Los consumos de medios de comunicación en los mayores de 50 años: entre el asombro y la nostalgia
(6.313 palabras - 13 páginas)
Lic. Susana Morales ©
Lic. Elizabeth Vidal ©
Universidad
Nacional de Córdoba (Argentina)
Acerca del consumo de los medios en
general
Este
informe es parte de una investigación realizada durante el año 1997, a partir
de la indagación sobre los consumos de medios de comunicación en Córdoba
(Argentina) de personas mayores de 50 años.
Los
medios de comunicación social, por definición, tienen la característica de ser
un vehículo para la representación de la realidad, reflejando, reafirmando o
promoviendo en sus temáticas los valores vigentes y las transformaciones
operadas en la vida de la sociedad, por un lado, y por otro como impulsores de
esas transformaciones. Es ésa la imagen respecto de los medios la que aparece
en las personas indagadas, en algunos casos a modo de intuición, en otros de
convicción.
Durante
los meses de mayo y junio de 1995 los alumnos de la materia Introducción a la
Comunicación Social, de primer año de la Escuela de Ciencias de la Información,
Universidad Nacional de Córdoba, realizaron 800 entrevistas con detenimiento a
personas mayores de cincuenta años para conocer sus historias de recepción o
consumos culturales. Estas entrevistas constituyeron el corpus de análisis de
nuestra investigación.
Se
pretendía que el entrevistado describiera lo que había leído, oído, visto, a lo
largo de su vida y que se indagara tanto en las razones de sus elecciones, sus
intereses en una determinada actividad de consumo cultural, como sobre las
condiciones en que se realizaron y/o realizan las actividades de recepción y
consumo cultural. Se trabajó con una muestra de 30 entrevistas, teniendo en
cuenta género, edad y procedencia (ámbito rural y urbano). A través del
análisis de las entrevistas, surgen interesantes tópicos, entre los que podemos
señalar las referencias hechas por los entrevistados a las temáticas familiares
y campestres (rurales) presentes tanto en los radioteatros, como en diarios y
folletines. Es decir, nos hablan de una Argentina en la que aún la explosión
demográfica y la realidad urbana no se habían manifestado en toda su plenitud.
Otra
cuestión que aparece muy fuerte es la articulación entre los medios y el poder
político, que se expresa tanto en lo que se dice como en lo que se oculta en el
discurso de los medios. Los entrevistados recuerdan especialmente dos épocas en
las que esta relación se hizo más evidente: durante la primera y segunda
presidencia de Perón y en la última dictadura militar.
Los
entrevistados han registrado un profundo cambio -alrededor de los 60- en los
contenidos de los medios con la inclusión de música (sobre todo en el caso de
la radio) y programas televisivos extranjeros, como así también la abundancia
de informaciones acerca de otros países.
Otro
de los aspectos que pudimos observar es el gran asombro que les provocaba la
aparición de los cambios tecnológicos que impactaron particularmente en
profundas transformaciones en el proceso de producción, circulación y consumo
de medios. Este asombro ante lo novedoso no se observa en la sociedad actual,
en todo caso lo asombroso es la ‘naturalidad’ conque se asiste a los más
revolucionarios inventos, tal vez porque justamente lo que caracteriza a la
sociedad argentina (y mundial) de las últimas décadas es la globalización y el
escenario mediático en que se desarrollan los nuevos valores.
En
este sentido, los entrevistados hablan de la necesidad de estar informados aquí
y ahora, y señalan que, anteriormente se relativizaba el valor de estar
informados; porque no había tiempo ni dinero para comprar el diario y porque no
hacía falta: "los acontecimientos no eran tan vertiginosos como
ahora". Reconocen que, hoy, el saber lo que pasa en el mundo forma parte
de la construcción de un cierto status social.
Una
de las cuestiones que aparecen con frecuencia es que los entrevistados eran más
románticos (según su autodefinición) y que el modo de relacionarse con el mundo
era mucho más directo, no tan mediatizado, a pesar de la existencia ya de los
diarios y la radio, y a pesar de que estos medios ocupaban un lugar sumamente
importante en la vida cotidiana. Refieren, por ejemplo, que durante su infancia
tenían más vida al aire libre, juegos grupales, trabajo con las manos (costura,
tejido, artesanías), en donde el componente creativo estaba más presente.
También,
es importante mencionar la función educativa (en el sentido tradicional del
término) que cumplían los medios en sus primeros años, función que es reclamada
a los medios actuales, por los entrevistados.
Surge
de las entrevistas que, en general, los medios comenzaron a consumirse de
manera grupal, tanto la radio como la televisión, que agrupaba en una sola casa
a propios y extraños, como los periódicos, que se podían leer en las pizarras
de los diarios -en ciudades más grandes- y posibilitaban discusiones e
intercambios respecto de la noticia o el programa receptado.
