LOS PROCESOS DE LA PLANIFICACION EN Y DEL CENTRO

Amador Guarro Pallas

El autor del presente artículo, desde la experiencia llevada a cabo con un grupo de profesores de un Centro, desarrolla la idea de que los procesos de cambio en los Centros Educativo necesitan de la Planificación para poder llevar a cabo los cambios y transformaciones que éstos necesitan. Para ellos es necesario focalizar los ámbitos de mejora, identificar las necesidades del Centro y planificar su puesta en acción.

 

 

La Reforma del sistema educativo prescribe, entre otras novedades, que los centros planifiquen tanto el currículum (Proyectos Curriculares), como otros aspectos organizativos, ideológicos, etc. (Proyectos Educati­vos de Centro).

No voy a entrar ahora a discutir los límites reales de esas planificacio­nes porque no es el objeto de este artículo, pero no por ello dejo de reconocer lo interesante del tema, ya que ahí radica una de los primeros dilemas, si no contradicciones, de la mencionada prescripción. La pregun­ta, ¿qué le queda realmente a los cen­tros para planificar?, creo que debería ser tenida en cuenta para poder avan­zar con rigor en este tema.

Mi atención se va a centrar en lo que entendemos podría y debería sig­nificar para un centro desarrollar un proceso de planificación, tanto del currículum como de su organización.

Desde nuestro punto de vista la planificación de un centro debería responder, por encima de cualquier otra consideración, a la necesidad del propio centro de mejorar. Y, para nosotros, esa mejora significa el desarrollo de tres ámbitos de forma simultánea: el curricular, el organizati­vo y el profesional. Ello quiere decir, que cualquier proceso de planificación debería incorporar esas tres parcelas y tratarlas integralmente. De otro modo se producirán tales desajustes que harán inútiles e ineficaces los pla­nes que se generen. Por otra parte señalar que, hasta la fecha, esa ha sido la tónica y la propuesta de la Reforma no supera tampoco esta atomización: el currículum se planifica en un proce­so que corre a cargo del profesorado; la organización del centro es objeto de otro proceso planificador, a cargo del Consejo Escolar; y, por último, el desarrollo profesional del profesora­do sigue siendo una cuestión fundamentalmente individual y al margen del contexto específico de cada cen­tro.

Si un centro no siente la necesi­dad de mejorar, y por tanto de plani­ficar esa mejora, difícilmente percibirá los Proyectos Curriculares (en lo sucesivo PC), y Educativos (en lo sucesivo PEC) como útiles, más bien como una tarea más o menos buro­crática que resolverán de forma más o menos burocrática también.

Y cuando hablamos de "mejorar" nos estamos refiriendo a intentar solucionar problemas. Lo que significa básicamente dos cosas: una, que la planificación ha de incidir directamen­te en la práctica, no estamos hablan­do por tanto de planes que se elabo­ran y se guardan sin que tengan ningu­na repercusión tangible en la vida del centro; y dos, que los problemas objeto de la planificación han de ser percibidos por el propio centro como importantes, prácticos, concretos, sustantivos, asequibles y compartidos.

Por otra parte, el ámbito de mejora en particular y los procesos de cambio en general, han de ser decididos y controlados por el profe­sorado y por los propios centros como instituciones, y han de servir para focalizar la atención de los cen­tros a la hora de priorizar tiempos, esfuerzos y recursos. Sin esa focaliza­ción los intentos de mejorar suelen ser difusos, excesivamente ambicio­sos, inabordables y difícilmente com­partidos por todos, o al menos gran parte del profesorado del centro.

En la medida que el objeto de la planificación se aleje de estas caracte­rísticas el interés y la motivación del centro disminuirá e incluso tenderá a desaparecer. Llegados a ese extremo, la planificación carece de sentido. Ade­más de esta característica primordial, añadir que la planificación del centro debería concebirse como una tarea procesual, cíclica y evolutiva(I ).

