La intencionalidad del lenguaje en la información audiovisual
(2.523 palabras - 5 páginas)
Dr. Ramón Reig ©
Profesor titular de
Estructura de la Información Periodística. Universidad de Sevilla (España)
Lo
específicamente humano, a niveles sociales y en relación con lo que llamamos
comunicación científica, no está en la intercomunicación personal sino,
primero, en la autoconsciencia del poder implícito que el acto comunicativo
encierra y, en la actualidad, ya elevado a rango científico a través de la
aplicación de las nuevas tecnologías y de la psicosociología, en el hecho
consolidado de la utilización de la información como arma de dominio de una
minoría de seres humanos sobre la mayoría del cuerpo social.
En
efecto, en un determinado estadio evolutivo, no actual sino remoto, un grupo de
seres humanos comienza, paulatinamente, a "hacerse dueño" de la
transmisión de ideas, bien inconsciente o conscientemente. De esta forma trata
de asentar un poder de rol socioeconómico que ha adquirido. A partir de
entonces la comunicación y su parcela informativa comienzan a ser un arma de
dominio más o menos "científica" hasta llegar a la actualidad en que
el concepto de comunicación o información como "dominio científico"
es, a nuestro juicio, prácticamente pleno. En pocas palabras, el ser humano
descubre que uno de los basamentos de su dominio sobre los demás se encuentra
en poseer una información y un conocimiento que los demás no tienen, y en tejer
una especie de maraña posibilitadora de que tales informaciones y conocimientos
no lleguen hasta esos "otros", en la medida de lo posible. A este fin
esencial sirve en gran medida tanto la información verbal explícita como las
que denominaremos aquí información verbal implícita e información no verbal de
contenido subyacente.
En
la Información, por tanto, y a nuestro entender, tienen bastante significado
las palabras de Diamond: "Hablamos para impresionar la mente de los
demás" (1). El sentido de esta frase posee una doble vertiente para
nosotros. Se relaciona con esa acción sensorial que la Información -al igual
que la publicidad- posee, una acción sensorial aplastantemente predominante
sobre lo cognoscitivo. Por otro, impresionar a los demás -mediante lenguajes verbales
o no verbales, sensorales- es la mejor forma de persuadir y de construir una
realidad consciente y dirigida a desarrollar una intencionalidad concreta.
Efectivamente,
el aspecto cognitivo, en el sentido de aprehender, de asimilar algo
convenientemente contextualizado y devenido, puede afirmarse que hoy está
bastante alejado de la información y de los mass media en general. La vía
aristotélica, contenida en la "Retórica", según la cual el discurso
retórico, en una actitud psicológica, aspira a emocionar, a persuadir, es aún
de total actualidad. Para Perelman, persuadir es más que convencer. La
convicción no es más que un primer estadio que conduce a la acción. Para quien
esté preocupado por el carácter racional de la adhesión, convencer es más que persuadir.
