[mayo de 2000]
Filántropo
y periodista: vida y obra de Theophraste Renaudot
(7.158
palabras – 14 páginas)
Dra. Ingrid Schulze Schneider ©
Profesora titular de Historia del Periodismo
Universal – Facultad de Ciencias de la Información – Universidad Complutense de
Madrid
Introducción
Días atrás, cuando la Federación de Asociaciones de
la Prensa de España (FAPE) concedió a Iñaki Gabilondo el Premio de Periodismo,
el galardonado expresó su preocupación acerca del hecho de que en la actualidad
los medios de comunicación se han convertido en grandes referentes políticos,
en una especie de "grupos de acción militante". Sostiene el ilustre
periodista que no cree que los medios deban carecer de ideología, pero que una
cosa es tener ideología y muy otra "actuar como brazo armado de los nuevos
grupos políticos" (1).
Ciertamente, nuestro querido homenajeado Angel
Benito así lo ha enseñado pacientemente a todos aquellos que hemos tenido la
suerte de tenerlo como maestro. En su "Teoría de la Información" se
hallaba siempre implícita la "función social" del profesional y su máxima
independencia posible de los poderes políticos y económicos. Ahora, por el
contrario, parece que estamos volviendo a los orígenes del periodismo, cuando
el redactor era portavoz de las autoridades del estado, obligado a elegir los
temas gratos a sus superiores y a tratarlos de manera halagüeña para éstos. Era
entonces muy difícil hallar una fórmula adecuada para compaginar dignamente la
misión de informar con la de mantener el apoyo del mecenas".
En este contexto me viene a la memoria
-probablemente a causa de una inevitable deformación profesional tras largos
años de enseñar Historia del Periodismo Universal, y de un viaje reciente a
Loudun y a Richelieu, el caso de Theophraste Renaudot, creador de la prensa
francesa, que sí fue capaz de aunar ambas facetas. Aunque conocido como
fundador de la Gazette, creo que los manuales al uso, que sólo le dedican
algunas líneas resaltando este particular, no le han hecho justicia. Ni
siquiera en Francia ha obtenido el reconocimiento debido. Cuenta René de Livois
(2) la siguiente anécdota al respecto: Cuando en 1929 se instauró el premio
literario que lleva su nombre, un director de un periódico pidió a uno de sus
colaboradores que invitasen a su mesa a "ese señor Renaudot, de quien
tanto se habla".
Por todo ello me he decidido a relatar aquí,
brevemente, su apasionante -y sin embargo por muchos desconocida- historia.
Espero, Angel, que te guste.
Un niño feo y solitario
Theophraste Renaudot nació en Loudun, una pequeña
ciudad "orgullosa y dominante" (3) de la diócesis de Poitiers, encuadrada
por las regiones de Touraine y Anjou, en el otoño de 1586. La fecha exacta del
feliz acontecimiento se desconoce. Tampoco sabemos mucho acerca de sus
progenitores, solamente que eran "gente de bien", con una posición
económica desahogada, puesto que poseían una de las casas más bellas de la
ciudad, y que profesaban la fe calvinista. Esta circunstancia no les favorecía
socialmente. Gracias al Edicto de Nantes, proclamado por Enrique IV en 1598,
esta "mácula" de la familia Renaudot no tendría mayores consecuencias
para sus miembros, a pesar de los continuos conflictos y guerras entre la
monarquía francesa y los protestantes, que se produjeron a lo largo del siglo
XVII. Razones especiales, que contaremos en los capítulos siguientes, moverán a
Theophraste a convertirse al catolicismo en 1628.
La vida no se presentaba, por tanto, mal para
Theophraste, si no fuera por un pequeño detalle: era feo, tan enormemente feo,
que incluso su mpadre se preguntaba cómo podía ser hijo suyo, mientras que su
padre, hombre apuesto, simplemente lo consideraba indigno de él. Flaco y
huesudo, con manos enormes colgando de sus brazos enclenques, lo peor de todo
era su nariz corta y aplastada, que serviría a sus enemigos de objeto de mofa,
expresada en rimas y chanzas, durante toda su vida. Ni su boca ni sus ojos
mejoraban el conjunto. El pelo ralo aportó a su cara un aspecto extraño, y
únicamente la bondad y la viveza de su mirada transmitía a los conocedores del
alma humana una profunda impresión. Desgraciadamente, su propia mpadre no
pertenecía a esa clase de personas. Desconocedora de las reglas más elementales
de la psicología infantil y desprovista de todo atisbo de ternura para su hijo,
no hacía sino repetir una y otra vez al desgraciado muchacho, que jamás
encontraría mujer que le quisiera. Incluso, cuando éste se reía -lo que no
debió ocurrir a menudo- decía que uno tenía la impresión de escuchar los
gemidos de su esqueleto.
En vista del escaso éxito social que le aguardaba a
causa de su físico, Theophraste se formó un mundo solitario. Sin amigos ni
compañeros, se dedicó a los estudios y a la reflexión espiritual, actitud muy
poco frecuente en aquellos días. Una triste experiencia sufrida a los diez años
marcaría toda su vida futura:
En 1596, una mañana, al dirigirse a la escuela, fue
testigo de la siguiente escena: Un pobre viejo estaba sentado en la calle,
llorando, sosteniendo un trozo de pan entre sus dedos mugrientos. Desde lejos
se oían los gritos de una mujer: ¡"Al ladrón, al ladrón!".
