El Cardenal Mazarino, que era un personaje sórdido y, según cuentan los biógrafos de Ana de Austria, bastante adepto a los pecados de la carne, ha sido el inventor de la política moderna como arte de la simulación. Su magnífico opúsculo Breviario de los Políticos, publicado en latín en 1684, constituye una pionera y depurada obra acerca de cómo la lucha por el poder (su búsqueda ambiciosa por parte de algunos individuos) encuentra en los mecanismos de simulación una herramienta de fundamental eficacia práctica.
Conocerse a sí mismo y conocer a los otros eran, en la perspectiva Mazarino, las precondiciones necesarias para el ejercicio eficiente de la actividad política. Lejos de cualquier vocación socrática, el sucesor de Richelieu, consideraba que el autoconocimiento podía lograrse mediante el persistente respeto a una serie de normas y axiomas que, con generosidad y una buena dosis de cinismo, trató de sintetizar en su célebre Breviario: actuar siempre en relación a los amigos de forma desconfiada (ya que ellos pueden tornarse, en cualquier momento, enemigos); ocultar las verdaderas intenciones perseguidas en toda acción antes de conquistar los objetivos deseados; no ser demasiado duro en las negociaciones; simular complacencia a la hora de establecer acuerdos; mostrarse afable con todo el mundo sin entregar abiertamente la confianza a nadie; no hablar mal de los poderosos; permanecer equidistante de los extremos; poner siempre a prueba la generosidad y el sigilo de los subalternos; tratar de leer con detenimiento y confidencialmente toda carta dirigida a terceros (sean amigos o enemigos); observar cuidadosamente los rasgos físicos de las personas ya que en ellos se sintetizan características inocultables de la personalidad humana (los petisos son arrogantes; a los mentirosos se les hunden ligeramente las mejillas al sonreír; los coquetos son inofensivos y débiles de espíritu; los de elegancia rebuscada, afeminados y carentes de fuerza moral; los astutos pueden reconocerse por su nariz exageradamente curva y por su mirada penetrante, etcétera)
|