Decimos procesual porque debe ser impulsora de determinados pro­cesos que la cualifican. Es decir, que cualquier proceso de planificación que no desarrolle esos procesos no servi­rá para el propósito enunciado, la mejora del centro. Esos procesos serían, al menos, los de participación, implicación, compromiso y construcción compartida por un lado, y los de análi­sis y reflexión colaborativos por otro.

La planificación de un centro, ade­más de producir resultados en forma de documentos, ha de generar cam­bios en el ámbito de las relaciones entre los profesores, en los procesos de toma de decisiones, en la visión que se tenga de la escuela, etc. Cam­bios que implican un incremento en la participación del profesorado primero en el propio proceso de planificación, después en los ámbitos mencionados. De tal modo que la calidad de la pla­nificación de un centro bien podría valorarse a través de la calidad y la cantidad de la participación del profe­sorado. Si concluido un proceso de planificación el número de profesores que lo iniciaron no ha ido en aumen­to, e incluso más bien se ha reducido progresivamente, podríamos afirmar que ha sido de baja calidad. De igual manera, si los procesos de toma de decisiones no han mejorado en cuan­to a su democratización, eficacia y la calidad de los argumentos utilizados, podríamos afirmar que la planificación ha sido de baja calidad. Y, por último, si la planificación no ha contribuido a mejorar las relaciones entre el profe­sorado provocando una visión más común de la escuela y una mayor flui­dez a la hora de, desarrollar las reu­niones, compartir ideas, conocer el trabajo y los planteamientos de los demás profesores, etc., deberíamos concluir que esa planificación ha sido de baja calidad.

¿Por qué enfatizamos tanto la par­ticipación del profesorado en la plani­ficación, tanto en su cantidad como en su calidad?. Porque si no se mejora la participación difícilmente podremos hablar ni de implicación ni de com­promiso con el plan elaborado. Y si el profesorado no se implica ni compro­mete podemos estar seguros de que dispondremos de un documento, más o menos correcto, pero en ningún caso de una posibilidad, siquiera, de que la escuela va a mejorar lo más mínimo. Por otra parte, si una de las finalidades de la planificación es ayu­dar al profesorado a compartir una visión más o menos consensuada sobre su escuela (construcción compar­tida), sin esa participación tampoco se avanzará en esa tarea.

La planificación también es un proceso cíclico, que ha de favorecer la reflexión y el análisis colabora­tivos.

Desde enfoques técnicos la planifi­cación se considera un momento puntual cuya finalidad es producir un determinado producto, normalmente un documento, que posteriormente se pondrá en práctica del modo más fiel posible. Además, se pone mucho interés en separar lo más nítidamente el momento de la planificación del de la puesta en práctica o desarrollo.

Nosotros queremos enfatizar ahora que, muy al contrario, la planifi­cación ha de ser considerada como un ciclo permanente que debe: facili­tar procesos de reflexión y análisis; guiarse por las fases de planificación‑puesta en práctica‑reflexión colaborativa sobre la puesta en práctica‑reconstrucción de la práctica; y favorecer un nuevo ciclo, y así, sucesivamente.

Lo que implica que lo planificado inicialmente es más un esbozo, un marco de referencia, un norte. Y no algo definitivo, concluido, perfecta­mente detallado. Que lo previsto en la planificación actúa como una hipó­tesis práctica, una guía de trabajo, que ha de ir reconstruyéndose al mismo tiempo que se modifica la práctica. Además, los procesos de planificación y desarrollo se interrelacionan tan estrechamente que en la práctica resulta muy complicado delimitarlos.

Pero para que ese ciclo sirva a los propósitos enunciados ha de estar muy atento a que la reflexión sea el eje de todo el proceso, se realice lo más "colaborativamente" posible y permita no sólo mejorar la práctica sino también comprenderla y expli­carla para evitar su reproducción y recuperar el tiempo perdido en el terreno de la profesionalización docente.

