Cuando esta mañana Medea irrumpía a llorar en medio de la reunión porque «la muñeca no está bien colocada en el carrito», de nuevo provocó en mí la misma reflexión que a veces hago cuando observo a los niños en la clase. En este caso, era un capricho, en otros será un deseo. En el niño esto casi siempre se confunde. En el adulto aparece separado. A veces como adulto me siento mal al comunicar o intentar comunicar mi deseo a otro adulto. En el niño esto sucede de forma natural. Nuestra obligación estará en facilitar siempre ese espacio para que el deseo por parte del niño pueda ser comunicado. Y digo esto porque no sucede así en las relaciones cotidianas niño-adulto. Es ésta una relación en permanente conflicto. El niño pide, el adulto niega, se opone a sus deseos, se mantiene en su situación de adulto.
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