La intención de este trabajo es la de ofrecer unos principios que puedan guiar la acción educativa en una sociedad globalizada y, consecuentemente, multicultural. No es posible ni recomendable, como ya es reconocido en educación, lanzar una serie de recetas, a modo de concretas recomendaciones culinarias. Sin duda, es mejor leer (mucho mejor, atreverse a practicar y comunicar a los colegas los efectos, esperados o no) las experiencias que se presentan en esta revista o en otras (I) o asistir a los futuros congresos o reuniones en los que se presenten experiencias educativas interculturales. En este trabajo sólo se pretende trazar amplios itinerarios que debería ser fijados en la práctica cotidiana de nuestras escuelas.
Tras unas primeras aclaraciones sobre el sentido de multiculturalidad, democracia y curriculum, que contextualizan el trabajo, el núcleo central del mismo revisa los posibles modelos curriculares y cada uno de sus clásicos elementos, sin olvidarnos advertir lo que de artificial conlleva esta académica, pero sistemática, división.
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