Inmediatamente, una muchedumbre, que parecía divertirse mucho, rodeó al
infeliz, en espera de la llegada de los gendarmes. Lo trataban como a un perro,
a golpes y patadas. Impotente, Theophraste no pudo reprimir las lágrimas.
Viendo su compasión, la gente comenzó a insultarle a su vez. Nuestro
protagonista sabía que el desdichado había robado por hambre; un hambre
padecida asimismo por miles de personas en Francia en aquella época. En aquel
momento, el niño se propuso una meta: se dedicaría a estudiarlo todo, a saberlo
todo, a conocerlo todo. Y, después, aplicaría sus conocimientos para ayudar a
los pobres, a los seres más humildes, solitarios, expulsados de la vida social:
Como él.
Años de estudios y de viajes
Fiel a su propósito de dedicarse a las humanidades,
Renaudot pudo elegir entre la carrera de Derecho y de Medicina. Se decidió por
esta última. Tras absolver la escuela primaria, se trasladó a la Universidad de
Montpellier, cuya fama sobrepasaba incluso a la de París a causa de su espíritu
científico más moderno y liberal. Tampoco los años de estudiante le
proporcionaron amigos ni ratos de alegre compañía. Mas, por el contrario,
algunos de sus compañeros le jugaron una mala pasada, que nunca olvidaría.
Celosos de su austeridad y de su rechazo de las bebidas alcohólicas, le
tendieron una trampa: Una noche lo llevaron a la fuerza a una taberna y lo
obligaron a beber hasta caer sin sentido. Cuando se despertó, se halló en
compañía de una prostituta fea y repulsiva, en medio de un olor nauseabundo.
Sin acordarse en lo más mínimo de lo que pudo haber pasado, Renaudot se
apresuró en salir de la habitación de "esta pobre criatura"(4),
humillado hasta el fondo de su alma.
Después de este incidente, afrontó sus estudios con
aún mayor energía, si cabe. Pronto obtendría su recompensa: El 16 de enero de
1606 recibió su diploma en Medicina con brillantísimas calificaciones.
Consciente de que era demasiado joven para ejercer
como médico, Renaudot dedicó varios años a recorrer primero Francia y, después,
Europa. Infatigable como observador, tomó notas de todo lo que le parecía digno
de ser estudiado y recordado. Le causaron gran impresión los incipientes
sistemas informativos que pudo observar en Italia, Inglaterra, Alemania y
Holanda. Tomó consciencia de la utilidad social de las gacetas y zeitungen, que
abundaban ya en aquellos países. Pero, sobre todo, se percató de la terrible
miseria causada por las interminables guerras de religión. Y, una vez más, se
sintió solidario con los sufrimientos de la gente pobre.
Dos protectores singulares: Richelieu y el padre
José
De vuelta en Loudun en 1609, Renaudot se encontró
con que su familia había negociado su matrimonio con una tal Marthe Dumoustier,
sin siquiera consultarle previamente. Lo único que sabemos de ella es que
procedía de una familia calvinista y que daría tres hijos a su marido:
Theofraste, Isaac y Eusebio. No disponemos de datos sobre su físico o su
relación con su esposo (5).
Renaudot estaba ahora muy interesado en ejercer su
profesión y abrió una consulta. Un encuentro casual, en el mismo año 1609, con
François Leclerc du Tremblay, religioso capuchino llamado padre José, daría a
su vida un giro inesperado y definitivo. Éste había creado en Loudun -entre
otros muchos lugares- un convento de su orden y venía con frecuencia a la
ciudad a visitarlo. Los dos hombres congeniaron inmediatamente. También Leclerc
había viajado por Europa, había estado en la corte de Londres, y tuvo la suerte
de hallarse en Padua al mismo tiempo en que Galileo exponía allí sus teorías
revolucionarias sobre el universo. Con avidez, Renaudot escucha y aprende de
sus relatos. Por fin había encontrado a un sabio, dueño de una personalidad
extraordinaria.
Leclerc nació en 1577 en el seno de una buena
familia de Anjou. Antes de emprender la carrera eclesiástica se dedicó a las
armas, llegando a mostrar su valor y arrojo en múltiples batallas, entre ellas
en el sitio de Amiens. Aunque cambió la armadura por el humilde hábito de los
capuchinos, mantuvo su espíritu bélico. Ejemplo de ello fue su intento de
lograr, durante su estancia en Italia, la organización de una cruzada contra
los turcos. Pero, en este caso, sus dotes de persuasión no alcanzaron sus
objetivos.
El aspecto del padre José era tan singular como el
de Renaudot: Su tosco hábito franciscano y su pelo rojizo movían a la sonrisa.
Su rostro, por el contrario, inspiraba más bien temor. Surcado de cicatrices,
se murmuraba que éstas eran fruto de mortificaciones, que el fraile se había
aplicado con hierros candentes como forma de penitencia. Pero su aspecto
desaliñado y un tanto siniestro no fue obstáculo para convertir a este hombre
inteligente y extraño en la eminencia gris del gobierno de Richelieu. Conoció a
éste en los años de sus estudios eclesiásticos. Armand-Jean Plessis, duque de
Richelieu, estudiante en la academia militar, también había llegado por un
camino secundario a la iglesia, a causa de la renuncia de su hermano Alfonso a
hacerse cargo del obispado de Luçon, concedido a la familia desde 1584 por
gentileza de Enrique III. La relación entre Richelieu y el padre José se
mantendría hasta el fin de sus días, y ambos se convertirán en mecenas de
Renaudot.