Otra
situación que se repite a lo largo de todas las entrevistas y con relación a
todos los medios consumidos (libros, diarios, radio y TV) es la mediación
familiar (Orozco Gómez, 1996, p.117), tanto en la elección de los consumos como
en los sentidos atribuidos a los discursos. Sin embargo, se puede observar que
los mayores de 50 años que aún hoy viven con sus hijos (sobre todo
adolescentes), ya no determinan el consumo familiar, como antes, sino por el
contrario son sus hijos quienes definen lo que se ve y escucha y en qué momento
se hace.
La
televisión, si bien es el medio más consumido hoy, también es el más criticado.
Los mayores de cincuenta años (y especialmente aquellos que pasaron la franja
de los 60) afirman que la televisión desplazó la lectura y que ya no hay
programas que eduquen, sino que son comerciales y en la mayoría de los casos
mediocres. Se animan también a decir que estropean la mente de la gente y que
la televisión de hoy ha desplazado el diálogo familiar y que aísla al individuo.
Sin
embargo, esta franja poblacional ve televisión (incluso un alto porcentaje, más
del cincuenta por ciento posee cable) aunque añora programas más relacionados
con las problemáticas familiares (como 'La familia Falcón') y más creíbles.
Existe, además, una marcada preferencia por los programas que tienen que ver
con la realidad, como noticieros, documentales o programas de actualidad
política.
Es
decir, se prefiere la TV para informarse, por su instantaneidad, situación que
antes era privilegio de la radio. Los entrevistados señalan que la televisión
ocupó lugares que la radio antes tenía en exclusividad; por ejemplo la primicia
de la noticia. Además, piensan que la televisión por cable les permite tener
más posibilidades de elegir aunque son conscientes que existe una sobreoferta
que a veces llega a la saturación y obliga al zapping continuo. Muchos de ellos
afirman que casi no van al cine porque tienen cable, que en muchos casos
también reemplazó a la videocasetera.
A
medida que avanza la edad de los encuestados y a medida que se alejan de la
actividad productiva, los contactos con las tecnologías (por ejemplo la
videocasetera), se hacen menos frecuentes. El uso de las mismas, incluso el del
control remoto por las mujeres, está supeditado a la ayuda de algún hijo o
nieto.
La
radio continúa sintiéndose como "parte de la vida" de los mayores de
cincuenta años. Recuerdan con nostalgia los momentos de reunión familiar
alrededor de la radio que les permitía imaginar (a través de los radioteatros)
y conectarse con el mundo (a través de las noticias).
Los
entrevistados siguen escuchando radio, en parte porque permite una mayor
autonomía, es decir pueden hacer otra cosa mientras la escuchan. Pero también
es criticada la radio de hoy. Critican sus excesos, los gritos, las risas sin
sentido, la falta de pausas y de silencios y el ritmo vertiginoso de los
programas ómnibus. Se extraña la radio como entretenimiento, que fue
reemplazada, según dicen, por la radio para estar informado, característica
también asumida por la televisión que despliega sus móviles y permite estar en
el momento en que ocurren los hechos a miles de kilómetros de distancia.
Con
relación a las lecturas, una cuestión que está presente en las entrevistas es
que, independientemente del lugar que ocupan actualmente en el consumo, el
valor asignado a la lectura en general y a los libros en particular es
significativamente mayor que el otorgado a otros medios.
Otro
punto, también notorio, y que ya había sido advertido por Mata (1995) en su
investigación sobre públicos y consumos en Córdoba, es el corte que se produce
en la lectura de los medios gráficos una vez abandonada la actividad laboral.
Ya no leen el diario todos los días, como lo hacían antes, ahora, por lo
general, sólo los domingos.
Del consumo de la radio
Uno
de los primeros comentarios que aparecen en las entrevistas es la manera en que
la radio llega a sus vidas. El asombro que significaban estos
"instrumentos fascinantes, capaces de conectarlos con voces y espacios
lejanos" (Mata, 1991, p. 46), y el momento de adquirir una radio era
vivida como un acontecimiento muy importante, como determinante de situaciones
sociales y económicas.
Algunos,
los más memoriosos, recuerdan las radios que debían escucharse con auriculares,
luego las otras, que se integraban al entorno hogareño y posteriormente la
radio a pilas, que fue incorporada mucho tiempo después.
En
esas etapas es posible advertir formas de consumo diferenciadas, y sin duda, lo
que permite la popularización del medio es la incorporación de los aparatos
eléctricos.
