Yo estaba serruchando unas totumas cuando llegó el forastero. Como a mediodía llegó. Tenía puesta una franela rota y sucia, tan rota que se le veía casi to’ el pecho pelao. También tenía rotos los pantalones y las alpargatas. Ya estaba en el patio cuando mi papá empezó a examinarlo. -«... y de dónde viene usté, amigo»-, le dijo, cuando yo me acerqué. -«De San Francisco e Tiznao»-, le dijo el hombre.
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