Desde su más tierna infancia, Armand-Jean tuvo una
salud muy delicada, sujeta a frecuentes accesos de fiebre, cuyas causas nunca
fueron descubiertas por los médicos. La lucha constante contra su naturaleza
endeble dotó al niño, que quedó huérfano de padre a los cinco años, de un
espíritu disciplinado y de una voluntad férrea. Su infancia transcurrió sin
alegrías reales, razón de más para soñar con un futuro glorioso. Sus
padecimientos físicos se agravarían en la edad adulta con ulceraciones anales
con llagas supurantes, que lo abrasaban y martirizaban más cada año. Sólo el
poder alcanzado y mantenido contra un mar de intrigas, gracias a su ambición
desmedida y su aguda inteligencia política, parecía compensarlo de sus
sufrimientos íntimos. Estos, sin embargo, harían de él un hombre frío, cruel y
despiadado.
Auguste Bailly (6) afirma que el padre José fue la
única persona con la cual Richelieu tuvo un contacto realmente humano, de
amistad y de plena confianza. Confianza que, según el mismo autor, se debió a
que Leclerc carecía de ambición política. Su meta fue más espiritual:
"Y jamás hombre
alguno fue menos atraído por el prestigio externo del poder y por sus
satisfacciones espectaculares, a su modo de ver, lo único que importaba era la
grandeza de la causa a la que se consagraba y el triunfo de la misma. Le tenía
completamente sin cuidado que se conociese su papel, su poder y su dominio sobre
los acontecimientos y sobre los hombres. Muy al contrario, prefería actuar en
la sombra, secretamente, sin sacar ningún beneficio personal. Así se
desconfiaba menos de él y su acción quedaba mucho más asegurada.
Había encontrado, pues,
su camino, sería el confidente, el consejero, el espía y el protector del
hombre que, por la preeminencia de su talento, estaba destinado a dirigir la
política europea y a luchar contra un enemigo más peligroso aún que el turco:
contra el protestante. Ésa era, para el padre José, otra nueva forma del
espíritu de cruzada, menos romántica en sus manifestaciones, pero de alcance
más inmediato y más práctico...". (7)
En vista de las terribles guerras civiles que
estaban devastando Francia, Leclerc creía que Francia debía ser gobernada por
un estado centralista y éste, por una monarquía absoluta, dueña de las
voluntades enfrentadas del país. En ese punto coincidían sus deseos con los de
Richelieu. ¿Cómo pudo el Renaudot calvinista encajar en este esquema? Él fue,
sobre todo, un hombre íntegro y fiel. Sus saberes podían ser útiles a sus
patrocinadores y, al mismo tiempo, su meta -ayudar a los pobres- no interfería
en los objetivos de aquellos: el poder y la grandeza de Francia en el caso de
Richelieu; la gloria de Dios y de su iglesia garantizadas por una monarquía
fuerte, en el del padre José. Sorprendentemente, a ninguno de los dos les
molestaba el hecho de que Renaudot fuese hereje. Esto demuestra, que Richelieu
atacaba al calvinismo no por razones de fe, sino por su acción disolvente de la
nación francesa, al pretender los hugonotes la instauración de una especie de
régimen republicano. Así no tuvo el cardenal Richelieu inconveniente alguno en
aliarse en su política exterior con naciones protestantes, mientras que
combatía fieramente a sus correligionarios en Francia. Sin embargo, a raíz de
los nuevos enfrentamientos bélicos entre los defensores de ambas religiones
cristianas durante el reinado de Luis XIII, y concretamente del asedio de
Richelieu al bastión protestante de La Rochelle en 1628, el padre José
aconsejaría a su protegido la conversión al catolicismo. Consejo que Renaudot
seguirá con el fin de no poner en peligro las concesiones recibidas del rey.
Años de preparación y de espera
Gracias a la intercesión del padre José, Renaudot
fue presentado a la corte en 1612.
Tenía entonces el delfín, futuro Luis XIII, once
años, y el país se hallaba bajo la regencia de María de Médicis tras el
asesinato de Enrique IV en 1610. El cambio favoreció a Richelieu, puesto que su
hermano Enrique era un favorito de la regente. El obispo de Luçon se había
labrado ya fama como orador elocuente y político sagaz. Una vez reorganizados
sus dominios y afirmada su autoridad sobre ellos, aprovechó la nueva
constelación política para trasladarse a París en busca de posibilidades de
ascenso. También el padre José tenía gran influencia sobre la reina, por lo que
no le fue difícil conseguir una audiencia para Renaudot. Unos meses antes, éste
había finalizado la redacción de una "Memoria sobre la condición de los
pobres en el reino de Francia"; estudio que el padre José quería presentar
en el Louvre durante la recepción, a la cual asistió también Richelieu. En
espera de la contestación real, los tres hombres excepcionales tuvieron una
larga charla privada en uno de los salones. Finalmente, Renaudot recibió la
buena noticia: su trabajo había sido valorado positivamente, hasta el punto de
ser nombrado "médico de la corte" y de recibir, al mismo tiempo, el
permiso para abrir una "Oficina de anuncios y de encuentros", desde
donde podría organizar mejor la asistencia a los desvalidos de París, idea que
el autor había tomado de los Essais de Montaigne. De momento volvería a su
ciudad natal, con el fin de idear el plan adecuado para trasladar sus teorías a
la práctica. Pasarían, sin embargo, diecisiete largos años, hasta que el
"Bureau d'padresses et de rencontres" se convirtiera en una realidad.