No quisiéramos concluir esta breve presentación de nuestras con­cepciones acerca de la planificación sin resaltar un último atributo del proceso: su carácter evolutivo.

De nuevo hemos de manifestar nuestro disenso con la orientación técnica al presentar esta característi­ca. Se considera desde esas posicio­nes que los planes deben ser exhaus­tivos, es decir, abordar todos los ele­mentos y procesos curriculares obje­tos de la planificación y tomar todas las decisiones pertinentes acerca de cada uno de ellos.

Consecuencia de esta concepción es la exigencia administrativa de entregar en fecha y modo, previstos por la correspondiente orden o reso­lución, lo relativo al proceso de ela­boración de los proyectos curricula­res que dicha orden establezca, es decir, la contextualización de los objetivos de etapa para abril, la secuenciación de objetivos, conteni­dos y criterios de evaluación para tal otra fecha, etc. Aportando como único criterio que justifique tales exigencias una racionalidad exclusiva­mente técnica, deductiva y finalista. Adoptada por ¿técnicos? más preocu­pados por la uniformidad del sistema que por su funcionamiento y dedica­dos a tiempo completo a las tareas de decirles a los centros y al profesora­do como debería ser la planificación ideal.

Sin embargo, existen ya tantas evi­dencias teóricas (racionalidad práctica y sociocrítica), empíricas (investiga­ción sobre la planificación del profe­sorado), y experienciales sobre cómo se desarrolla la planificación en con­textos prácticos y cómo las condicio­nes organizativas y de trabajo del pro­fesorado limitan las posibilidades idea­les, que nos cuesta trabajo compren­der la insistencia en esos otros modos.

Un proyecto curricular, sea de etapa o de aula, debe concebirse, entre otras cosas, como el crisol en el que van tomando forma inteligible el conjunto amalgamado, diacrónico, acumulado, idiosincrásico, ... de expe­riencias de los centros y del profeso­rado. De tal forma que los procesos curriculares, su comprensión y su jus­tificación son el fruto de sucesivas aproximaciones tanto teóricas como prácticas, de múltiples reajustes, de gran número de éxitos y fracasos.

La lógica con que se planifica en la práctica es imprevisible: teórica y práctica; deductiva e inductiva; media­ta e inmediata; argumentada con todo tipo de argumentos (teóricos, empíri­cos, ideológicos, éticos, políticos, ...) y dogmática; ... De modo que intentar imponer desde cualquier instancia algún tipo de lógica carece de sentido.

Por otra parte, imponer la lógica de la exhaustividad puede suponer irrumpir (¿interrumpir?) en el devenir normal de la vida de un centro como un elefante en una cacharrería. Puede suponer, como de hecho está ocu­rriendo, obviar el pasado y el presen­te de cada escuela. Enfatizar sólo los déficits del profesorado, olvidando sus logros. Hacer creer que lo único importante es los cambios que intro­duce la Reforma, despreciando sus propias necesidades. En última instan­cia, puede suponer una cierta humilla­ción del profesorado ante las deman­das, no siempre justificadas, de la administración.

Si aceptamos que la planificación del centro sólo tiene sentido si existe necesidad y motivación hacia ella por­que le resulta útil y práctica y porque está focalizada en torno al ámbito de mejora decidido por el propio centro, entonces tendremos que admitir que las decisiones en torno a la elabora­ción del currículum son acumulativas y parciales. Se parecen más a una pro­gramación en espiral, es decir, la que prevee el desarrollo de los aprendiza­jes de los alumnos por sucesivas aproximaciones, que a una programa­ción lineal, en la que el alumno sólo tiene una oportunidad de aprender lo que se le propone.