"Yo
tuve oportunidad de escuchar el primer aparato en casa de un escribano (...),
me colocaron los auriculares y sólo escuché ruidos. (...) Ese equipo receptor
funcionaba con una piedra galena. Le llamábamos la radio galena, que no tenía
la cantidad de lámparas ni cosas que traían las radios posteriores. Desde la
década del treinta surgieron los receptores con parlantes que se escuchaban en
ambientes familiares. Y eso tuvo una trascendencia enorme, fue toda una
repercusión social" (género masculino, 78 años)
Ricardo
Haye realiza una interesante síntesis en la cual hace referencia a la modalidad
del consumo según el tipo de aparato que permitían los avances tecnológicos:
"En
los primeros años de la radio, sus oyentes eran escasos por la falta de equipo,
y (por)que los existentes permitían la escucha a través de auriculares, con lo
cual la recepción era decididamente individual. Los años siguientes trajeron
aparejado el fenómeno de popularización del medio y la conducta prevaleciente
fue la de la escucha hogareña, con la familia reunida en torno a equipos
eléctricos a válvula, de considerables dimensiones. A partir de la
transistorización y la miniaturización de los aparatos, sumadas al hecho de que
económicamente era más fácil acceder a la radio propia, aquel hábito comenzó a
desdibujarse (...) la radio pasó a consumirse en privado, cada cual con su
receptor y, en una vuelta a los orígenes, hasta con auriculares" (Haye,
1995, p. 20).
Los
espacios en donde se producía el consumo también variaron. En muchos casos son
recordados los clubs, bares o confiterías que tenían parlantes, y por supuesto,
también, la casa de los vecinos o parientes. "La radio abrió las puertas
de los hogares privilegiados del sector hacia el vecindario y potenció ciertos
espacios de nucleamiento ya tradicionales" (Mata, 1991, p. 47). Por otro
lado, el consumo era preferentemente familiar, grupal.
"La
radio era la que nos juntaba a todos. Al lado de la chimenea mi padre tenía un
sillón que era donde se sentaba a escuchar los noticieros y después dormía una
siestita. Mi mamá se sentaba allí a la noche a escuchar los radioteatros con
todos nosotros desparramados por la alfombra "(género masculino, 59 años).
Los
entrevisados recuerdan lo que consumían, recuerdan también una cierta
"fragmentación de audiencia", al decir de Ricardo Haye (1995), cuando
señalan qué escuchaban los diferentes integrantes de la familia: los
radioteatros y la música, todos; los informativos, los adultos, y el deporte,
los hombres.
"
Lo que más recuerdo fue una pelea por el título del mundo cuando Pascual Pérez
lo ganó y paralizó al país. Y como no todos tenían radio, los vecinos se
distribuían en grupos para poder escucharlo. También recuerdo Tarzán, una
especie de radioteatro que se emitía a las dieciocho, el inolvidable Glostora
Tango Club, por radio El Mundo, Los Pérez García, los radioteatros. Pero no me
puedo olvidar del relator de fútbol más importante e impresionante de todos los
tiempos: el maestro Fioravanti. (...) Por aquellos años, fundamentalmente, la
función de la radio era la de reunir a la familia y entretenerla además de
informarla, pero principalmente entretenerla" (género masculino, 53 años).
Es
casi común en los entrevistados extrañar la antigua radio.
En
sus orígenes, la radio tenía un componente más creativo (con los radioteatros y
los efectos especiales en sus diferentes programas) y más variado. "... la
radio, ahora, se limita a pasar música, deportes y noticias, nada más"
(género masculino, 53 años).
Además,
antes cumplía una función educativa ("nos enterábamos de cosas que ni
conocíamos" -género masculino, 53 años-), había programas culturales que
enseñaban modales, cómo actuar, etc. (función socializadora); y por supuesto,
la función de integración social, reunir a la familia, arreglarse con un vecino
para ir a escuchar el radioteatro.
Morley
cita a Frith y señala que "la radio hizo mucho más que poner a disposición
de la audiencia los sucesos públicos, al introducirlos al hogar. Lo más
importante que ofreció a su público fue el acceso a una comunidad"
(Morley, 1996, p. 377). "El hombre de campo que aceptó la radio empezó a
tener la cotización de los mercados, los cereales, la hacienda (...) Con la
radio comenzó a tener la fluctuación diaria del mercado, ya que las emisoras
empezaron a darle importancia a este servicio" (género masculino, 78 años)
Hoy
pareciera que la radio ofrece información y compañía:
"Al
modificarse, la radio comprimió sus vitrinas. Sigue siendo diversa respecto de
otros medios, pero ahora con menos despliegue, sin tanta riqueza expresiva.
