Durante cuarenta años de democracia representativa la palabra «crisis» ha sido una permanente. La crisis real es evidente debido al desdibujamiento del espejismo petrolero y la caída del modelo rentista. La dimensión crítica del país ha penetrado todos los tejidos sociales, políticos pasando por lo ético, económico y sobre todo lo cultural, que como resultado de este proceso es uno de los sectores más afectados.
Como política de Estado la cultura a penas lleva menos de un cuarto de siglo y en este tiempo, si bien es cierto que se fue consolidando institucionalmente, también es notorio que no creó las bases de la sustentabilidad más allá del crecimiento presupuestario anual estatal, el cual se tradujo en una hipertrofia burocrática, clientelar y sin efectos reales hacia los sectores más necesitados.
|