Cuando a mediados de S. XIX, y siguiendo las huellas de una escogida serie de arriesgados exploradores, Europa inicia la “carrera de África”, culminada en su primera fase con el reparto del continente en la histórica Conferencia de Berlín de 1885, un variado aunque no muy numeroso grupo de entusiastas “africanistas” españoles consideraron que, por razones históricas y geopolíticas, España debería estar presente.
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