Sobre la asignatura de historia han recaído siempre las contradicciones de la sociedad. Sujeta más que otras a debates, casi nunca científicos, los poderes han hecho de ella y de su presencia en la escuela un campo abonado al que trasladar asuntos que trascienden la propia enseñanza. En medio, los maestros y los alumnos salen poco beneficiados de este vaivén, en el que la subjetividad y los intereses de toda laya convierten la materia en sujeto pasivo de dislates y enfrentamientos que en nada benefician la credibilidad y necesidad de su enseñanza. También en Internet se aprecian, tanto en web institucionales como personales, tendencias microscópicas y particularistas que, en otro contexto, no dejarían de tener interés.
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