El uso de las tecnologías es inducido siempre por las representaciones sociales. El relato tecnológico de la prensa, sus contenidos y actores y su enfoque de la organización social evidencian en parte las concepciones dominantes en nuestra sociedad.
La impresionante revolución tecnológica experimentada por la sociedad occidental en los dos últimos siglos ‑y que ésta ha extendido, con los conocidos impactos desiguales, al resto del planeta‑ ha convertido a las fuerzas productivas en el principal referente de la reflexión social. Desde las primeras formulaciones utópico‑evolucionistas hasta la más reciente prospectiva, los efectos de la tecnología y del desarrollo científico‑técnico sobre las relaciones sociales han sido objeto permanente de análisis, a veces desde planteamientos monocausales (la tecnología determinando a la sociedad), pero también desde posturas más matizadas (esto es, analizando al mismo tiempo cómo el sistema de relaciones genera un “ethos” que hace posible el desarrollo tecnológico en sí mismo y que influye en la dirección específica que éste toma).
En el curso de ese análisis se han manejado diversos nombres para referirse a las sociedades sometidas a una revolución tecnológica permanente: sociedad industrial, sociedad positiva, sociedad postindustrial, era de la cibernética, civilización científico‑técnica, etc. Las formulaciones más recientes, amparadas en el espectacular avance que ha experimentado en los últimos tiempos la tecnología de la información, han desechado estas denominaciones y han propuesto otras nuevas: sociedad de la información, sociedad discente, sociedad del conocimiento, sociedad telemática, sociedad interconectada, etc. No se ha logrado, pues, un consenso en el término a utilizar para identificar esa “nueva sociedad”, pero todos los expertos parecen aceptar sin embargo el término con el que se designa a su componente dominante desde el punto de vista instrumental: “nuevas tecnologías”.
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