el destino universal de todos los bienes materiales; el
supuesto económico es que el comportamiento de los individuos en la esfera
económica (el "mercado") lleva necesariamente a conflictos de
intereses que sólo pueden ser resueltos o moderados por una instancia exterior
al mercado: una clase social, el Estado, la Iglesia o la sociedad entera.
Para el neoliberalismo ‑afirma
también Luis de Sebastián‑, los fenómenos que desde una visión ética de
la realidad socioeconómica llamamos "conflictos" son episodios
necesarios y positivos de la lucha de los ejemplares más fuertes de la raza
humana para conseguir mayor riqueza, mayor prosperidad y bienestar para la humanidad
en general, aunque no necesariamente para todos y cada uno (es lo que se ha
llamado "desarrollo vicario": para algunos que hacen las veces de
los demás o "les representan").
Esto lleva a insistir en
la redistribución de los frutos del trabajo, del capital y de la tierra de una
manera más coherente con el destino universal de los bienes. Esa
redistribución tiene que ser el grito de movilización, el punto de arranque
contra el liberalismo.
El tema preferido por los
neoliberales es cómo compatibilizar la redistribución con la eficiencia en la
producción. Existe un conflicto entre eficiencia y distribución, que no se
puede resolver en favor de ninguno de los dos términos con exclusión del otro.
La lección de fondo del neoliberalismo es que si se quiere progresar
económicamente no se puede eliminar el "afán de prosperar". A lo que
hay que añadir que la sensibilidad sol¡daría es
necesaria y posible.
González Faus insiste en que el mercado como sistema que caracteriza
a la vez por su eficacia y por su injusticia. Nos acecha, según él, un doble
peligro: el de deshumanización por un afán de eficacia que degenere en "eficacismo" y el de exagerar el papel del mercado
eliminando mecanismos de redistribución. Y aporta algunos ejemplos:
-
el
valor‑dinero y su exclusivización
-
el
valor‑información y sus posibles distorsiones
-
la
ayuda a los pobres
-
los
valores de eficacia y gratuidad
-
la
primacía de la persona (y dentro de él la ecología la eficacia debe
armonizarse con el respeto)
-
el
valor‑justicia
-
el
valor‑diálogo
Como conclusiones,
González Faus formula las siguientes:
-
‑hay
que optar por valores, no por sistemas
-
‑la
mala distribución ‑ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez
más pobres‑ es un mal camino, un camino de injusticia
-
‑la
constante dialéctica entre los fines y los medios
Como espacios o puntos de
referencia para el diálogo pueden plantearse, para una mejor profundización
en el neoliberalismo, los siguientes:
‑la
tres distintas esferas de lo social: la tecnoeconómica
(valores económicos, productividad y utilidad), la política (ámbito de la
justicia y del poder social, que regula los conflictos y precisa de ciudadanos
libres y participativos, cuyo término clave es la legitimidad), la cultural
(ámbito de la existencia humana y comunitaria, esfera de la expresión y de la
autorrealización)
‑el dilema Estado‑mercado:
el Estado ha sido un instrumento tradicionalmente asociado con la izquierda.
Durante muchos años ‑los de las políticas del "capitalismo del
bienestar"‑ el Estado ha connotado la mejora de la justicia
social, el equilibrio, la solidaridad, los servicios esenciales, el
desarrollo... Esto ha sido así para algunos, ciertamente para muchos. Pero
para las corrientes neoliberales, el Estado también significa gigantismo,
ineficacia, corrupción, incapacidad, opresión, burocratismo... La apreciación
del mercado, por otra parte, ha suscitado diversas posiciones: entusiastas
moderadas, reticentes y resistentes. Lo que en el fondo constituye una llamada
a una democracia profunda, más auténtica que la actual, como
contrapeso ideal al mercado. La oposición Estado‑mercado
(planteada interesadamente muchas veces) es falsa, porque se trata de
realidades interdependientes. Muchos sostienen la visión de un Estado fuerte e
intervencionista, lo que resulta compatible con la crítica y los correctivos
al mismo por parte de la sociedad civil. Las corrientes diversas de corte neoliberal
propugnan el retorno a un sistema de libre mercado y la reducción de las
dimensiones del Estado, atendiendo el mercado a áreas cada vez más amplias de
la vida. La posición neoliberal será llegar al desmantelamiento del Estado de
Bienestar aunque otros se oponen a esta idea.