En resumen, nosotros entende­mos la planificación en y del centro como una tarea focalizada en torno a un ámbito de mejora decidido por el centro, procesual, cíclica y evolutiva. En la que deben desarro­llarse a su vez tanto procesos de par­ticipación, implicación y compro­miso como de análisis y reflexión colaborativos.

Una vez presentada nuestra con­cepción acerca de la planificación desde el punto de vista de los proce­sos que implica, vamos a ilustrarla mediante un ejemplo concreto, aun­que parcial dada la limitación de espacio en este artículo, que ayude a entender cómo se pueden desarrollar algunos de los procesos que hemos señalado.

Cuando se inicia un proceso de planificación una de las principales tareas es revisar las condiciones organi­zativas del centro: ¿disponemos de las estructuras organizativas adecuadas ‑representativas y eficaces‑?; ¿dispo­nemos de los tiempos necesarios?, en caso negativo, ¿qué tenemos que cambiar en nuestra organización para conseguirlos?; ¿se ha explicitado cómo se van a tomar las decisiones?: qué cosas se pueden decidir indivi­dualmente, en el ciclo, departamento, seminario, ..., en la Comisión Pedagó­gica, u otra estructura similar, en el Claustro, o en el Consejo Escolar, y qué procedimiento se ha de utilizar en cada caso; ¿se tiene claro cómo va a circular la información?: quién es el encargado de hacer circular la inform­ci6n, qué tipo de información ha de circular y cuál no, cómo se va a orga­nizar la información, ...; ¿qué tareas hay que realizar y qué responsabilidad va a contraer cada persona al respec­to?; etc.

En el caso de que en el centro no se dispongan de unas condiciones organizativas mínimas y en los térmi­nos anteriores, la tarea consistirá en la creación de esas condiciones antes de iniciar la planificación y durante el proceso planificador, ya que ante cada tarea hay que asegurarse de que todas esas condiciones sean las más adecuadas.

Otra tarea importante es decidir el ámbito de mejora sobre el que centrar la planificación y priorizar los problemas concretos que se van a intentar resol­ver.

Esta tarea consiste en que la escuela revise su práctica e intente identificar tanto sus logros como sus necesidades. Puede suceder que esto no se haya hecho nunca de forma colaborativa, es decir, entre todos o la mayoría del profesorado del cen­tro, lo que implicaría una revisión general. También puede ocurrir que el centro ya haya consensuado un ámbito de mejora (metodología, eva­luación, atención a la diversidad, convivencia en el centro o disciplina, etc.), pero que no esté suficientemen­te claro el problema concreto a resolver. En este segundo caso nos encontramos ante una revisión espe­cífica.

Vamos a ilustrar esta tarea con el caso concreto de un centro, (de EGB, rural, con una plantilla de 23 profeso­res, incluido el de apoyo y Educación Especial, con unos recursos materia­les y humanos normales, y una cultura organizativa basada en el trabajo indi­vidual), que se encontraba ante la pri­mera situación y requería una revisión general primero, y otra específica a continuación.

Para abordar la revisión general, y una vez resueltas las condiciones organizativas necesarias (una estruc­tura organizativa: la Comisión Peda­gógica del centro y el orientador de la zona que actuaba como asesor exter­no; un tiempo y un espacio: los miér­coles de cuatro a cinco y media en un aula por ciclo, en la sala de profesores o en la biblioteca, según se reúnan los ciclos, la Comisión Pedagógica o el

Claustro; y las decisiones oportunas en torno a los procesos de toma de decisiones y circulación de la infor­mación), se sugiere el siguiente pro­ceso de trabajo:

Identificación de las necesi­dades del centro: Para lo cuál cada profesor/a elaboró una lista con las tres necesidades que consideró más relevantes. Dichas necesidades habían de ser prácticas, concretas y aborda­bles por el centro en función de sus posibilidades. Esa lista se puso en común o bien entre dos o tres com­pañeros/as primero y en el ciclo des­pués, o bien directamente en el ciclo, dependió del clima relaciona¡ existen­te en cada ciclo (2). Finalmente se produjo una puesta en común de las necesidades de los ciclos en el claus­tro. El resultado final fue un listado de 39 necesidades diferentes (Anexo I), después de subsumir las listas indivi­duales, de los ciclo y del claustro.