Es imposible relatar aquí, siquiera someramente, la
compleja historia de Francia en aquellos años. Nos tenemos, por tanto, que
limitar a reseñar únicamente aquellos hechos que guarden alguna relación
directa con el desenvolvimiento de la vida de Renaudot. La complicada situación
política retrasó sus proyectos. Siguió residiendo en su ciudad natal, pero
manteniendo siempre el contacto con el padre José y la casa real.
Una vez finalizada la reunión de los Estados
Generales, los nobles y el pueblo, descontentos con sus resultados, iniciaron
una serie de revueltas, que finalizaron -en mayo de 1616- con una paz firmada
precisamente en Loudun, lugar estratégico utilizado por los rebeldes.
Aunque los sublevados aceptaron momentáneamente una
tregua en la exigencia de sus demandas, se avecinó una nueva perturbación:
María de Médicis seguía urdiendo intrigas, aconsejada por su odiado valido
Concini y su mujer Leonora Galigai, a su vez confidente de la regente.
Entretanto, Luis XIII, ya mayor de edad, había volcado su cariño en su favorito
Luynes, un joven ambicioso de aspecto indolente, aficionado a la cría de
pequeños rapaces. Richelieu, que observaba los acontecimientos, sabía que tarde
o temprano surgiría el conflicto entre los dos favoritos, el de la mpadre y el
del hijo. De momento se encontraba en el bando de la regente. Ésta lo había
nombrado capellán de la joven reina Ana de Austria, hija de Felipe III, unida
en matrimonio a Luis XIII por razones políticas en noviembre de 1615. Después
fue designado consejero de estado y secretario de los mandamientos. Por último,
antes de haber tomado posesión de su nuevo cargo de embajador en España,
Concini le otorgó el rango de secretario de estado en 1516. Era demasiado
rápida la ascensión de Richelieu para durar. Concini cayó asesinado en abril
del año siguiente. La regente tuvo que abandonar París y Richelieu la siguió,
no sin antes iniciar un discreto acercamiento a Luis XIII y a Luynes. Cuando
estalla la guerra entre mpadre e hijo, el obispo de Luçon se retira
prudentemente a sus posesiones en espera de mejores tiempos.
Renaudot seguía en Loudun. De nuevo cerca de
Richelieu, (8) el "médico de los pobres" visitaba frecuentemente a su
bienhechor, sirviéndole a veces como secretario. En 1618 recibió el
nombramiento real de "Comisario general de los pobres del reino", en
confirmación del decreto de octubre de 1612. El nuevo cargo obligaría a Renaudot
a trasladarse con frecuencia a París. En los años siguientes se dedicará
fundamentalmente a la difícil tarea encomendada, al tiempo que seguía
estudiando nuevas teorías médicas, que preconizaban el abandono de la
aplicación de la habitual "sangría", remedio supuestamente infalible
para tratar muchas dolencias, y su sustitución por medicamentos de composición
química, ciencia que se hallaba aún en su más tierna infancia.
Entretanto, Richelieu volvería a la escena
política. Debido a la influencia del padre José fue nombrado intermediario para
intentar reconciliar a María de Médicis con su hijo. Las dotes diplomáticas del
obispo lograron lo que parecía imposible. En agradecimiento sería nombrado
cardenal el 5 de septiembre de 1622. La suerte se había puesto de parte de
Richelieu, porque poco antes, el 15 de diciembre de 1621, había muerte
repentinamente su contrincante, Lynes, el hombre de quien las malas lenguas
dicen que Luis XIII lo amaba más que a su esposa, y que había impedido que
Richelieu pudiera congraciarse con el monarca. En 1624 Richelieu entraría en el
Consejo del Rey. Pronto se convertirá en el ministro omnipotente de su
majestad. Poco después ordena a Renaudot su traslado definitivo a la capital.
Allí, protegido por los tres hombres más poderosos del reino, iniciará la
realización práctica de todos sus proyectos y sueños.
La "Oficina de Anuncios y de Encuentros"
Lentamente, Renaudot empieza a organizar la
creación de la primera agencia de anuncios en Francia y, posiblemente, en
Europa. Para ello dispondrá de un edificio de varios pisos en la calle
Calandre, de nombre "Grand Coq, en pleno centro de la capital. Sus salones
sirven para diferentes propósitos: En algunos de ellos se exponen ofertas y
demandas de todo tipo, en tablones sujetos en las paredes y en boletines
manuscritos. En otros, se instala una especie de hospital, en el que se atiende
gratuitamente a los enfermos, también a los de gravedad, que pueden ser incluso
operados allí mismo. No faltan tampoco dependencias dedicadas a la enseñanza, a
charlas y conferencias. La inauguración de esta maravilla se retrasa varios
años, por causas no del todo claras. Finalmente, tendrá lugar el 9 de agosto de
1629. Anteriormente, el 31 de marzo de 1628 el rey había ampliado la concesión
del Bureau, otorgando a Renaudot también el derecho a abrir otros semejantes en
cualquier lugar de Francia.
A cambio de tantas gracias reales, Renaudot no
ahorra las adulaciones pertinentes, no sólo típicas en aquellos tiempos -hay
que decirlo en su descargo- sino imprescindibles para mantener el favor real.
Por ejemplo, cuando Luis XIII enferma de gravedad en 1528 y Renaudot es llamado
a la cabecera de su cama para atenderle, no sólo cumple su función de médico de
la corte, sino que aprovecha el momento para escribir un poema laudatorio por
la salud de su augusto señor.
