A finales del siglo XX casi todos los mitos se ponen en cuarentena. El avance de las ideas posmodernistas, la relativización de los hechos sociales, el mercantilismo y el pragmatismo social hacen, por supuesto entre otras cosas, que nada perdure, que todo se cuestione, que se ponga en entredicho todo lo que se creía bueno, útil o moderno. Cuánto más hijo de la época eres más te cuestionas todo, más te haces crítico del pasado. Romper sin preocuparse de qué tipo de pegamento utilizarás posteriormente sería una metáfora que podríamos aplicar a ese fenómeno social.
En nuestro campo no podría ser menos sino más, ya que siempre hemos de demostrar una cierta altura para salir de ese complejo anodino que envuelve la cultura profesional educativa. la muestra tanto de posmodernos como de nuevos críticos que han aparecido desde las catacumbas del conductismo, de las más profundas letrinas ideológicas de la Universidad y de la Administración nos lo demuestran. El lenguaje simbólico se hace común provocando una confusión que como toda falsedad e hipocresía, un día u otro, se hace no creíble pero mientras tanto se ha de soportar.
¿Y cómo no se iba a poner a Freinet, su pedagogía y su movimiento en cuestión?
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