El convencimiento por la vía racional se obtiene mediante la demostración; pero
a quien quiere persuadir no le basta con convencer por la vía racional;
necesita también la adhesión emotiva, que conducirá más directamente a unos
resultados determinados (2). Según Reardon, las formas de persuasión que más
nos invaden proceden de los medios de comunicación de masas (3). Reardon recoge
a su vez palabras de Cartwright quien sugiere que la influencia persuasiva
exige una cadena de procesos que son a la vez complejos e interrelacionados
pero que, en términos amplios, pueden caracterizarse por tres fases: a) Crear
una estructura cognitiva determinada; b) Crear una estructura motivacional
determinada, c) Crear una estructura de conducta determinada (acción) (4). Se
trata, en definitiva, de un intento de homogeneización de conciencias que va
imponiéndose paulatinamente en la sociedad una vez que las revoluciones
industriales y técnicas de los siglos XIX y XX concentran en las ciudades a una
gran cantidad de personas. Sobre esa inmensa acumulación humana tiene lugar una
paulatina acción de "control" que se bifurca claramente, al menos eso
estimamos, en dos direcciones: una físicamente represiva y otra
intelectualmente coactiva, persuasiva, que es la que aquí nos interesa. Dicha
acción se lleva a cabo sobre una sociedad que poco a poco va fragmentándose,
individualizándose y alejándose sus miembros entre ellos mismos. En esa
elevadísima concentración cuantitativa de seres humanos la información de
carácter audiovisual juega, como puede suponerse, un relevante papel. A través
de su expresión verbal y no verbal vierte sobre el receptor numerosos
contenidos informativos mediante lo que Enric Saperas llama rutina profesional
(5), es decir, un conjunto de actividades profesionales similares en espacio y
tiempo que, a base de descontextualizar los acontecimientos y de tratarlos con
elevada superficialidad, van originando en el receptor un efecto
"antiinformación" que termina por alejarlo progresivamente de los
contenidos de la propia información sin que ello, a la vez, signifique que
escape a su influencia ya que la televisión, sobre todo, se convierte, en un
estado de "aislamiento social", en el soporte que le dice cómo son
las noticias y qué es lo que debe saber de cada una de ellas. Todo ello se ve
agravado por la elevada cantidad de información que el ciudadano recibe
diariamente, tema éste que ha llevado a Alvin Toffler a hablar acertadamente
sobre el "shock" psicosocial del futuro y que nosotros, en cuanto a
sus consecuencias, denominamos efecto de hibernación, por cuanto el receptor
ante un mass media que emite información continua y escasamente
contextualizada, reacciona con la pasividad y la indiferencia en muchas
ocasiones, circunstancia que es también una poderosa forma de ejercer dominio
social bajo una apariencia de pluralismo informativo, un pluralismo que no es
asimilado en general por el receptor tanto por lo que venimos apuntando
-descontextualización sobre todo- como por el hecho de que su formación cultural
no posee tampoco unas características que permitan ordenar y aprehender en un
porcentaje notable todo el abundante montante informativo que se le ofrece.
Dicho
montante informativo audiovisual llega hasta el receptor con un lenguaje verbal
explícito y con las distintas expresiones del lenguaje no literario,
desarrollado a través de lo que hemos denominado lenguaje verbal implícito y
lenguaje o información no verbal de contenido subyacente, que en los medios
audiovisuales -TV sobre todo- creemos que es de una relevancia decisiva.
Sostenemos, además, que, salvo contadas excepciones, toda esta tipología
informativa contiene una intencionalidad, un afán de construir y de sostener en
el receptor una realidad no original de los medios de comunicación sino
original de las características socioeconómicas a que pueda haber llegado un
sistema de dominio a través de la evolución histórica. Los media serían, por
tanto, la expresión viva y visible de un sistema concreto de valores y
formarían parte de su superestructura aunque, tomados en sí mismos, tengan
evidentemente un contenido estructural propio y una indudable conexión
mercantil-ideológica con el segmento social que posee el poder
económico-financiero y, por añadidura y necesidad, el poder de la información
con el que trata de conservar aquél.
La
persuasión informativa a través del lenguaje llamado literal pocos comentarios
precisa. Sí es preciso afirmar que se lleva a cabo sobre un público que va a
escuchar aquello que desea y aquello que no desea o no esperaba, siempre y
cuando no altere sustancialmente su esquema psicosocial. Los medios de
comunicación es cierto que crean estados de opinión pero nosotros pensamos que
es mayor su actividad como mantenedores y como elementos que refuerzan unas
opiniones que, a su vez, se derivan de factores endoculturales y exoculturales
evolutivos. Ahora bien, tanto el lenguaje informativo literal o manifiesto como
aquel otro no verbal, conllevan dos factores esenciales: la acción de
relevancia o pertinencia por parte del oyente/receptor y una carga sensorial
con base psicosocial a la que ya nos hemos referido. El lenguaje informativo
audiovisual, en suma, no suele ir a la razón sino al corazón, de ahí que, por
ejemplo, la psicología perceptiva tenga en este campo tanta notoriedad.
