En la tradición sociológica la ciudad es frecuentemente representada como el lugar en el que la fuerza innovadora de la
industrialización y de la modernización cultural encuentra su punto de origen y en consecuencia se presenta en su forma más
acabada. Esto se debe a que la ciudad es un lugar de alta concentración de la interacción social y -para usar una expresión de
Durkheim- la zona donde "la masa social se contrae más fuertemente que en otras partes" (1).
Siguiendo esta línea de interpretación, podemos afirmar que el rol cumplido por la densidad de interacción y la aceleración del
intercambio de mensajes no debe ser entendido sólo en términos cuantitativos. En otras palabras, la cantidad se transforma en
cualidad, la intensificación de la comunicación influye sobre la calidad, abre vías a nuevas formas de intercambio, incrementa la
gama de códigos comunicativos, exige a los actores sociales la adquisición de nuevas y más sofisticadas competencias.