El éxito de la oficina de anuncios es tal, que
Renaudot pasa pronto a imprimir los boletines. Se trata de hojas volantes que
se publican con el siguiente encabezamiento: "Inventaire du bureau
d'padresses et de rencontres où peut donner et recevoir toutes les nécessités
et commodités de la vie et société humaines". El precio para cada anuncio
es de tres sous, siendo gratuito para los pobres que demuestren su insolvencia.
El objetivo primordial de esta iniciativa es luchar contra la mendicidad,
facilitando a la gente la búsqueda de empleo.
Al mismo tiempo, el Bureau cumple la función de
monte de piedad; copia de la institución creada por el papa Clemente VII en el
Vaticano en 1526. Una vez más, nuestro filántropo pretende ayudar a los
necesitados, argumentando que en cumplimiento de los mandamientos cristianos
los ricos están obligados a acudir en auxilio de los pobres. Pronto sus
instalaciones se verán desbordadas por la afluencia de personas procedentes de toda
Francia. Todos los días acude al Gran Coq la gente más variopinta, desde
mendigos miserables a grandes señores, que suben y bajan las escaleras y se
pierden en los estrechos corredores. Al frente de todo se halla Renaudot, que
"vigila todo, responde de todo a todos, observa todo, distribuye a cada
uno lo que le hace falta, enseña, prepara medicamentos, vende, compra, lee las
noticias, redacta artículos para periódicos, prepara facturas y encuentra aún
tiempo para visitar a sus enfermos y para cumplir sus deberes como cortesano y
hombre de mundo". La Oficina de Renaudot es, en suma, "un patio de
milagros". (9) El padre José contribuye al éxito, haciendo en su anuario
Mercure François publicidad de los logros de su protegido, ensalzando su obra.
Renaudot no sacó ningún beneficio material de todas
estas actividades, más allá del dinero oficial retribuido por sus cargos. Por
el contrario, según sus propios palabras, sólo las consultas gratuitas le
costaban al año más de 2.000 libras de su fortuna personal.
La Gazette
A pesar del afianzamiento paulatino del poder
absoluto de Luis XIII, gracias al gobierno férreo de Richelieu, la agitación en
la capital era permanente. La aristocracia en el barrio de Le Marais y las
clases populares en torno al Pont-Neuf intrigaban, cada uno a su manera, en
fastuosos salones o en la calle. Libreros e impresores, herederos del lenguaje
irrespetuoso de Rabelais, publicaban clandestinamente todo tipo de panfletos,
que contenían chanzas satíricas o rimas obscenas. Improvisados teatros
callejeros representaban supuestas escenas de escándalos cortesanos;
saltimbanquis y charlatanes deleitaban al público. El control de estas
manifestaciones espontáneas, -peligrosas para la corte, porque la posibilidad
de una guerra civil se hallaba siempre presente-, era muy difícil, por no decir
imposible. El primer paso para poner coto a tanto descaro había sido la
creación de la Academie Française, que oficialmente pretendía velar por la
pureza de la lengua, pero que, al mismo tiempo, procuró vigilar la corrección
política de los escritos.
Dado que Richelieu era el personaje más agraviado
por los libelos, que le obsequiaban con calificativos como "sátrapa"
y otras lindezas parecidas, el padre José le sugirió la creación de un
periódico que sirviese para rectificar todas las calumnias vertidas contra él
en los panfletos. Al mismo tiempo informaría a los franceses de los
acontecimientos importantes, siempre -por supuesto- desde la perspectiva
política de Richelieu. Como ya anticipamos, existía un anuario oficial, Le
Mercure François, fundado en 1605 por el impresor Jean Richer, de cuya edición
se estaba ocupando el padre José desde 1624, pero esta colección de crónicas no
era, evidentemente, la fórmula más adecuada para servir a los propósitos del
cardenal.
La creación del periódico será encomendada a
Renaudot. Éste lo bautizará con el nombre de Gazette, en recuerdo de la pequeña
moneda veneciana, Gazzeta, que había que pagar por las hojas de noticias que
conoció durante su viaje a Italia. Nuestro médico pone inmediatamente manos a
la obra, sin darse cuenta, que su nueva tarea le traerá muchos problemas y
enemistades peligrosas.
En la noche del 29 al 30 de mayo de 1631 nace en el
pequeño taller de la rue Calandre el primer semanario francés oficial. El periódico
consta de cuatro hojas del tamaño de un cuarto de folio (15 x 23 cm) y no lleva
subtítulo. Renaudot imprime como prueba tres números: para el rey, Richelieu y
el padre José. Este último recibe el suyo primero y lo corrige en presencia de
su protegido. A Luis XIII le place la nueva publicación -que Renaudot le ha
dedicado con frases de exquisita cortesía- y, el mismo día de la entrega del
primer ejemplar da órdenes a la policía de no importunar al "intendente
general de la Oficina de Anuncios, es decir de no ejercer censura alguna.
Solamente el monarca, Richelieu y el padre José tendrán este derecho.
A partir del sexto número, publicado el 4 de julio
1631, la Gazette llevará la fecha de su aparición, y a los seis meses su éxito
está ya asegurado. Aparte de la defensa de la política de Richelieu, sus
páginas sirven para acoger los anuncios del Bureau y para darles una difusión
mayor. Renaudot se esfuerza en perfeccionar todos los aspectos de la Gazette:
Los contenidos se amplían y la tipografía va mejorando sustancialmente. De los
trescientos ejemplares iniciales la tirada pasará a varios miles. Sus desvelos
serán recompensados por la gran acogida del periódico. A partir del 23 de
noviembre 1631 duplica el número de páginas Ahora aparece cada ocho días, preferentemente
los viernes por la mañana, o, en caso de retraso, los sábados. Richelieu
colabora habitualmente en ella de forma anónima, y lo seguirá haciendo hasta su
muerte, al igual que el padre José.