Ahora las radios se parecen mucho entre sí, pero se parecen cada vez más a sí
mismas durante todo el día. (...) Las estructuras de producción abandonaron la
costumbre de ofrecer muchas audiciones breves y se volcaron a manufacturar
pocos productos de extensa duración (...) Y los largos programas de la mañana,
de la tarde y de la noche son pesadas estructuras que rara vez llenan con otra
cosa que discos, tandas y cables noticiosos (todo muy similar, demasiado igual
a la que escuchamos anoche y a lo que oiremos mañana. Y la sorpresa condenada
al destierro). (...) La otra presencia que se extraña es la de lo narrativo,
que alcanzó su cumbre en el radioteatro, pero que se expandió también en
cuentos, en relatos, en historias." (Haye, 1995, p. 217).
Los
entrevistados mayores también hacen referencia a los espacios en que la radio
de hoy ha llegado al grotesco, al exceso. Sobre este tema, Haye cita a Vázquez
Rodríguez que dice: "La radio se mueve oscilante, entre estos dos destinos
de la palabra: o es medida o es exceso (...). Nuestra radio está gobernada por
las secuelas de la improvisación. Los gritos, las alharacas, los
enjuiciamientos gratuitos, el apasionamiento fanático, todos esos elementos
pretenden subsanar la modorra o pereza para elaborar, al menos, una pauta de
producción, unas líneas de diferenciación, unos objetivos". (Haye, 1995,
56).
"Pienso
que la radio convencional, la vieja radio, explotó los silencios. A veces se
necesitan momento de pausa, de descanso auditivo para poder pensar; es como una
clase: si un profesor dicta una clase abrumadora los alumnos no van a aprender
absolutamente nada (...) la técnica de la radio actual, de la locución actual
(las radios que yo escucho) es un bombardeo permanente; tanto es así que a
veces hay varios locutores, de modo que uno está terminando su breve alocución
y ya está otro lanzando su tanda. Da la impresión que las audiciones actuales
tienen la misión de no permitirle a la persona pensar ni ocuparse de otra cosa
que de ese permanente sonido agresivo que invade todo. (...)
Llega
la palabra del locutor, normalmente impostada, exagerada, con unas
"erres" que liman al oído, con un sensacionalismo que no viene al
caso (...) incorporando una artificial emoción al relato..."(género
masculino, 64 años)
Existe
una constante mencionada por los radioescuchas con relación a la posibilidad de
imaginar absolutamente todo lo que sucedía al interior del aparato, tanto el
aspecto de los locutores como las evocaciones referidas a los textos de, por
ejemplo, los radioteatros.
"(A
la hora del radioteatro) nos juntábamos y no hacíamos ruido porque había que
prestar atención, todo era tan real, los ruidos y las voces. Toda tu
imaginación durante el radioteatro estaba volando, vos tenías que imaginarte
todo y como vos querías... (algunos actores) famosos en aquel tiempo eran feos
pero tenían una voz tan linda que tu imaginación te los dibujaba perfectos
(...) Óscar Casco, que fue famoso (...) decía ‘mamarrachito mío’ todas las
chicas estaban locas por él" (género femenino, 69 años).
En
otra de las entrevistas se señala: "La radio te incentivaba mucho la
imaginación, era muy positiva en ese sentido". Esto, en parte, hace una de
las diferencias con la televisión. "La tele es cómoda, perfecta, vos ves
una serie y no falta ningún detalle", dice con ironía la misma
entrevistada "(género femenino, 51 años).
Haye
cita a Alejandro Luna, quien señala:
"La
radio se vio forzada a achicar sus estudios, a callar sus orquestas, a despedir
sus compañías teatrales; adiós suspenso. Todo quedó reducido a música y
noticias. Y un nuevo vestuario: objetividad, seriedad, prisa. Porque dentro del
botín resignó su bien más preciado: la imaginación. Olvidando que el hombre
tuvo la literatura, y aún antes los juegos y las plantas mágicas, para tener
pantallas propias en la cabeza; nadie comenzó a soñar con los rayos
catódicos". (Haye, 1995, p. 23)
Otro
mecanismo que la radio ponía en juego era la eliminación de las distancias, que
implicaba también una redefinición o tal vez, otra vivencia de la situación
ausencia-presencia ("escuchábamos la misa trasmitida por radio en
silencio, arrodillados en un cuarto, era como si estuviésemos allí")
(género masculino, 52 años)
En
definitiva, esto trae como consecuencia la participación de la radio en la
construcción del componente imaginario de la sociedad ("lo que más
recuerdo fue una pelea por el título del mundo cuando Pascual Pérez lo ganó y
paralizó al país") (género masculino, 53 años). "La radio era lo que
te acercaba al mundo" (género masculino, 57 años)
La
radio participaba de tal manera en la vida de las familias, que cuando fallecía
un familiar, hasta la radio "se ponía de luto".
