Sólo muy pocas organizaciones en el mundo fueron diseñadas desde antes de su creación, con la finalidad específica de gestionar conocimiento en el sentido actual del término. Todas ellas, de reciente aparición, tienen estructuras absolutamente innovadoras, sin ninguna semejanza con los esquemas ni estructuras convencionales.
Eso significa que la inmensa mayoría de empresas actualmente existentes en el mundo mantiene estructuras obsoletas e inadecuadas para atender, con suficiencia, los requerimientos actuales.
El dilema es simple pero contundente: o cambian las estructuras cristalizadas, o se quiebran en el sentido físico del término. Y el sentido del cambio también es simple y contundente: las empresas deben abrir sus estructuras a la incorporación de conocimiento, al aprovechamiento inteligente de las oportunidades que brinda el mundo, a la creatividad, y la innovación: únicas fuentes de la diferenciación que es el factor competitivo por excelencia.
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