Otro colaborador importante de la Gazette fue el
especialista en heráldica Hozier. Éste mantenía correspondencia con los
intelectuales más importantes de la época. Viajaba con frecuencia y escribía a
Renaudot desde sus destinos en Francia o en el extranjero, para comunicarle las
noticias más recientes. Gracias a sus buenos servicios, la Gazette pudo ser
pronto ampliada y tuvo también un eco excelente en los demás países europeos.
Al año de iniciarse su publicación, Renaudot envió
al rey una reproducción de todos los números editados, acompañados de una carta
que rebosaba humildad y gratitud. En recompensa fue elogiado personalmente por
el monarca durante una audiencia, en presencia de los hombres más selectos de
Francia.
No es de extrañar que los éxitos de Renaudot
suscitaran muchas envidias. Sus enemigos se afanaron incesantemente por
despojarle de sus negocios, valiéndose para ello tanto de medios legales como
de tretas infames.
Pleitos Judiciales
En el momento de la edición de la Gazette existía
otro semanario en París: "Nouvelles ordinaires de divers endroits",
del cual habían aparecido ya veintisiete números. Sus editores fueron los dos
impresores Martin y Vendosme, que gozaron de la protección de la Universidad de
París. De hecho, tras la llegada de la primera imprenta a La Sorbona en 1470,
la universidad había recibido de los tribunales la confirmación de su
privilegio de tener a todos los escritores -y ahora impresores- bajo su tutela.
De manera que Renaudot, por deseo de Richelieu y del padre José, vulneraba con
la publicación de la Gazette los derechos reconocidos con anterioridad por el
parlamento, organismo autónomo que se enfrentaría a las pretensiones
absolutistas de Luis XIII en todos los ámbitos. Theophraste Renaudot sería la
víctima inocente de una pugna política entre el viejo orden estatal, basado en
una fuerte autonomía de la nobleza, y el nuevo centralismo ambicionado por el
omnipotente cardenal y sus ayudantes.
Inmediatamente tras la aparición del primer número
de la Gazette, la Universidad denuncia a Renaudot. Los jueces de Chatelêt,
basándose en los antiguos derechos de aquella, condenan a éste en el verano de
1631 a pagar una sustanciosa suma de indemnización y a suspender su
publicación. La contestación del rey no se hace esperar. El 11 de octubre del
mismo año dirige de nuevo una orden al jefe de policía, para informarle de que
solamente su médico -y las personas que éste tenga a bien designar- goza de la
autorización real de imprimir la Gazette y de otras publicaciones que desee, en
su Oficina de Anuncios o en cualquier otra parte del territorio francés; y que
debe defender a Renaudot contra todas aquellas personas que intenten impedir el
ejercicio de sus prerrogativas.
El 18 de noviembre, el Consejo Real confirmará
oficialmente el privilegio, otorgando a Renaudot una carta patente, en la cual
se declara que la Gazette es el primer periódico francés oficialmente
reconocido y el único cuya publicación está permitida por la autoridad real.
Los supuestos agresores al médico de su majestad o a sus obras se exponen a ser
multados con un importe de diez mil libras, aparte de pagar los gastos, daños e
intereses.
Otra sentencia (11 de marzo 1633), esta vez en
contestación a una demanda interpuesta por el gremio de los impresores, no hace
sino reafirmar la resolución anterior. El monopolio de Renaudot se mantiene
intacto y los impresores rebeldes serán castigados con la confiscación de sus
instalaciones y de su producción librera y periodística (10).
Sin embargo, los enemigos de Renaudot no se rinden.
Una y otra vez acuden a diferentes instancias para acabar con las mercedes
concedidas al médico de la corte. Lo impiden nuevas sentencias con fecha 4 de
agosto de 1634 y 7 de noviembre del mismo año. La última confirmación de las
prerrogativas reales data del 25 de febrero de 1635: Theophraste Renaudot y las
personas que él designa son los las únicas autorizadas para publicar y vender
toda clase de impresos en territorio francés.
Vencidos en el campo publicístico por el poder
absoluto, los derrotados cambiarán la dirección de sus ataques.
Enemigos temibles. El adversario más feroz de
Renaudot es Guy Patin, censor de la Facultad de Medicina. Su odio es tan
intenso que no pierde ocasión de humillarle, recurriendo a todo tipo de
insultos sobre su aspecto físico, especialmente su "nariz chata".
Además no ceja en su empeño de desprestigiarle en el campo de la medicina,
denunciando como charlatanería los tratamientos que emplea. También los hijos
de Renaudot, Isaac y Eusebio, sufrirán la ira de Patin. Ambos estudian Medicina
en París, pero sólo se les otorgará su graduación cuando hayan repudiado
públicamente ante notario las obras de su padre. Y aún después de haberlo
hecho, no se les permitirá seguir sus estudios de especialización en La
Sorbona.
