Tradicionalmente la educación ha tenido lugar en un doble espacio. El espacio físico, en el que la persona interacciona con el entono y coincide con el resto de los sujetos y con los elementos materiales de su contexto. Y el espacio intrapersonal, en el que el sujeto interioriza las experiencias que vive en su mundo exterior, las contrasta con experiencias anteriores, con saberes adquiridos, y las convierte en nuevos aprendizajes.
En una situación de estas características, el proceso de enseñanza y aprendizaje puede resultar relativamente programable, controlable, previsible. Dentro del gran margen de variablidad inherente a la propia naturaleza de los sujetos y a las características específicas del contexto sociocultural de cada uno de ellos, el docente tiene una gran capacidad para conocer y planificar una gran cantidad de las variables que puedan intervenir en el proceso didáctico en el que él esté participando. En la mayoría de los casos conoce bien, porque generalmente es él quien los proporciona, los recursos didácticos que se van a implicar en el proceso. Ello le confiere una gran seguridad, puesto que controla muchos de los parámetros que pueden hacer variar el desarrollo de las sesiones de clase.
Este contexto educativo esta cambiando.
A los dos espacios referidos se añade un tercer espacio que ofrece nuevas y, hasta hace poco tiempo, inimaginables posibilidades: Internet.
Hasta su aparición, la introducción de los ordenadores en las aulas podía ofrecer posibilidades de interacción que podían ser conocidas y planificadas por el profesorado. La conexión a la red puede conducir hacia caminos no siempre predecibles ni controlables y ello genera ciertas dudas o reticencias cuando se plantes su introducción en las aulas.
Ciertamente, la conexión a la red abre muchas puertas que conducen a lugares que el maestro o profesor puede no haber visitado antes que sus alumnos. En ocasiones puede tratarse de información que no acuerde con sus necesidades educativas e, incluso, puede ser indeseable para su buena formación. Lógicamente, estas situaciones pueden incomodar al profesorado, pero hay que recordar la existencia de sistemas que permiten evitar el acceso a espacios web de ciertas características y valorar la posibilidad de que los estudiantes lleguen a encontrar espacios de gran valor educativo.
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