Al repasar el debate público acerca de los medios de comunicación de Dinamarca, vuelve a ponerse de manifiesto la posición dominante de la televisión. El IL debate popular, como el de las elites o los políticos, gira en torno a la televisión. Durante varios decenios la atención se centró en la necesidad, conveniencia, etc., de un segundo canal de televisión danesa. El argumento que finalmente pareció inclinar la balanza a favor del segundo canal fue el de que la nación necesitaba más televisión danesa para contrarrestar la influencia de la televisión transnacional y por satélite. La reacción del público ha sido un aumento de su consumo televisivo de una manera solamente marginal, pasando de 11 a 13 horas por semana.
Se ha producido un aumento del consumo de programas de entretenimiento, ya sea de origen extranjero o producidos según los formatos que se comercializan internacionalmente, como por ejemplo los programas de la ruleta de la fortuna. Se diría que los horarios de programación están orientados a la obtención de buenas cifras de audiencia, incluso en el antiguo canal monopolista y todavía subvencionado al 100 por ciento. Los programas dedicados a la cultura y a las bellas artes están siendo relegados a las últimas horas de la noche, y los respetables caballeros que antes abogaban por la competencia y la libre empresa empiezan a preguntarse si verdaderamente lo que ellos defendían era ese batiburrillo de concursos, bingos, besuqueos y tiros.
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