El autor nos presenta una aportación singular de afrontar el aprendizaje, considerando las ideas previas de los estudiantes como punto de partida, pero llegando a superar los conceptos erroneos mediante la aplicación del modelo alostérico.
¡Enseñar no es aprender! Repetimos desde hace más de diez años. Bien al contrario, la enseñanza puede impedirlo por muchas tipos de razones. Peor aún, puede aburrir, desmotivar y bloquear al alumno. "Los alumnos ya no tienen afición por los estudios", es lo que constatan muy amenudo los enseñantes sin analizar siempre las causas.
Nuestras investigaciones didácticas sobre el aprender son muy nítidas. El estudiante aprende a través de lo que él es y a partir de lo que ya conoce. Antes de toda enseñanza, este último posee una infinidad de preguntas, ideas y maneras de razonar sobre la sociedad, la escuela, los saberes, el entorno y el universo. Todos estos elementos orientan su estudio. Éstas concepciones, como nosotros las llamamos, tienen una cierta estabilidad.
La apropiación de un conocimiento, la adquisición de un proceso dependen de estas concepciones. Cuando el sistema de enseñanza no las toma en cuenta, las concepciones en curso se mantienen. Los conocimientos enseñados se deslizan por la superficie de los estudiantes sin tan siquiera concernirlos o impregnarlos.
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