Las contradicciones de la postura exterior de Estados Unidos con su propia política interna, su rechazo a conceptos nacidos en el pensamiento norteamericano, se enmarcan en un contexto de intereses económicos. El análisis de estas realidades explica mucho sobre la actual situación del NOMIC.
A medida que se aproxima el fin de la década de 1980 cabe preguntarse: ¿Por qué debe haber alguien todavía interesado en el debate sobre el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC)? Al fin y al cabo los Estados Unidos se retiraron de la UNESCO. Y muchos países del Tercer Mundo, distraídos con la crisis económica de los últimos años, han abandonado su antigua militancia. Sin embargo, esta cuestión todavía merece ser analizada por dos razones.
En primer lugar, la retirada de los EE.UU., bien entendida, debería proporcionarnos algunas de las directrices de la futura política norteamericana hacia el sistema de las Naciones Unidas. En segundo lugar, el hecho de que la polémica sobre el NOMIC se destacase sobre los asuntos que este movimiento esperaba plantear produce la falsa impresión de que con la retirada norteamericana de la UNESCO han desaparecido esas cuestiones. Eso es evidentemente falso. Resumiendo, aunque, en términos generales, el NOMIC ha desaparecido “de la agenda” de quienes dirigen la prensa y la política de los EE.UU. (1), la llamada internacional por un Nuevo Orden se mantiene todavía viva, y las disparidades existentes entre los países desarrollados y en vías de desarrollo que originaron las demandas de igualdad en la comunicación global no se han resuelto aún.
El objetivo de este artículo estriba, en un sentido amplio, en contribuir a que el NOMIC se mantenga en el orden del día de las comunicaciones internacionales. Analiza en particular el “contexto” y las “contradicciones” de los principales argumentos utilizados por los EE.UU. para atacar el NOMIC.
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