No es habitual que se nos interrogue acerca de qué hace de un producto determinado una obra de arte o que se nos pida una definición de la cultura. Estas operaciones implican la adopción de un punto de vista explícito que la práctica cultural no exige. En tanto práctica, el consumo artístico transcurre sin que sea necesario para el consumidor exponer los motivos que lo llevaron a decidir por un determinado bien. Esta circunstancia puede transformar los consumos culturales en prácticas aproblemáticas, ya que las decisiones son asumidas sin el compromiso de tener que ser justificadas, y por lo general no ocasionan encendidas polémicas
|