Este artículo reflexiona sobre el modo en que la práctica pedagógica, en su calidad de realizadora, ofrece la oportunidad a los teóricos y educadores de estudios culturales de participar en unas prácticas pedagógicas que no sólo sean interdisciplinarias, transgresoras y de oposición, sino relacionadas también con un proyecto más general diseñado para promover la democracia racial, económica y política.
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