Llegados a este punto conectamos con lo expresado más arriba. Tanto en el
lenguaje verbal como en el no verbal existe un ámbito implícito y en ambos el
oyente debe suplir lo no dicho con su propio pensamiento, según los factores de
relevancia y pertinencia sostenidos por Sperber y Wilson, y de los que se hace
eco Rafael González Galiana para tratar sobre lo que se denomina
"información escondida" (6). Es evidente que en el lenguaje
informativo audiovisual "una expresión será tanto más relevante cuanto más
se refiera a otras que le anteceden y al contexto en que éstas se
inscriban" (7), puesto que esta importancia de enviar mensajes al receptor
sobre la base de un sustrato cognitivo común dará lugar a que aquella
información que explícitamente no se diga al menos se deje claro cómo hay que
asumirla (8). Tendríamos entonces que detrás de todo lenguaje explícito habría
otro lenguaje: el que hemos llamado verbal implícito. Ambos con evidente carga
persuasiva, según nuestro criterio. Dicho lenguaje verbal implícito no sólo lo
deduciría el oyente de unas construcciones lingüísticas concretas sino que le
vendría dado por todo un mundo sígnico-simbólico que nos introduciría ya en el
lenguaje no verbal. Es decir, si el emisor utiliza unas determinadas expresiones
verbales pero deja implícitas otras para que el oyente las complete (implicitud
del lenguaje verbal), al mismo tiempo está utilizando otros vectores
sensoriales claramente no verbales. Uno es el propio emisor. El carisma de un
emisor concreto configura en la radio y en la TV sobre todo, al ser el medio
más seguido, un vector no verbal. Sabidas son las funciones que desarrolla un
presentador de informaciones audiovisuales. La forma, más que el fondo, de esa
función informadora es lo que nos lleva en primer lugar a lo no verbal.
Efectivamente, ante la similitud de la información, unidireccional,
monologante, el presentador imprime una seña de identidad al informativo, un
hecho muy claro en la televisión norteamericana y, por extensión, en la europea
occidental, y en concreto en la española. En un contexto de devenir histórico
prácticamente desconocido para la inmensa mayoría de una audiencia, y por tanto
en el entorno de una información rutinaria y descontextualizada, el
presentador, por sí mismo, en sus gestos, tono de voz, familiaridad, etc.,
supone un elemento de marketing inmerso en el lenguaje no verbal. Diríamos
incluso que la archiconocida fórmula publicitaria AIDA (Atracción, Interés,
Deseo, Acción), forma parte de la tarea transmisora de un presentador de
radiotelevisión y, asimismo, como clave persuasiva. El informativo audiovisual
toma así visos más propios de una escenificación teatral o de un lenguaje
fílmico que subyuga e impresiona al público, que de un espacio específicamente
periodístico. El set o los set del decorado de un estudio, la presencia de
monitores, de movimiento de redactores, de fingidos diálogos entre más de un
presentador, la sensación -evidentemente falsa en forma y fondo- de que todo el
planeta Tierra está penetrando en nuestros hogares, con sus tragedias y sus
buenas nuevas, la visualización incluso de los cámaras frente al set de los
presentadores, todo ello nos lleva a pensar en un "espectáculo
informativo" (J.G. Requena) con unos protagonistas principales (presentador
/ presentadores) y otros secundarios (corresponsales, redactores, cámaras,
etc.).
El
protagonista-presentador, al igual que sucede en el lenguaje fílmico y en el
teatro, se debe mostrar sereno, dominador de las situaciones imprevistas,
familiar, que sonría donde el receptor sonreiría y se indigne con él, como muy
bien apunta el periodista gallego Arturo Maneiro (9). Es más, diríase que el
ejercicio de las famosas funciones del lenguaje de Jacobson no sólo sostienen
una determinada mentalidad en el receptor sino que la consolidan y provocan
nuevos estímulos y sensaciones (10). Uno de los efectos de esta situación es la
"mitificación" del presentador, su elevación a la categoría
supra-humana que casi todo o todo lo puede saber potencialmente y que, por añadidura,
puede resolver complejos problemas a los receptores, tal y como ha puesto de
relieve una revista semanal de divulgación (11). Por lo que se refiere a otras
manifestaciones intencionadas o persuasivas no verbales claramente subyacentes,
nos referiremos con brevedad a dos. Una se deriva del lenguaje literal mismo y
la otra de la imagen.
