En pleno año 2000, los ciudadanos mexicanos presenciamos una realidad cultural que en mucho se define desde los medios de información, con la creación de un montaje en el que a los hechos se les convierte en mercancía. Esta realidad no es en sí reflejo de un desarrollo mass-mediático por generación espontánea, sino prueba de los alcances de las estructuras de poder que están detrás de los medios de comunicación y el vistoso crecimiento de su influencia. Se manifiesta este problema con el protagonismo que algunos medios hacen con juicios paralelos en sus páginas, en una forma nueva de amarillismo.
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