Además de este resultado, de por sí ya relevante, ¿qué procesos se desarrollaron?: (CUADRO I )

Categorización: Cuando se produce la autorrevisión general de un centro suele ocurrir que el núme­ro de necesidades identificadas es muy grande, lo que impide una visión de conjunto suficientemente ágil y asequible. Además, el proceso de apropiación por el centro de esa visión aún no se ha completado. Para avan­zar en este tema se sugiere la cate­gorización de las necesidades, es decir, la clasificación de las mismas en conjuntos más amplios que permitan un manejo adecuado.

Las categorías que se generan son arbitrarias y particulares de cada con­texto, de modo que la categorización realizada en un centro bien podría no ser útil en otro.

En algunas ocasiones se pueden proponer categorías derivables de alguna propuesta teórica, pero esta estrategia a veces genera más proble­mas que otra cosa ya que el centro puede no compartir el enfoque teóri­co, y, en cualquier caso, no se facilita el autoaprendizaje para realizar el proceso en el futuro autónomamente.

En el caso que nos ocupa el pro­ceso de categorización produjo el siguiente resultado: (CUADRO 2)

Tras este proceso, el centro dis­pone de una visión más compresiva de su problemática y, además, hemos favorecido que sea más compartida por el profesorado puesto que al ir decidiendo como se categorizan las necesidades de nuevo se reflexiona sobre ellas y se obtiene más conoci­miento tanto del significado de la necesidad como de las apreciaciones de los demás al respecto.

Priorización: Sin embargo, catorce categorías de necesidades son excesivas para poderlas abordar y, por otra parte, no consiguen focalizar la atención del centro sobre un pro­blema, o conjunto de ellos, asequible y abordable. Recordemos que no conviene proponerse tareas inabarca­bles porque al final si no se resuelven sólo generan frustración.

Por ello, procede un proceso de priorización que nos ayude a cen­trar aún más el ámbito de mejora. Este es un proceso delicado porque es la primera oportunidad en la que los diferentes intereses del profesora­do pueden aflorar. No obstante, si los procesos anteriores se han realizado adecuadamente, es decir, se han favo­recido los procesos de participación, construcción compartida, apropia­ción, análisis y reflexión es más pro­bable que los conflictos se reduzcan y sean mucho más fáciles de resolver.

Para realizar la priorización se uti­liza un técnica que se denomina "el diamante" y se procede de nuevo a un proceso de reflexión individual, en pequeño grupo y en gran grupo. En nuestro caso cada profesor/a realizó su priorización, después la puso en común en su ciclo y posteriormente se realizó la priorización en el claus­tro.

El resultado fue el siguiente: (CUADRO 3)

Como puede observarse la cate­goría IV (Interrelación del Profesora­do) aparece en primer lugar en todas las priorizaciones, lo que significa que existía un absoluto consenso al res­pecto. Las dos categorías priorizadas a continuación, la IX (Metodología) y la I (Convivencia entre los alumnos), también se encontraban entre los pri­meros lugares de las preferencias de cada ciclo. Finalmente se hizo la siguiente reflexión: Está claro que si el centro no dispone de una organiza­ción mínima que permita sentarnos a trabajar con cierta eficacia no podre­mos abordar ningún problema. Por tanto, la categoría IV debe abordarse sin dilaciones. Sin embargo, un centro no reflexiona sobre condiciones orga­nizativas en abstracto, sino en función de algún problema más concreto. En este caso se eligió la metodología porque gran parte de los problemas de convivencia entre los alumno o bien eran producidos por una mala coordinación entre el profesorado o bien por una metodología excesiva­mente expositiva, poco motivadora y alejada de los intereses de los alum­nos. Por tanto, si avanzamos en nues­tra coordinación como profesores y mejoramos nuestra metodología, seguro que los problemas de convi­vencia entre los alumnos mejorarán también.

