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Un fuerte entramado de política, economía y sociedad caracteriza a la educación superior. Pretender ignorar ese entrecruzamiento divagando en la soledad y la clausura de una universidad abstracta equivaldría a perderse en laberintos infinitos y no menos letales que la inmensa tabula rasa del desierto.
Venimos insistiendo desde hace tiempo en la necesaria interacción entre individuo y sociedad, a la que debe servir de manera ejemplar la etapa universitaria. No existe profesión que pueda prosperar en un aislamiento de torre de marfil, ya sea el laboratorio de investigación del científico o la biblioteca silenciosa del intelectual.
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