‑el postcomunismo y la cuestión de los modelos alternativos de
sociedad. Este ámbito comprende el estudio de la caída de los regímenes socialistas
burocrático de estado y la crisis de las ideas de raíz marxista, así como la
pujanza y los logros de las políticas, ideas y valores de inspiración liberal.
Ante esta relativa
caracterización del neoliberalismo cabe plantearse algunas perspectivas desde
el trabajo educativo.
En primer lugar, no
existe una solución global para todos los problemas y aspectos planteados. Lo
cual no significa que deba renunciarse a un horizonte alternativo, que tendría
estas características en una dimensión de futuro:
-
modestia
ideológica, realismo y eficacia
-
necesidad
de un referente utópico
-
fidelidad
al imperativo de la solidaridad
-
mantenimiento
y profundización de la justicia social
-
idea
de globalización
-
necesidad
de una perspectiva ecológica
-
papel central de la democracia (una democracia fuerte
como contrapeso decisivo de los posibles excesos del mercado).
Otra referencia
inevitable son los movimientos sociales y la iniciación a ellos. No existe uno
solo sino que son múltiples, todos ellos interrelacionados pero ninguno
central o decisivo. Así lo afirma Josep Miracles en el capítulo "Los agentes sociales y los
sujetos de la historia", del libro citado inicialmente. Desde una
perspectiva educativa hay que tener en cuenta el hecho de la sociedad
industrial, en la que la revolución industrial ha colocado a la economía en el
centro consciente de la sociedad. Conviene asimismo considerar los cambios
decisivos del sistema cultural. Las grandes ideologías típicas de la
revolución industrial (liberalismo y socialismo) son ideologías seculares que
pretendían ser "científicas". Liberalismo equivale a mercado y
socialismo, a planificación.
El Estado de Bienestar se fundamenta en una sociedad humanista con motivación
humanista, abundando en él las clases medias "reformistas". El
pluralismo político de las sociedades occidentales favorece la convivencia y la
relativización de las ideologías.
Sin abandonar el terreno
educativo, cabe preguntarse si el fracaso de las revoluciones radicales se
debe a los enemigos "exteriores" o al fracaso de un modelo
"desde dentro". ¿Qué tipo de revolución ha fracasado? El modelo
revolucionario centrado en lo económico y en cierta concepción de lo político.
No implica el fracaso de todo intento de transformación profunda de la
sociedad sino sólo de una manera de entender tal transformación.
Al integrarse parte de la
clase obrera en las clases medias, ha aumentado el individualismo y ha disminuido
la solidaridad: cada éxito tiene su propio riesgo. El Estado de Bienestar se ha
encontrado con nuevos problemas que en cierto modo ha provocado él mismo. Y ha
despertado la vivencia de algunos valores: el optimismo piensa que las cosas
irán bien por sí mismas, la esperanza cree que vale la pena luchar precisamente
por ciertos valores.
Un importante logro
educativo es captar la complejidad de las cosas sin desmoralizarnos por ello.
No perder nuestra fe en la capacidad de cambio de las
personas ni nuestra esperanza en la transformación de la sociedad. Resulta
imprescindible aplicar la imaginación para dar nuevas formas al compromiso
profesional, social y político. ¿Contribuimos de verdad a una transformación
profunda cuando nos adentramos en campos particulares como el racismo o la
marginación? ¿Y hacia dónde "empujar" si falta un proyecto político
concreto? Es importante crear conciencia de relación, lo que equivale a crear
la base de la solidaridad.
PROBLEMAS DE LA
CONFLICTIVIDAD SOCIAL.
La relación con el Tercer
Mundo, la presencia emigrante, los enemigos "exteriores" e
"interiores". Se trata de un problema cultural de opinión pública.