En resumen, se eligió la INTERRE­LACION ENTRE EL PROFESORADO (Desarrollo organizativo) y la METODOLOGIA (Desarrollo curricu­lar), como ámbitos de mejora.

Los procesos desarrollados durante la priorización son similares a los de la fase de identificación.

La siguiente tarea es clarificar los ámbitos de mejora priorizados, para identificar más claramente los proble­mas a abordar y para unificar criterios entre el profesorado del centro en torno a dichos ámbitos.

Para realizar esta tarea se proce­de de nuevo a un proceso de reflexión, primero individual y después colaborativa, además de continuar profundizando en los de participación, construcción compartida y apropiación.

Elegiremos la categoría METO­DOLOGÍA para ilustrar el trabajo realizado. El proceso se inicia formu­lando una cuestión similar a esta:

Describe tres situaciones habituales y concretas, que tú hayas vivido en tu aula, en las que se manifiesten problemas relacionados con la metodología y especificando a quién afecta (alumnos: a cuántos, siempre a los mismos, ...; a tí como profe­sora; a los padres; .... )

Esta cuestión favorece la reflexión individual y centra el tema: situacio­nes habituales no extraordinarias, concretas no abstractas ni teóricas, prácticas ("que tú hayas vivido en tu aula”). Las reflexiones individuales se ponen en común en el ciclo y se seleccionan aquéllas que se ajusten a los criterios establecidos, es decir: habituales, concretas y prácticas, ade­más de ser relevantes. Posteriormen­te se procede a las puesta en común en el claustro.

El resultado fue el siguiente con­junto de problemas más comunes a las descripciones tanto individuales, en ciclo como en el claustro:

1. No prestar atención a las expli­caciones.

2. Tras la explicación de un tema, hay alumnos que no la entienden y la vuelven a preguntar.

3. Les cuesta hablar de sus expe­riencias cotidianas y cuando se les pregunta recurren a "tópicos": el fút­bol, el "heavy metal", etc.

4. Cuando participan no tienen hábitos: respeto al turno de palabra, etc.

5. Falta de interés por participar en actividades "extraordinarias": dia de la paz, día del libro, etc.

6. Problemas con los grupos de aprendizaje: excesiva competitividad, discriminación, etc.

7. Excesiva memorización y poca reflexión.

8. Problemas con los distintos rit­mos de aprendizaje: los más lentos se desmotivan cuando ven que el resto de la clase ya acabó, ...

A continuación, se formularon las siguientes cuestiones para ayudar a reflexionar sobre los problemas comu­nes:

¿Cuáles crees que son las cau­sas de cada problema tal y como tú lo has vivido?

¿Cuáles crees que podrían ser las soluciones más adecuadas? Si las has aplicado alguna vez, ¿cuál fue el resultado?

De nuevo se produjo un proceso de reflexión individual, en ciclo y en claustro. Como resultado del mismo se obtuvieron los siguientes listados:

 

CAUSAS:

 

1. La enseñanza no responde a sus intereses.

2. No todos los alumnos aprenden lo mismo ni al mismo tiempo.

3. Muchos contenidos (que se suele traducir en explicaciones muy largas).

4. Falta de recursos metodológicos.

5. Timidez e inseguridad en el alum­no.

6. Falta de enamoramiento de la tarea.

7. Horarios muy rígidos

8. Falta de valoración por la familia de la tarea escolar.

9. Excesiva heterogeneidad del grupo clase.

10. Falta de hábitos de trabajo en grupo.

11. Influencia negativa del medio (TV, familia, etc.): agresividad, valores, etc.

12. Falta de recursos.

13. El profesor, la familia, no valoran los procesos, sólo los resultados.

14. Metodología demasiado expositi­va, poco activa y participativa.

 

SOLUCIONES:

 

1. Partir de los intereses de los alum­nos.

2. Enseñanza más individualizada, atención a la diversidad.

3. Evaluación continua.

4. Participación más activa del alum­nado en todos los procesos de ense­ñanza‑aprendizaje.

5. Fomentar el trabajo en grupo, el aprendizaje entre iguales.

7. Participación más activa de los alumnos en la selección de los cen­tros de interés, proyectos, temas de investigación, etc.

