La escritura ha sido históricamente concebida como un código sustitutivo del habla debido a que la prioridad de la lengua hablada sobre la lengua escrita, tanto de orden filogenético como ontogenético. Sin embargo, desde un punto de vista funcional y semiótico, la práctica de la escritura no es pura y simple transcripción del habla2. Existe una interdependencia entre las lenguas oral y escrita, ya que ambas están regidas por un mismo sistema englobador (norma abstracta) bajo un conjunto de variantes enunciativas que los hablantes competentes ajustan y distribuyen a las necesidades y contextos discursivos específicos.
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