En
primer lugar, respecto al lenguaje literal, no nos referimos ahora, de entrada,
al que pueda utilizar un presentador sino al que, por ejemplo, se expresa en
los titulares informativos. De forma similar a lo que sucede en la información
escrita (diarios y revistas), el orden de esa información, su extensión en el
tiempo y espacio, el énfasis de la voz en off que los anuncie y, más tarde, su
desarrollo gestual a cargo, ya sí, del presentador, e incluso el silencio
informativo sobre algún tema, inclinan o pueden inclinar al espectador hacia
una posición u otra. No es cierto, por tanto, y según esto, que los medios
audiovisuales de carácter público no editorialicen ni interpreten la
información. Este hecho se da, si bien no de una manera tan evidente como en
los medios privados (el concepto de privacidad es por cierto, a nuestro juicio,
al menos discutible y cuestionable, aún hoy).
En
segundo lugar, apuntemos otro lenguaje intencional subyacente derivado de la
imagen, sobre todo, y del sonido, estén o no acompañados por la voz. Ya hemos
señalado antes la importancia y la preeminencia de lo sensorial frente a lo
cognitivo en el lenguaje audiovisual. La imagen expresa por sí sola una intencionalidad
y construye realidades y esquema conscienciales. A su vez, es completada,
cuando se estima oportuno, por el sonido, sea vocal, musical o de efecto. El
efecto subyacente de la imagen hunde sus raíces en las primeras formas de
percepción humana, perfectamente comprobables hoy en determinadas tribus o en
el simple actuar del recién nacido. De ahí que su estudio psicosocial y la
aplicación subsiguiente de las nuevas tecnologías originan, tanto en la
información periodística audiovisual como en la información publicitaria, que
no sólo se pueda transmitir una intencionalidad y reforzar una realidad, sino
que sea posible crear nuevas pautas de comportamiento. Con relación a lo que
decimos, Doelker afirma: "De la psicología de la percepción sabemos que la
atención sólo la podemos dedicar, primordialmente, a una cosa. Ello ayuda a
explicar que la atención del espectador esté centrada en primera línea en la
imagen y sólo secundariamente en el sonido. Así numerosos ensayos (...)
demuestran que la imagen, y ante todo la imagen muy movida o los montajes en
rápida sucesión, absorben hasta tal punto al espectador, que como consecuencia
de ello, éste se pierde gran parte del comentario hablado" (12).
NOTAS
1.
Recogido por Josep María Casasús y Luis Núñez Ladevéze en Estilo y géneros
periodísticos. Ariel/Comunicación. Barcelona, 1991, pág. 127.
2.
Recogido por L. Santamaría en el Diccionario de ciencias y técnicas de
comunicación. Director Ángel Benito. Ed. Paulinas. Madrid, 1991, pág. 628.
3.
Reardon, K.K.: La persuasión en la comunicación. Teoría y contexto.
Paidós Comunicación. Buenos Aires, 1983, pág. 205.
4.
Obra cit., pág. 215.
5.
Saperas, Enric: Los efectos cognitivos de la comunicación de masas.
Ariel/Comunicación. Barcelona, 1987, pág. 152.
6.
González Galiana, Rafael: La información escondida, recogido en
"Discurso", Revista internacional de semiótica y teoría literaria,
núm. 7. Asociación Andaluza de Semiótica. Sevilla, 1991, pág. 51 y ss.
7.
Art. Cit., pág. 54.
8.
Ibídem, pág. 55.
9.
Revista "Periodistas", núm. 48, octubre de 1991.
FORMA DE
CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del
autor, 1998; título del texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número
10, de octubre de 1998, La Laguna, en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.lazarillo.com/latina/a/23ramon.htm