8. Metodología más activa.

9. Enfatizar el desarrollo de los pro­cesos de aprendizaje y no sólo el logro de resultados.

10. Seleccionar los contenidos aten­diendo a la diversidad del alumnado del centro. Selección diversificada.

Con toda la información recogida (problemas comunes, causas y solu­ciones), se procede a elaborar un documento síntesis que sirva para una última reflexión. A título de ejemplo incluimos lo referente al primer pro­blema identificado: (CUADRO 4).

Para facilitar la reflexión sobre el documento se formularon las siguien­tes cuestiones:

¿Las relaciones "problema­-causas‑soluciones" son adecua­das? ¿Habrían más causas? ¿más soluciones?

La respuesta a estas cuestiones no fue fácil, por lo que se hizo necesaria la presencia de un asesor externo, experto en estos temas relacionados con la metodología (metodología acti­va, aprendizaje por descubrimiento, constructivismo, etc.), que ayudase al profesorado a mejorar su propia reflexión.

Este hecho puso de manifiesto dos cosas: una, la utilidad de un ase­sor externo, cuando es requerido para que trabaje en un contexto concreto y sobre un problema acotado específicamente; y, dos, la inutilidad de ciertas estrategias de formación del profesorado, por desgracia las más usuales, que actúan descontex­tualizadamente y abordan los temas de forma genérica.

Una vez concluida esta etapa del proceso se procedió a priorizar las soluciones, porque para muchos profe­sores/as hubiese resultado imposible intentar abordarlas todas al mismo tiempo. Este es un momento impor­tante porque se favorece la atención a la diversidad del profesorado, es decir, una vez centrada la atención del claustro en un problema común, (la metodología), y consensuados los aspectos que se consideran más importantes para el centro, (listado de problemas comunes), cada profe­sora en función de su nivel y ciclo, de sus experiencias anteriores, y de sus conocimientos, selecciona el tipo de solución(es) que va a intentar llevar a la práctica, e incluso dentro del marco de una misma solución (por ejemplo: partir de los intereses del alumnado), puede seleccionar la estrategia, acción o actividad que mejor se adecue a sus posibilidades y contexto (selección de un centro de interés por el alumnado en asamblea, o mediante un proceso de participa­ción similar al utilizado en este ejem­plo para la identificación de proble­mas, u ofertar el profesorado una lista de centros de interés, previa­mente preparados, para que el alum­nado elija el que más le interese, etc.).

Finalmente, las acciones previstas por cada profesor/a o conjunto de ellos, se articulan en un plan de traba­jo que servirá de base para iniciar la mejora del centro en el ámbito deci­dido. Posteriormente ese plan, del cuál aún habría que añadir muchas cosas, se pone en práctica. En ese momento nos enfrentamos a una de las tareas más importantes pues se va poniendo a punto el proceso más genuino y complejo de formación desde y en la práctica: el desarrollo colaborativo de planes de acción. Pero eso puede que sea objeto de un nuevo artículo, pues ahora ya no nos queda tiempo ni espacio para consi­derarlo.

Finalmente, queremos llamar la atención sobre dos idea que propusi­mos en la presentación de nuestra concepción de la planificación en el centro. Hablábamos del carácter evo­lutivo, no exhaustivo, de los procesos de construcción del currículum en el centro y de la necesidad de integrar en un sólo proceso todas las tareas planificadoras. Pues bien, el ejemplo que hemos presentado ilustra perfec­tamente estas ideas.