"Cuando
fallecía un familiar lo primero que se hacía era apagar la radio y para no
sacarla y esconderla, la vieja la envolvía con un trapo negro (...) y la cosía
para que nadie usara ninguna perilla. Es decir, que los duelos familiares se
llevaban muy adentro (...) En aquella época una de las formas de celebrar el
luto era no escuchando la radio, que era una especie de sacrificio"
(género masculino, 57 años).
Hoy
las programaciones y los consumos son diferentes. Los mayores de 50 años
continúan escuchando radio, pero, ahora alternan su consumo con la televisión.
Hoy pareciera que la información se busca en las radios de amplitud modulada
(AM), que continúan siendo las más escuchadas por los adultos, y la música en
las radios de frecuencia modulada (FM). Algunos entrevistados, sobre todo
aquellos que viven con hijos adolescentes, señalan que reparten su escucha con
radios FM, que eligen sus hijos.
Los
adultos de la familia siempre fueron determinantes del consumo, según se
desprende de las entrevistas. Era la madre, sobre todo, quien elegía las
audiciones que se escuchaban y los menores de la casa se sentaban alrededor de
la mesa a esperar Tarzán o a escuchar el radioteatro en familia. Hoy, los
padres también escuchan lo que les gusta a sus hijos.
"Por
la mañana escucho Radio Nacional y por la tarde escucho 100.5, porque me
acostumbré por mis hijas que generalmente escuchan ésa" (género femenino,
52 años)
Aparece
aquí la familia como espacio de negociación en el que se produce el consumo de
los medios, situación que se repetirá en el consumo de otros medios, sobre todo
en los hogares en los que conviven los hijos en edad adolescente. En este
sentido, Silverstone (1996, 64) señala que cuando el consumo de los medios se
realiza en familia, se ponen en juego la serie de relaciones que existen entre
sus miembros y que expresan diferentes pautas de "cohesión y disgregación,
de autoridad y sumisión, de libertad y constreñimiento".
Morley
también hace permanente alusión al consumo de los medios en familia y señala
que la elección de la programación es producto de una serie de conflictos que
exigirán habilidades para la "negociación por parte de los miembros de la
familia" (1996, 313). Esta situación se repetirá en el consumo de la
televisión.
Del consumo de televisión
La
mayoría de los entrevistados coincide en que la aparición de la televisión
significó un "boom" en el contexto social en el que se hallaban
inmersos. Aquellos componentes de familia más acomodadas, y que provenían de
ambientes más urbanos recuerdan que algún vecino o familiar, o ellos mismos
habían podido adquirir con mucho sacrificio un aparato que en alguna medida era
compartido por todo el vecindario. La cita de rigor era en la casa en donde se
encontraba el televisor para ver los programas favoritos.
"Buscábamos
la manera de explicarnos cómo sería (la televisión), ya que se decía que salían
imágenes y voces, hasta se pensaba que había alguien dentro del aparato (risas)
(...) Recuerdo que muy poca gente lo tenía (...) en los negocios, ponían ahí el
televisor y todos, los chicos y los grandes se ponían detrás de las
vidrieras" (género femenino, 81 años)
Un
hombre que hoy supera los setenta años recordaba que uno de los vecinos del
barrio recogía a todos los niños de la cuadra durante la tardecita para ver
televisión. "Era como tener una niñera", decía.
En
este sentido, Roger Silverstone toma el concepto de "objeto
transicional" de Winnicott, para entender esa función de la televisión:
"La
televisión se transformará en objeto transicional en aquellas circunstancias en
las que está permanentemente disponible o en las que es usada conscientemente
(o semiconscientemente) por la persona materna como baby sitter, es decir, como
reemplazo mientras el/la encargado/a de cuidar al niño prepara la comida o
atiende, durante un lapso indeterminado alguna otra cosa en algún otro lugar.
Las continuidades de sonido y de imagen, de voces o de música, pueden
convertirse fácilmente en un elemento reconfortante que brinde seguridad por
mera presencia". (Silverstone, 1996, 37)
El
hogar es el lugar privilegiado en donde se produce la práctica de ver
televisión. En los primeros momentos era una práctica compartida. Por lo
general, el televisor se ubicaba en la sala o en el comedor de la casa y sólo
había un aparato, por lo que los integrantes de la familia, vecinos incluidos,
se ubicaban alrededor del mismo para ver el programa favorito.
Es
importante remitir aquí al concepto de mediación de Jesús Martín Barbero
(1987), como el lugar en el que otorga sentido a la comunicación. Este autor
señala que la mediación de la cotidianidad familiar no se limita al ámbito de
la recepción sino que está presente también en el propio discurso televisivo.
"En la televisión nada de rostros misteriosos ni con demasiado encanto,
los rostros de la televisión serán cercanos, amigables, ni fascinantes ni
chabacanos. Proximidad de los personajes y los acontecimientos: un discurso que
familiariza todo, que torna ‘cercano’ hasta lo más distante y que se hace así
incapaz de enfrentarse a los prejuicios más familiares" (Martín Barbero,
1988, p. 235).