No sólo las dificultades familiares enturbian los
éxitos del creador de la Gazette. De vuelta a su ciudad natal para un breve
descanso en 1634, se encontrará con un hecho terrible: Su amigo Urbain
Grandier, sacerdote de la iglesia de Saint Pierre de Loudun, ha sido acusado de
brujería y de ser un agente de Satanás. Los denunciantes afirman que, por orden
del diablo, Grandier ha sembrado la discordia en el convento de las ursulinas
de la ciudad, para que Lucifer pudiera entrar en el cuerpo de las religiosas
con el fin de insuflarles el deseo de fornicación.
Ciertamente, el acusado no era ningún santo y no se
había tomado muy en serio sus votos eclesiásticos. Pero, parece ser, que no
sólo su liviandad lo llevó a la hoguera. Años atrás, en 1618, después de la
celebración de una ceremonia religiosa en la iglesia Santa Cruz de Loudun, a la
cual asistieron representantes de la alta sociedad -entre ellos el entonces
obispo de Luçon- una cuestión de etiqueta enfrentó a Richelieu con Grandier.
Este último no cedió el paso al primero, humillándole delante de la excelsa
concurrencia. El cardenal no lo había olvidado. Envió a Laubardemont, uno de
sus mejores agentes y tío de la superiora del convento, a Loudun para iniciar
el proceso. En opinión de Christian Bailly, ésta última había instigado todo el
asunto, probablemente por despecho amoroso de Grandier...(11).
El pobre clérigo fue quemado vivo en la plaza
pública del mercado de Loudun el 18 de agosto de 1634. Desde entonces, el
nombre de la ciudad siempre se vería relacionado con el estigma de albergar
"posesos". Renaudot, aterrorizado, no se atrevió a defender a su
amigo públicamente, habida cuenta su dependencia de Richelieu. Solamente
después de la muerte del infeliz, acometería la rehabilitación de Grandier en
las páginas de su periódico. Ahora, una vez concluida su venganza, el cardenal
le dejaba hacer y no censuró sus cuartillas. Asqueado de sus antiguos
conciudadanos, Renaudot nunca retornaría a Loudun.
Los primeros nubarrones
Mientras crecían los envidiosos de la suerte de
Renaudot, éste se dedicó a ensanchar y mejorar sus obras. La Gazette se había
convertido en un periódico de gran prestigio, que cumplía un importante papel
político y social. Tras la suspensión de las "Nouvelles ordinaires",
las incorporó como sección especial a su semanario. Todos los meses añadió,
además, un suplemento con la relación de las noticias más destacadas recibidas
de sus corresponsales en el extranjero. En ocasiones publicó ediciones
especiales sobre temas monográficos de actualidad o con la reproducción de
documentos oficiales.
En 1638 tienen lugar dos acontecimientos
importantes. El primero llena Francia de alegría: El 5 de septiembre nace, por
fin, el deseado heredero de la corona, el futuro Luis XIV. El segundo es un
duro golpe para Renaudot: El 18 de diciembre muere el padre José, su más
decidido protector, como tendrá pronto ocasión de comprobar. Ahora, Renaudot
debe ocuparse también de la edición del Mercure François.
La desaparición del monje capuchino da nuevas
fuerzas al odio de sus rivales. Éstos no paran de publicar versos hirientes
contra el creador de la Gazette y su labor en la Oficina de Anuncios. Guy Patin
lo llama "Cacophraste Renaudot" y, lo que es peor, le niega el
derecho al título de médico, alegando la invalidez de sus estudios en
Montpellier y denostando sus métodos "alternativos" de curación.
Incluso se atreve a decir públicamente que, si Renaudot no fuese apoyado por su
eminencia, se le abriría un proceso criminal, en consecuencia del cual la pena
menor que le caería sería una confesión pública de su charlatanería. Ya no
tendría que esperar mucho el censor de Medicina para completar su venganza.
También los jueces de Chatelêt volvieron a la
carga. Dado que Renaudot había defendido a Grandier y, puesto que había nacido
también en la ciudad maldita, "domicilio del demonio", lo acusaron de
brujería. La policía penetró en su laboratorio en busca de pruebas de su
relación con el diablo. Regresó con las manos vacías, pero no por ello creería
en la inocencia del acusado. Es probable que sólo las buenas relaciones con la
corte salvaran a Renaudot de la hoguera.
Las desgracias no habían hecho más que empezar. La
Facultad de Medicina consigue su citación ante las autoridades municipales.
Aunque defendido por el rey, el 6 de noviembre de 1640 el preboste de París
comunica a Renaudot la prohibición de seguir celebrando reuniones en los
salones de la oficina y de ejercer la medicina en la ciudad de París.
También las represalias contra sus hijos prosperan.
A pesar de que Eusebio forma parte del séquito médico de Richelieu, se les
reitera la prohibición de proseguir sus estudios. Al mismo tiempo, las
calumnias arrecian. No sólo se rumorea que Renaudot se llena los bolsillos
mientras mata a sus enfermos con medicinas inadecuadas, sino también que
provoca abortos en mujeres y jóvenes "de vida alegre",
administrándoles brebajes diabólicos para vaciar sus vientres.
El rey no abandona a su protegido, y el 14 de julio
de 1641 condena a la Facultad. Pero este gesto valdrá ya de muy poco.
La derrota
El 4 de diciembre de 1642 muere Richelieu tras
meses de atroces sufrimientos; el 14 de mayo del año siguiente le seguirá Luis
XIII. En muy poco tiempo, Renaudot se ha quedado huérfano de apoyo. La regente,
Ana de Austria, prestará oídos a las difamaciones de la Facultad de Medicina.
Renaudot le envía una carta negando su culpabilidad en los actos reprochados.
