En estos momentos, pasada ya la "euforia emergente" (si alguna vez la hubo) de la reforma, tanto en sus aplicaciones teóricas como en sus marcos conceptuales. Fundamentalmente en el calendario de aplicación y en la dotación de recursos materiales y humanos, se ha producido un fenómeno previsible y peligroso a la vez.
De una parte, se ha generalizado entre los docentes el uso de conceptos y términos que pertenecían a modelos de escuelas progresistas y alternativas. Ésto que aparentemente debería provocar alegría (por lo que a expansión de ideas se refiere) en los movimientos de renovación pedagógica y profesorado progresista, han generado, por contra, cierta desazón y vacío. De otra, se está produciendo un permanente, acelerado y esperemos que evitable cambio hacia posturas conservadoras en todos los ámbitos, sociales, políticos, económicos, ... y como no, educativos, dentro y fuera de nuestras fronteras.
Esta "nueva derecha", basa su modelo en lo que Brzezinski denominó "la paradoja de nuestra época": la humanidad está pasando simultáneamente por un proceso de mayor unificación y de mayor fragmentación. Los medios de comunicación unifican valores, lenguajes,... circunstancia de la que no es ajena la educación y de otra se produce una disolución de las lealtades, fundamentalmente de las ideológicas. Conceptos, que eran monopolio de una escuela renovadora y transformadora, han perdido su contenido, se han descontextualizado y han generado unas prácticas que sólo conservan del modelo original la fidelidad al nombre que las definen o definían. Y, todo ello gracias al modelo de difusión que ha utilizado la Administración educativa, que coincide más con la publicidad de productos comerciales que con la implantación de procesos culturales y educativos.
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