BUROCRACIA 0 RENOVACION
PEDAGOGICA: EL PROYECTO CURRI...¿QUE? DE CENTRO
Rafael Porlan*
La precipitación con que la Administración está exigiendo a los Centros la elaboración de los PEC, PCC, ROF,... está determinando que estos Proyectos se burocraticen y que por tanto, el profesorado tenga la sensación que estos son " los papeles para la Administración" sin ninguna significancia para la vida del Centro.
Esta breve reflexión pretende poner en entredicho
una de las últimas novedades institucionales que recorren los centros
educativos de nuestro país: los proyectos curriculares de centro. Su
realización está poniendo en evidencia que una gran parte del colectivo de
compañeros y compañeras de la profesión docente comparten con la
administración, más allá de las críticas y los desahogos de pasillo, algunos o
todos los supuestos siguientes:
a) Que la casa se puede empezar por el tejado.
Es decir, que debemos dedicar horas y horas (con frecuencia tan escasas) a
definir el currículum formal sin conocer, comprender y analizar nuestro currículum
real.
b) Que donde hay capitán no manda marinero.
Es decir, que a pesar de ser nosotros los únicos que conocemos, o deberíamos
conocer, las posibilidades y los ritmos de cambio y evolución de los centros
donde trabajamos, actuamos como si toda nuestra experiencia profesional y
nuestro conocimiento fáctico de las cosas no tuviera ningún valor y asumimos,
incluso a veces reclamamos, que sean otros, los gestores de la burocracia
educativa, los que nos indiquen el qué, el cómo y el cuándo de nuestro propio
proceso.
c) Que no hay nada como cambiarlo todo para que
todo siga igual. De tal manera que, lejos de analizar nuestras
posibilidades, asumiendo un proceso de calidad más que de cantidad,
experimentando poco a poco, evaluando concienzudamente los cambios
introducidos en nuestras clases, descubriendo gradualmente los vínculos entre
ciertas prácticas y ciertas teorías, nos dedicamos, aparentemente, a tirar la
casa por la ventana y a ponerlo todo patas arriba en nuestros documentos escritos,
tratando de interpretar, al igual que hacen nuestros alumnos, lo que nuestro
superiores esperan de nosotros, las palabras que se identifican con los deseos
del poder burocrático, lo moderno, lo que nos permitirá, supuestamente, salir en
la foto y no quedarnos fuera del tiesto, aunque no entendamos casi nada, aunque
nuestro lenguaje diario sea otro.
d) Que más vale pájaro en mano que ciento volando,
por lo que si alguna editorial clásica de libros de textos (multinacionales del
currículum prescrito) nos facilita la plantilla para hacer el genuino, el
auténtico proyecto curricular de centro y no cualquier proyecto curricular, de
manera que de un plumazo resolvamos el doble problema de hacerlo y de hacerlo
bien, tal como tiene que ser (porque hay una forma determinada de cómo tiene
que ser), pues mejor que mejor.
Y no es que hayamos comprendido que no merece la
pena perder el tiempo en resolver asuntos planteados desde apresuramientos
burocráticos y que es mejor dedicarlo a un proceso lento, riguroso y
permanente de innovación e investigación profesional, sino que, más bien,
convertimos en coartada perfecta la miopía de la administración, de tal manera
que, bajo el pretexto de la inutilidad de la tarea que se nos impone, escondemos
nuestra abulia e indiferencia profesional.
e) Que a veces tenemos más miedo que vergüenza,
en el sentido de que vamos por detrás de los acontecimientos y sólo
reaccionamos cuando percibimos, de manera frecuentemente distorsionada, que
peligra nuestra situación profesional. Hasta tal punto, que sólo una minoría
de nosotros, ante el hecho evidente del fracaso escolar, toma la iniciativa del
cambio y la renovación, incluso con la incomprensión de los demás y con
independencia de las coyunturas políticas más o menos reformistas, mientras que
el resto permanece atrapado en viejos "clichés" y en argumentos
estereotipados que culpan al alumno y a los niveles educativos anteriores del
estado de la cuestión.
Luego, cuando las reformas se institucionalizan,
todos aquellos que hacían y hacen dejación de importantes derechos y deberes
profesionales, pretenden, sin modificar sustancialmente sus prácticas
anteriores, cumplir con la formalidad del proyecto curricular de centro,
dejando constancia, así, de su condición de asalariados a cuenta ajena y no
de profesionales críticos y autónomos que tratan de mejorar responsablemente
la calidad del servicio público que ofrecen.