Algunos
de los entrevistados dicen poseer cable, y que disfrutan de la posibilidad de
tener más opciones para ver televisión. Sin embargo, la televisión abierta
siempre es elegida a la hora de informarse.
Los
noticieros locales aparecen entre las preferencias de los entrevistados. Mata
(1995, p. 30) ya había señalado que ambas propuestas (televisión abierta y por
cable), parecían funcionar como complementarias en los consumos de los
cordobeses. Mientras que la televisión abierta provee contenidos cuyo referente
inmediato es el contexto social, la televisión por cable "aparece en mayor
medida como medio proveedor de ficciones".
Una
de las ventajas de tener el cable es el acceso a diversas fuentes informativas,
lo que permitiría objetivar la información, aunque también se advierte que la
cantidad de canales lleva a la saturación.
De
las entrevistas se deduce que también las mujeres prefieren los programas que
tienen que ver con la realidad que las rodea, además de los que les proveen
cierta distracción y entretenimiento.
"Yo
veo mucho los programas informativos, los noticieros. Veo algunos programas de
entretenimiento, los clásicos. Pero lo que más veo es Crónica TV, Red de
noticias, todos los programas políticos" (género femenino, 69 años).
"La
mañana es radio, la tardecita televisión (...) La sociedad de hoy llega a su
casa cansada y agobiada por su trabajo y por la fastidiante realidad de todos
los días, con deseos de desconectarse de todos sus problemas, pretende pasar un
rato agradable junto a su familia mirando un programa que lo divierta y
entretenga. Por eso es que las comedias o los programas humorísticos superan,
en raiting, a los programas culturales; la gente disfruta más con programas que
tienen que pensar menos y reflexionar menos" (género femenino, 60 años)
Pero
también la TV funciona como una compañía de las tareas que se realizan en el
hogar. Es decir, no aparece, en algunos mayores de cincuenta años, una adhesión
estricta a un programa o a un género específico. El recorrido que se hace por
la pantalla parece ser poco atento y a veces errático. Este es el planteo de
Silverstone (1996) y de Mata (1995, p. 60) cuando hablan de cierta
"naturalidad" en la inserción de la televisión en la vida de las
personas.
"(...)
La televisión nos acompaña cuando nos levantamos, tomamos el desayuno, bebemos
un té o vamos a un bar. Nos reconforta cuando estamos solos. Nos ayuda a
dormir. Nos brinda placer, nos aburre y a veces nos cuestiona. Nos da la
oportunidad de ser sociables y también solitarios. Hoy la televisión nos parece
natural, aunque desde luego no siempre haya sido así y tuvimos que aprender a
incorporar a este medio a nuestra vida (Spigel, 1990, 1992). La televisión nos
parece hoy natural como nos lo parece la vida cotidiana." (Silverstone, R.
1996, p. 20).
"Cuando
entro a la cocina prendo la tele y me siento a ver lo que sea, esté en el canal
que esté, no me levanto a cambiar de canal (no tengo control remoto) y veo
hasta que me canso o llega alguien..." (género femenino, 54 años)
Pero
acá es necesaria una aclaración. Si bien es cierto, que como dice Silverstone
la "televisión forma parte de la médula de nuestra vida cotidiana"
(1996, p. 48), y que en muchas ocasiones funciona a manera de compañía y como
un miembro más del hogar, también se ha observado en las entrevistas que no
todo el consumo es errático. Por el contrario, muchos de los entrevistados
dicen optar por un tipo de programa (informativos, documentales) en desmedro de
otros y además los hacen con un planteo crítico bien marcado. Se estaría
entonces, ante dos situaciones que a primera vista aparecen como
contradictorias y que sin embargo no lo son. Por un lado, esa cierta
naturalidad con que se habla de la televisión como medio siempre presente en el
ámbito familiar, y por otro un consumo selectivo y una opinión crítica respecto
de los contenidos actuales.
Los
entrevistados mayores añoran la radio, creen que la televisión es un obstáculo
para la lectura, señalan que no les aporta educación a los jóvenes. "Para
mí, la televisión te va sacando el espíritu de la lectura, porque es más fácil
ver una noticia que buscarla, a la noticia ya la tenés al frente tuyo, con el
ojo la vas viendo y la vas escuchando, entonces cuando la leés, ya no tiene
tanto interés... porque es como que ya la conocés..." (género femenino, 81
años).
Algunos
señalan que la televisión se ha olvidado de la familia, que programas violentos
o de contenido erótico están a disposición de todo tipo de público, incluidos
los más pequeños.