Las ONGs pueden jugar aquí un importante papel de
concienciación colectiva. En definitiva, las sociedades desarrolladas se
enfrentan al reto de ser sociedades multiculturales y de hacer de ello no una
ocasión de conflicto sino una oportunidad de crecimiento colectivo.
‑La "segunda
revolución industrial ". Uno de los grandes peligros es la constitución
de una "sociedad dual" dominada por los poseedores y controladores
del conocimiento y que deje fuera a una parte importante de la población. Por
ello parece que hay que insistir en la lucha por una sociedad ‑no sólo
un Estado‑ más democrático, que implique más libertad, igualdad y
creatividad.
‑El aumento de la
exclusión y de la marginación, y como la manifestación principal de ello, el
problema de la marginación en las grandes ciudades.
La dimensión económica de
todos estos problemas es siempre importante, pero no decisiva. Influyen también
en ellos causas estrictamente sociales, políticas y culturales.
Y hay que considerar
también el problema de los objetivos. El trabajo en estos colectivos debería
contribuir a una cierta toma de conciencia de la propia dignidad. La inserción
en estos campos ha de ir en la línea de una democratización social. Es necesario
que los diferentes grupos culturales, étnicos, laborales, de edad, etc. encuentren la manera de expresarse y de colaborar en una
sociedad plural y multicultural. Profundizar la
democracia ayuda a la solidaridad.
Como ya he dicho, es
preciso no absolutizar los aspectos económico/políticos de la sociedad. Tampoco centrarse sólo en el cambio personal. Se requiere una
atención a la cultura, que tiene un sentido objetivo y otro subjetivo. Debemos
preguntarnos qué tipo de cultura queremos construir, compatible con la ciencia
y la técnica y con las convicciones y valores que implica. La sociedad debe
elaborar proyectos que proporcionen una orientación a los distintos colectivos
que la integran, como afirma Miralles. No es fácil para una sociedad asumir su
propia creatividad; es más cómodo creer en falsas seguridades colectivas que
ahorran el esfuerzo de pensar y de crear. En esta línea de "miedo a la
libertad" se entiende el resurgimiento del liberalismo (neoliberalismo),
ciertos fundamentalismo religiosos o la emergencia de nacionalismos xenófobos.
El individualismo liberal
y el colectivismo monolítico no pueden organizar una sociedad científica,
tecnológica y dinámica. Valores como "solidaridad", "mundialización" o "ecología" no pueden ser
simplemente añadidos a un programa político clásico (liberal o socialdemócrata)
sino que deben llegar a ser valores realmente centrales de nuevos proyectos,
no sólo políticos sino de convivencia humana a todos los niveles.
En su trabajo
"Lecciones de la crisis de identidad de los sujetos" ‑contenido
en el mismo libro citado‑, Francisco Javier Vitoria hace una apelación
al optimismo y a la esperanza, basada en la experiencia histórica. La
reconstrucción de un proyecto cultural solidario capaz de orientar y de
señalar prioridades al quehacer político se ha convertido en el gran desafío
para detener la oleada neoliberal. Hay que prestar un apoyo crítico al posibilismo
reformista, hay que tender también a la autoorganización de los grupos
oprimidos, partiendo de la necesidad de animadores que generen conciencia en
ellos, desarrollando una labor realmente educativa. Saber combinar
adecuadamente el uso de la presión y de la protesta puede ser otro resultado no
lejano del ámbito de la educación. Resulta imprescindible potenciar los
movimientos sociales que alientan la sensibilidad solidaria en el resto de la
sociedad.
Conviene medir bien la
consecuencia antropológica de concebir el mundo como mercado. El comprar y el
vender forman parte del existir. El ser humano se muestra como competidor, y
en la economía del intercambio rige la ley de hierro del interés propio. El
Estado goza de una especie de omnipresencia invisible, y todo ello está
envuelto en la ambivalencia. Se trata de hacer justicia al mercado de
revitalizar la cultura de la democracia lo que incluye también el cultivo del
individuo como persona.