Esta experiencia, sin dejar de proponer un sistema de trabajo, quiere acercarse a la manera cotidiana de aprender para asegurar la validez y la permanencia de los conocimientos adquiridos. Para ello pone el énfasis en el proceso más que en los resultados obtenidos del trabajo.
Que la escuela es un muermo para los niños y niñas que asisten a ella obligatoriamente, es algo en lo que muchos maestros y maestras están de acuerdo.
La escuela, no es un muermo en todos los casos, pero en estos, la escuela presentan características que las hacen muy diferentes a la mayoría.
Lo habitual es que, estas excepciones traten de romper con todo lo que de monótono y aburrido tiene la escuela en lo que atañe a metodología de trabajo, a distribución del espacio, a tipos de relaciones alumno/a‑maestro/a y alumno/a‑alumno/a, etc. En definitiva, se trata de adaptar todo lo referente a la escuela y que normalmente es fijo, inalterable y monótono a las necesidades del aprendizaje y del niño y niña, utilizando principalmente aquellas propuestas de trabajo que pueden hacer verdaderamente significativo un aprendizaje. Y esta significatividad reside entre otras cosas fundamentalmente en que lo que se trabaja tiene relación directa con lo que vive el alumno, es útil en su actividad social ajena a la escuela.
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