Obsérvese en el listado de las soluciones los enunciados que se recogen, y se podrá comprobar como ese centro ha construido, en su inten­to de mejorar desde el ámbito elegi­do, algunos principios que bien pue­den orientar la metodología y la eva­luación y, por tanto, incorporarse a su Proyecto Curricular.

Así, "partir de los intereses de los alumnos", "enseñanza más individuali­zada, atención a la diversidad", "parti­cipación más activa del alumnado en todos los procesos de enseñanza-­aprendizaje (participación más activa de los alumnos en la selección de los centros de interés, proyectos, temas de investigación, etc.;)", "fomentar el trabajo en grupo, el aprendizaje entre iguales", "seleccionar los contenidos atendiendo a la diversidad del alumna­do del centro. Selección diversifica­da", serían principios metodológi­cos.

Y, "evaluación continua" y "enfati­zar el desarrollo de los procesos de aprendizaje y no sólo el logro de resultados", corresponderían a los principios que orienten la evalua­ción.

Logrando, además, que no sólo se identifiquen y se recojan en el Proyec­to Curricular, si no que se lleven a la práctica, que se incorporen al queha­cer cotidiano del centro, que es de lo que en última instancia se trataba.

 

ANEXO 1

 

IDENTIFICACIÓN DE NECESIDADES:

 

1. Que todos no compartimos los mismos criterios en la disciplina.

2. La mentalización del tutor con res­pecto a los niños de integración, como que éste es un alumno más en su clase.

3. La organización en el uso de los medios materiales del centro.

4. La falta de democratización en el aula y en la escuela: valoración y res­peto mutuo.

5. La falta de expresión oral y escrita.

6. El respeto hacia el entorno: la escuela y su entorno más próximo.

7. La masificación en el aula.

8. Absentismo escolar.

9. Problemas de limpieza e higiene personal.

10. Falta de preocupación y colabora­ción de la familia en lo que hace su hijo en la escuela.

11. La agresividad en el juego, durante el recreo.

12. Pérdida rápida de interés sobre temas que aparentemente pueden resultarle interesante.

13. Los problemas de hábitos: adqui­rir hábitos en general.

14. Conducta y comportamiento en general: peleas...

15. Lectura, expresión oral, escrita y el lenguaje en general.

16. Respetar el turno de palabra.

17. Aumentar la participación de los alumnos en la clase.

18. El orden, la limpieza y la claridad en el cuaderno de trabajo.

19. Problemas de organización admi­nistrativa en el centro por falta de tiempo.

20. La evaluación formativa frente a la tradicional.

21. Adquirir práctica para la elabora­ción de unidades didácticas que ten­gan en cuenta los intereses y la expe­riencia de los alumnos.

22. Abuso de las clases teóricas y falta de aprendizaje por descubrimiento.

23. Fomentar la atención de los alum­nos.

24. La narración.

25. La falta de experiencia de trabajo en grupo entre los profesores.

26. La falta de continuidad en el tra­bajo.

27. La prevención de la drogodepen­dencia.

28. Falta de coordinación entre los profesores a nivel de ciclo y nivel.

29. Falta de coordinación productiva con los padres.

30. Bajo nivel de lectura comprensiva.

31. Falta de implicación del profesora­do a la hora de adaptar su currículum a los niños con necesidades especia­les.

32. La animación a la lectura.

33. Falta de utilización de la bibliote­ca.

34. Dificultad en la motivación de los alumnos.

35. Falta de unificación de criterios en la utilización de un vocabulario básico por niveles.

36. Alborotos entre clases y pasillos.

37. Falta de coordinación entre cole­gios y servicios sociales.

38. Dificultades graves en los niños al pasar de quinto a sexto.

39. Falta de hábitos de estudio.