Durante la década de los años setenta, la preocupación por la marcha económica de la compleja red de publicaciones que constituía la prensa del Movimiento comenzó a desplazar incluso a los afanes de control político sobre dichos medios. Los gestores económicos comenzaban a imponer sus criterios sobre la dirección política, más aún cuando en 1975 la muerte del general Franco dejó sin objetivos claros al poderoso aparato propagandístico. Por si fuera poco, las pérdidas continuaban su marcha ascendente, haciendo insostenible la permanencia de la cadena como hasta entonces.
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