"La
televisión (...) está dedicada más al espectáculo (por comentarios livianos,
triviales): digamos que ocupa aquellos espacios que por muertos uno ya ni
siquiera ama, entonces prende el televisor para ver lo que viene, cualquier
cosa (...) Es fundamentalmente un entretenimiento anodino, ni bueno ni malo, ni
mejor ni peor, es simplemente una forma de tener luz en la pantalla del
televisor" (género masculino, 64 años).
De las lecturas
Las
lecturas, en los mayores de cincuenta años aparecen como determinantes en su
historia de recepción y determinadas tanto por la escuela como por la familia.
"Teníamos
una gran biblioteca con libros en francés, latín, italiano y castellano, por
supuesto. Toda la vida tuvimos eso a mano, creo que porque mi padre se casó
cuando le faltaban dos años para recibirse de cura (...)
Todos
leíamos, hasta el más chiquito cuando aprendió a leer tenía que leer el diario
(...) Cuando todos habíamos leído el diario, continuábamos leyendo las cosas de
la escuela o lo que mi padre nos daba, por ejemplo en las vacaciones, ‘para no
perder la costumbre’, decía él. Siempre nos inculcaron la lectura, y a todos se
nos hizo un hábito." (género femenino, 54 años. )
La
mediación de la familia (Martín Barbero, 1987) se advierte en la práctica
concreta. De la misma manera que se observaba en el consumo de los otros
medios, en la selección de las lecturas vuelve a estar presente el papel de los
adultos. Las instituciones (la familia, la escuela, la iglesia) le otorgan
sentido a la propia producción de significados.
Las
lecturas posteriores parecen ser el resultado de una elección mediada por la
oferta y por el lugar y, aparentemente, la variedad de las mismas tiene que ver
con el nivel educacional alcanzado.
Los
entrevistados concuerdan en que su acercamiento a los medios gráficos es
simultáneo con su paso por la escuela. Resulta también importante la elección
de diarios por el padre que venían acompañados por folletines o novelas
populares cuyos principales destinatarios eran las mujeres del hogar.
Las
novelas de autores famosos como Alejandro Dumas también figuran en la historia
de recepción de mujeres de más de 60 años, que probablemente también eran
editadas a manera de folletín en los principales diarios argentinos.
Los
jóvenes de entonces, que hoy tienen más de 70 años, preferían las novelas y
cuentos de aventuras.
Las
mujeres mayores recuerdan que la revista que llegaba a la casa era El Hogar,
"muy parecida a lo que es hoy la revista Caras", decía una
entrevistada de 72 años. "El Hogar Argentino se ocupaba de revelar los
gustos y las costumbres de la época, aconsejaba a las familias, les enseñaba a
las mujeres lo que se usaba a y los hombres, los libros y autores que merecían
conocerse. Y, fundamentalmente, le abría a la clase media en ascenso y en
extensión una ventana para conocer cómo eran las formas de placer y diversión
de las clases adineradas" (Ulanosky, 1997, p. 27).
En
los hogares en donde la lectura era un hábito, no faltaba la revista Billiken
para los más pequeños que los acompañaba en la escuela, y los entretenía a la
vez que los educaba. Ulanosky cita a Carlos Vigil, que decía en 1932: "No
existía el material escolar ni tampoco los libros de texto. Por 20 centavos
ofrecíamos láminas de próceres (...) que en las librerías costaban tres o
cuatro pesos" (1997, p. 34).
"La
circulación de revistas era parte de la estructura misma de nuestra vida. Los
días estaban clasificados por la llegada de determinadas revistas. Los martes
llegaba ‘Mundo Argentino’, que era una revista familiar. Los viernes todos los
chicos esperábamos Billiken, y los sábados llegaba Patoruzú, que era la que se
cancelaba en épocas de ahorro. Mi mamá leía 'Para ti'". (género masculino,
59 años)
Además
de los tradicionales La Nación o La Prensa, otro diario recordado es Crítica,
un diario fundado en 1913. Los entrevistados no recuerdan los nombres de los
periodistas que escribían allí, pero sí señalan las características
fundamentales del diario. "Era un diario sensacionalista,
amarillista". "Jorge Rivera califica a Crítica como un diario
‘increíble por lo imaginativo’, sensacionalista y demagógico, informado y
ameno, aborrecible por muchos, indispensable como el pan para otros tantos.
Estableció poderosas relaciones con los temas más populares de la
sociedad..." (Ulanosky, 1997, 31).
"Empezó
a llegar Crítica, era un diario de corte más sensacionalista. En el interior
tuvo mucha aceptación. Si ocurría un crimen actuaba como investigador. Los
hechos policiales ocupaban mucho lugar" (género masculino, 78 años)
Entre
los diarios locales recuerdan a La Voz del Interior, que aún figura entre sus
preferencias, como único diario local, y también Los Principios. También
asocian a este último con los sectores más conservadores de la ciudad.
