El aborigen nuestro sufrió implacablemente el bárbaro trazo de la conquista española. Aunado a la irracional fuerza de sus rústicos navegantes, la ideología cristiana, también hurgó en nuestra cultura para desarraigarla, para sentenciar el desencuentro del indígena con su particular modo de ver el mundo. Su mundo. La «brutalidad civilizatoria» de aquel encuentro con los europeos marcó el continente con el aberrante y ambiguo hierro de la espada y la cruz
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