Sin embargo, frente a esta moda/coyuntura
burocratizante podemos colocar la tradición renovadora existente en la
profesión, así como las aportaciones de intelectuales, investigadores y
prácticos comprometidos con los problemas educativos, y aprender del contraste.
Siguiendo este consejo, se describen a continuación un conjunto de recomendaciones
concretas que permiten realizar un senderismo curricular alejado de las rutas
turístico‑pedagógicas más tradicionales y masificadas:
a) No se deje llevar por la corriente. Piense
cuales son sus intereses profesionales, qué ideología pedagógica profesa (no se
asuste, nos referimos al conjunto de sus ideas sobre el tema), qué problemas
prácticos tiene y qué método de trabajo le gustaría seguir para solucionarlos.
Busque compañeros y compañeras que compartan estos puntos de vista, sean de su
centro o no, sean de su nivel o no, sean de su área o no, y pónganse juntos a
trabajar.
Si es de los que piensa que el camino tradicional no
le lleva a ninguna parte, sólo explorando con cuidado y rigor diversos
caminos alternativos, con aquellos que tienen sus mismas hipótesis, podrá
ofrecer resultados productivos para el contraste con otros colectivos de la
profesión.
b) No se ande por las ramas y vaya al grano.
Piense que nuestra profesión es eminentemente práctica, lo que no quiere decir,
aunque con frecuencia lo parezca, sin fundamento.
Trate de describir, conjuntamente con su equipo, las
características de su currículum real, del que se desarrolla en el aula, y
compárelo con su currículum ideal, analice las divergencias entre ambos y las
razones de las mismas, deje que sus compañeros le problematicen lo que hace,
conozca otras experiencias, busque fundamentos teóricos, lea y discuta con los
miembros del equipo, diseñe experimentos didácticos realistas que ocupen una
parte controlable de su tiempo docente, investigue lo que pasa, tome datos,
establezca conclusiones, escríbalas y sométalas a la crítica colectiva.
De esta forma, yendo y viniendo de la práctica a la
teoría y de la teoría a la práctica, aunque inicialmente no se lo parezca,
estará realizando, en compañía de sus colegas, un determinado proyecto
curricular o, si lo prefiere, usando una terminología más castiza, un proceso
de renovación pedagógica y escolar.
c) Deje que florezcan mil escuelas. No se
alarme si hay compañeros que no comparten sus puntos de vista. No trate de
imponer sus ideas ni deje que otros les impongan las suyas. Respete la
autonomía y el criterio de los otros, pero hágase respetar. Busque el
contraste argumentado y la confrontación de experiencias y de ideas. Potencie
la cooperación democrática y leal. Asuma que su verdad es relativa y
provisional, pero que también lo es la de los otros. No acepte ni adopte
posiciones profesionales hegemónicas.
Aspire, en definitiva, a que la diversidad de
enfoques curriculares y pedagógicos haga avanzar un conocimiento práctico
riguroso de la profesión docente, de manera que sea la calidad de los procesos
y el rigor de los argumentos lo que permita seleccionar las opciones más
adecuadas.
d) Mas vale una vez colorado que ciento amarillo.
Suponga que en su centro la mayoría de los docentes adoptan una perspectiva
como la descrita en los tres puntos anteriores. En ese caso ya se está haciendo
un proyecto curricular de centro basado en la transformación de las prácticas,
en el respeto a la diversidad y en la cooperación y negociación profesional.
Sólo queda, si es necesario, darle un formato escrito provisional.
Pero supongamos, como es lo más probable, que en su
centro se pretenda hacer, o se esté haciendo ya, un proyecto burocrático de centro.
Aproveche la ocasión y deje claro su punto de vista.
No se deje impresionar por supuestos plazos inminentes ni por dudosas
instrucciones administrativas cohercitivas. Evite que esto argumentos sirvan de
coartada para eludir el fondo de la cuestión. Contraargumente desde el sentido
común y haciendo una interpretación abierta de la normativa legal.
Proponga que en las sesiones de trabajo se hable
también de los problemas de aula y de centro. Muéstrese abierto a compartir
su experiencia y sus puntos de vista con quien esté dispuesto a hacer lo
propio. Defienda que el proyecto se convierta más en un conjunto de principios
generales que regulen democráticamente el proceso de desarrollo curricular del
centro, que en una retaíla de prescripciones formales acabadas.
Por último, trate de
convencer a los compañeros de que el proyecto incluya como algunos de sus
principios fundamentales los siguientes: la protección y el amparo de la
autonomía y la diversidad de enfoques didácticos, la cooperación rigurosa y
argumentada, la conveniencia de la experimentación curricular y el derecho
constitucional de los alumnos a una enseñanza de calidad coherente con las
finalidades de la educación común y obligatoria.