Resulta
interesante el lugar que tenían las bibliotecas en las vidas de los niños y
jóvenes que hoy tienen más de sesenta años. Esta situación se observa sobre
todo en aquellos entrevistados que han vivido en pueblos pequeños, en los que
la biblioteca se convertía en un entretenimiento y hasta casi en un paseo
obligado. De esta manera, la familia, la escuela y esta institución (la
biblioteca) incentivaban la lectura.
"Nosotros
concurríamos asiduamente a la biblioteca (...) El bibliotecario hacía concursos
de asistencia a la biblioteca. (Era) como una costumbre, ir a la biblioteca a
la tardecita, era como ir un rato a la plaza, como ir los domingos al cine de
la catedral" (género masculino, 73 años)
El
estar informado y la lectura de diarios también estaban relacionadas con la
actividad que desempeñaba la familia. Además, las elecciones de los diferentes
diarios estaban determinadas por las inclinaciones políticas.
Raymond
Williams explica el desarrollo de los medios estableciendo una relación con el
desarrollo social, económico y político y señala: "La centralización del
poder político llevó a una necesidad de emisión de mensajes desde ese centro a
través de vías no oficiales. Los primeros diarios eran una combinación de ese
tipo de mensajes -información política y social- con los mensajes específicos de
un sistema de comercio en expansión -avisos clasificados y noticias generales
sobre comercio" (Williams, 1996, p.165).
"Es
importante remarcar la pasión política que existía entre peronistas y radicales
por aquellos años, pasión que hacía que la gente se inclinara por un
determinado diario; los radicales preferían La Voz, mientras que los peronistas
se inclinaban por la publicación Democracia" (género masculino, 53 años).
Esto
no ocurre actualmente, se inclinan por el diario local o por aquel que trae un tipo
de información específica.
Es
notable que la lectura se relacione tanto con la actividad laboral. La mayoría
de los hombres que aún trabajan y que dicen leer el diario todos los días
señalan que lo hacen en sus trabajos. Es evidente que existen "ciertos
hábitos básicamente masculinos ya constituidos en ritual", por ejemplo el
compartir "entre pares la información de actualidad en espacios
públicos" (Mata, 1995, p. 22).
Los
diarios dejan de ocupar hoy un lugar importante en el consumo a medida que avanza
la edad de los entrevistados y a medida que se alejan del mercado laboral. Si
bien todavía constituye una rutina en los que integran la franja de los 50-60,
que todavía se encuentran ligados a alguna actividad productiva, los mayores,
ya jubilados, extrañan su presencia diaria. Se advierten varios motivos
relacionados con el costo del diario, con la posibilidad de estar bien
informados a través de la televisión o con los problemas de salud ("la
vista ya no me lo permite").
"Y
me encantan los diarios, pero no los leo porque no tengo plata para comprarlos,
si tuviera compraría dos por los menos, para discernir un poco más"
(género femenino, 51 años).
En
la edad adulta la preferencia está relacionada con las noticias locales y
nacionales, sobre todo de orden político y económico. Las personas mayores de
50 años no se sienten atraídas por los hechos que ocurren en el extranjero.
En
la actualidad la frecuencia en la lectura de los medios gráficos, sobre todo de
los diarios, varía. Pero sí es posible advertir un predominio de lecturas hacia
el domingo o el fin de semana. Esos días los diarios incorporan notas de
resumen, comentarios y reportajes sobre lo ocurrido en la semana, tanto en el
orden político, económico como internacional.
Los
entrevistados reconocen el poder de los medios de comunicación y de algunos
comunicadores sociales. Advierten que no toda la información es neutra, pero a
la par señalan la necesidad de estar informados, también, como un valor de
intercambio. Al decir de Roger Silverstone, hacer nuestras las noticias /
acontecimientos para tener una "moneda intercambiable: algo sobre lo que
discutir, algo de lo que cotillear, o con lo que concertar con otras
personas" (1992, p. 17).
Bibliografía
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identidad de los sectores populares", Dia-logos de la Comunicación Nº 30,
FELAFACS, México, 1991.
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Orozco Gómez, G. La investigación en comunicación desde la perspectiva
cualitativa, iones de Periodismo y Comunicación, UNLP, La Plata, 1996.
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Silverstone, R. "De la sociología de la televisión a la sociología de la
pantalla". Dia-logos de la Comunicación, Nº 33, FELAFACS, Lima, 1992.
-
Silverstone, R. Televisión y vida cotidiana, Amorrortu, Buenos Aires, 1996.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN
BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre de las autoras, 1998; título
del texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número 11, de noviembre de
1998, La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.lazarillo.com/latina/a/11loyolaco.htm