Pero su suerte le ha abandonado definitivamente. El preboste de París le
prohibe -el 9 de diciembre de 1643- el ejercicio de la medicina también en su
Oficina de Anuncios. Tampoco puede ya pronunciar allí sus conferencias. El
parlamento confirmará -el 1 de marzo de 1644- la sentencia de los jueces. En
adelante, Renaudot sólo se podrá dedicar a sus tareas periodísticas. A ellas se
había añadido -un último honor- el nombramiento de historiógrafo del rey en
1645. Lo que quedaba del Bureau fue trasladado de la calle Calandre a la de
Saint Honoré en 1646. Desde allí, en un marco mucho más reducido, seguirá la
edición de la Gazette y el intercambio de ofertas y demandas.
El nuevo cardenal, el italiano Mazarino, suscita
-igual que antaño su compatriota Concini- el odio del país. Ya no está
Richelieu para doblegar a aristócratas y burgueses. De nuevo, desde el
Pont-Neuf, los panfletos insidiosos se esparcen por París. Estas Mazarinades
jugarán un papel significativo en la guerra civil que se avecina. Cuando
estalla, la Fronde Renaudot debe acompañar a la corte en su exilio en
Saint-Germain-en Laye. Mazarino le encarga la instalación de la imprenta en la
Orangerie del castillo, con el fin de proseguir allí con la publicación de la
Gazette. Temeroso de perder su última fuente de ingresos en caso de victoria de
los nobles, Renaudot encarga a sus hijos Isaac y Eusebio la publicación de otro
periódico a favor de los frondistas, el Courrier François. Lo hace con el fin
de poder hacer frente a sus múltiples gastos. Desprovisto de la posibilidad de
ganar dinero con su profesión médica, sus reservas pecuniarias se están
agotando.
La reconciliación política general en abril de 1649
posibilita la vuelta de la corte a París. Pero la paz no será definitiva. Los
adversarios de Renaudot lo acosan continuamente. Consiguen que en febrero de
1651 se le suprima la pensión que recibía en calidad de "Comisario de los
pobres del reino". Su salud está muy quebrantada. Padece una parálisis
progresiva, que le impide trabajar. Después de quince meses de invalidez,
Theophraste Renaudot fallece el 25 de octubre de 1653. Guy Patin dirá con
satisfacción: "El viejo Theophraste Renaudot murió pobre como un
pintor".
Epílogo
Renaudot fue un hombre extraordinario para su
tiempo, como empresario precursor, que supo reconocer las posibilidades, que
ofrecía la comunicación para desempeñar funciones sociales, y como persona,
cuyo fin primordial era servir a los seres más desvalidos en la Francia de
Richelieu. Supo obtener y mantener el apoyo de los tres hombres más poderosos
de su tiempo, tarea muy meritoria, teniendo en cuenta los caracteres difíciles
de sus protectores. Lo consiguió gracias a sus vastos conocimientos en
distintas disciplinas, su bondad natural unida a su espíritu servicial, y su
habilidad retórica para convencer a sus mecenas de la utilidad de sus planes.
Su dependencia política no le impidió desarrollar una labor magnífica, tanto en
el campo del periodismo como en el de la medicina.
En Loudun se halla una estatua dedicada al
"filántropo" y no al periodista. La casa de sus padres es hoy un
pequeño museo. En su jardín encontramos una lápida con una de sus famosas
recetas contra enfermedades reumáticas, que todavía se despachan en las
farmacias de su ciudad natal.
En París, sus huellas han sido borradas por la
historia: la calle Calandre y la casa del Gran Coq, sede de su Oficina de
anuncios, fueron demolidas para hacer sitio al cuartel del ejército. La estatua
de Renaudot que había presidido la nueva plaza fue desmantelada y refundida por
los alemanes. Pero, como recuerda Livois, el legado de Renaudot se halla en
muchos lugares de la capital: los kioscos de los periódicos, las universidades populares
y la atención sanitaria gratuita; los anuncios en la prensa, en las tiendas y
los cafés, son recuerdos vivos del hombre que tuvo el ingenio, la capacidad y
la generosidad para hacerlos realidad por primera vez. (12)
Notas
1. El País, 19 de noviembre 1999: "Iñaki
Gabilondo -Periodista-: 'Me preocupa que se vea a los medios como grupos de
acción militante'.
Bibliografía
Bellanger, C. et al. (1969-1976): Histoire génerale
de la Presse française, Presses Universitaires de France, París.
Bailly, Auguste (1969): Richelieu, Espasa Calpe,
Madrid.
Bailly, Christian (1981): Memoires de Theophraste
Renaudot, Ed. Albatros, París.
Elliott, J.H. (1984): Richelieu y Olivares,
Barcelona.
Livois, René de (1965): Histoire de la Presse
Française, Les Temps de la Presse, París.
Marañón, Gregorio (1939): El conde duque de
Olivares, Espasa Calpe, Madrid.
Solomón, H.M. (1972): Public Welfare Science and
Propaganda, in XVIIth Century France. Princeton University Press.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN
BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre de la autora, 2000; título del texto, en Revista Latina de
Comunicación Social, número 30, de junio de 2000, La Laguna (Tenerife), en la
siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000qjn/92ingrid.htm
Revista Latina de
Comunicación Social
La Laguna (Tenerife) -
junio de 2000 - número 30
D.L.: TF - 135 - 98 /
ISSN: 1138 – 5820 (año 3º)
http://www.ull.es/publicaciones/latina